[Trust] Capítulo 16: "Dylan salva vidas" por Justin Andrews.


Narra Justin.

Ése fue un minuto de paz casi eterno. Me desesperé cuando no podía tocar el suelo, suspendido de ambos pies en el aire. Sentí un ligero click antes de torcerme el cuello y toparme con las paredes de mi habitación. Había estado zumbando tratando de huir de la realidad por una larga cantidad de horas. Casi al momento en el que creí sentirla entre mis manos, mis párpados rogaron una descanso y me quedé tumbado sobre mi escritorio por las siguientes tres horas. Todo mi cuerpo, ahora real y ahora estable, rogaba un inmediato y profundo descanso.

Un sonido sordo surgió desde la planta baja, seguido de pisadas apresuradas sobre las escaleras. Sentí la respiración acelerada y el perfume de mi madre  chocando repentinamente contra mi rostro de momia justo antes de que me obligara a pararme y a caminar hasta mi cama. Después atravesé las diferentes cobijas hasta encontrar su mano helada y la detuve de su siguiente acción de arroparme. Realmente no había sido capaz de hacer nada yo sólo.

¾     Mamá, hice algo muy malo.
¾     Cómo crees – entonces me devolvió ligeramente  a mi almohada dejando un beso en mi mejilla.
¾     Pero…

La puerta se cerró mucho antes de que recordara haberla visto abierta. Mi mano había quedado tendida en el aire buscando un oyente a quién echarle mi testimonio en cara. Me puse de pie con éxito y bajé las escaleras resbalando mi mano sobre el barandal. Mi madre tenía el paraguas en la mano, el abrigo puesto y la puerta a medio abrir cuando la sorprendí.

¾     Justin, cielo, vuelve a la cama. Olvidé comprar el queso para la pizza, volveré en un minuto – y desapareció detrás de la cortina lluviosa.

No me sentía como en un mundo nuevo, recordaba como cocinar. A mi madre y a mí nos regía un paladar único y selectivo; nunca ordenábamos pizza a domicilio, sino que la preparábamos nosotros mismos. Agregué  azúcar, sal y condimentos sobre el tazón con la salsa y la vertí sobre la sartén con las cebollas. Esperé a que estuvieran listas y dejé todo en su lugar. Oí sonar mi teléfono celular en una de las habitaciones de arriba. Intenté ubicarlo recorriendo cada posible lugar donde hubiera podido dejarlo y me devolví al segundo piso mediante un baile corto por las escaleras. Después de cruzar por la puerta de mi habitación, encontré una luz intermitente dentro de un bolso verde que estaba en el suelo. Cuando enderecé mi posición, enfrenté la cama de Michael y  a sus sábanas todas revueltas y frías.


¾     ¡Justin! ¡¿Hijo, que te pasa?! – el grito tan agudo de mi madre resonaba como una tragedia molesta y grave.
 
Levanté la mirada de dónde parecía haberla tenido escondida. Estaba ovillado en una esquina, sosteniendo mis rodillas contra mi pecho y mis manos sobre mi rostro. Al descubrirlas, mis palmas estaban húmedas y más lágrimas goteaban de ellas. Busqué mi reflejo desesperadamente hasta que di con un par de ojos rojos e hinchados. Christopher sostenía a mi madre quién parecía estar sufriendo un ataque nervioso.

¾     Debrah míralo, él está bien.
¾     Estoy bien mamá – repetí - ¿Dónde está Michael?
¾     Esperaba a que tú lo recordaras – Christopher condujo a mi madre hasta su habitación, le susurró algunas palabras y se detuvo frente a mí, a la mitad del pasillo. Justo hasta dónde yo lo había seguido – Deberías forzar tu mente un poco más para intentar recordar…
¾     No – lo detuve en seco, casi involuntariamente –Tengo unos rastros de mis últimas imágenes de él. No quiero seguir recordando, temo que se trate de algo muy malo. Esperaba encontrarlo en la habitación – una gran lágrima atravesó mi rostro en menos de un milisegundo. Luego mi respiración se aceleró  y continuar conversando resultó todo un reto.

El rostro de Christopher parecía inmutable, como el de una pintura antigua y costosa. Las líneas de expresión no se le notaban a pesar de que ya era un adulto maduro. Dónde esperas encontrar algún rastro de confusión cerca de alguna pequeña arruga, sólo continuaba ésa expresión calmada y pensativa.

¾     ¿Por qué habrías de recordar algo malo?
¾     Estaba enojado con él – dije – No me gusta recordar a alguien desde una pelea.
¾     Su nueva vida ya debió de comenzar – pronunció sin más.
¾     ¿Quieres decir que no te has dedicado a buscarlo? – le cuestioné, algo desconcertado por la poca preocupación hacia su hijo; pero también justifiqué, de forma razonable, que todos ya habrían oído de su desaparición y de que ésta se habría convertido es un cuento con un final abierto al que nadie se molestó en terminar de escribir.
¾     Las cosas no tardan mucho en reanudarse, Justin – insistía – Cualquiera pudo haber reacomodado su vida en sesenta días.
¾     ¡¿Quieres decir que han pasado dos meses y aún no te has dedicado a buscarlo?!
¾     Han sido dos meses desde que ustedes se fueron – respondió – Creo que eso responde a las dos cuestiones de tu pregunta. Que se hayan ido justifica el hecho del por qué no los busqué. Quién quiera que se va no quiere ser encontrado.
¾     Estoy seguro de que mi mamá si me buscó hasta el día en que la llamé diciéndole que me iría a la guerra.
¾     Y hasta después.
¾     A eso me refiero. Mi madre si me quiere ¿Cuál es tu maldito problema con Michael?
¾     Qué extraño – fingió impresión – Yo iba a hacerte la misma pregunta.

Sabía hacia dónde mi mente se dirigiría, por lo que intenté bloquear aquél túnel negro arrojando mi trasero hacia el sofá y tomando el teléfono. La hilera de dígitos numéricos movió mis dedos sobre los botones de forma deliberadamente rápida. Al momento en el que oí el tono, arrastré una cobija sobre mis piernas y me recargué sobe el brazo del sillón.

