–
¡Querida! Ésta debe ser la única clase que
tenemos juntas – Mary se sentó junto a Annie en el laboratorio, corriendo las
cosas de ésta para poner su bolso nuevo sobre la mesa.
–
Si, fabuloso. No quiero ser grosera pero ése es
el lugar de Angie.
–
¿Qué acaso aún no te lo dijo? No la dejaron
salir del hospital.
–
Aguarda ¿Está en el hospital?
–
Me dijo que yo fui la primera en enterarse. No
te culpo Annie, distanciarte de tus amigos es muy común en estos días.
–
Yo no me estoy distan... Dime dónde está.
–
En el que solía trabajar el doctor Hylton,
doblando en la esquina. Ah y esto es para ti – le entregó un sobre – Llegó a tu
casa pero tu papá lo envió aquí para que lo leas; aún no está abierto, así que
no pienses que me entrometí.
–
¿Qué ahora entregas el correo?
–
Ha estado sobre tu escritorio durante toda la
mañana, y decidí limpiar un poco el cuarto ya que tus cosas obstruyen la vista
de la ventana.
–
¿Cúal vista? Es decir... sé que te gusta ver a
los chicos entrenar en clase de educación física, pero ninguno de ellos está
aquí ahora.
–
No me lo recuerdes. Que en la escuela sólo haya
chicas me está volviendo loca.
–
Adiós – Annie recogió sus cosas de un manotazo,
para cargarlas en su mochila.
–
¿A dónde vas?
–
Al hospital – el maestro acababa de entrar por
la puerta – Cúbreme.
–
Te cubriré linda.
Annie salió del laboratorio a toda prisa en lo que el
profesor se volteaba del pizarrón, y corrió hacia fuera de la escuela, doblando
el sobre y metiéndolo dentro de su bolsillo derecho.
–
Señorita Thompson... ¿A dónde se ha ido su
compañera?
–
Annie pensó que su clase está del asco,
profesor. Y salió corriendo – respondió Mary, sonriendo maliciosamente.
Annie pasó de largo un par de teléfonos públicos, tres
semáforos y un estacionamiento antes de visualizar el hospital. Ya dentro de
él, atravesó la cortina de aire congelado que liberaba el aire acondicionado y
alentó un poco los pasos hasta la secretaría.
Había una fila, no muy larga, de tres personas. Las dos
primeras iban juntas, así que luego de unos segundos, era ella frente a la
ventanilla con la secretaria.
Solicitó el nombre de Angie de inmediato y la señora de
anteojos y manicura costosa tecleó los datos en la computadora mucho más rápido
que un agente del FBI. Se bajó los lentes un par de centímetros antes de
hablar.
–
Ella se ha ido. Ha dejado el hospital esta
mañana – confirmó.
–
¿No sabes a dónde se fue?
–
Lo lamento, no puedo ayudarte.
Caminó molesta fuera de la entrada y apoyó su espalda en la
pared hasta quedar sentada en el suelo. Abrió su teléfono, marcó la segunda
tecla para llamadas rápidas y fue comunicada con la casilla de correos. Tomó el
primer taxi, cruzando la calle, y le indicó al chofer la dirección de la casa
de Angie, cerca del campo.
Tuvo que dar todo el dinero de su almuerzo para pagar un
viaje tan largo. Aquellas tierras parecían haber sido recortadas de Londres:
sin la elegancia de éste, pero con el clima copiado. Siempre había nubes
oscuras en el cielo amenazando con una tormenta; una tormenta de ésas que duran
una semana.
Se paró en medio de la calle: había tanta calma como en su
pueblo originario a las tres de la tarde. EL tráfico parecía recorrer todas las
calles de la cuidad, llegando al campo decía “No, aquí no” y dejaba que la
naturaleza siguiera su curso.
El timbre estaba roto así que reventó sus nudillos golpeando
la puerta. De frente y un par de caminos más atrás, estaba la casa de Michael,
con las plantas del frente secas, con telarañas en las esquinas de las
ventanas, una o dos persianas rotas por el fuerte viento y algunas ramas
quebradas del pino que se presentaba en la entrada de la casa, recibiendo a
cualquiera que en ella se adentrara. El abandono era evidente, y el barrio:
solitario. Había un par de casas más pequeñas salpicadas por todo el campo y la
distancia que tenían la una de la otra era como de bosques enteros.
El señor London abrió la puerta unos minutos después. Tenía
un par de valijas antiguas y cargadas junto al marco de la puerta. Todas las
ventanas estaban especialmente cerradas con una traba de hierro, y los sillones
de la sala tenían puesto su cobertor contra la tierra.
–
¿Está bien Angie, señor? Lamento si interrumpo
algo.
–
Está en su cuarto. Puedes pasar.
–
Gracias.
Su rostro no reflejaba plenamente “Tragedia” sino más bien
el presentimiento de haber tomado mal una decisión: preocupación.
Angie estaba también recogiendo ropa en una de una maleta.
Su habitación estaba extrañamente ordenada, excepto por el desorden de sábanas
en la cama: como dejas la casa antes de irte de vacaciones, más o menos.
–
¿Qué rayos está pasando? – la indignación comenzó
a dominarla - ¿Hospital? ¿Cómo nunca he notado que estás enferma?
–
Lamento no habértelo dicho, sueles preocuparte
demasiado. Tanto como para estar aquí cuando tenemos clase de química.
