¾
¡He terminado con el capítulo once! – Los ojos
de Dylan estaban dilatados de la emoción – Lo elegí sólo porque si, y resultó
ser el más importante. Tiene la leyenda.
¾
¿Por qué sus orígenes no estarían en el capítulo
uno? – preguntó Annie.
¾
Porque no lo escribió Moisés ni Santiago ni
Mateo. Lo escribió un idiota, tan idiota como nosotros.
Mi mochila con dos mudas de ropa cuidadosamente
seleccionadas con el humor matutino de un día viernes aún estaba en el suelo. Había
caminado lo mejor que podía desde la estación hacia mi antigua escuela y en lo
único que podía pensar era en sentarme. El laboratorio era lo más cerca que
había, y por causas de la vida, mis dos acompañantes en la reunión habían
elegido ése lugar para encontrarse.
Dylan echó atrás una de las sillas y la acercó demasiado a
nosotros, como si nos estuviera por dar las claves para abrir una caja fuerte.
Descansó el libro abierto sobre sus piernas y su dedo índice se deslizó por
párrafos inútiles e ilustraciones raras antes de encontrar el texto subrayado
con marcador amarillo fluorescente.
¾
“Se conocieron las razas de los sangre azul y
los ojos violeta a principios del siglo…” – se detuvo repentinamente - No supe traducir el número, espero que no sea
de mucha importancia. Pero ya ven, no somos los únicos, aquí presenta a quiénes
parecen formar otra serie de criaturas raras.
¾
¿Ojos violeta? ¡Qué belleza! – agregó Annie.
¾
Si, no tanto – Dylan se puso a la defensiva; al
parecer, no podían existir ojos más atrayentes que los suyos – Aquí dice que
desaparecieron, aunque no es precisamente una afirmación. Fue la época en la
que las personas creían en los brujos y quemaban gente inocente en la hoguera.
Sus ojos eran visiblemente amenazadores y sospechosos, y no pudieron sobrevivir
ni una década más. Quisiera saber si nacían de a tres como nosotros, pero no
parece haber muchos datos.
¾
En realidad, debe mencionarlos por pura cortesía
–Annie dobló las otras hojas que estaba traduciendo y las apiló sobre la mesa –
En ningún otro capítulo los menciona. Tiene que existir un libro aparte para
ellos.
¾
No me importan los ojos violeta – pronuncié con impaciencia – Sólo ve al grano Blake.
¾
Como la sangre azul no era visiblemente notable,
nuestra especie sobrevivió muchas décadas más, al parecer hasta nuestros días –
Dylan se sintió parte de un legado de reyes – Porque pudieron dejar
descendientes a diferencia de los nuestros amigos los libélulas.
¾
Eso indica que no son inmortales – Annie se
llevó la mano a la boca - ¿Qué dijiste, libélulas?
¿Ya les encontraste un apodo?
Hubo un silencio repentino. Dylan se sintió obligado a
defender la teoría de la inmortalidad que tanto veneraba, pero en lugar de
ello, soltó otro dato del libro que no le gustó tanto.
¾
Pues, al parecer, los ojos violeta no lo eran. El capítulo sólo menciona que
sobrevivieron muchos años, no especifica que nunca murieron, o si eran o no los
mismos. No dice nada de la inmortalidad.
¾
Habla de descendientes – interrumpí. – Significa
que nuestros padres tuvieron que ser sangre
azul para que nosotros lo seamos. Mi madre no lo es, - aseguré - la he
visto rebanarse las manos con los filos de los cuchillos de la cocina, y su
sangre siempre ha sido roja.
¾
Mi padre lo era, pero está muerto – agregó
Dylan.
¾
Mi padre al parecer también lo era, y también
está muerto.
¾
La madre de Michael también lo era, y también
está muerta.
¾
Michael también está muerto – musitó Dylan.
Annie y yo amenazamos con rodearle el cuello con un hilo de
coser que sobresalía de mi camisa, y tuvo que callarse.
¾
Lo siento – se disculpó en un tono no muy
relajado – Aquí dice que los hijos reciben instrucciones de sus padres cuando
alcanzan su edad determinada.
¾
¿Qué es eso de la edad determinada? ¿Lo que
Michael dijo alguna vez de crecer cinco años en una noche?
¾
Si, pero habla de eso en otro capítulo que aún
debo terminar de traducir – Dylan fijó la vista en el libro y luego volvió a
levantarla - ¿Se dan cuenta? Sí o sí necesitábamos de éste libro porque nadie
de la generación pasada está vivo para comentarnos algo o hacer de abuelito
sabio que lo ha vivido todo.
¾
Ni siquiera se conocían entre ellos – musité,
cruzado de brazos mirando al suelo.
¾
No sabemos eso – agregó Annie – Justin, dijiste
que no conociste a tu padre.
¾
Tal vez, pero mi padre no trababa amistad con maniáticos
como los Blake.
¾
Mi puño, en tu boca; ciérrala ahora – Dylan se
sumergió en la lectura una vez más – Luego habla de unos cuántos años más
adelante. Los que tuvieron sangre azul se consideraban enfermos a sí mismos y
no comentaban nada. Todos ellos tienen una muerte desagradable, la mayoría
fueron suicidios y sus cuerpos desaparecidos. Cuando eran encontrados, eran
sólo huesos y sus venas estaban secas. Las cartas de suicidio están todas al
final del libro. Muy macabro el asunto – volteó la página – En fin, también
dice que a ésa “enfermedad” sólo las tenían las clases altas.