¾     Hola enano ¿Cómo estás?
¾     Bien, pero mal – respondí, hundido en los cojines de colores fríos y sintiendo ésas estúpidas lágrimas rebalsando el rabillo de mis ojos otra vez – Tengo humor de embarazada. Hace dos minutos fracasé intentando abrir el frasco de especias y me deprimí peor que un caballo con una pata rota.
¾     ¿Un caballo con…?  ¿Qué rayos dijiste?
¾     Una vez que se rompen una pata, no pueden volver a pararse Annie – expliqué.
¾     ¿Cómo sabes eso?
¾     ¡Entiende mi situación! – grité y respiré en silencio por los siguientes segundos – Yo… lo siento.
¾     Ya veo – suspiró – Angie y yo iríamos éste fin de semana, sólo que…
¾     ¿Sólo que qué? No puedes dejarme sólo, ni siquiera debes colgar el teléfono. Si me quedo sólo, los recuerdos volverán a mí. Sé que son malos Annie, son terribles. Estoy haciéndole ruido a mi mente para que se distraiga. No puedo seguir hablando sólo.
¾     Tarde o temprano, vendrán a ti. Hay personas que necesitan de ésos recuerdos que sólo tu contienes.
¾     No estás ayudando – resoplé.
¾     Lo siento, pero no podré ir sino hasta mañana.
¾     Iré a la estación a esperarte – me destapé y me puse de pie.
¾     Hasta mañana, Justin. Sólo escucha música hasta quedarte dormido.
¾     Tengo la lista de los ochenta que escuchábamos con Michael en el auto de mi mamá.
¾     Eso es perfecto. Buenas noches.

Dejé el teléfono cerca de mi oído unos segundos extra y luego lo devolví a su lugar. Subí corriendo a mi cuarto y rodé debajo de la cama hasta localizar mis zapatillas deportivas. Me las calcé y bajé las escaleras sin amararme las agujetas. Con una mano me subía la chaqueta por un brazo y con la otra  tomaba las llaves del auto de mi mamá.

Dejé la casa demasiado rápido. El reloj estaba congelado en la medianoche y el cuero de los asientos no me calentaba como deseaba. Le di un golpe al aparato e inmediatamente pasó una rola tras otra;  me recitaba de memoria cada una y las volvía a repetir luego.
Mi mente de apiada de mí y empuja ése recuerdo escurridizo y chillón de mi campo de memorias tristes. Luego se convierte en una vil cicatriz, no una que esconde una fina capa de piel principiante, sino una que se refleja sobre todo lo que mis ojos alcancen, hasta que pueda yo advertirla. Detrás de ella surgía una sentencia, puesto que no existen éxitos sin riesgos, ni crímenes sin pago.
Un impulso me incitó a acariciar la llave y rodarla. El gruñido del motor fue silencioso, nadie se habría percatado de mí si hubiera intentado asaltar en alguna casa. Hundí mi pie sobre el acelerador y el resto del camino surgió solo. Reconocí la canción de una película muy famosa y sentí mis propias risas sobre una escena muy graciosa. Oí reír a Michael. Oí como se fundía en un alarido de temor.

La nieve.

El disparo.

Mi mente se hizo el espacio y retomé la escena. No deseé que nadie la conociera. No había otra acción disponible, sino buscar la autopista más concurrida y esperar el pase. Una vez dentro, ejercí más presión sobre el pedal, la música obedeció a mis órdenes en cuanto al volumen. De pronto ya no podía oír nada más. Él, su grito y el ritmo del drama ochentero. Lentamente mis ojos se cerraron y el traqueteo de las ruedas por sobre la vía del tren me sacudió para volver a abrirlos.

Pero volví a cerrarlos y abandoné lentamente el volante para alcanzar la palanca del volumen y subirlo un poco más aún. Fui consciente entonces, de pequeñeces que a diario ignoro. Del motor provenía un sonido, de las llantas contra el asfalto, uno muy diferentes; ambos muy armónicos y dramáticos. Quería seguir oyéndolos sin verlos. Todo el asiento mecía mi cabeza de un lado a otro, y cada tanto sufría de algún rebote que provocaban algunas imperfecciones en las calles.

Algunos roces ásperos golpearon mis oídos. Cuando perdí el movimiento en línea recta, cada órgano interno pareció despedir al resto de mi cuerpo, despegándose de él y buscando una mejor zona de confort en alguna parte lejos de mí, lejos de mi alma irresponsable.
He visto a mucha gente fracasar. Me he desilusionado muchísimas veces de desgracias ajenas, pero nunca me he permitido  un error a mí mismo. Fue el peor. Las ambulancias parecían burlarse de mí. Las escuchaba correr, pero sentía que nunca llegaban. Lo olvidé todo por menos de un segundo, y cuando lo recordé, sólo advertí dolor físico, desgarros sobre otras lesiones.

El sonido del motor se había detenido. Estaba yo tendido sobre el volante. Mi brazo derecho atravesaba el parabrisas y mi mano del otro lado era un bulto azul, penoso y lastimoso. Me impulsé con mi brazo derecho para levantar la vista, pero mis ojos no terminaban de dar un enfoque adecuado.
Abrí la puerta del conductor y salté del auto. Un chirrido agudamente fuerte frenó delante de mí. Las luces blancas seguían corriendo hacia mí, y después de atravesarme, se volvían rojas. 
Me escabullí detrás de unos arbustos lo suficientemente carentes de luz a un lado de la ruta y me desmayé al instante.

Cuando desperté, casi de inmediato, aún era de noche. Recordé a mis anteojos dentro de mis bolsillos y los despegué frente a mí. El vidrio izquierdo voló a través del viento en forma de brillantina, esfumándose con gran elegancia. El derecho estaba cuarteado, pero me permitía ver mejor. Me asomé por sobre los arbustos y tuve que acercarme para concientizarme de mi propio paradero. El auto seguía allí, dividido a la mitad por un semáforo. Había un hueco perfectamente dibujado en el parabrisas. Algunos vidrios todavía atravesaban mi mano. La puerta del conductor estaba aplastada y tendida en la delantera de otro auto, que también permanecía. Las luces traseras estaban destruidas y lanzaban chispas peligrosas a todo aquél que se acercara.

