Capítulo 1 -Primera Parte-

Como si pudiera hartarse de ello, dejó de seleccionar las prendas que llevaría en esa enorme y vieja mochila, cerrándola con tanza fuera como para dejar en claro que ya había terminado y estaba listo para largarse. Después de apagar la luz procedería a bajar esos frágiles y ruidosos escalones que apenas estaban sujetos unos con otros, aunque la idea de “montarse en el bolso y bajar por la baranda de las escaleras” quedó de lado esta vez, no por miedo a caerse. Claro tenía que su infancia iba a terminar cuando él quisiera.

–       ¡Hermano!

El plan “bajar las escaleras sin despertar a nadie” falla también.

–       Silencio Susie, despertarás a la abuela

–       ¿Ya te vas? – dijo adivinando el porqué de la “maleta”

Él asintió con la cabeza, bajando el último escalón y volviendo a pedirle a la niña que haga silencio.

–       La abuela dijo que la despertaras cuando te vayas. ¿No le harás caso verdad? – dijo ella, sonriéndole con picardía

–       Exacto. Pero que no pase por tu cabeza hacer lo mismo, está MAL

–       Adiós Michael – Dijo despidiéndose y cerrándole la puerta en la cara

–       Ya verás – Amenaza que sólo causó risa en la niña

Con la mochila sobre uno de sus hombros se dispuso a comunicarse con alguien más, sacó su celular de su bolsillo, estaba bastante gastado ya que no era fácil conseguir un teléfono nuevo, y más en esos tiempos.

“Nos vemos en la cárcel” fue lo que escribió.

“Presa Angie reportándose” fue la contestación que recibió segundos después. Acto seguido de reír envió “No te tardes”.

“JAJAJA” recibió. ¡Que rayos! No había escrito nada gracioso. No terminó de cuestionarse así mismo cuando otro mensaje llegó con un corto y concreto “Voltéate”.

–       ¡AHHH! Angie no hagas eso – le dijo fastidiado

–       ¿Por qué crees que voy a tardarme? Soy mucho más responsable que tu. ¿Dónde has estado estos quince años Michael?

–       Dieciséis – Aclaró – Además, ¿Quién de nosotros está más cerca de la escuela?

Angie comprendió a lo que su amigo se refería, él iba caminando unos centímetros más delante de ella, a primera vista no lo habría notado nadie. Terminó siendo una carrera hasta la otra calle. Michael hizo méritos el resto del camino por su victoria

–       Injusticia. Mi mochila pesa mucho más que la tuya

–       EXCUSAS

–       Soy una chica. Necesito más ropa para estar sofisticada

Esa no fue parte de la lista de discusiones más “complejas” que han tenido desde los dos años, ya que Angie tenía en claro que ahora que Michael había corrido, no llegaría vivo a la escuela.

–       Cuando vivamos más cerca te reto a una maratón

–       Que rencoroso eres. Preocúpate por cosas más… mejores. Como si entrarán chicos lindos a las escuela este año – dijo ilusionada

–       ¿Qué no te basta con los que ya hay? ¿No te gustaba Andy?

–       ¡NO! Es muy rubio

–       ¿Danny?

–       Muy morocho

–       No creo que te cases joven Angie, no se por qué

Ya las burlas de ese tipo no molestaban en los absoluto a Angie, acostumbrada a ellas sólo miró hacía el frente, quejándose de todo el camino que quedaba por recorrer “Gracias a Dios es un internado” “No sería lindo recorrer esta distancia dos veces al día”. Las calles estaban vacías y apenas estaba saliendo el sol, le entrada a clases de por si era temprano y todo aquel que viviera a kilómetros de la escuela debía levantarse mucho antes y caminar. ¿Accidente de tránsito por estar tan dormido y no ver los autos? … jaja ¿Qué autos?

Esto no era aburrido, para nada.

–       ¿Por qué construyeron la escuela tan lejos?

