Capítulo 25: "Estrella fugaz, estado alfa" Segunda parte.


El estado alfa es real y cualquiera puede llegar a él




Tan rápido como se terminó de subir la última estrella al cielo, la pareja feliz salía de la iglesia, tomados de la mano, directo a un coche plano negro que lo esperaba al cordón de la vereda.
La misión apenas comenzaba. El siguiente movimiento era llegar a la fiesta sin un auto. Dylan se había ido y los chicos parecían tener que ir con sus padres.
Al oírme decir su nombre en alto, Michael se dirigió a Angie y le mostró unas llaves que había sacado de sus bolsillos.
Entramos al no mencionado vehículo, cerramos la puerta y ambas nos acurrucamos en los asientos de atrás. La tela del auto estaba tan fría como la noche misma.

–       ¿Qué tanto uso podemos hacer de ésta cosa? – preguntó Angie, casi temblando.
–       No mucho, es rentado – respondió Michael, quien estaba al volante.

En el camino, se le notaban las ansias a Angie de saber que había pasado. Me mensajeó un par de veces, pero no fui capaz de descargar mi respuesta en palabras para él, y menos podría hacerlo en un mensaje de texto con menos de cincuenta caracteres.
Llegamos unos quince minutos después ¿Por qué rayos hacen la fiesta tan lejos de la iglesia? Se debe tratar de una especie de brujería para atraer la buena suerte. O eso diría mi madre si estuviera aquí, siempre con sus conclusiones que incluían cualquier contacto con el inframundo.
Michael detuvo el auto, pero ninguno de nosotros tubo la iniciativa de querer bajarse primero.
Éramos mortales carentes de querer vivir.

–       ¿Se van a bajar o planean crecer, reproducirse y morir  en un auto ajeno, el cual tengo que devolver?
–       Hace frío.
–       No es cierto.
–       ¡Para ti no es cierto, maldito tintero! – Angie era de ponerse histérica cuando tenía sueño.
–       Ya. Sólo entremos a la maldita fiesta. Necesito Alcohol – Justin bajó y caminó hasta la puerta decorada con globos blancos y palmeras enanas.
–       Creo que deberías cuidarlo. Digo, es de tu familia ahora – le dijo Angie a Michael.
–       Se quedará dormido apenas toque la barra. No hay de qué preocuparse.
–       Debió haberse quedado a dormir en el auto – dije – Iré por él – bajé, antes de que cualquiera de los dos me preguntara algo.

Justin se alcoholizaría sino se desmayaba del sueño.
A Michael no le importaba nada.
Angie estaba histérica.
Y yo caminaba sin rumbo alguno.
Los cuatro estábamos fuera de control, y no quiero pensar en cómo terminará ésta noche.

–       Ella no va a contarme nada, así que espero a que tú te decidas.
–       ¿Perdón? – Michael volteó a verla.
–       ¿Qué contestó a tu declaración? – inquirió emocionada y aplaudiendo de ansias.
–       Pareces una foca retrasada, no hagas eso.
–       ¡Contéstame genio!
–       ¿Cómo rayos sabes que me…? ¿Acaso sueñas el futuro?
–       Lo que a uno le hace falta, es por que no lo necesita. Ahora ya, cuéntame.
–       No.
–       ¡Michael! ¡Yo sí te describí mi primer beso!
–       Si, y traumaste mi pequeño cerebro de diez años. Que en realidad tenía cinco, si mal no recuerdas mi problemita con la edad.
–       Por favor – juntó las manos en posición angelical.
–       Yo no la besé.

Angie calló de inmediato. Se bajó del auto y cerró la puerta.
Abrió la puerta del copiloto y se sentó ahí, junto a Michael y volvió a cerrar la puerta.

–       ¡¿Qué no la besaste?! – dijo.
–       Yo creo que es muy pronto.
–       Y yo creo que eres un idiota.
–       Tú crees que todo mundo es un… ése… ¡¿Ése es Justin?!