La policía tomaba datos de cualquier extraño que estuviera pasando por allí. Fue difícil hallar un momento de distracción para poder huir y esconderme detrás de un edificio.
Se trataba de un restaurante con un reloj en lo más alto del cielo. Indicaban las tres de la madrugada.
Lo más relacionado a mí en ése momento era una incógnita, una equis. Indefinida y formada al final de la fila. Una letra sin importancia, sin mucho detrás. Y como tal, me escabullí debajo de cada sombra que hallara, por más pequeña e insignificante que ésta resultara, hasta dar con la estación del tren.
Lo relato como un trayecto corto y fácil, pero lo recuerdo como un camino de líneas hipnotizantes e interminables. El dolor repercutía en todas las partes que no estaban lastimadas todavía, por lo que no podía pensar en otra cosa que no fuera en quejarme.
No había ningún alma en la estación con de costumbre. Me desplomé en uno de los asientos a lo largo rodeándome con mis propios brazos y dejando marcas azules sobre el aire que respiraba.
Había un molesto tema en la radio gritando insultos de desamor a una respectiva o imaginaria pareja. ¿Por qué era tan fácil para ellos? Me pregunté. ¿Por qué lo mío era tan complicado? ¿Por qué lo era yo?
La canción terminó gustándome, me distrajo hasta un nuevo desmayo. Me acompañó de la mano hasta un abismo caluroso momentáneo y le puso un límite a mis heridas, no permitió que siguieran lastimándome si yo no lo consentía.

Nuevamente, debí haber dormido demasiado rápido. Ya había movimiento en la pequeña cabina y una enorme masa de hierro acaparaba todo lo que mi dañada vista pudiera alcanzar a ver.

¾     ¡¿Qué demonios te ocurrió?!
¾     Espera un grito más... desgarrador.
¾     Oh, no estabas despierto cuando te encontré. Hubieras apreciado mi momentáneo desmayo entonces ¡De todas formas, no es la manera correcta de recibirme!
¾     Te dije que no me dejaras, te dije que no colgaras el teléfono.
¾     Si, supongo que es mi culpa... – Annie me tendió la mano para que me levantara, pero todos los hilos azules secos sobre todo mi brazo la obligaron a retirarla. Me ayudó desde la otra mano.
¾     ¿Sabes cuál es tu problema? Si haces tuyos a los problemas, crees que podrás resolverlos. Es muy noble, pero te hace mal.
¾     No puedo evitar ser lo que soy.
¾     Eso creo – me rendí.

Había un rock pesado que servía de ambiente. No iba nada acorde a mi situación. Usualmente, nada va acorde a mí.

¾     Intenté el famoso suicidio. Lo odié, no entiendo porqué les gusta.
¾     Si alguien quiere matarse, es porque no está gustoso de nada – examinó mi rostro – Supongo que no fuiste al hospital por lo de la sangre azul.
¾     Debería contratarme una enfermera – solté una carcajada y mi estómago se contrajo de forma terriblemente dolorosa – No te ves preocupada ni nerviosa. Eres Annie, siempre estás nerviosa ¿Cómo es posible? ¡Acabo de salir vivo de milagro! ¡Quiero que alguien llore y me apretuje!
¾     Lo siento yo...
¾     Ahí está otra vez – sonreí – No te disculpes por ser tú, yo lo hacía, es molesto.
¾     La última vez que te vi, creí que no volverías a hablar – respondió – Aunque estés cubierto de sangre, y posiblemente te ganes una buena semana de rehabilitación para ésa mano... Es casi un milagro que...
¾     Es extraño – la interrumpí – Tú vienes de una tragedia, yo vengo de otra, pero estamos felices.
¾     O shockeados – consideró - ¿Recuerdas cuando me ayudaste con matemáticas? Dijiste que negativo por negativo, daba positivo.
¾     Me estás dando miedo, me estoy dando miedo yo mismo. Necesito una semana en la playa, los cuatro riéndonos y holgazaneado, sólo Angie y yo, tú y... – solté un fuerte estornudo que estaba presionando antes de empezar a hablar.

Oh, sabía que no todo podía estar bien” leí de su interior.

¾     Sólo estoy resfriado.
¾     Si – sugirió partirse en mil pedazos, pero luego volvió a encenderse – Un resfriado y una palidez tremenda.
¾     Oye, mi bronceado es envidiable – estiré la piel de mi brazo que estaba libre de sangre – Es un color mate, entre “albino” y “Qué demonios, eso ni siquiera merece ser llamado color”

Conseguí que se riera de ello casi todo el trayecto hasta mi casa. El destino contribuía a mi reciente estupidez: mis padres no estaban en la casa y no volverían sino hasta las siete de la tarde. Así lo especificaba la nota del refrigerador: “Justin, si vuelvas a casa bla bla bla bla... estaremos ahí a las siete” y el resto eran lágrimas de sangre.