–
¿Qué es lo que te pasa, entonces?
–
Me he desmayado un par de veces y tuve un
pequeño grado de deshidratación. Es porque no he comido en cuatro días. Mi papá
me ha tirado una bomba.
–
¿Sobre...?
–
Quiere que nos mudemos a la casa de un compañero
suyo del trabajo, que está viviendo en España. No quiere que estemos aquí si
estalla una guerra.
–
No estallará una guerra... o por lo menos estoy
tratando de convencerme de ello.
–
Pues mi papá es un precavido.
Annie se dejó caer en la cama de Angie y se pasó las manos
por la cara, en señal de desesperación. Angie no podía irse, todo sería un
tanto más complicado.
–
Tienes que venir conmigo – Angie vió la luz.
–
¿Qué? ¿Estás loca? No tengo dinero.
–
No te preocupes – comenzaba a sonreír – Éste
tipo es como millonario y nos paga todo a mí y a mi papá. Será sólo un pasaje
más.
–
Dos. No quiero quedarme para siempre allá.
–
Anda. Si es porque soy insoportable, recuerda
que hemos pasado días completos juntas, con los chicos. Somos más que
aventureras.
–
Aún así es una locura y... sobre los chicos...
¿Qué tal si necesitan algo?
–
Por favor, Justin tiene a su mamá.
–
¿Y Michael? Tú eres casi su mamá.
–
No va a haber guerra, no va a pasar nada ¡Tú
misma lo dijiste! Además están en Canadá de todos modos. Se tienen el uno a
otro y Dylan está bien esposado en la escuela militar de aquí.
–
Hablas como si Canadá fuera a ganar.
–
Está bien, voy a imaginar que estalla una
guerra. Los de aquí han reclutado a estudiantes de secundaria, universitarios y
demás hombres jóvenes ¡No pueden estar más desesperados! Eso significa que
necesitan refuerzos. No tienen hombres. Apuesto a que los chicos en Canadá
están en la clase frente a una pila de libros aburridos, en la escuela. Mientras tienen un montón de
soldados súper preparados para esto, no necesitarán a los chicos.
–
Eso dicen en la televisión ¿Enserio les crees?
–
Todo va a estar bien... siempre y cuando vengas
de viaje conmigo.
Annie encerró su rostro entre sus manos para pensar. Angie
suplicaba en voz baja.
–
Creo que... – Articuló Annie – Podríamos visitar
a Susie cuando estemos allá.
–
¡Gracias! – la abrazó, eufórica – Le diré a mi
papá que me preste el auto para ir a tu casa a buscar tus cosas.
–
No es necesario... Tengo lo que necesito en la
escuela – miró al techo.
–
¿Tu papá está ahí, cierto?
Ella asintió con la cabeza.
–
¿Te das cuenta que ninguna de las dos tiene
madre? Siento que tengo obligación de hermana contigo – Angie esbozó una
sonrisa.
–
Si... ¿La extrañas?
–
Trato de no pensar en ello. Es devastador... ¿Y
tú?
–
Pues, nunca lo he dicho, pero no solía verla
demasiado. Mi padre siempre le gritaba mucho y era como yo: no soportaba que le
griten, entonces consiguió otra casa muy lejos. Casi nunca la veía... más bien.
Los recuerdos que tengo de ella son sólo de mi infancia, y si es por algo que
la extraño, es por ésas memorias.
–
Que no te relacionaras mucho con ella estos
últimos años suena como algo positivo ahora ¿No? Digo... si no, la extrañarías
aún más.
–
Si... mi hermano me convenció de que nos
quedáramos a vivir con mi papá para que no interfiriéramos en las metas de mi
mamá. Era muy soñadora y tenía muchas expectativas que no pudo lograr por
habernos tenido a nosotros.
–
Vi una foto. Era muy guapa.
–
Era latina.
–
¿Echas raíces por todos lados, eh? Qué buena
predisposición la de tu hermano.
–
Si... es como si hubiera soñado el futuro y
hubiera prevenido que nos encariñemos con mamá.
–
¿Tienes que meter a Michael en todo lo que
hablas? – se burló y seguidamente estalló en risas – Le diré a mi papá que
vendrás con nosotros.
Annie apartó la vista de la ventana para dirigirse a Angie.
La vio cruzar la puerta, y desde ése momento, todo pasó tan rápido que apenas
le dio tiempo de grabarlo en su memoria. Parecía seguir en la misma posición,
pero sentada frente a la grilla de vuelos en el aeropuerto, con una maleta
grande en la mano y otra más pequeña, en su falda. El clima afuera parecía de
película: había una repentina capa de neblina y algo de viento frío.
Cuando los tres apartaron un lugar en la fila, uno de los
empleados se acercó al padre de Angie. El avión estaba lleno y sólo quedaban
dos lugares. El otro saldría en unas tres horas.
Annie y Angie subieron al vuelo y despidieron al señor
London por la ventanilla.
–
Esto es asombroso – Angie descansó su espalda en
el asiento y relajó su rostro.
–
¿Asombroso? Estamos huyendo – rió.
–
Eso es lo que lo hace más excitante. Lo único
que me preocupa ahora es reconocer al compañero de trabajo de mi papá. Imagina
si está con el letrero que diga “Fredward London” y yo le diga: “Soy su hija” y
que nos rapte y demás.