¾
Quizá los pobres también la tenían, pero no
tenían acceso a escribir en el libro – comenté.
¾
Cállate Justin.
¾
De hecho – Dylan se puso de mi lado – Habla de
eso en breve. Es cierto – continuó leyendo un par de segundos en silencio y
luego repitió: – “Éstas personas nacían dotadas de habilidades mentales
impresionantes, las cuales se adaptaban a los problemas momentáneos de la
sociedad de la época” Quiere decir que cuando el mundo no conocía la
matemática, un sangre azul impuso muchísimo conocimiento. “La calculadora
humana” le decían al joven Dale Schimdt; era capaz de hacer cálculos mentales
con cifras ridículamente grandes sin nunca equivocarse. También se suicidó. Era
un sangre azul.
¾
Entonces, si a la sociedad le hace falta
ciencia… un sangre azul vendrá a
salvarla de caer en la ignorancia ¿Verdad? – comenté, denotando mi emoción -
¿Eso significa que Einstein y grandes pensadores y filósofos como Aristóteles,
o incluso Darwin eran sangre azul?
¾
¡Ahí te equivocas! – dijo Dylan sin mucho
entusiasmo. Lo que sabía no parecía agradarle.
Annie y yo nos miramos.
¾
En realidad somos intermediarios. Nosotros no
nos llevamos el crédito – se detuvo para burlarse de nuestras expresiones –
Está bien, lo explicaré mejor. Darwin no era sangre azul, pero de alguna
manera, en el transcurso de su vida tuvo problemas. Problemas humanos que te
impiden hacer lo que viniste a hacer en el mundo. Hay muchos de esos hoy en
día: miedo, orgullo, etcétera. Conoció a un sangre azul, o ése sangre azul lo
conoció a él, y eso llevó a Darwin a ser quién fue. No sabemos cómo o qué fue
lo que hizo, porque cada sangre azul tiene sus métodos o su forma de hacer las
cosas. Estamos aquí para guiar a los humanos, para que no se desvíen y triunfen
¡Que hagan lo que tienen que hacer! Pero son muy vulnerables a casi todo, por
eso nos necesitan. Somos intermediarios.
¾
Es como en las películas – imaginó Annie –
Siempre hay una persona que ayuda o le da consejos al protagonista. “Todos
tenemos a alguien” dicen las canciones. Ése alguien es…
¾
Uno de nosotros – Dylan terminó la oración – Y
nunca seremos reconocidos ni recordados. Que condena tan estúpida.
¾
Pero salen en los créditos de las películas.
¾
Como un actor más, nada más ¡Hasta a veces es un
simple extra! – Dylan cerró el libro y lo dejó sobre la mesa con cara de pocos
amigos – No pude creerlo y todavía no puedo.
¾
No te desanimes ¡Sigue leyendo! – los ojos de
Annie estaban particularmente iluminados.
¾
Es fácil decirlo, tú eres humana común y
corriente, serás reconocida – Dylan volvió a agarrar el libro.
¾
O no – agregué.
¾
O no – repitió Dylan – Bueno, sigue hablando de
la clase alta y de sus diferentes habilidades de acuerdo a las épocas. Hubo una
en la que nadie creía en la magia, y todos los sueños caminaban al cementerio
por su propia cuenta. Entonces vino Walt Disney y…
¾
Walt Disney y su amigo sangre azul. Querrás
decir – me hablé a mí mismo más que a Dylan.
¾
En realidad, creo que Walt Disney pudo ser un sangre azul. Es decir, quiénes revolucionaron
al mundo fueron sus personajes; para mí cuentan como personas de alguna manera.
Sus personajes son sus… sus
¾
¿Sus qué? – quiso saber Annie.
¾
Pues, cuando los
sangre azul se “pegan” a un humano, los llaman de alguna manera. Lo leí en
algunas de las otras hojas pero no recuerdo bien. Me suena más a una muestra de
cariño. Asquerosamente cursi. Creo que la palabra era “Estela” o algo parecido.
¾
¿Crees que Annie sea la “Estela” de Michael? –la
señalé con la mirada – Ha sido otra persona desde que… ustedes saben, desde que
se aman.
Annie enrojeció de manera culposa. Dylan asintió.
¾
Agh – se quejó – De repente quiero leer todo el
libro ¿Qué hubiera pasado si hubieran tenido hijos por ejemplo?
¾
¡Ya basta! – Annie estaba loca de la vergüenza –
Sigo aquí, no lo olviden.
¾
Aún así me molesta que Disney se haya llevado el
crédito. Es apenas un poco menos famoso que sus personajes. Si fue
verdaderamente un sangre azul, me
brinda mucha esperanza y se convierte automáticamente en mi ídolo. Seré
reconocido como él.
¾
El crédito no vale nada. Es hacer con tu vida lo
correcto lo que verdaderamente tiene que importarte – dijo ella.