Annie no desperdició ni un segundo, puesto que apenas cerrada la puerta se dirigió a distraerme.
¾     Entonces... tienes el alta para volver a la escuela ¡Es asombroso! – meditó un par de segundos – El que estés mejor, no el que vuelvas a la escuela.
¾     La escuela va a ser menos que una distracción; yo no me concentro en las cosas, me distraigo de otras poniéndoles más atención ¿Pero y si no hallo nada para distraerme? Seguiré pensando y recordando y... Quiero salir.
¾     ¿Salir?
¾     Tú sabes, irme de mí mismo. Hacer otras cosas, cosas nuevas.
¾     Pues en éste semestre nos esperan muchísimas cosas nuevas a todos. Nada está más cerca del fin que nuestro último año – dijo, dramatizando.
¾     Y con eso quieres decir “la universidad”
¾     De hecho... – buscó un lugar en el sofá – No confío en Dylan lo suficiente como para brindarle información, sólo puedo decírtelo a ti – calló hasta que me acomodé para escuchar – El hermano de mi mamá está dispuesto a alojarme en su casa durante todo mi período de la universidad. Ése hombre es un pan de Dios, Justin, y ahora se siente vació porque su hijo, mi primo más grande, se ha mudado con su prometida recientemente.
¾     Sabes que soy muy malo jugando al pesimista ¡Ya dime! ¿Qué tiene eso de malo? Te separarás de tu padre, sí, y lo odias. Deberíamos estar arrojando serpentinas en la casa de los vecinos.
¾     Vive en el sur de Latinoamérica.
¾     Osea...
¾     En la otra punta del continente.
¾     Vamos Annie, sé que todos somos muy buenos amigos, pero no estamos esposados ni nada. Es duro para todos, el inicio de la universidad  va de la mano con un cambio radical en tu vida. Nunca volverás a tener un examen de matemáticas, porque me dijiste que te gustaban las letras, por ejemplo, luego vas a poder...
¾     Dylan también se va – me interrumpió.
¾     Pues, esto se pone mejor cada día... ¡¿Dylan?! ¿Y de dónde salió? Recuerdo que explotó el fuerte en dónde lo amarré.
¾     ¿Lo amarraste? Estuvo a tu lado durante toda la terapia. Bueno casi, hasta que lo sacaron.
¾     No quiero recordar pero... Todo a mí alrededor me está obligando a hacerlo.

Encerré mis oídos con mis manos y respiré profundamente un par de veces. Los vidrios que aún dibujaban hilos azules sobre mis brazos parecieron incrustarse repentinamente en mis venas, causando una aguda sensación de dolor. Annie procedió a quitarlos y a envolverme las heridas con bendas. Mientras lo hacía con la paciencia y el aura de una enfermera, acomodaba sus pensamientos para soltarlos lentamente sobre mi escaso equilibrio emocional.

¾     Bien, tú ganas. Recordaré siempre y cuando me prometas que seguirás aquí y me salvarás de cometer alguna otra locura – de alguna manera, aquello supuso un gran alivio para mí – Si no, correrás con la culpa.
¡No! Era lo peor.
¾     Disculpa, realmente no quise decir eso – y de verdad, rogué que me creyera.
¾     Superado – afirmó, casi sonriendo.
¾     Está bien – tomé aire y dejé que el pasado me poseyera y largara de mi boca todas sus memorias tibias – Recuerdo que encontré a Dylan, estaba rabioso de la ira por Michael.

Annie era lo más parecido a un vidrio cuarteado. Amenazaba con soltarse a llorar, pero al mismo tiempo parecía disfrutar que el vidrio la cortara. Quería ser lastimada, o quería conocer la verdad. Y para el segundo caso, debía conocer que eran la misma cosa, que la verdad la lastimaría. Para entonces, yo dudaba acerca de su conocimiento: no sabía si ella ya conocía la historia, o si se la habrían contado de una forma diferente. Entonces afirmé mi teoría: ella estaba mal, y entonces había algo malo en la verdad. De alguna forma, saber aquello me preparó como a un muro de ladrillos, dispuesto a ser derribado, pero no temeroso de que así fuera.

¾     No recuerdo los detalles... – proseguí – pero por alguna razón, habíamos quedado dentro de un fuerte, en la misma habitación. Quería que cambiáramos uniformes, quería el reto más difícil, quería ser el canadiense. Ser azul, notoriamente lo aburría, quería un nivel más difícil o algo así – callé.
¾     ¿Y? ¿Qué más?
¾     Quiero que a la par de lo que yo cuento, tu relates lo que pasaba aquí, desde lo último, desde éste mismo momento hacia atrás. Llegaremos al mismo punto, ambos. Lo sufriremos juntos, así no será tan malo.
¾     ¿Sufrir?
¾     Al cien por ciento seguro de que es algo terrible Annie. Nunca he estado más seguro de algo en mi vida.
Terminó de rodar la venda por mi mano derecha y se frotó las propias, como intentando regenerar algo del calor que había obtenido de mí. Yo era unos cuantos grados centígrados más que ella, y todo era aprovechable en su momento.
¾     ¿Lo que acaba de pasar entonces? Estás salido de un accidente de auto que tú mismo te provocaste. Antes de eso, manejabas sólo en la carretera con el auto de tu mamá. Y mucho más antes, Dylan estaba ayudándome con clases de francés.
¾     Dylan... francés ¿Qué demonios? ¿Clases?
¾     Te toca.
Suspiré, rendido.
¾     Ambos relatos comienzan con Dylan ¿Eh? Ojalá acaben con él – forcé mi mente a recordar un poco más – Yo no accedí a darle mi uniforme a Dylan, le quité el arma y lo amarré a una silla. Pero como soy tan oso de felpa, le dije que buscaría a Michael y volvería con él para que discutiéramos todo.
¾     ¿Aceptó?
¾     No tenía opción, estaba atado. Sólo sobreviviría si yo regresaba por él, cosa que nunca hice. Entonces abandoné el fuerte y continué buscando a Michael. Tu turno.

Ahora Annie mostraba una expresión alterada, de pronto quería permanecer lejos de mí, a una distancia considerable. Se puso de pie para disimularlo y desde la ventana, continuó hablando.

¾     Conocí a un chico llamado Sean en el supermercado. Me dijo que venía de la guerra, que sabía quién era Michael y Dylan. Que era Canadiense, pero estaba en la tropa de Estados Unidos.
¾     El mismo caso de Michael, pero al revés – afirmé, sorprendido de que hubiera más personas involucradas – Sólo que a Michael lo descubrieron y lo cambiaron al bando contrario.
¾     Lo sé, me envió una carta diciéndomelo.
¾     No es posible ¿Te comunicaste con Michael durante la guerra? No nos dejaban hacer eso.
¾     No sólo eso, lo vi, estuvo en mi casa por una noche.
¾     ¿Tú y él, solos?
¾     Él, Ethan y yo.
¾     ¿Ethan?
¾     Voy por un café. Ésto nos va a llevar un buen rato.

Me dejé caer en el sofá, con la mirada al techo y rodando las palmas de mis manos por sobre mi rostro, una y otra vez. ¿Es gracioso, sabes? Hablé con la nada, en el interior de mi cabeza Parece haber toda una secuencia de cosas que desconozco que ocurrían a la par de mis desgraciados días en la armada. Me duele la cabeza de la confusión y de aquél corte pronunciado que me hizo la ventana del auto.