–
Mejor duérmete ¿Si?
–
¿Tu papá no se molestará si faltamos a la
escuela por todo lo que dura la guerra no?... ¿No te preocupa atrasarte con los
estudios? ¡Oh, no! ¡¿Qué tal si nos hacen repetir el año escolar?!
–
Pensé que yo era la de las preocupaciones. Y
repitamos o no… lo más importante es que… - metió la mano dentro del bolsillo
de su abrigo y arrugó un papel.
–
¿Qué tienes? ¿Pasó algo?
–
Nada – sacó el sobre – es ésta cosa que me llegó
en la escuela. Me lo dio Mary.
–
Seguro es un truco.
–
Seguro que sí. Nunca nadie me envía correo.
–
Pues… - leyendo el sobre – Ésa es tu dirección.
Angie volvió a recostarse y preparó el oído para oír que
Annie leyera la carta en voz alta, pero ésta se quedó inmóvil, moviendo sólo
las pupilas de sus ojos para leer.
–
Angie… ¿Recuerdas que te dije que eras casi la
madre de Michael? Pues creo que me equivoqué… Soy yo.
–
¿Qué rayos? – le quitó la carta de las manos -
¡La carta es de Michael!... ¿Por qué firmó como tu hijo? – movió sus manos
histéricamente hacia abajo para leer los últimos renglones – Mira, dice que no
habrá un guerra ¿Te lo dije o no te lo dije?
–
Si no la habrá entonces… ¿Por qué dice que fue
reclutado? ¡En Canadá están haciendo lo mismo que aquí!
–
Descubrieron
que no soy canadiense, así que me trajeron de nuevo aquí, casi sin definir
concretamente mi supuesta “Traición” y perdonándome la vida… - leyó con
gran detenimiento – Por dios ¡La cosa es grave! Está en Estados Unidos ahora
mismo.
–
“Perdonándome la vida” – suspiró Annie, nerviosa
– Es obvio que habrá una guerra.
–
Él dijo que no habrá guerra ¿Por qué te
mentiría? Es decir, eres Annie. Logras volverlo más idiota de lo que ya es.
Pobrecito.
–
Seguro quiere que no me preocupe… Lo cual es
tonto.
–
Tú te interpusiste delante de un disparo y como
que diste tu vida por él… Lo cual es mucho más tonto todavía. Son el uno para
el otro – suspiró satisfecha -¡Es obvio! Se siente mal porque saliste lastimada
y ahora quiere mantenerte protegida.
–
Michael no es tan romántico ni tan tonto.
–
Oh, si lo es. Y esto supone algo –señaló la
carta.
–
Tenemos que volver.
–
¡Estás loca!
–
Tienes razón, quédate. Yo volveré.
–
¡¿Y qué vas a hacer?! ¿Sacarlo de la milicia? Si
los soldados no te lo impiden, él mismo lo hará. Él no se esconderá de esto
Annie.
Annie volvió a ocultar el rostro entre sus manos. Se sentía igual que la última vez en la casa
de Dylan. Una vez más sintió que ni con su propia muerte podría ayudar a
Michael. Otra vez era inútil. Una vez más tenía que arriesgarse y quizá todo
terminaría igual… ella saliendo herida. Pero no soñaba el futuro como para
saberlo.
Sus pensamientos se cruzaron de formas interminables,
infinitas e indescifrables. Dejé de leerlos.
Cuando bajaron del avión, Angie marcó el número de su papá
para informarle que habían llegado a salvo. Detrás de la muchedumbre, había un
muchacho con un letrero en su mano que decía el nombre del señor London y el de
Angie.
–
Angie… - Annie le movió el brazo mientras
terminaba de hablar por teléfono – ¿El compañero de trabajo de tu papá tiene
como nuestra edad?
–
Imposible – respondió sin voltearse – Tiene como
cincuenta.
–
¿Pues qué me dices de él?
–
Oh por dios – Angie se dio la vuelta – Es
guapísimo.
–
Ésos son los peores ¿recuerdas?... Angie ¡Angie!
Angie fue en camino hacia el chico al divisar su nombre.
Apartó muchas personas y empujó a un par
de ancianos. Annie llegó un par de minutos después, incluso cuando trató de
seguirle el paso. Ya se habían presentado.
–
Annie, él es Ethan. Es el sobrino del compañero
de mi papá que nos prestará su casa.
–
Es un placer – el chico sonrió y saludó a Annie
de manera amable.
–
Lo mismo digo… - entrecerró un ojo - ¿Nos
tenemos que ir contigo?
–
¡Oh! Claro. Mi desconsideración ¿Podría
ayudarlas con vuestras maletas?
–
No entiendo mucho lo que dice, pero es el
español más guapo que he visto desde que estoy aquí – Angie le susurró a Annie.
–
Acabas de venir aquí.
El tal Ethan cargó las maletas de las chicas en la cajuela
de su auto color bordó brillante. Las espero con la puerta abierta. Las chicas
se relajaron en los asientos traseros y mantenían una sigilosa conversación
entre dientes en lo que llegaban a la casa.
–
Su español es un poco diferente al nuestro – lo
elogió Angie – Y es muy considerado.
–
Lo crees considerado por como habla, pero todos
los chicos españoles hablan así. Da gracias que nuestra escuela es totalmente
bilingüe y hablamos el español perfectamente.