¾
¿Ves? Es por eso que son ellos quiénes triunfan
y no nosotros – reí –Nosotros seremos muy listos, pero muy egoístas. Tú lo eres, Michael lo era,
y yo cada vez más…
¾
Bueno, bueno – Dylan le dio otra rápida mirada
al libro y a su texto traducido –
Volviendo a lo importante. Dice que las habilidades mentales son dones tan
comunes como cualquiera de los que tienen los humanos, pero mucho más desarrollados.
Lo de la sangre lo justifica con un hecho muy particular: dice que las personas
de la clase alta usaban utensilios o adornos de plata, y el constante contacto
con ellos hizo que su piel se mezclara con el material y químicamente se
volviera azul.
¾
Eso es lo más estúpido que he oído. Darwin dice
que los caracteres adquiridos no se heredan. Es como si yo me tiñera el cabello
de negro y mis hijos salieron con el cabello negro. Es iluso.
¾
Creo que es cierto – dijo Annie.
¾
Creo que está enamorado de Darwin – discutió
Dylan – Acabas de matar la magia. Disney nunca te perdonará.
¾
¡Basta de ídolos! Continúa ¿Quieres?
¾
Bueno – le dijo Dylan a Justin – Éste va a
gustarte más. Dice que otra teoría es una simple pero inesperada mutación de un
gen. Eso si se hereda y es la razón por la que los hijos de sus padres también
tienen sangre azul. Luego dice quelas sirvientas también contraían las mismas
enfermedades que los ricos. Se mezclaban con ellos y tenían hijos, y eso daba
como resultado, nosotros. Seamos pobres, ricos, o lo que sea. La división de
clases es cosa del pasado.
¾
¿Qué creen que sea lo necesario en ésta época? –
preguntó Annie, aún pensando en las habilidades que se adaptaban a los tiempos
de la sociedad - ¿Cuál será su misión?
¾
Michael lo sabía – dije – Mencionaba siempre que
las personas estaban mal, que estaban desorientadas. Las llamaba “ovejas” a
veces –me levanté y leí del manuscrito de Dylan lo de las diferentes clases
sociales - ¿Cómo algo tan antiguo se parece tanto a nuestro tiempo? ¿A la
naturaleza?
¾
¿De qué hablas?
¾
Píensenlo – expliqué – En la punta de la
pirámide está Dios o lo que sea en lo que crean, luego están sus ángeles, luego
están los sangre azul, luego están los artistas, luego están los intelectuales,
y luego los humanos normales.
¾
Atención – sugirió Dylan – He cometido el error
de llamarle “Humano” sólo a Annie, nosotros también lo somos. El libro sugiere
que somos sólo más avanzados que ellos, pero que aún somos humanos. Volamos con
la mente. Los ángeles, con las alas. Además dice muchas veces la palabra
“Personas”. “Las personas de sangre
azul…”
¾
Meh, yo quería ser un vampiro – me reí.
¾
No seas idiota, los vampiros no existen - Dylan volvió a discutir. Luego se echó
atrás en su silla – Aún hay mucho libro por traducir. El siguiente capítulo lo
haces tú Annie, habla de las “Estelas”. Muy patético para mi gusto.
Annie seguía sumergida en una laguna de posibilidades. Le
había gustado la acción de los sangre
azul y cómo se apegaban a una persona en particular.
¾
No – la corregí, leyendo su mente – No se apegan
a una persona en particular. Michael por lo menos le arreglaba la cabeza a mí,
a ti, a…
¾
A Ethan, a Sean, a Susie – Annie terminó la
lista – Angie nunca le creyó nada, creo que no tuvieron “su momento”
¾
Ninguno de ustedes conoce a Angie en lo absoluto
– dijo Dylan – Ella cree hasta en las hadas. Además Justin, creo que si nos
apegamos a una persona en particular, y cuando termina nuestro trabajo con ésa
persona, nos vamos con otra. Recuerda que cada sangre azul tiene sus métodos. Michael
estaba terriblemente complicado con dejar ir a Annie.
¾
¿Perdón? – continuó ella.
¾
Si, es cierto – suspiré – Tú ya estás casi
formada. Para que Michael siguiera su destino de sangre azul, tenía que buscar
a más personas – Ella estuvo a punto de decir algo, pero la interrumpí – Sé que
no te gusta oír eso. Pero creo que es justo lo que hizo.
¾
Morir no es una forma de buscar a más personas –
contraatacó ella.
¾
No, es una forma de alejarse de ti – Dijo Dylan
cruzando los pies sobre la mesa.
Busqué otro hilo para amenazarlo, pero Annie ya parecía
descocerse a sí misma. Le había creído, y quitarle un pensamiento de la cabeza
era como quitarle una propia letra de su nombre. Annie cambiaba increíblemente
rápido.
¾
Ya, no vayas a llorar – traté de consolarla,
pero nunca era tan bueno como Michael – Quizá Dylan tiene razón, es posible.
Pero también es posible que Michael no lo haya decidido. Nosotros encaminamos a
los humanos, pero alguna fuerza o algo también nos encamina a nosotros. Como
verás es muy fuerte, lo estás sintiendo. Pero estoy seguro de que Michael no lo
decidió. ¿Verdad Blake? – miré a Dylan frunciendo el ceño.