Así venía yo, ayudándolo a caminar. Decía que tenía la vista nublada y que no sentía las piernas. Angie me ayudó a llevarlo hasta el auto. Michael lo interrogó, pero las respuestas no dieron sus frutos.


–       No puedes emborracharte tan rápido ¿Qué tomaste?
–       Sólo tres colonias florales de limón.
–       El limón no es una flor, es un cítrico. Está borracho – concluyó Angie.
–       Pero no tomó nada – aclaré – Yo iba tras de él y de pronto comenzó a sentirse así.
–       Soy el hijo de un veterano y de una sirena – decía Justin.

Michael le pegó una cachetada.

–       Maldito bastardo ¡¿Por qué me golpeas?!
–       Hermanito querido de mi corazón – lo tomó de la camisa, agresivamente - ¡¿Qué carajos te has tomado?!
–       ¡Annie te ha dicho que nada! ¡Y es la verdad! – respondió, algo ofendido.
–       ¿Entonces por qué ves unicornios comiendo nubes cuando es de noche?
–       ¿Cómo sabes que veo unicornios? ¡Tú también crees en ellos! – sonrió.
–       Oigan… - Angie interrumpió la conversación y se dirigió al cuello de Justin.
–       Mueren por mí – decía.
–       Michael… Justin apesta a humo de cigarros.

Los tres atravesamos sus ojos como espadas con nuestra seriedad en su más poderoso filo. 

–       Es… ¿Marihuana, Jus? – le preguntó Michael en su tono más dulce de voz.
–       Ehh…
–       ¡De éste auto no sales vivo! ¡No sales! – comenzó a alterarse.
–       Tú te drogas, maldito ¡¿Acaso yo tengo más culpa que tú?!
–       ¡Ya basta! – era el turno de Angie de imponer autoridad – Michael, quiero que te vayas a ésa fiesta, por que tienes que estar ahí. Yo hablaré con Justin.
–       No los dejaré solos en un auto. Menos aún con Justin fumado.
–       Lárgate ahora, soy mayor que tú asique me obedeces.
–       ¡Cumples años un mes después que yo! – se defendió él.
–       Pero ahora tu tienes once años – le hizo una seña con la mano para que se fuera – Adiós, adiós.

Michael se bajó y azotó la puerta. Caminó hasta la entrada y quedó recargado en la puerta de brazos cruzados y con un gesto de enojo infantil.
Sin esperar a que Angie también me echara, seguí sus mismas huellas hasta volver a encontrarme con él. Y al notarme cerca levantó su mirada.
Ésta vez no hubo sonrisa.

–       Hola otra vez, mi ángel de la guarda. No puedo hablar ahora, tengo malas intenciones – fue lo que dijo.
–       ¿No vas a entrar?
–       ¿Para qué? Creo que ni siquiera hay alcohol hasta las doce.
–       No soportas ni una sola copa de vino. Angie me lo dijo.
–       Está bien – levantó las manos, como si lo estuviera apuntando con un arma – Sabes todo sobre mí. Mi vida no puede estar más expuesta, mi hermano es un drogadicto.
–       Tú eres un drogadicto.
–       ¡¿Acaso te lo pregunté?! – tensó los brazos. Como si hubiera recordado que yo era una chica, y que golpearme no estaría bien. Caminó hasta un banco que estaba de un lado del salón de fiestas y se quedó allí, mirando el césped.

No fue mi manera más sutil de habérselo dicho. Pero estaba dispuesta a hacerle saber cómo me llamaba.
Me hice un lugar junto a él. Pareció no molestarle.
Más bien, pareció no importarle.

–       Discutimos como si estuviéramos casados – hizo una mueca de desagrado. No le agradaba la idea del matrimonio en ningún sentido.
–       Oye… Una vez dijiste que estábamos aquí por una razón y que las cosas pasan por una razón – volteó a verme - ¿No crees que Justin tenga una razón para fumar?
–       ¿Tú si, verdad? Claro. Pero no crees que yo tenga una razón para atragantarme con pastillas – lo decía como si fuera algo que quisiera borrar.
–       Tienes una razón y lo sé. No hace falta que te lo pregunte. Me lo dijiste tú sólo.
–       Vaya, siempre olvido lo que debería recordar – arrugaba un papel dentro de sus bolsillos.
–       ¿Qué tienes ahí? – pregunté.
–       Sólo unas… - desplegó el pequeño recorte – anotaciones. Una lista que hago con las personas que aparecen en mis sueños – me pasó el papel.