¾     ¿Quién demonios es Ethan? – Annie apenas había cruzado con una taza de café caliente cuando la detuve para exigir una explicación.
¾     El trato fue relatar lo que pasó en orden. Hablaremos de lo que pasó antes en otro momento.
¾     Entonces continúa con Sean– lo consentí. De todas formas, alojar más dudas no era la manera de calmarme.
¾     Sean se separó de Michael cuando les reasignaron puestos en el campo.
¾     Michael se salió de la guerra y volvió a entrar a ella voluntariamente, y tú se lo permitiste ¿Es eso lo que estás diciéndome?
¾     Antes de que saques conclusiones, debes conocer la historia anterior, la de Ethan y...
¾     ¡Gracias! – exclamé – Pero no lo harás así que tengo que asumir que eso fue lo correcto. Qué estúpido me siento no comprendiendo nada.
¾     Entonces... – frunció el seño y prosiguió – Sean dijo que Michael le habló de la sangre azul. Es decir, es consiente de todo.
¾     ¿Todo? ¿Pero por qué Michael se lo diría?
¾     Dice que ignora la razón, quizá no la recuerda.
¾     Seguro lo vio sangrando. Es muy probable, si me permites recordarte que estábamos en la guerra.
¾     Pues un día, Sean y yo hablábamos sobre ello y me dijo que en la casa vieja de sus abuelos había un libro igual al que le describí. Le dije que habíamos perdido el libro de las instrucciones cuando una catástrofe hizo añicos a ésa parte de la escuela.
¾     Ya ni recordaba a ése libro.
¾     Lo tengo.
Solté por las narices el café que estaba trangando.
¾     Está en francés. Es la razón por la que Dylan está ayudándome con el idioma, queremos traducirlo ¿Lo imaginas? ¡Tendríamos todas las respuestas sobre ustedes y lo de la sangre!
¾     Maravilloso, pero ¿Dylan no murió? – pregunté sin perturbarme – El fuerte en el que estaba encerrado explotó.
¾     No lo sé, aún no llegaste a ésa parte de la historia ¿No crees que pudo haberse escapado del fuerte? ¿O algo así?
¾     ¡No! ¡Estaba amarrado de pies y manos! Además la puerta sólo se abre de afuera, no pudo haber salido solo de allí nunca. Y abandonaron el fuerte después de la primera explosión, que fue en la construcción de al lado ¡Pude verlo! No me había alejado tanto para entonces.
¾     Entonces, si Dylan estuvo atado todo el tiempo, él nunca pudo haber matado a...
¾     ¿A quién?
¾     Perdona, sigue, quiero terminar de oírte – sus manos marcaban un ligero temblor, pero su mente estaba en blanco; era muy lista.
¾     Encontré a Michael por casualidad, caímos en un mismo hoyo. Yo no... – bajé la mirada, los oídos me zumbaban – No recuerdo nada más.
Pude oír mi propia respiración. Miré las pelusas de la alfombra hasta calmar los sonidos imaginarios, y cuando regresé a Annie, sus ojos estaban barnizados en pena, lluviosos.
¾     Suéltalo Annie, tendríamos que llegar al mismo momento de la historia. Ya recordaré, sólo necesito un respiro.
¾     Angie y yo viajamos en tren entre el llanto de miles de madres desesperadas por sus hijos. Hubo una larga espera, ni siquiera daban boletos, la gente se trepaba hasta el techo del tren para poder viajar – su voz era el sonido de una constante quebradura – Cuando llegamos a la entrada del país, nos detuvieron. Tuvieron cierta consideración con algunas personas, pero aún así, no querían que estadounidenses entraran al país. Muchas personas esperaban directamente en los hospitales. Estuvimos más de tres horas allí, cuando vimos que entregaban algunas pertenencias, se nos ocurrió llamarlos. Dylan fue el único que contestó desde tu teléfono – para entonces, sentía escalofríos en mi nuca, y mis ojos habían olvidado como parpadear -   dijo que estaba contigo y fuimos a verte. Tenías una bata puesta sobre los pantalones de camuflaje todo roto y desecho. Tenías heridas azules que todo mundo ignoraba gracias a algún milagro del cielo, o por alguna excusa que Dylan tenía para explicarlo. Estabas en silla de ruedas, tus ojos no se movían, tus manos estaban así – y entonces formó garra feroz con las suyas – Tu madre lloraba desconsoladamente, Angie no podía recitar ni una sola palabra. Dylan parecía ajeno a la situación, hasta bromeaba en ciertas ocasiones. Michael... – soltó un sollozo agudo y doloroso – Michael nunca volvió.

Desde mi lugar, con la taza en la mano, observé cómo le rodaban las lágrimas hasta morir en su mentón. Comencé a parpadear nuevamente y antes de siquiera rodearle el hombro con el brazo, continuó con su relato:
¾     Te aplicaron todo tipo de inyecciones, drogas tranquilizantes que darían resultado secuelas como algún tipo de espasmo mental – inútilmente intentó secarse las lágrimas. Fueron proseguidas por unas nueva – Los doctores dijeron que si no lograban hacerte olvidar las cosas, nunca te recuperarías. Por eso he estado con el corazón en la boca mientras relatabas todo aquello... si lo recuerdas quizá vuelvas a... – respiró con dificultad – Y créeme que no es mi intención asustarte, es sólo que...
¾     Te prometo que no me volverás a ver así – la rodeé con ambas manos al mismo tiempo que buscaba algún punto fijo en el espacio para centrar mi atención y seguir pensando. Pues entre más peligroso fuera el recordar, más me arrastraba la necesidad masoquista de hacerlo.

Entonces volví a su última mención “Michael nunca volvió”. Lo leí con su voz un par de veces en mi mente y cuando volví a ella, me estaba mirando con temor y desgracia. Se soltó de mí repentinamente.
¾     Dylan dijo que Michael está muerto – quebró su voz luchando por seguir hablando – Y que no sabe cómo. Que él no es culpable.
¾     Hablaremos con Dylan.
¾     ¡¿Estás sordo?! ¡Michael está muerto! – una vez más, se arrojó sobre mi camisa a soltar lágrimas descontroladamente. Eran tantas que juraba haberlas retenido todo éste tiempo.