–
Tú lo hablas aún mejor, por lo de que tu madre
era latina. Te envidio.
–
No me interesa Ethan.
–
No, pues claro. Me lo pido.
–
¡Enhorabuena! Hemos llegado – Ethan bajó
rápidamente del auto.
–
Lo amo.
–
Cállate.
Se encontraron ambas en una habitación compartida, bastante
grande y cómoda. Ethan ayudó amablemente a acomodar las cosas de las chicas,
siempre con un brillo relampagueante en sus ojos claros – Annie aún no se había
fijado de qué color eran, pero seguramente Angie ya se habría encargado de
registrarlo completamente - y con una
sonrisa infinita y blanca. Llegada la noche y la hora de cenar, Angie bajó a
recibir a su papá y mantuvo una charla
corta, pero duradera con él. Annie aún no había bajado las escaleras y dejó el
cepillo para su cabello dentro de su bolso antes de abrir la puerta. Ethan
estaba ahí, estaba en todos lados. Era como las pestañas de tus párpados,
siempre que te esfuerzas sólo un poco para enfocar la vista en otro lugar,
siempre están ahí.
–
¿Se te ofrece algo? – citó Annie primero.
–
De hecho, he venido a preguntarte lo mismo.
Pronto estará lista la cena.
–
Bajaré en un momento, gracias.
–
¿Por qué pasas de mí? – inquirió Ethan.
–
¿Disculpa? – se vio sorprendida - ¿Tenemos
confianza suficiente como para que me preguntes eso?
–
Nunca nadie me ignora de esa manera ¿Por qué tu
si?
El chico detuvo su gesto de persona amable y encantadora. Se
sentó en una de las camas de las chicas y observó por la ventana. Entrelazó los
dedos de sus dos manos entre sí y recargó su frente en ellos. Luego observó a
Annie con mirada de compasión hasta que la obligó a acercarse a él.
–
Bien. Creo que no podré contra esto... ¿Me
recuerdas a alguien, sabes?
–
Pues no seré nadie interesante en ésta vida. No
soy original ni tengo un destino.
–
Si lo tienes, quizá sólo no ves bien las
señales.
–
¿A qué te refieres con eso de las señales? –
levantó su mirada hacia Annie - ¿Hay algo que debo ver? ¿O estoy tan
desorbitado que no tengo idea de lo que debo ver?
–
Si estuvieras desorbitado, estarías viviendo la
vida sin preocuparte como todos los de afuera. Pero en cambio estás aquí,
preguntándome cosas que deseas saber. Eres uno del montón.
–
¿Cúal montón?
–
Nuestro montón.
–
¿Y qué tiene de especial? ¿Qué los hace
diferentes? – regó sus palabras con su acento nativo a la perfección.
–
Somos personas que saben a dónde van.
–
¡Ostias! – interrumpió sorprendido, alegre y con
un sincero tono de soñador - ¡¿De verdad?!
–
Bueno, quizá no es tan así, pero tenemos un
guía.
–
Vale ¿Es estar enamorado? – Ethan cambió su
gesto a un de confusión y curiosidad.
–
Nunca he pensado si es por eso pero... – Annie
vio dentro de sí como si no se conociera a ella misma del todo y se estuviera
descubriendo – Quizá no necesitas estar
enamorado, si no saber lo que quieres y a dónde quieres llegar.
–
Pero no sé lo que quiero.
–
Todos saben lo que quieren, anda, habla.
–
Bueno... – miró sus manos y luego a la deriva –
No quiero ser famoso ni el abogado más exitoso. Desearía ser querido por toda
la eternidad, quiero ser especial al menos para una sola persona... – volvió a
dirigir la mirada hacia Annie - ¿Tan penoso es?
–
Claro que no, es perfectamente comprensible.
Ahora ya sabes lo que quieres. Las señales comenzarán a aparecer.
–
¿Me lo prometes? – sus ojos se dilataron y
dejaron relucir su color. Una fina capa húmeda los hacía brillar con la luz de
la luna y desprendía escarchas centellantes de esperanza. No podía recibir una
respuesta negativa.
–
Lo prometo.
–
Vale, porque si no se cumple. Descargaré mi ira
contigo – bromeó.
–
Oye... ¿Cómo haces para que la gente termine
hablando así contigo? Irradias confianza a miles de kilómetros.
–
Si es así ¿Por qué me ignorabas?
–
Tengo algo con los chicos guapos, son...
complicados y peligrosos.
–
¿Tu novio es así?
–
No es exactamente mi novio, pero si hablo de esa
persona: sí, es complicado y peligroso.
–
Creo que irradiar confianza es sólo un rasgo en
mí – sonrió de una manera más adorable que sexy - ¿Puedo abrazarte?
Annie se quedó callada dos segundos.
–
No creo que me lo merezca. Te juzgué y... –
Ethan la abrazó antes de que pudiera terminar su oración y tomó una de sus
manos entre las suyas – Que pequeñas que son tus manos – dijo ella,
acostumbrada a las de Michael, que eran un tanto más grandes.
–
Si. Es verdad eso que dicen que el corazón es
del tamaño de tu puño. Las personas que tienen las manos grandes tienen un
corazón más grande, fuerte y de oro.
–
¿De qué corazón me estás hablando? ¿Del que
bombea sangre o el de los sentimientos?