¾
Puede ser verdad – se encogió de hombros.
¾
De hecho – la débil voz de Annie apenas apartaba
al silencio – Hablé con él por teléfono, sin quererlo me dio a entender que se
iba a morir. Él lo sabía y no huyó de ello.
¾
Quizá no estaba seguro.
¾
Me hizo llevarlo al campo una vez que se había
escapado. Sí lo decidió ¡Todo es mi culpa! ¡Que esté muerto es mi culpa!
Volteó la silla sin quererlo así, puesto que retrocedió cuando
ésta cayó al suelo. Se miró los pies, sintió sus propias manos. Se sentía ajena
a todo lo que alguna vez había sido y se creía una asesina indirectamente torpe.
La irritación repentina en sus ojos era proporcional a los colmillos furiosos de un
cachorro cuando se encuentra con un espejo y cree que ha ganado un enemigo.
Creyó que no se conocía. ¿Por qué todo de repente parecía pasarle por encima?
¿En qué momento le habían dicho que crecer sería un sacudón tan doloroso?
Caminó fuera de la sala para que contáramos diez segundos.
Luego regresó evitando mirar hacia los lados o cualquier
cosa que había odiado de ése lugar antes de abandonarlo. Las lágrimas del
rostro no estaban, pero sus ojos aún brillaban de la ira. Se acercó a Dylan, quién
no había cambiado su posición y seguía de manera exactamente igual que antes.
Sin mutar su rostro, Annie habló.
¾
Quiero que me des el libro – le dijo a Dylan.
¾
Seguro – pronunció él – Cuando termines tu
capítulo, me lo alcanzas al salir de clases. No en medio, porque el profesor
últimamente me está...
¾
No – se lo arrancó de las manos – Puedo terminar
de traducirlo yo sola.
Dylan no se molestó en bromear al
respecto, pero apresuró el paso cuando vió a Annie salir a toda prisa con el
libro sin dedicar un último adiós o algún gesto que indicara que estaba
bromeando.
¾
¡Anastasia! – Dylan le cambiaba los nombres a
las personas para hacerlas enojar - ¡Devuélvemelo! Dejé mi tarea de ciencias
allí dentro.
¾
No volverás a verlo – ahora ambos caminaban
apresuradamente a la misma altura. Yo le pisaba los talones a Dylan – Ni a mí
tampoco.
¾
Ése libro no es sobre tu vida o tus problemas de
niñita ¡Es sobre mí! ¡Y quizá...! ¡Quizá no sobreviva si no consigo leerlo
completo!
¾
¿Cuántas personas te extrañarían si así fuera,
eh? Ése número es el número de probabilidades de que te devuelva el libro –
dijo ella, deteniéndose.
Dylan no fue capaz de contestar, por lo que repitió la
cuestión de que era su vida y no la de ella.
¾
También es mi vida – dijo Annie, bajando la
vista para ver el libro entre sus manos, tratando de no parecer melancólica.
¾
¿Tu sangre es azul acaso? – comenzó él - ¿Tus
ojos son lila? ¿Eres inteligente? ¿Tienes un don que pueda matarte? – ante su
última pregunta, pareció desesperado.
¾
Ya has hecho eso conmigo Dylan ¿Qué se siente
conocer a la primera persona que no cae bajo tus encantos y tus vicios?
Él se abalanzó para tomar el libro, pero antes Annie le dio
un empujón en el estómago con dicho objeto. Dylan se rodeó con los brazos y
levantó la mirada, cansado.
¾
¡Qué me des el puto libro! – gritó y sus
mejillas ardieron de un azul intenso.
¾
¿Enserio? ¿Ya te quedaste sin armas? – me reí,
contagiándome con la repentina autoridad que Annie desprendía de sí. Lo malo
fue que, en lugar de parecerme a un policía musculoso, lucía como un cadete
drogado.
¾
¡Cállate! – volteó a verme y su cabello siguió
el mismo ritmo.
Dylan calmó su respiración perfectamente rápido, como si lo
hubiese practicado desde siempre. Giró dos dedos sobre las sienes y se volvió
hacia Annie, luego a mí y después partió en sentido contrario. Sus pisadas
perdieron su elegancia y aún estando lejos de él, podía oírselo murmurar.
A pesar de que Annie no soltó una sola palabra, me sentí
obligado a darle el punto final a la situación.
¾
No se te ocurra decirle algo más – le dije –
Está tan loco que es capaz de hacer aparecer un arma y asesinarnos en el acto.
Dylan se volteó, me miró. La línea del ceño se quebró y
siguió caminando.
Annie desapareció en una rápida caminata hasta su cuarto.
Giré sobre mis talones y la alcancé a zancadas. No pareció notar que yo estaba
con ella hasta que se detuvo delante de la puerta. Su mano tembló sobre el
picaporte.
¾
No te ves bien – aquello no pareció agradarle –
Es decir, deberías relajarte.
¾
Envidio tu entusiasmo – entró y dejó el libro
sobre su escritorio. No volvió a dirigirle la mirada - ¿Quieres transferírmelo
de alguna manera, por favor?