Mi extraña aceptación hacia el hecho provenía de la incredulidad. Michael tenía que estar por ahí, lo pudieron haber cambiado de hospital. Había oído su voz muchas veces mientras dormía, no podía ser sólo un acto de aparición sobrenatural.
A pesar de que ya había soltado la mitad de la historia que ansiaba no recordar, aún sentía la desesperada necesidad de mantener a mi mente distraída y a no quedarme quieto. Y con ése bloqueo encima, tomé el teléfono y localicé a Dylan en la lista de contactos.

Mi mamá, luego de haberme recordado lo mucho que me amaba, me quitó la licencia de conducir y me consiguió un trabajo de medio tiempo en dónde no pudiera meterme en problemas y en dónde podría juntar dinero para un nuevo auto. Christopher la llevaba todos los días al trabajo y se ofrecía de transportarme a mí también, pero lo discriminé por mi bicicleta.  Después de todos ésos días de espasmo, me sentía un fan con extra de caramelo, por lo que opté varias veces por hacer ejercicio. Si movía mis pies, no podía usar mi mente; y desde que recordaba, eso era algo muy bueno. 
No había lugar en dónde mi mamá no pudiera localizarme, por lo que tuve que reunir a Annie y a Dylan en mi propio trabajo. Era lunes y estaba lleno de pedidos, pero aún así, nos aparté una mesa y fingí ser otro cliente, escondiendo mi camiseta oficial de la cafetería con una chaqueta encima.  Adoraba tener testigos cuando estaba con Dylan por simple capricho de seguridad propia.
Annie parecía haber vuelto al shock porque su rostro no denotaba expresión alguna. Ella y Dylan parecían haber terminado con una apuesta y Annie parecía decirle que estaba cumpliendo lo que prometió. Sin saber sobre qué demonios charlaban, me abrí un espacio entre ellos y emboqué una silla en dónde todavía había espacio para sentarme.

¾     ¡Hermano! – Dylan tenía la sonrisa de una marioneta y la reflejaba en todo lo que tuviera brillo: platos, tazas, espejos, vidrios - ¡Me alegra tanto que estés bien!
¾     Quiero el resto de la historia – dije - ¿Cómo te saliste del fuerte? Yo mismo te amarré las manos y los pies.
¾     ¡Oh! Acabas de recordarme... nunca volviste por mí – su ojos tornaron la mirada siniestra que tanto conocía de él.
¾     Iba a hacerlo en cuanto encontrara a Michael – olvidé por completo que Annie estaba ahí.
Dylan calló.
¾     Michael me encontró y me ayudó a salir de ahí – recitó al final, algo avergonzado.
Annie y yo callamos.
¾     No está mintiendo – dije ahora yo avergonzado y quedándome sin recursos. Su mente delineaba lo mismo que estaba diciendo.
¾     No sé por qué lo hizo – Dylan tomó la palabra otra vez – Luego quisimos huir por la tormenta...
Recordé la tormenta.
¾     ... pero él se volvió y desapareció entre la neblina. Yo... no fui a buscarlo – elevó ligeramente el tono de voz – Quizá estamos perdiendo el tiempo aquí, pudo haberlo matado la tormenta.
¾     Deja de decir eso – dije, mirando a Annie contraerse – Le estás haciendo peor.
¾     Está muerto, así es. Hylton está fallecido, ayer desalojaron la terapia, y los que no están los dan por muertos, son dos chicos y uno de ellos es él. Así que Annie, no tienes que decirles a todos, ya salió en las noticias, paso por alto la apuesta que te gané.

Annie amenazó con tirar el café encima de él, pero pude detenerla justo a tiempo. Forcejeó conmigo hasta que Dylan organizó una nueva revolución.

¾     Justin, tú la estás haciendo peor – giró hacia Annie y comenzó a gritarle en la cara - ¡No todo el mundo va a tener piedad de ti! ¡Las cosas malas van a seguir pasando y quizá nadie vuelva a consolarte otra vez! ¡Deja de ser una niña tan tonta! ¡Esto es realidad!
¾     ¡Blake, ya estoy viendo tu tumba! – me levanté para irme sobre él, pero ésta vez la delicada y rota voz de Annie salió por debajo de la tierra para prohibirlo.
¾     Espera – me dijo  y se detuvo delante de mí para hablarle a Dylan – Tienes “eso”
¾     ¿Qué tengo qué?
¾     Tienes ésa cosa que tiene Michael. Es como un aura de cemento a tu alrededor, nadie puede derribarla ¿Cómo lo haces?
¾     Michael sabía, como yo, que las cosas malas que te ocurren no son para destruirte, sino para formarte ¡Mira que potente me siento! Qué potente me siento si tengo que contarte las mil y una tragedias que tengo encima y que sobreviví. Tú apenas tienes un reto de tus padres por alguna travesura infantil. Yo tengo muertes de familiares – enumeró los hechos con sus dedos – desaparición de mis primos, veo a mi madre llorar casi todas las noches por lo decepcionada que está de mí. Estamos en quiebra desde el año dos mil y tengo que trabajar para mantenernos con vida a ambos.
¾     Yo también tengo cosas malas – pareció mostrarle los dientes – Si quieres que las mencione, tengo problemas con mi padre, mi hermano vive en la miseria, mi madre y su accidente...
¾     ¡Si me dices eso, estás buscando darme lástima! Sólo toma todo eso y constrúyete, agrégale tus talentos, tus fuerzas, tus virtudes, tus llantas rotas y las nuevas. No me digas tus problemas, úsalos para proclamar respeto. Oblígame a respetarte, hazme rogar ser como tú. Si quieres haz tu luto, llora, pero no culpes a tus problemas de tu infelicidad, porque ésas son todas mentiras ¡Son todas mentiras! – levantó el tono de voz tanto que todos en la cafetería guardaron silencio para escuchar – Pero ya que me mencionaste tus problemas, te ayudaré... ¡Mira que fuerte has sido! ¡Mira que fuerte eres! Eres una seleccionada, eres una guerrera. La muerte de Michael Hylton no logrará destruirte ni sacarte otra lágrima más.