Mi nombre encabezaba la lista. Estaba tachado.
Luego seguía Dylan, y también estaba tachado. No reconocí el nombre de ninguna de las otras personas.
–       ¿Escribiste esto antes de conocernos?
–       Mucho antes, sí – respondió y puso su mano en su frente para calmar su dolor de cabeza – Pero no existe algo bueno que no traiga consecuencias – miró ansioso a mi mano.

Se me vino a la mente la especialidad de los de sangre roja. Calmar el dolor de los azules con sólo un pequeño contacto.
Tomé su mano.
Calmó la tensión de sus articulaciones.

–       ¿Esto de verdad ayuda? – dije.
–       No sabes cuanto – respondió – Aunque si la pones en mi frente, se me irá más rápido.
–       ¿Enserio? – pregunté. Poniendo mi mano  inmediatamente en su frente.
–       De hecho no – rió apenas – Sólo quería que lo hicieras.

Él mismo se encargó de bajar mi mano de su frente y de sostenerla con la suya.
Mis dedos estaban terriblemente helados, y él siempre tenía sus manos cálidas, todo el tiempo.

–       ¿Cuál es tú…? – me detuve.
–       ¿Mi qué? – quiso saber.

No quise ser capas de siquiera aproximarme a hacer una pregunta cómo esa. Pero él pareció leer la línea de mis gestos y lo adivinó al instante.

–       ¿Temperatura? – dijo.
–       En el sentido de que… es diferente – lo miré - ¿No?

Sonrió levemente.

–       Veamos que tan bien te va en biología ¿Cual es la temperatura normal para el cuerpo humano? – me preguntó.
–       Entre 35 y 37 grados – respondí al instante. De no haber sido por que lo dijeron en clase en día anterior, no hubiera dado la respuesta con tanta eficacia.
–       Bien, la mía es de 45, más o menos. Éste tipo de sangre, a pesar de ser de un color más frío, corre a más velocidad y es más líquida. Por eso cuando me hago un corte miserablemente pequeño, sangro como un desgraciado.
–       Lo sabía – me dije torpemente en voz alta – Fue una de las primeras cosas que pensé luego de ver tu sangre azul por primera vez… Espera ¿Cómo lo supiste? ¿O cómo estás tan seguro? ¿Alguien te lo explicó?
–       No, los conocimientos me llegan solos a la mente. Es así como nosotros aprendemos. Si te fijas en que ya aprendí como soñar el futuro, imagínate pues, todo lo que sé.
–       ¿Soñar el futuro, leer la mente y todas ésas cosas, se aprenden?
–       Claro que si. Si quieres te enseño. Cierra los ojos.

No sé como me convencí de que podría aprender algo como aquello. Michael lograba hacerte creer lo que quisiera. Sentí que se puso frente a mí.

–       ¿Qué ves? – preguntó.
–       Se me hace difícil decirlo… Nada.
–       Bien. Ahora tienes que pasar al estado alfa.
–       ¿Al qué? – abrí un ojo.
–       ¿No sabes lo que es el estado alfa?
–       Tú eres el de conocimientos avanzados, no yo.
–       Por favor, lo encuentras en cualquier libro – Se preparó para explicar – A ver. La mente tiene estados. El estado Beta es cuando estás prestando atención, hablas, lees y demás. Luego está el estado Zeta, que es cuando duermes. El estado Alfa está entre medio, cualquier persona puede llegar a él voluntariamente. Y en él puedes programar tu mente para lo que quieras.
–       ¿Es una broma?
–       No. Es totalmente cierto. Para llegar a él tienes que estar relajada, pero sin dormirte. Confía en mí, cierra los ojos.