Ese molesto y común “no lo sé” fue el cierre de esta conversación, el cansancio ya dejaba a “estudiar” en segundo plano de las molestias existenciales de cada uno. Pero a pesar de todo Angie sostenía que eso de caminar tanto la ayudaría en su futura carrera de modelo-actriz-maquillista-directora-psicóloga. El resultado de no haber decidido aún de que vivirás.

“Déjale trabajo a los demás” le decían todos, sin ser Michael la excepción De hecho, una de las formas de ver el lado positivo era convencer a Michael de que la acompañara en su carrera de modelaje.

–       ¿De que me viste la cara Angie? No haré trabajo de gays

–       Ay muérete

¿Me creerán si les digo que  no funcionaba?

–       Michael…

–       Dime

–       ¿Crees que una rosa florecida da el mismo mensaje que una rosa con sus pétalos arrancados y desparramados a su alrededor?

Se detuvo.

–       ¿Ah?

¿Cómo puede ser posible que una conversación tome un rumbo tan distinto en cuestión de segundos?

–       Si, la florecida da un mensaje lindo y una imagen cálida y la rosa rota da un mensaje feo y triste

–       ¿Alguna vez le haz arrancado los pétalos a una rosa para lanzárselos a una pareja que recién acaba de casarse? No se tu, pero yo no lo veo como algo malo – Concluyó Mike y se adelantó.

Tenían este tipo de conversaciones todo el tiempo, era lo que marcaba la gran confianza que había en ellos. Esa sensación de “poder hablar de lo que sea”, de “te cuento por que se que no dirás nada por que no necesitas hacerlo” “me escuchas para ayudarme”. Ya no tenía lugar la vergüenza.

Es necesario resaltar este tipo de conversaciones.

Atravesaron la puerta principal, y como paparazis, las porristas se acercaron a ellos, no gracias a su “Popularidad indeseada” sino para pedir ayuda con causas “nobles” que beneficiarían a “toda la escuela”.

O como le decimos aquí, “Quieren arrancarte la cabeza vendiéndote cosas que jamás usarás y/o consumirás aunque tu vida dependiera de ello”

– ¿Me compras galletas? – una de ellas acercándose a Michael

–       Apenas entramos a la escuela y ya comienzan a fastidiar

–       ¿Esta es la impresión que le quieren dar a los chicos nuevos? – agregó Angie

–       Recaudar fondos es parte del proyecto “Nueva escuela secundaria” de este año – explicó la chica – Además, ¡Las porristas necesitamos uniformes! Tu deberías saberlo Michael, eres parte del equipo

–       Aún no comenzó la temporada

Tenía razón. Era como si quisieran venderte huevos de pascua en navidad.

–       Además no tengo dinero – concluyó

–       La ira de la escuela Oxford caerá sobre ti – dijo enojada

Las porristas no eran las mejores amigas de Angie, a excepción de Mary, amiga desde el jardín de niños, que por cierto, no se había presentado ante ellos ese día. Encontrar un lugar para Angie en esta historia no fue de lo más sencillo, al no creer en ningún tipo de mitología, por más ridícula que fuera.

–       Escuchar los sermones de las porristas antes que nadie y con mucha anticipación no es ningún privilegio – dijo él quitándose la chaqueta del uniforme

–       ¿Y por que no dejas el equipo? ¿Qué te lo impide? ¿Tu inmenso amor por el basketball? – cuestionó ella de forma sarcástica

–       ¿Qué? ¿Y volver a formarme en la fila de la cafetería como todos los demás?

–       Acelerado que eres. Saber esperar es una virtud

–       Una virtud para idiotas, como el gay ese que viene ahí – dijo señalando a un chico rubio que venía caminando un poco más delante que ellos, que terminó cruzando la puerta Nº 16

–       ¿Qué ese no es tu cuarto? – comentó sorprendida

Esa sensación de que no sabes con que va a ocurrir, esa sensación de enojo cuando tratas de abrir la puerta lentamente para disimular y más ruido hace. Esa sensación de ver a alguien a quien crees conocer, esa sensación de verte a ti mismo, en el cuerpo de otra persona.