Tomé una foto con mi memoria de ése momento. Un grupo numeroso de personas alrededor estaba llorando. La última frase la oí con la voz de Michael. Annie me miró, ¿También lo oíste?

¾     Las mejores batallas se les dan a los mejores soldados Annie – dijo Dylan, ya un poco más calmado.
¾     Eso lo decía Michael – respondió ella, iluminándose interiormente.
¾     No eres su única alumna – él dejó la propina sobre la mesa y no desconectó su mirada con la de Annie hasta desaparecer por completo entre la multitud.

Annie volvió a mirarme. Sentía mis pies fríos y todo lo que creía hasta el momento se había puesto de cabeza. Estaba totalmente seguro de haber oído a Michael. Me dije que hacerlo era una señal de que nunca lo superaría. Me dije que tenía que separarme de él. Entonces se lo comenté a Annie.

¾     En realidad, tengo la respuesta a eso – comentó volviendo a la silla junto a mí – Creo que esto que pasó fue necesario.
¾     ¿Para qué?
¾     No podemos saberlo ahora, es parte de la aventura. Y yo tampoco quiero separarme de él, no tenemos por qué decir adiós, cuando vamos a recordarlo para siempre.
¾     Eso es masoquista.
¾     No lo es, todo nuestro círculo necesitó y necesita de Michael para crecer. Obtendremos todo de él, no te preocupes.
¾     Dylan te grita y de repente hablas como si tuvieras el mundo a tus pies ¿Cómo es?
¾     Te ayudaré a entenderlo. Michael una vez me dijo que tengo la extraña capacidad de comprender las cosas rápidamente, y también me dijo que debo usarla y transferirla a las demás personas ¡Además, acabas de entrar al mundo real! No te exijo que manejes todo a la perfección.
¾     Lo real es cruel.
¾     ¿Recuerdas cuando hablábamos de los prototipos? Éste es otro, “La realidad es cruel”. Maldita sea, no lo es – la observé abriendo mis ojos como una lechuza – La realidad está llena de creatividad. Es como una cuerda con un nudo: la ves y dices “¡Rayos!” pero cuando vez que puedes desatarlo y lo logras, puedes descubrir la perfección y la alegría tan lisa y sin deformaciones. La vida real guarda los secretos que la ficción y la fantasía no son capaces de comprender. Vivir respirando historias inventadas te prepara para la realidad, indirectamente.
¾     Eso último no es cierto. Los cuentos narran cosas que nunca van a ocurrir.
¾     Oh, ése es el primer paso, creer que son posibles aumenta todo tipo de esperanza y alimenta a la voluntad. Si los cuentos no existieran, sólo veríamos el nudo y lo dejaríamos así porque no creemos que haya algo más ¡Pues obviamente! ¡Si nunca conocimos, o leímos, o imaginamos algo diferente! Necesitamos creer en algo más para hacer de la realidad una hermosa fantasía concreta y permanente. Imagina lo completos que nos sentiríamos ¡Lloraríamos de alegría! – volvió hacia mí - ¿Justin estás lagrimeando?
¾     Claro que no ¡Qué dices! – arrastré mi mano por toda mi cara – Dime que te dedicarás a esparcir todo eso que sabes. No quiero volver hacia atrás, pero, eso sonó como algo que diría Michael.
¾     De hecho – rió – quiero escribir libros. Hacer que las personas se atrevan a creer en cosas maravillosas que ya son reales, y en todas las que ellas mismas podrán hacer realidad.
¾     Una vez Michael me preguntó... – me relajé en mi silla y me reí – que si creía en algo. Yo no entendí, y le pregunté si se refería a la religión, o a los fantasmas, o incluso a los conejos del polvo. Él frunció el ceño y dijo “¡No tonto! Dime en que crees tú”. Creo que acabo de comprender a qué se refería. Él usaba mucho esa palabra, “Creer”.
¾     Acabas de partirme el alma. Dijiste “usaba”, en pasado – dijo, luciendo una mueca bastante tranquila, apenas pareciendo un poco triste.

Creo que nos abrazamos justo ahí, y que eso fue lo que terminó de completarme. No estoy acostumbrado a tragarme las cosas tan rápido. Apenas hace días Annie me había dicho que Michael no volvería jamás, y  ya siendo menos de tres días desde entonces, ya había comprendido al menos un cuarto de la historia y había recobrado la mitad de mi compostura.

Esa noche organicé mis cosas para regresar a la escuela al día siguiente. Haber faltado el lunes volvía al martes obligatorio; así repitió una vez mi mamá al entrar con la cena a mi habitación. Estaba en la laptop sobre el escritorio y ella se acercó a mí como si no la hubiera oído entrar.

¾     ¿Es posible que alguien muera por una tormenta? – me mostré calmado. Mi madre todavía no sabía lo de Michael. Esperaba yo a que Christopher tapara sus propios hoyos antes de abrir la boca.
¾     Muy posible, ha pasado muchas veces. Estoy segura de que te refieres a la guerra ¿No es así? Si, cinco chicos que encontraron estaban congelados hasta la médula. Pobres – se mostró melancólica – Ésa neblina del infierno advirtió a muchos, pero duró tanto tiempo que los que ya estaban dentro no pudieron salir. El anochecer debió resultar terrible – acarició mis hombros y me besó en la cabeza.
¾     ¿La tormenta duró toda la noche?
¾     La tormenta comenzó a medianoche ¿No recuerdas las estrellas o algo? ¡Oh, si te encontraron desmayado!

Sólo recordaba la neblina, y no específicamente la tormenta. Entre mi desmayo y la noche no encontraba ninguna relación, ni tampoco conseguía volver al momento en el que me encontraron. Si había caído en un hoyo, y Michael estaba conmigo, ¿Por qué sólo a mí me habían rescatado?