Cerré los ojos con seguridad. Él puso sus manos en mis hombros y sus labios en mi frente. No tuve ninguna visión, más que el escalofríos que se provocó cuando me besó. Y se manifestó cómo una descarga eléctrica, que tardó milésimas de tiempo en ir desde mi cabeza hasta la última fibra de cada uno de mis dedos.
Sentí una pesadez inmediata en mis párpados. Quería tumbarme ahí mismo y quedarte dormida. No era sólo una pesadez de cansancio, sino una especie de control que iba fuera de mí, más allá de mí.
Abrí los ojos a la mitad – fue lo que mi energía me permitía – y lo vi, muy concentrado en mí, ignorando cualquier partícula del mundo real a su alrededor.

–       ¿Quieres que me detenga? – me dijo.
–       ¿Detener que cosa? – no estaba al tanto de la situación. Estaba perdida en sus ojos negros.
–       Sólo me puedo detener si estás consciente como para pedírmelo – continuó, ignorando mi pregunta.
–       ¿Esto…? – me referí a mi repentino cansancio - ¿Lo estás haciendo tú?
–       Si – dijo sin importancia – Y si me dejas continuar, podría desmayarte.

Sacudí la cabeza y el decaimiento pareció resbalarme por la piel hasta quedar en el suelo. Me sentía como nueva, mucho mejor que antes de toda ésta extraña exposición de control mental. Cómo si toda la preocupación que había estado acumulando estos últimos dieciséis años se hubiera reducido en pequeños pedazos, carentes de sentido. Tan minúsculos, tan diminutos, que ya eran casi invisibles.


–       Por dios… - no pude contener mi asombro - ¿Qué hiciste?
–       Yo nada, en realidad – volvió a su antigua posición. Sentado junto a mí en aquél banco de madera – Fui sólo un conducto, una conexión, entre tú y tu mente. Lo más gracioso de todo esto es que para una persona como ustedes le es terriblemente difícil hallarse a sí mismos.
–       ¿Éstas diciendo que me conectaste… conmigo?
–       Sola no podías – se justificó – Pero existen muchas clases de conductos, como yo. Un artista por ejemplo, conduce el arte que viene desde arriba, para todas las personas de aquí abajo. Pero él no hace nada, es sólo un intérprete, un “Traductor” llamémosle. No sé si me explico, generalmente nadie entiende lo que digo y me miran así… así, como tú ahora – cambié mis gesto – Por eso nunca hablo. Y ahí es cuando la gente busca juzgarme de otra manera, ya que no digo nada,  y se fijan en mi imagen. Es ahí, cuando se equivocan.

Siempre que estaba con Michael sentía que competía. Como si se tratara de un concurso sobre quién dice las cosas más insólitas, cuerdas y – lo más importante - con sentido, que nadie ha dicho hasta ahora.
Y también era yo la que siempre perdía y quedaba como una idiota.

–       Pero tú si hiciste algo, entonces – le dije - ¿Realmente aprendes a hacer eso? O será que nosotros realmente nos estamos quedando atrás.
–       Ustedes no se están quedando atrás. Ustedes están dónde tienen que estar. Y nosotros estamos dónde tenemos que estar también – respondió al instante, casi sin pensar su respuesta – Nosotros no somos extraterrestres, ni de una especie desconocida. No tenemos un nombre específico nada más, y ése es trabajo de ustedes. Nosotros no somos más que humanos, pero más evolucionados, que nos quedamos en éste mundo, y nos hemos mezclado con ustedes en éste planeta desde que algo en la creación salió mal – hizo una pequeña pausa, y se corrigió sólo – o quizás nada salió mal. Quizá estamos destinados a estar aquí. Se supone que todo tiene un equilibrio y estamos balanceados perfectamente.  La creación es algo tan profundo, tan misterioso, que ni la mente de nosotros es capaz de comprenderlo – suspiró – Por ahora.

Observó mi expresión, que asemejaba a confusión extrema. Pero era yo quien estaba centrada en sus palabras y trataba de seguirles el ritmo.
Cuando él comienza a hablar, nada lo detiene. Comienza a sacar conclusiones fijas, una tras la otra, como si fuera una máquina de respuestas. En su sólo transcurso del hablar, descubría  nuevas explicaciones en el momento y parecía almacenarlas en su privilegiada mente.