¾
Tengo una idea – si hubiera estado viéndome a mí
mismo en ése momento, me hubiera
desconocido completamente - ¿No acaban de inaugurar un nuevo club cerca del
acceso?
¾
De hecho, es el mismo que abandonaron hace un
mes. Lo único que hacen en cambiarle el nombre y pintarlo de otro color. Hasta
yo sé eso y no soy la persona que más sale de noche.
Le sugerí algo con la mirada.
¾
De acuerdo – dijo – Iré.
¾
Perfecto. Mejor le dices a Angie y a tu amigo
ése con apellido de figura de los cincuenta.
¾
¿Sean Monroe?
¾
Ése – asentí – Quiero conocerlo.
No existió otro cruce de miradas. No conseguí cruzar ninguna
otra cosa que no fueran diccionarios de francés por la mesa de la biblioteca.
No podría regresar a mi casa hasta el otro día, y mi resolución de quedarme con
Dylan en su cuarto no había engañado ni siquiera a mi mamá. Tampoco quería
molestar a Annie en el suyo. Por lo que me dirigí directamente a mi cuartel de
soldados de la infancia. Apilaba cuántos libros podía de cuentos de guerras y
superhéroes sobre mi pupitre y esperaba a que mi madre entrara por mí y me
ayudara a cargarlos hasta mi casa; y fue así los primeros tres años de la
primaria. Era regañado por leer en la penumbra, pero mi insistencia me había
costado parte de mi visión. Usaba lentes desde el cuarto grado, sólo para leer,
pero no tenerlos encima disminuía gran parte de mis habilidades.
De pronto todo el mundo alrededor me parecía desconocido.
Nunca había capturada una mirada débil en Dylan, nunca había oído a Annie
gritar; yo nunca había sido capaz de correr tan lejos.
Huía, eso era lo que hacía. Si encontraba una habitación a
oscuras, recurría a mi madre para que encendiera la luz. Cuando había comenzado
el primer grado, me había elegido el asiento de atrás. Cuando el equipo de
fútbol había iniciado las prácticas, yo había bajado el rostro y mi
insuficiencia me pateó hacia el club de ajedrez. Y ahí estaba, en las gradas,
alentando a una bola de idiotas con dientes brillantes y bíceps tonificados partiéndose
el alma por conseguir el balón; con mi camiseta del segundo lugar en juegos de
mesa, fingiendo que era una medalla deportiva.
¡Vaya cosa tan repulsiva! El miedo ¡Y vaya enclenque que era
yo!
Cerré el libro que tenía de frente, deslizándose hasta caer
al suelo. Había ido a levantarlo cuando mi reflejo me habló desde la ventana.
Mi cabello había perdido su línea recta y tenía una cicatriz morada
perfectamente delineada sobre mi ceja izquierda.
Uno de mis extremos me dijo que, si había estado en una
guerra, sólo podía temerle a armas más grandes.
Angie hizo eco al cerrar la puerta de la biblioteca detrás
de ella. Vestía de azul con no sé exactamente qué cosa alrededor del cuello.
Noté sus zapatos sólo porque resplandecían de un excéntrico color rojo.
¾
Pensé que estarías aquí – su voz no sonaba
igual. Me observó de pies a cabeza - ¿Vas a ir vestido así?
¾
Qué amable eres. Pero yo si diré que te ves
bien.
No sé si me creo demasiado al pensar que pude hacerla sonrojarse,
pero nunca lo podré averiguarlo: se había volteado apenas me oyó hablar,
arrastrándome junto con mi mochila hacia el punto de reunión. Annie estaba
dentro, arreglándose una chaqueta de cuero roja sobre su atuendo. Parecieron
hablar con la mente entre ellas antes de que Annie dijera:
¾
Dudo que tengamos ropa de chicos aquí.
¾
Quizá puedas decirle a Sean que traiga algo
antes de venir – sugirió Angie, sin alternativa.
¾
No vendrá – agregó, como habiéndolo adivinado –
Tiene un compromiso con la iglesia. No sale a clubes nocturnos y además, agregó
que hoy es el día en que los espíritus de los muertos tratan de comunicarse con
los humanos. Las brujas aprovechan éstas fechas para largar hechizos en lugares
así.
¾
Qué niña – dijo Angie y chasqueó los dedos –
Plan B.
¾
No me gusta el plan B. Seguirán sin mí – dijo Annie.
¾
No entraré a su habitación – me quejé.
¾
Tarde – Angie marcó su presencia frente a la
puerta de Dylan y golpeó en ella. No tardó en ser recibida. Dylan se quitó los
audífonos de mala gana, pero con en gesto sorpresivo. – Guapo ¿Me prestas algo
para usar?
¾
No creo que necesites más ropa – dijo él,
observándola – Es más, creo que ya es demasiada.
¾
No para mí, zopenco. Para mi cita.
¾
¿Soy tu cita? Wow, se aprende algo nuevo cada
día – bromeé, algo avergonzado pero temiendo parecer un tonto frente a Dylan.
¾
Vale Justin ¿Quieres mi vida también? ¿También
mi casa y mi auto? – los tres nos quedamos en silencio. Él se hizo a un lado –
Ve si encuentras algo.