–
Ambos... De hecho tengo problemas con mi
corazón, la sangre no llega a todas las venas de mi cuerpo y hago mucho
ejercicio para mantenerme regulado. No tengo que estar mucho tiempo quieto, sólo
duermo siete horas por noche.
–
Eso es horrible.
–
Te acostumbras – esbozó otra sonrisa – Pero eso
también quiere decir que mis sentimientos quizá son falsos ¿No creéis eso? Mi
corazón es casi ficticio.
–
No estoy tan de acuerdo con eso.
–
Pero apenas me conoces.
–
Pero siento que te conozco, o que tengo que
cuidar de ti. No entiendo por qué.
–
¿Señales?
–
Seguramente.
–
¿Y qué están diciendo?
–
Faltan algunas piezas, no puedo construir el
mensaje hasta que las tenga todas.
–
¿Siempre consigues todas las piezas? – hacía
preguntas como un niño aprendiendo cosas.
–
No siempre. A la última casi siempre la rellenas
con fe.
–
¿Y de dónde obtenéis la fe?
–
De ti.
–
¿Está en mí? ¿Cómo la obtengo?
–
Creyendo. Porque si no crees nada es real.
–
¿Quién te enseñó eso?
–
Alguien muy inteligente. Si él estuviera aquí
podría responderte todo, cualquier cosa, cualquier pregunta.
–
¿Enserio lo sabe todo?
–
No, pero casi – ella sonrió – Haces muchas
preguntas ¿Cuántos años tienes? ¿Tres?
–
Cumpliré diecisiete años mañana.
–
Es una broma.
–
No lo es – se levantó de la cama de un salto –
Bajemos a cenar o mi tío va a ahorcarme.
Annie, tan irrompible como se quería ser, se mantuvo junto a
la luz de la luna, asfixiando a la carta con sus dedos. Ethan sintió el aura de
soledad que la rodeaba y se convenció de que no podría atravesarla. Ésa noche,
ella no bajó a cenar y se mantuvo callada en la habitación, como si guardara
silencio para alguien, como si le ocultara algo a alguien.
Angie entró a la habitación anunciándolo con un portazo. Fue
incluso más fuerte que el volumen de la televisión, que rodaba imágenes para
nadie en especial, en una esquina especial de la habitación. Annie estaba allí,
observando las estrellas, casi implorándoles una respuesta. El sonido la
distrajo.
–
¿Annie? ¿No escuchaste nada de lo que te dije?
–
¿Qué? – Annie parpadeó dos veces rápidamente y
sintió el suelo bajo sus pies – Lo siento. Estaba concentrada… ¿Qué me decías?
–
¡Que Ethan me ha besado! ¡No me lo puedo creer!
–
¿En enserio? – ciento de miles de kilos de
confianza se desprendieron como un se despedaza un glacial - ¿Lo acabas de
conocer y ya te ha besado? ¿Él a ti? Que tipo tan depravado…
–
Más bien… Fui yo.
Annie buscó algún escondite con la mirada.
–
Y lo que para ti es “Depravado” para mí es amor
a primera vista – continuó Angie, ofendida y algo molesta.
–
Verás las cosas mucho más claras mañana. Mejor
duérmete.
–
¡No! No te importa lo que yo hago desde que… -
cerró su boca y la selló con sus manos, como si de ella pudiera escaparse algún
insulto.
–
¿Desde qué…?
–
Desde que… - Angie se dejó caer en la cama y
tomó una almohada entre sus brazos. Subió sus pies a la cama no sin antes
arrancarse los zapatos de manera fatigosa. Cubrió discretamente con su cabello
la mitad de su rostro y acercó el cojín a sus mejillas, como para cuidar que
ninguna lágrima cayera en el suelo. Casi como si fueran tan frágiles como ella
en aquél estado – Michael y tú… - Annie tembló. Ya sabía hacia dónde iba el
punto de Angie – Desde que él y tú “salen”, a él tampoco le intereso y… Pensé
que el problema era conmigo por lo que traté de buscarme un “Michael” para mí.
Y lo intenté con Dylan y pasó lo que pasó. Ahora Ethan y… ¿Se me da tal fatal?
Es decir, no puedo enojarme contigo y…
–
Angie, no digas eso. Michael te ama.
–
No, lo hacía. Cuando estaba enamorado de mí fue
halagador, nunca me enfadé por ello. Yo lo amo como mi hermano y se ha
distanciado tanto…
–
… ¿Crees que es por mi culpa?
–
No te sientas mal, pero si. Aunque lo de irse a
Canadá fue la gota que derramó al vaso.
Annie bajó la vista hasta sus manos.
–
¿Sabes qué? – continuó Angie – Olvídalo. Tú no
tienes la culpa. De hecho, has traído a Michael de nuevo como era antes. Desde
lo de sus padres ha sido así de tristón. Él dice que no le importa, pero aún no
lo ha superado. Lo conozco y estoy segura de ello.
–
¿Entonces buscas a alguien que reemplaza a
Michael como tu amigo-hermano?
–
Si, pero es imposible. Y Justin… Justin me da
miedo – rió levemente – Es decir, puedes estar hablando con él así como estamos
hablando nosotras ahora y puede estar leyendo tu mente y develando todos tus
secretos.
–
Lo único que ése chico necesita de una chica es
que le tenga confianza. Mucha. Y que sepa reírse.