–       Pero entonces… - me preparé para sumarme mis puntos y dar una de mis conclusiones – Si tu mente es tan almacenativa, creativa y privilegiada. Tu memoria jamás podría fallarte.

Continuó observándome sin demostrar asombro alguno.

–       Ósea que cuándo dices que “No recuerdas algo”… - di el respiro final – Estás mintiendo.

Sonrió.

–       Sé actuar muy bien y hasta tú has caído en alguno de mis actos – explicó – Pero, vaya, te felicito. Eres la primera en darte cuenta.
–       ¿Qué hay de Dylan?
–       Él también lo notó, por que sabe todo de mi gracias a su poder. Es uno de los míos, asique no cuenta. Es más apreciable cuando uno de ustedes, mortales – rió – lo hace.
–       Ríete. Pero según lo que acabas de decir hace unos minutos. Los “mortales” también podemos aprender a hacer todo eso que ustedes hacen.
–       Si Annie – continuó riendo – quizás en otra vida. Faltan años para que evolucionen. Quizá siglos.

Me situé en el respaldo del banco, de brazos cruzados.

–       Vamos, no eres retrasada – dijo – Si lo fueras no podrías ni hablar conmigo. Te volverías loca tú, y  me volvería loco yo. Es por eso que Dylan no habla de esto con nadie y Justin tiene a Angie tan confundida. Tú bastante has sobrevivido. Además,  lo que acaba de pasar no lo hice yo solo, tú fuiste gran parte de ello. Hiciste más que yo.
–       ¿Ah sí? ¿Qué?
–       Creer – hizo una pausa corta – Por que si no crees, nada es real. El mundo se basa en creencias ¿Quién me asegura a mí que tú eres real? ¿O quién te asegura a ti que yo soy real? – tomó mi mano y la puso en su pecho, para dejarme sentir su corazón – Ni siquiera ésos latidos son una prueba si no crees que están ahí. Nadie te asegura nada Annie ¿Quién, aparte de Dios, es capaz de decirte que todo esto existe? Nadie. Están por que tú crees en ellos. En los árboles, en los animales, en las personas, en el aire, en los sentimientos y en las diferencias.

Sus ojos parecían iluminarse de pronto.

–       El error de los humanos en éste caso es creer en algunas cosas y en otras no ¿Por qué? – espero a que le respondiera - ¿Por qué Annie?
–       No lo sé – respondí, aturdida.
–       Por que es así, desde que se creó la mentira. Desde que se separó la confianza de la desconfianza. Desde que existen los carnívoros. Desde que existen los pecados. Y ahora estamos atados a vivir así. Todas las generaciones que hay sobre ésta tierra han evolucionado en ideas, comodidad, inventos y sólo un poco mentalmente. Pero no espiritualmente. Ésa es la parte que más tarda en desarrollarse. No estaremos aquí cuando el humano sea capaz de entenderlo todo. Ése quizás sea el verdadero fin del mundo. No lo he soñado, pero estoy casi seguro. Cuando el humano sea del todo perfecto, quizá suba a los cielos, con el ser creador y armen otro tipo de reino, diferente a el de ahora. Pero más allá de eso… - calmó sus ansias y suspiró – más allá de eso, no tengo nada más que decir. Ése es mi límite.

Volvió a verme una vez más.


–       He dicho “quizás”. Nadie nunca ha dijo nada sobre si el hombre llegará a ser perfecto alguna vez. Es sólo algo que armé yo sólo.  No te tragues eso último. Cree en las cosas que existen ahora.

Mi mente era un huracán, y era siempre lo que Michael provocaba en mí. Un revuelo de emociones y pensamientos.
Una decisión era lo que mi ser me pedía a gritos, así que lo dejé hablar a él, cuidando de que mi cabeza no se entrometiera.