Angie clavó sus uñas postizas en mi antebrazo y muy
decidida, nos metió allí dentro y buscó el armario que después encontró casi al
instante por intuición y por todo lo que sabía de las posiciones de los muebles
según el Feng Shui.
¾
¿Pasó algo malo entre ustedes dos? – me susurró
mientras posaba sobre mí una camiseta negra.
¾
¿Cuando ha pasado algo bueno entre nosotros dos?
¾
Pues sabrás que, si no fueras tan paranoico al
respecto, Dylan y tú serían grandes amigos.
Me tragué el chicle que había estado masticado.
¾
No hablarás enserio.
¾
No es tan malo. Salí con él el jueves y tiene
una historia muy interesante. Si la oyeras, comprenderías por qué a veces es
tan malhumorado. Sabe muchas cosas y quiere ayudar a la gente, sólo que cuando
se niegan él deja de tolerarlos y simplemente se aleja.
Mi indignación era incontenible. No podía cerrar la boca.
¾
¿Saliste con él? ¿Annie lo sabE? – solté.
¾
No voy a decírselo a Annie, va a molestarse. O
peor, me dará el sermón más largo en la historia de los sermones paternales.
Sean está haciendo estragos con ella.
¾
No es sobre el tal Sean. Sabes que Dylan es
quién es ¿Por qué estás tan ciega?
¾
Siempre me ha gustado Dylan y el que ustedes no
lo acepten no es motivo para que deje de...
¾
¡Sí! Te gustaba, pero solo hasta ahí. Viste y
viviste todo eso que pasó el año pasado – sentí el ardor en mis mejillas,
estaba totalmente furioso - ¿Sabes lo que significa salir con él después de
eso? ¡Estás insultando a Michael en su propia ausencia! ¡Después de todo lo que
ha hecho por ti!
Angie dejó surgir una única lágrima, pero la borró con sumo
cuidado sin dañar su maquillaje. Vi sus ideas dentro de su mente, deseaba
azotarme contra el suelo, patearme hasta sangrar e incluso lanzarme alguna cosa
que estuviera a mano. Pero respondió de manera diferente. Alzó la cabeza y
llamó a Dylan, quién escuchaba música con los audífonos a un alto volumen. De
todas formas, yo estaba seguro de que había escuchado todo.
¾
Dylan ¿Qué tal si vienes con nosotros ésta
noche? – dijo con naturalidad.
No respondió al instante. Cuando no pensaba, las cosas le
salían bien. No podía imaginar qué ocurriría si las meditaba con sumo detalle.
Cualquier fuese su respuesta, no anunciaba una noche tranquila. Me contuve.
¾
¿Por qué no? – respondió y se dirigió hacia mí –
Así podrás vigilarme Jus. Y todos contentos.
Angie sonrió. Retrocedí procurando no perder la vista de
ambos hasta chocar de espaldas con Annie.
¾
¿Qué sucede? – me preguntó, notando el sudor en
mi frente.
¾
El ojitos viene con nosotros – fingí emoción -
¡Esto no podría ser más interesante! – grité totalmente enfurecido y
rindiéndome ante la propia locura de mi círculo.
Annie no fue fácil de convencer. Aún seguía negándolo
mientras conducíamos hasta el club. El Zanies
Zone procuraba ocupar la energía eléctrica de toda la cuidad en su letrero
de neón azul. La ruta era inaccesible de
noche, asíque busqué un pequeño espacio en el estacionamiento de atrás. Un
árbol de ramas en forma de garras acaparaba la poca luz lunar que nos llegaba.
Yo todavía lucía las prendas con las que había llegado a la escuela, sólo que
había agregado un abrigo por encima: la chaqueta de cuero de Michael que siempre
dejaba regada sobre mi cama.
Pensé en inyectarme adrenalina. Dylan estaba dónde podía
verlo, y mi propósito de salir de noche no era otro que volar lejos. La
necesidad de un gran respiro era evidentemente urgente en Annie. Lo era también
en Angie, pero ahora cada vez que la veía se me inflaban los pulmones de gritos
contenidos y sobre su frente leía la palabra TRAICIÓN tintineando de la misma
manera que lo hacían los variados letreros que decoraban el club.
¾
Bajemos en orden de dignidad invertido. Primero
el perro – miré a Dylan. Annie lucía nerviosa, Angie molesta. – Luego la
sirvienta.
Angie abrió la puerta de un empujó y caminó apresuradamente
hacia la entrada con Dylan pisándole los talones.
¾
No es justo – se quejó Annie – La idea de venir
aquí era olvidar todo el asunto. Dylan aquí lo está haciendo más difícil.
Sabía que estaba mal no advertirle del peligro que corría
Angie estando con Dylan, pero todo lo haría peor para ella: la cuestión la
preocuparía toda la noche, cuando mi misión era básicamente emborracharla.
¾
Sólo ignóralo – le dije actuando mi mejor
escena e iniciando una sonrisa – Creo que
todos estamos afectados y actuando raro. Deja que Angie se recupere y que lo
haga a su manera – me mordí la lengua.
¾
Le gusta Dylan. Me preocupa no saber cómo
reaccionará con él estando en un lugar así.
¾
Si te hace sentir mejor, yo los vigilaré. Y
pintaré una cortina entre tú y ellos para que no los veas. Lo prometo. De
hecho, soy la única persona en la que confías – sugerí leer su mente.