La puerta se abrió de repente y ambas voltearon hacia la
misma dirección de forma drástica. Ethan continuó adentrándose en la habitación
a paso lento pero sin esconder su entusiasmo.
–
Mi padre y el señor London han caído en sueño –
dijo, ocultando una sonrisa.
–
¿Y? – respondieron a coro.
–
Seguidme.
Prosiguió a posar sus huellas en el suelo, aligerando sus
pies tratando de imitar el peso de una pluma. Ellas atrás, parecían
escabullirse en aquél pasillo cargado de luz estelar desde las ventanas y
dejando que el viento fresco recorriera sus rostros y helara sus frentes.
Imitaban a dos niñas perdidas detrás de Peter Pan en busca de una estrella que
guiara sus pasos. Cuando el guía pareció encontrarla, se hallaban en la planta
baja de aquella mansión. Detrás de la puerta esperaba un pastizal infinito que
le daba un toque de misterio a aquél paisaje nocturno. El primer sendero
aparecía escondido detrás de unos cultivos muy altos, pero relucía frente al
reflector lunar lo suficiente para ser tomado por soñadores aventureros.
Ethan dejó a las chicas contemplando el cielo estrellado y
se las arregló para aparecerse detrás de ellas con dos cascos de equitación.
–
Preparaos – sonrió.
–
¿A caballo? Pero estamos en pijama, alguien
puede vernos – A Angie le aterraba la idea - ¿Qué tal si me caigo?
–
Montaré contigo, si te apetece – Se ofreció
Ethan.
Angie suspiró y miró a su compañera.
–
Iré con Annie, Gracias Ethan – dijo, modesta; y
subió al caballo.
Recorrieron el campo hasta el otro lado, riendo como locos.
Habían usado los caballos para no provocar el ruido de una motocicleta, pero
los gritos que soltaban parecían ser lo mismo o incluso más fuertes. Angie iba
casi colgando del caballo y Annie tenía el casco cubriéndole los ojos. Ethan detuvo
su caballo como todo un profesional y tranquilizó también al de las chicas.
Detrás de si, dejaban un largo sendero. El viaje había
parecido recortado, mucho más corto de lo que podías percibir si te detenías a
mirar el enorme pastizal que habían cruzado y lo poco que quedaba para llegar.
Se bajaron cerca de unos árboles y de una pequeña cerca de
madera. Del otro lado había un espejo de agua y árboles rodeando los desniveles
de la tierra. De día hubiera resultado sólo un poco menos hermoso que de noche.
A pesar del movimiento de las ramas por el viento que muchas veces resultaba
atemorizante, las estrellas y la luz de
la luna lograban compensarlo todo.
Angie ayudó a Annie a bajar del caballo en lo que Ethan
amarraba a Gala en la cerca.
–
Se han elegido a nuestra yegua más buena – Dijo acariciando el
largo rostro del animal – Espero les guste, éste sitio es la leche.
–
Es hermoso – Annie fue la primera en hablar –
Debe ser genial vivir tan cerca de algo como esto.
–
Lo es – Ethan saltó la cerca y se sentó del otro
lado del acantilado, las chicas cruzaron por abajo y lo siguieron – Siempre que
me paso todo el día pringando para un examen o cuando está cerca algún evento
que me ponga muy nervioso, vengo aquí para tranquilizarme. Sólo unos minutos a
solas, el caballo también lo disfruta. A Dallas
le gusta cabalgar de noche.
–
¿Dallas y Gala?
–
Si, me encargo de los nombres de los caballos.
Creo que son originales. Y creo que los caballos son los únicos que tienen
tiempo para ti. Siempre están ahí, esperando que atravieses la puerta con la
silla de montar. Creo que hasta sonríen.
–
¿Qué tienes ahí? – Angie quiso saber sobre la
bolsa de cuero que Ethan cargaba.
–
Azúcar, terrones ¿Quieres alimentar a Gala?
–
¡Claro!
Annie observó la escena desde su puesto. Angie estaba
arriesgando su mano – por lo tanto que le agradaban los animales – para darle
un terrón al caballo. Gala se acercó
hacia el dulce y Angie lo retrajo por temor. Ethan, cuidadosamente y estando detrás
de ella, le tomó el brazo con una mano y le acercaron el azúcar a la yegua.
Cuando se la comió, Angie festejó alegremente. Annie esbozó una sonrisa.
Ethan no es un idiota.
Pensó.
Era extranjero, sus cabellos rubios. Eran las dos cualidades
que derretían a alguien como Angie.
La siguiente actividad fue acostarse en el césped a mirar
las constelaciones estelares.
–
… Y una vez me dijeron que cuando no puedes
dormir es por que estás despierto en el sueño de otra persona – Ethan guardó
silencio y no oyó respuestas. Levantó la vista para verificar que las chicas
aún no se habían quedado dormidas. En lugar de ello, estaban reteniendo la risa
a carcajadas que las ocurrencias del joven le causaban – ¡Tío, son las tres de
la madrugada! Alguien seguramente debe estar soñando conmigo.
–
Creo que es tu caballo – rió Annie – Mira a Dallas, debe estar en el quinto sueño.
–
Si supieras todo lo que sabemos sobre los sueños
– se le escapó a Angie en un descuido.
–
Quiero saber lo que saben – Ethan se volteó y
quedó boca-abajo hacia el suelo. Sostenía su cabeza en sus brazos – Soy todo
oídos.