–       Creer en algo cuando tienes pruebas es muy fácil. Creer en algo sólo por que sí, por que tu fe te lo dice, tu conciencia lo susurra, tu naturaleza te lo alienta o por que alguien te lo pide de forma tan sincera y con el corazón abierto tiene el verdadero valor de la confianza. La joya de la esperanza más pura e inocente. Y que brilla como una radiante verdad que se quiere hacer ver a gritos. Eso eres tú Michael, una estrella. Es lo más cercano que puedo encontrar de ti.
–       No entiendo – se dijo – ¡Por primera vez no entiendo algo! – me di cuenta que sí había captado lo que dije, pero nuevas palabras se desplegaron en su mente a medida que yo terminaba de hablar. Estaba hablando de otra cosa, de ésta cosa que nos hacía acercarnos, el uno al otro – He estado carente de éste sentimiento desde que tenía sangre parecida a la tuya. Desde que fui humano y mi madre me despertaba todas las mañanas sonriéndome, más radiante que el sol mismo. Y el sol es una estrella – plantó sus ojos en los míos – Soy hijo de una estrella. Lo que dices tiene bastante sentido.

Sonreí con los ojos.

–       Aunque… yo ya lo sabía. Quería que lo entendieras por ti misma – dijo, burlonamente.
–       Eres un… - reí. La gracia no me dejó crear ningún tipo de comentario inteligente para zafarme.

Inclinó la vista, de repente, hacia el auto. El vidrio estaba bajo, y los asientos vacios. Corrimos hasta el vehículo, y a medio camino localizamos el paradero de nuestros dos acompañantes. En la puerta de entrada al gran salón, el novio de la reciente pareja feliz estaba teniendo una charla – o algo así – con Justin. Angie exigía que estuviéramos ahí también. Su expresión preocuparía a cualquiera que la mirara. Diagnosticaba una mala noticia.

–       ¿Qué pasó? – Michael venía de correr dos maratones seguidas en la misma pista, una y otra vez - ¿Christopher?
–       Cambia tus planes – dijo Angie – Cambia todos tus planes, horarios y salidas – comenzó a lagrimear.
–       Pero ¿Qué te ocurre? – Michael ansiaba una respuesta.
–       Nos mudamos todos a Canadá a comenzar una nueva vida, feliz y mejor – dijo su padre con gran entusiasmo.

Desearía haber tenido a Michael de la mano en ése momento, por que mi sangre se congeló de repente. Y mi vista se nubló.
Él me observó unos momentos y viró la vista hacia su padre de nuevo.

–       ¿Qué clase de chiste idiota es éste? – dijo.
–       Debrah sueña con una casa en Canadá que acabo de comprar.
–       ¿Eso me incluye a mí? – preguntó Mike, quién aún parecía estar en días de bodas ajenos a su persona.
–       Tú vienes con nosotros. La hija mayor de Debrah, Miley, ya cuenta con su departamento para comenzar la universidad. Asique sólo seremos nosotros cuatro.
–       Christopher, es muy vergonzoso que yo tenga que decírtelo, pero adoptaste a una huérfana niña que tuve que llevar a España por no poder cuidarla. La abuela está enferma y tú sólo piensas en una vida “feliz y mejor”. Eres más infantil que un jardín de niños.
–       Michael, dile adiós a tus amigas. Desde que quieres ser mi hijo, yo doy las órdenes.
–       ¡No quiero ser tu hijo pero tengo qué! – se volteó y caminó hasta el auto. Fue al asiento de atrás y cerró la puerta tan fuerte que estuvo apunto de romper el vidrio de la ventanilla.
–       Voy por cigarrillos – Justin se sentó en el asiento del conductor. Pero Angie lo detuvo y se ofreció para conducir.

Entré en el asiento de atrás también y cerré la fuera justo antes de ver desaparecer a Christopher Hylton entre la multitud. Angie condujo lejos de allí y detuvo el auto en una gasolinera. Sin bajar de él, se volteó para iniciar una charla general.