¾
Está bien. Pero lees mi mente una vez más y
te... – la abrazé.
¾
Deja de temblar – reí, aún rodeándola y
sintiendo su respuesta. - ¡Ya basta!
¾
Bien, bien ya... – abrió la puerta del auto -
¿En qué momento usaste perfume?
¾
No lo hice, supongo que así huele la chaqueta.
¾
Ah, sí. Qué bien huele, me gusta mucho.
Bajamos, cuidando de no pisar algún cuerpo embriagado o
muerto hasta que la luz nos iluminó. Miré a Annie, quién sonreía al letrero y
al muro de estrellas detrás de él. Estuvo a punto de dar un solo paso cuando la
detuve.
¾
Annie.
¾
¿Sí?
¾
Nunca he entrado
a un club nocturno.
¾
Yo tampoco – me tomó del brazo y nos
introducimos en una despampanante luz blanca que decoraba la puerta y no te
dejaba ver a través de ella. Sólo sabías de tu existencia allí dentro una vez
que dentro estabas y dejabas la penumbra detrás.
Todo lo demás eran láseres de colores. La música retumbaba
en mi garganta, así como debajo de mis pies. No parecía ser inmenso, pero
cabían muchas más personas si se subían al escenario. Las sillas estaban
apiladas. Había un horario de conciertos y nombres raros de bandas escrito en
luces que cambiaba de colores sobre una pizarra negra. Uno detrás decía “CONCURSO
DE PLAYBACK LOS SÁBADOS", y delante de él bailaban dos chicas vestidas en color
piel, dando a creer que no estaban usando nada. No había gran fila en la barra
de bebidas, pero en ningún momento se vació. Todos parecían ya tener su
respetivo vaso en la mano.
Nos elegimos un lugar de dónde pudieramos salir fácilmente, pero
la correntada de masas sugería dejarte del lado que ella misma quisiera. Terminamos en el medio del
lugar, bailoteando como parranderos innatos. Una especie de mujer moza, mucho
más desnuda que vestida, me acercó una bandeja con bebidas azules y casi me
obligó a poner una entre mis manos.
Entre los empujones de diferentes direcciones, mi vaso se
balanceó entre mis dedos y dejó caer más de la mitad de su contenido sobre
varias personas, entre ellas, la afortunada Annie. Sólo se rió para mi sorpresa
y me obligó a salir de la fila con ella para poder hablar.
Nos empujaron hasta el bar y allí nos elegimos un asiento.
Un joven de cabello rizado se acercó a nosotros y le sonrió a Annie
instintivamente. Le ofreció un bebida que dejó sobre la mesa frente a ella, sin esperar el
dinero. Por mi parte, pedí un vaso de soda que estuve a punto de voltear al ver
a Annie dirigiéndose a beber del suyo.
¾
¡No! – grité - ¡Pobre alma! ¡No sabes lo que es
eso!
¾
Creo que preguntar sería grosero.
¾
Tienes razón, es mejor si lo hechas a una planta
– me volteé a leer la lista de bebidas – Pediré algo para ti.
Medité entre las opciones y cuando volví a girarme hacia
ella, estaba envuelta en una charla con el joven que le había servido la bebida.
Sin advertir que dicho objeto estaba por la mitad, me entrometí groseramente en
su conversación, llamando la atención de Annie.
¾
Demonios – pude decir solamente.
¾
Se parece a Michael ¿No crees? – dijo refiriéndose
al chico que ahora hablaba con otras personas mientras caminaba con dos bebidas
en la mano. Annie notó mi persistencia sobre su vaso medio vacío – Le dije que
para que yo lo tomara, él debería hacerlo primero, así que se lo di. Él bebió
todo esto.
¾
Y por eso está tan feliz ¿Verdad?
¾
¿Por qué de repente estás así? – se molestó.
¾
Porque... – pensé rápido – Sean no pudo venir y
tenía muchas preguntas para hacerle.
¾
Ya te dije que su religión no permite...
¾
¿Qué cosa? ¿Enfrentar a la maldad? No se debe
huir de las cosas malas. Si tiene tanta fe, y si tiene tan claro las cosas que
tiene que hacer, venir a un club y simplemente no dejarse llevar no tiene que
ser tan difícil – alargué mi mano, tomando aparentemente una bebida que no era
la mía. Pero a pesar de sentir un vaso diferente y más frío, continué con mi
monólogo – Eso es ser débil.
¾
Yo pienso algo así, ¿Pero qué podemos saber
nosotros? – finalmente bebió un sorbo de su vaso al ver que yo abandonaba mis
intenciones de detenerla – Estoy bastante tranquila estando aquí de todos
modos.
¾
Yo también ¿Porqué es tan cobarde ése tipo? –
bebí apenas un sorbo que encendió en llamas mi garganta previamente torturada
por el alto sonido de la música. Quejarme no se hubiera visto bien.
¾
Sólo está haciendo lo que cree que es correcto.
Tiene que estar bien – acabó con su vaso y lo dejó sobre la barra – Las cosas
que nos pasan nos forman. Sabrás entonces que no todos pensamos igual, porque
no pasamos las mismas cosas.