¾     ¿A mí me encontraron dentro de un hoyo cierto? – le pregunté a mi mamá deseando la respuesta que yo quería – Recuerdo que me estaba en uno, es la última imagen que tengo.
¾     No hijo, yacías frente a uno de los fuertes más cercanos del centro del campo. Estabas a la vista gracias a Dios.

Me quedé congelado frente a la computadora.

¾     Lo siento... – logré pronunciar – Sé que no te gusta hablar de esto mamá.
¾     Ya no hay cuidado, me alegra que estés sano hijo – caminó fuera de la habitación y desde el pasillo gritó:

¾     ¡Justin! ¡¿Puedes ir por pan al súper?!

Me levanté y fui hacia dónde estaba sacando dinero de su billetera. Me los dio y me vio bajar las escaleras hasta abrir la puerta.

¾     ¡Ten cuidado al cruzar la calle! ¡Hay cada idiota conduciendo! – me dijo. Le había dicho a mi mamá que la razón de mi accidente en el auto había sido culpa de otro que estaba haciendo maniobras delante de mí. No me salvó del castigo, pero si de algo más duro - ¡Oye! ¡¿Y cómo te fue en tu primer día de trabajo?!
¾     ¡Bien! – grité desde afuera y cerrando la puerta - ¡Me despidieron!


***

Estoy emocionada. Es decir, tenía éste capítulo colgado en una carpeta, a la mitad y sin significado. Era como que Justin realmente estaba atravesando un espasmo y no podía relatar. Me costó mucho y bastante quitarle todos los datos, pero finalmente aquí están. 
Finalmente estoy de vacaciones de invierno (Sólo duran dos semanas) y en cúanto a la historia... no sé si eso es precisamente bueno, porque trabajo mejor bajo presión.
*Nadie le cree porque de todas formas es perezosa para subir capítulos*

Pero prometo exprimirme el cerebro durante éstos catorce días. 

P R E G U N T A 
Ah, ya la extrañaban (?)


Cito a Justin: "Si había caído en un hoyo, y Michael estaba conmigo, ¿Por qué sólo a mí me habían rescatado?"

No lo dejen dudoso a mi probe Justin.

Ba-bay. Un saludo enorme.

PD: Si alguna de ustedes quiere vengarse de mí, matándome a preguntas (?) Puedes hacerlas en el ask de la novela: http://ask.fm/aceofhearts

Si no pueden comentar en el blog, les sugiero que lo hagan allí también. Respondo a todas las preguntas C:

4 comentarios:

  1. Hoooooooola.
    Volví a entrar aquí para encontrar tu ask y cuando me di cuenta, ya estaba la opción de anónimo :DD
    A lo que venía.
    Ya extrañaba leer Belive... bueno, Trust, debo recapitular todo otra vez porque algunas cosas se me olvidan como... OMG! Chris es el padre de Michael y está ahora con la madre de Justin :OO
    ya lo re-recordé(? LOL
    Veo que ya cambió muchísimo tu forma de escribir *sniff* me enorgulleces *sniff sniff*
    Ah... me gustó el "sonido sordo" que invento tan cool Kati-Kat
    y... y... ésto: "las cosas malas que te ocurren no son para destruirte, sino para formarte ¡Mira que potente me siento!" Me recordó a aquel día en que hablamos sobre eso :( fue AMAAAZING.
    El blog está bonito :c ¿cuál blog feo? ¿CUÁL? D8
    "El rap de las úlimas palabras. Por Michael Hylton" Jaja suena gracioso, debo leerlo right fucking now D:

    En fin, ya estuvo ._. cuídate :3
    Nos vemos ^^
    PD: Justin se ve sensual e.e
    PD de la PD: ¡¿DESDE CUÁNDO ES ANDREWS?! D:

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  2. En principio quiero decir que me gusta mucho el nuevo look de la página, le da un aire mucho más profesional y parece que has puesto mucho empeño en ello, así que enhorabuena amiga :)

    D: porqué me he estado imaginando a los personajes bailando mientras escuchaba la música? jajajaja ha sido divertido :F

    KJHWOIDJWEI Te voy a confesar una cosa...nunca se que comentar. Porque en cada capítulo me pasa lo mismo D: y es que no se que decirte porque no existen palabras para poder comentar estos capítulos tan esperados, interesantes y bonitos !! Así que lo siento pero solo voy a poder decirte una vez más que me ha encantado leerte otra vez, que me has dejado sin palabras y que Justin va a tener que quedarse con la duda xD aunque no sé, pero muchas cosas es cosa del destino...Puede que le hayan rescatado solo a él porque tiene que hacer algo que Michael no.

    Disfruta de tus merecidas vacaciones y vale, dejo que te exprimas el coco mientras haya más capítulos jajajajaja

    Beeeeeeeeeeeeeeeesos ♥

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  3. Whoooooooooooooooa
    Bien, primero tuve que leer cuatro capítulos anteriores porque en realidad no recordaba bien de que iba todo esto. Perdí la cuenta de quien se atrasa si tu subiendo o yo leyendo (probablemente ambas). Pero jo, ha valido la pena porque es muy muy muy interesante. Si Trust fuera una pelicula seria de esas que te tienen al borde del asiento sufriendo, en serio.
    Y aish, me encanta cuando narra Justin porque me encanta Justin, ah. Inclusive ahora que esta traumado me encanta.
    Oh, y algo más, no sé por qué mientras leí me acorde de Michael's Mission y todo lo anterior que habias hecho y woah. O sea, te conozco desde ¿hace cuanto? y jo, me alegra mucho ver como has avanzado y todo. Me siento como una mamá orgullosa, en serio (?

    Me encanta todo. Sigue, sigue, sigue.
    xo


    {Por cierto que no me olvido del dibujo que te prometi pero entre la vida y la vida no me da tiempo y además conforme leo otro capitulo se me van ocurriendo más ideas y agh}

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  4. Recien copie todo lo que escribiste hasta ahora,
    para leerlo tranquila... jejejeeje....

    cuando termine de leer todo te digo que me parecio...
    Seguro que va ha estar buenisimo jejejjee :D

    bueno eso era todo...
    cuidate... :D

    Espero que sigas escribiendo :D

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