–       Michael, odio a tu padre – comenzó Justin. Sin abstenerse de nada.
–       Si, yo también – dijo Michael, reprimiendo la ira - ¿Qué tal si accidentalmente le pasara algo mañana?
–       Basta Michael. No se le desea el mal a nadie.
–       Claro – contestó – es mi padre para darme órdenes pero no para pensar en mi bien – enumeró – ni en el de Susie ni en el de la abuela.
–       Ni siquiera nos preguntó – Dijo Justin – al parecer mi madre lo decía enserio.
–       ¿Tú ya lo sabías? – preguntó Angie. Al no poder ser yo capaz de formular cualquier frase sin soltar lágrimas.
–       Me lo dijo hace unas dos semanas. Pero no pensé que sería cierto. Nos va a dejar que terminemos éste semestre aquí en Oxford. Pero el año que viene, ya iremos a una escuela de allá.
–       ¡¿Qué?!
–       Así es el plan, hermano – dijo a Michael para luego dirigirse a Angie – Ahora conduce hasta que el destino nos ahogue o que un agujero nos absorba. Lo que ocurra primero. Lo que sea será mejor a tener que volver a mi antigua vida.
–       Lo que sea sería mejor que… - Michael me miró, suspiró y dejó inconclusa su frase.

<< Las estrellas se mueven>> Me decía a mí misma << Cambian su posición fugazmente. Y si alguna vez tuviste una en la mira, y no pediste tu deseo cuando tuviste la oportunidad. Quizá jamás vuelvas a verla otra vez >>


***
Hola <3 Como ven, ya no pondré más ése feo e innecesario "Continuará". Comencé a detestarlo por alguna razón.
Espero que comenten éste cap, si creen que lo subí demasiado rápido, es por que ya tenía la mitad y está ligado con el anterior D: No quería que se olviden D:

Si les da flojera comentar. Insisto ---> Hay un chat al lado en el que no nececitan ninguna cuenta en ningún lado para comentar.

Aunque si comentan aquí o en la página de facebook se vería más bonito ^^





4 comentarios:

  1. Michael y Annie son todos unos profetas ¡Dioses de la palabra pta madre! Osea.. dsijlkflds en su vida pasada la filosofía o el don de hablar bien (eso lo acabo de inventar ¿se nota?) se quedo en ellos #YEAH! Que no se vallan a Canadá, haya hace mucho frio D: Y.. y.. si se mudan.. no no sera tan cool ¿donde quedaría Annie? ¿Que pasaria entre ellos? #OOOHGOSH
    TU P U B L I C A R PRONTO<3

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  2. Que capitulo tan... tan... tan G E N I A L !!!!
    "¿Se van a bajar o planean crecer, reproducirse y morir en un auto ajeno, el cual tengo que devolver?" ahahahaha que graciosa forma de decir que se bajen del maldito auto xD "Pareces una foca retrasada, no hagas eso." hay que pasado ¬¬ xD
    la charla de Michael con Annie me dejo asi de O_O ... O_o ... =O
    Ahora entiendo porque se llama Believe *-* cuanta lógica (?)

    ...

    Desde cuando el padre de Michael lo acepto? D:
    como puede ser tan así de egoísta y no importarle a Susie y la abuela de Michael? D: ingrato ¬¬
    en fin, sigue.
    subiste capitulo muy rápido :3333
    xD nos vemos y publica cap pronto @_@

    S.
    Vny

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  3. Me encanto este capitulo
    me encantan las combersaciones
    de annie y mike... =D

    No puedo creer que su papa le
    aya dicho que se ivan a mudar!
    Pobre Annie =(

    Espero que el proximo capitulo
    lo subas lo mas pronto que puedas,
    me muero de ganas de saver como
    sigue =)

    Bye Bye
    Suerte

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  4. AAAAA!!! Ame el Capitulo!! ♥
    Carajo!!Adoro las conversaciones
    entre Annie y Michael♥

    No quiero que Justin y Michael se
    muden a Canadá......
    pobre Annie.....pobre Angie :(

    Espero con ancias el proximo Capitulo
    subelo pronto....me muero de las ganas
    de saber que pasara.

    Bye, Suerte. :D

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