Supe que Annie no pensaba lo que decía. Se contradecía al
hablar y opinaba abiertamente como nunca antes. En lugar de sugerirle que nos
fuéramos del lugar, yo sólo sentía que me estaba quedando atrás.
¾
Pongámoslo así – posé mi vaso vacío sobre la
barra sin delicadeza alguna – Yo creo que matar a alguien está bien. ¡Si lo
hago está bien! ¡Después de todo es lo que creo que es correcto!
Comprobé entonces que Annie con el alcohol no combinaba las
palabras, y yo, por otro lado, me volvía súper sincero.
¾
¡Ah! ¡Sí, si tengo fundamento! – decía al mismo
tiempo que el joven dejaba otro vaso lleno casi dentro de mi mano tendida sobre
la mesa - ¡He visto muertes toda mi vida, mi propio padre ha matado! ¡Es así
como me formé! ¡No tengo la culpa de nada!
¾
Vale – dijo Annie, tratando de quitarme el vaso –
Es cierto, lo que uno cree que es correcto no siempre lo es. Lo correcto es lo
correcto y no puede ser modificado ¿Cierto? ¿Estás contento?
¾
Busca tu propio vaso. O dile al bailarín ése que
dé otro, se ve lo mucho que le agradas – dije, volviendo a apoderarme de mi
bebida azul.
Annie seguía sumergida en pensamientos. Como si no creyera
lo que acababa de decir.
¾
¿Creer en algo no significa que sea verdad,
cierto? – dijo melancólica – Todo lo que he creído hasta ahora es una mentira.
¾
¡Qué cosa loca son las mentiras! – el calor de
mi garganta se apagaba si no tomaba un sorbo cada tanto. Por primera vez odié
enfriarme.
¾
¿Él fue una mentira? – dijo, retirando sus
esfuerzos por quitarme la bebida.
¾
Quizá no, pero ahora lo es, y en eso debes creer
ahora – dije, localizando a Dylan entre la multitud pero ignorándolo al segundo
siguiente - ¿Qué pasa si no?
¾
¿No que una vez que son verdad siempre lo son?
¾
¡Oh si, la inmortalidad! Pues déjame decirte
algo – me liberé de un segundo vaso vacío – Los humanos son los inmortales, no
nosotros. Nosotros somos olvidados.
¾
Ustedes también son humanos.
¾
¿Realmente crees que decir eso es lo correcto?
¡Otra vez con lo mismo! Entonces haz lo quieras. Yo mataré, como ya dije que es
lo correcto.
¾
Estás borracho e inventando historias, Justin,
nos vamos – se levantó.
¾
¡No estoy inventando nada! ¡Así lo hice! ¡Lo
correcto! ¿Recuerdas? Maté a aquél bastardo para quedarme con su chaqueta – me reí
a carcajadas – Que bien me quedas ¿Ves?
¾
¿Golpeaste a alguien y le robaste ésa chaqueta? –
yo la tenía sobre mis piernas, por lo que Annie pudo quitármela fácilmente -
¡No puede ser, estuve contigo todo el tiempo!
¾
Fue antes de hoy ¡Mierda! ¡Cuánto frío que
hacía! No la llevaba puesta entonces, ambos usábamos prendas iguales. Él tenía
otro color. Parecían pijamas – quise ponerme de pie, pero al fracasar volví a
sentarme. Annie retrocedió.
Ella no parecía querer hablar.
¾
Lo maté al desgraciado ¡Puedo usar toda su ropa
ahora! – dejé caer más bebida sobre el suelo al tambalearme mientras me reía.
Annie revisó la chaqueta por todas partes. No había ningún
documento ni alguna cosa que fuera evidencia de su dueño. La sacudió un par de
veces, desesperada por alguna respuesta, oyendo sirenas policiacas imaginarias
y temblando sobre sus tacones altos, a punto de colapsar. Finalmente encontró
unas letras grabadas en blanco dentro de la chaqueta.
Levantó la mirada, aterrorizada. Sintió una hendidura en el
pecho, no podía contenerlo. Las demás personas sugerían alejarse. Yo seguía describiendo
el paisaje, sólo pronunciando bien unas pocas palabras sueltas. Nieve, hueco,
rifles, azul.
El perfume impregnó todo lo que hubiera del cerebro para
dentro.
¾
Lo maté al desgraciado – repetí, derramando
líquido sobre mí mismo al beber.
Soltó la chaqueta, dejando que se hunda en el charco de
colorantes y alcohol que había en el suelo. Huyó y desapareció entre la
multitud. Las luces la siguieron y luego se alinearon y dejaron a simple vista cuatro
palabras que desgarraron su última reserva de tranquilidad y confianza:
“Propiedad de Michael Hylton”
Sé que les dije que el próximo capítulo iba a reflejar las cosas que me pasaron mentalmente. Si no vieron nada aquí, no se preocupen, éste no es el susodicho capítulo. Estará listo pronto, mientras tanto, la vida sigue (?) Así como la historia.
Bueno, como saben, pueden hacer PREGUNTAS en el ask:http://ask.fm/aceofhearts
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Much love and ALWAYS believe :)
Tu novela esta genial. Porfas sigue subiendo cap :) tienes un gran talento
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