–
En un mundo lejano…
–
¿Qué tan lejano? – quiso saber Ethan.
–
Un océano atlántico más allá – continuó Annie –
Existen estrellas que pueden conceder un significado a tus sueños.
–
¿Estrellas? ¿Qué quieres decir? – Ethan volvió
su vista al cielo – Las estrellas no hablan.
–
Sí lo hacen – afirmó Angie.
–
¿Me lo juras?... ¡Hola! – gritó Ethan al cielo,
desgarrando sus cuerdas vocales con la potencia de su saludo a las estrellas -
¡Vosotras, las de ahí arriba!
Angie y Annie rompieron a reír en el suelo. Ethan se puso de
pie, como si de ésa forma, las estrellas pudieran escucharlo mejor.
–
¡Hola! – continuó - ¡¿Podéis oírme?!
–
¡Mira! – gritó Annie - ¡Creo que ésa te está
hablando! – señaló a la estrellas más brillante que relucía muy fuerte.
–
¡Mirad aquella! – respondió Ethan, un poco más
alejado - ¡Está tan cerca de la luna que casi puede tocarla!
–
¡Aquella! – gritó Angie levantándose del suelo
para unirse a los chicos - ¡Apuesto a que me guiñó!
–
¡Aquella que ha saludado! – exclamó Ethan
entusiasmado - ¡Se mueve!
–
No es cierto… - susurró Annie.
–
¡Se mueve! – gritó Ethan, alargando la última “e”
a la vez que corría como un descocido por todo el campo en dirección a la
estrella. La estrella fugaz era más veloz que cualquier cosa.
Angie corrió detrás de él y sus huellas se marcaron en el
césped. Sus zapatos yacían juntos, un par al lado del otro, a un lado de la
cerca. Annie contempló ambas escenas y el recorrido de la estrella al mismo
tiempo. Angie e Ethan estaban muchos metros más abajo, riendo y buscando la
estrella con la mirada.
–
Pide un deseo – Ethan tomó ambas manos de Angie
y cerró los ojos, totalmente ilusionado. Angie no creyó en la magia toda su
vida y hasta ahora sólo la sangre azul era la gran excepción.
¿Cómo alguien como Ethan, que jamás había visto cosas tan
raras como la sangre azul, podía creer en la magia de forma tan fácil? Brillaba
en él la inocencia de un niño, así como Mike, así de parecidos estaban
resultando ser. Y si Michael, de rizos negros y ojos oscuros, era su hermano perdido,
Ethan parecía ser el hermano pequeño del que debía cuidar y que había estado
buscando desde que su otro niño se había crecido y enamorado de repente.
Angie formaba su familia lejos de lo que eran sus verdaderos
parientes, una familia que crecía en cantidad y amor. Annie acababa de entrar
en ella definitivamente ahora también.
Apretó la lágrima rebelde que quería escapar de sus ojos
para pedir un deseo.
–
¿Qué has deseado? – quiso saber él, abriendo los
ojos mucho antes que ella.
–
Te lo diré cuando se cumpla – sonrió.
–
¡No me lo puedo creer! – Annie venía corriendo
desde la colina más alta, con sus zapatos en una mano - ¡Una estrella fugaz!
¡Jamás había visto una!
Y los tres se unieron en un brazo totalmente improvisado y
cariñoso. Ethan envolvía a ambas en sus brazos, destacando los cinco
centímetros que medía más que las chicas con orgullo modesto.
–
El que termina en el suelo primero es un… -
comenzó a decir Ethan y terminó espalda al suelo cuando las chicas lo atraparon
- … No es justo.
Subieron la colina nuevamente, riendo de la última
ocurrencia. Cayó rendido junto a su caballo y usó sus manos como almohada.
Angie se recostó boca abajo contra el césped y descansó su cabeza del lado que
podía observar a Ethan. Annie se recostó y usó la espalda de Angie para
recargar su cabeza, mirando hasta el cielo.
Luego de cinco segundos de observar el fondo de sus ojos, Angie
abrió los ojos de repente, tratando de calcular por cuanto tiempo se había
quedado dormida. Dallas disfrutaba la suave brisa fresca y relajaba sus ojos
imitando un dormir muy leve. Ethan dormía de la forma más contraria a “leve” y Gala permanecía elegantemente firme,
como si fuera la madre guardiana de la manada.
–
Annie – Angie la movió para despertarla – Ethan está
dormido ¿No deberíamos irnos?
–
Síguele la corriente – Annie le respondió y se
bajó de su espalda para recostarse en el suelo para refrescarse con el rocío
del césped.
Angie sonrió al voltear para darle un último vistazo a Ethan
para poder cerrar los ojos y alejar sus oídos de los cañones de guerra.
–
¡Pronto! – levantó el tono de voz a medida que
venía corriendo.
Angie despertó primero y contempló la imagen borrosa de
Ethan sin su camisa. Cuando enfocó sus ojos, notó la preocupación en su rostro.
Annie se levantó dos segundos después.
–
He ido a correr, como todas las mañanas, hasta mi
casa de ida y vuelta y… y… - respiró una gran bocanada de aire – Mi tío vio en
la televisión… - se puso la mano al pecho, como para hacer deje de latir con
tanto espanto – La guerra… ¡Estalló la guerra!
La nubosidad de los ojos de Annie se humedeció por un par de
lágrimas y volvió a hacerlo todo más borroso otra vez. Como si la claridad de
las cosas fuera un poco más difícil de encontrar.
Hi <3
Perdón por la tardanza. El habla de Ethan necesitó ayuda especial de una nativa. Gracias Maite por ayudarme tanto ^^
Me he decepcionado por que no hay comentarios casi. Pero hay que seguir adelante y atraer nuevamente a los lectores.
Pongo mi fe en éste capítulo, en Ethan. Es muy importante.
Las invito a seguir la magia de éste personaje tan indescifrable como cualquiera de nuestras otras estrellitas azules.
Gracias por comentar, espero sigan haciéndolo.
Hoy si hay P R E G U N T A ~
¿Qué piensan de Ethan?
Sip, así de simple. Díganme que les parece.
¿Podremos tacharlo de la lista de personas de Michael?
#TrustInEthan
Ethan me parece un niño, ¡es un bello! Enserio, su actitud -bueno la que se demuestra- lo hace ver muy tierno. creo yo. asaslsljñ que bonito capitulo*-*
ResponderEliminarEthan me da miedo.
ResponderEliminarOsea xD no se, es raro o quiza es solo diferente a Michael y a Justin y a Dylan... no se, pero es miedo del raro (?. Y como habla xdddddddd me mata.
Estoy intrigada con Michael, quiero saber que paso con él D: y Justin, mi amor ;-; y con Dylan también pero ese nomas por puro compromiso de seguir la historia, no porque me caiga muy bien e.e
Estuvo rosa el capitulo, pero seguro que los otros seran diferentes por la guerra DDDDD:
JUSTIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN D:
xo
AAAAAAAHHHHHHH!!!! No me extraña que Anggie se enamore de Ethan, los Españoles tenemos nuestro encanto e.e jajajajaja
ResponderEliminarAwww *-* quedo genial :F con los ojos pegados a la pantalla desde principio a fin, como siempre.
Extraño a Michael en la nove :( pero ahora que esta Ethan creo que conseguirá distraerme un poco e.e
Kati, querida...una ultima cosa...NO PUEDES DEJAR LOS FINALES ASÍ D: EXTALLO LA GUERRA Y QUE?!?! QUE PASÓ?! Necesito más dósis de capítulos de esta novela :F se me hizo corto, pero creo que fue porque estaba super entregada leyendo xD
Respondiendo a la pregunta final, Ethan me cae muy bien (no solo porque sea Español jajajaja) también porque me da mucha ternura y nose, como dijiste, se me parece a Michael (pero ninguno como él) me gusta este personaje e.e Me hace sentirme muy cerca de todo :D
Hablando de sentirme más cerca de todo, no me des las gracias por ayudante, para mi es un honor y un placer. Me hace sentirme "más cerca de todo" y así aprovechando hablamos xD
Así que eso, gracias a ti por haber pensado en mi y por pedirme ayuda, enserio me alegra mucho poder ayudarte ♥
Besos enormes y gigantescos <3333
Ethan es tiernísimo, y levemente me recuerda a Michael, por lo de las preguntas. Tiene dudas en montones; si conociese a Michael, de seguro él podría respondérselas, o por lo menos inventarse algo bueno xD. ¡Cómo lo terminas así! La escena súper dulce, con lo de las estrellas, el paseo a caballo... ¡y luego estalla la guerra! Pero es mucho mejor la intriga. ¡Quiero leer más! Como ya lo he dicho, eres muy buena escritora. Sabes como mantenernos pegados al monitor y además, hacer una estupenda trama.
ResponderEliminarSobre lo del muchacho: me parece adorable. Posee una inocencia que lo hace simplemente delicioso; pensé, a la par de que leía el capítulo, que Ethan era el pasado de Michael. Que quizás así, antes de la muerte de su madre y su sangre azul, era Hilton. Todo sonrisas, todo dulzura. Pero no me calza con el malhumorado, poético; me acostumbré a él xDD. Me da confianza el chiquito y a la vez extrañeza. ¿Qué tiene que ver en los sueños del futuro? Cuando empezaron a nombrarlo en Believe se me cruzó la idea de que era un pariente de Justin, algo así como... su hijo (?), sin embargo quizás era otro. Ñañañaña, quiero sabeer.
Que estés muy bien, Kati. Saludos :)
Estubo VERDADERAMENTE GENIAL!!!
ResponderEliminarme encanto y concuerdo con la idea
de que Ethan tiene algo de mike, pero
bueno no es el :( jejeje...
Pienso que es bueno y tierno o al menos
por ahora eso aparenta, espero no nos
decepcione, y tambien que no se involucre
mucho con annie por que ella es de Mike jajaja
Me encanto, me encanto, me reee encanto!!!!
Este es uno de los capitulos mas lindos de
esta historia, pero extraño a mike :( ,me
ree preocupa la guerra y la idea de sabe que
morira, es un poco fea...
Pero bue son pequeños enredos mios ejejje,
no les prestes atencion, lo importante es
que me encanto este capitulo :D
Bueno era solo eso y disculparme por haberme
tardado tanto en leer este capitulo,es que ando
teniendo algunos pequeños problemas y se me
dificulta entrar con puntualidad...
Bueno ahora si me voy jeje, cuidate
Bye.Bye Suerte! :D