[Trust] Capítulo 15: "Liaison" por Dylan Blake.


Narra Dylan.

““Notas sueltas:
Estoy arrancando datos cortos, creo que jamás se logrará un relato de éste acontecimiento. Creo que nunca se conocerá a menos que milagrosamente Justin Andrews recobre la lucidez, o que Michael Hylton vuelva a la vida”

Esperaba recibir la luz del día cuando abriera los ojos, pero en cambio, me vi enfrentado a un muro grisáceo y musgoso. No recordaba haberme bajado del auto, tampoco alguna escena previa al desmayo. Mi mente seguía en la habitación iluminada a velas, mis manos debajo de mi cabeza simulando una almohada. Me desbordaban las ansias como pequeñas gotas de agua derramándose por las esquinas de un vaso de cristal. Deseaba con fuerzas que ni siquiera tenía que me acobijara el cálido resplandor, como si la mañana siguiente fuera el veinticinco de diciembre.

Mi respiración se retiró de todo mi rostro en menos de un milisegundo. Empalidecí ante el contacto del sudor frío que recorrió toda mi frente  hasta desaparecer debajo de mi mentón. Todas sus acusaciones irrumpieron en mi control nervioso y provocaron un colapso inmediato. Mi voz se detuvo, quiso volver atrás, y la inquietud de no poder hablar se convirtió en un molesto tartamudeo.

¾     Encontramos éste cuaderno rojo en el que afirmas conocer el paradero del soldado Michael Dorian Hylton.

Mi rostro cedió en una mueca furiosa y sin necesidad de meditación, solté un golpe tan largo que el mismo impulso me hizo ponerme de pie. El hombre de bata blanca incrustó sus finos dedos en las primeras venas de mi brazo y me llevó contra la pared.

¾     Maldito – le dije.

De repente sufrí un golpe en la espalda, dónde reconocí la presencia de un pequeño moretón. Ya lo tenía antes de haberme levantado para golpear al hombre. Sin un buen argumento, los observé sin pestañar denotando mi preocupación. Resolví que me habían hecho una pregunta; la misma pregunta una severa cantidad de veces y en todas ellas, yo había reaccionado de la misma manera.

El dolor en mi espalda había recurrido a mi memoria para traerme ése recuerdo. Para pedir auxilio; para que por favor, no volviera a intentar golpear a nadie. Y de ésa forma, logré detener todos mis arranques violentos. Aún nervioso, volví a mi lugar y lentamente retomé mi posición en la silla como desconfiando de que hubiera una tachuela en el asiento o algo parecido. Así de lento hasta terminar de inmovilizarme, o de distraerme con cualquier grieta de forma graciosa que pudiera encontrar en la pared.

Una fría acusación recorrió toda la sala; a lo que respondí con un gesto de sosiego.

¾     Me alegra que quieras cooperar – dijo el delgadito al observarme caminar hasta la silla por voluntad propia – Sabes que el joven está desaparecido.
¾     No comprendo que tipo de relación tiene eso conmigo. Habiendo tantos asesinos que no recibieron el balazo de regreso – interrumpí, volviendo a impacientarme.
¾     No nos importa tu relación, quiero que me expliques en dónde podemos encontrarlo.
¾     Mejor le preguntan a Dios – ralenticé mi voz.

A pesar de lo mal que elegían los métodos para hacer hablar a alguien, no los creí del todo ingenuos: es más, casi ni dudé si lo comprenderían. No parecía ser la respuesta que querían, pero las malas noticias tampoco les causaban un efecto lejano.

Cerró mis ojos sin forzar mis párpados, y casi sin pedírselos, volvieron a descubrirme la misma escena al abrirse por ellos mismos.

El hombre más fornido le había lanzado un lápiz al otro. Éste último arrimó una silla hasta quedar junto a mí y soltó palabras energéticamente en un papel amarillo. Como si estuviera prediciendo un incendio y no pudiese hablar. Sus ojos soltaban chispas de urgencia y descontrol y las arrugas de las manos le desaparecían y volvían cada vez que comenzaba una nueva palabra.
Sentí que un par de veces quiso levantarse y huir, aunque después desistió de cualquier esperanza de hallarme una mentira y se tranquilizó. Si el chico estaba muerto, ya no se podía hacer nada. Es más, creo que deseaba que nos tardáramos mucho más para no tener que darles la noticia a unos padres más que preocupados y neuróticos.

¾     Es todo lo que sé – terminé mi relato y suspiré – No está en ninguno de los lugares a los que podría haber ido.
¾     No es suficiente como para darlo por muerto – le discutió el grandote.
¾     Claro que si, han pasado días sin hallar rastro – contestó el esquelético, queriéndose arrancar el cabello, como si el equilibrio del sistema solar dependiera de sus acciones y estuviera por hacerlo caer – Sólo agreguémoslo a la lista de difuntos y avisémosle a la familia. Si continuamos la búsqueda, todos sabrán que aún no tenemos los resultados que se desean. El estado nos enviará a empacar.
¾     ¿Qué hay de los cuerpos? Las familias van a reclamarlos hasta el fin de los tiempos – noté que no sólo se referían a Michael, sino que existía un segundo extraviado.
¾     ¿Has oído de la descomposición? Los hongos ya acabaron con ellos, se lo creerán.
¾     ¿Eso no lleva como muchos años?  ¿Qué hay de los huesos?
¾     Bryan, soy capaz de mover teorías biológicas completas si eso impide que me quiten mi empleo ¿Comprendes? – su discusión continuaba siendo discreta, realmente eran profesionales – No hay reclamos sobre éstos dos chicos – me alarmé, puesto que sabía que Annie preguntaba por Michael dos veces al día si era posible -  Si seguimos buscando, agotaremos las fuerzas y la mano de obra, y el estado se quejará de todo el material desperdiciado. Ya perdimos demasiado en la guerra, no podemos continuar dándonos el lujo de malgastarlo todo.
¾     Escúchame bien Hanks – golpeó la mesa, enviando la discreción al infierno – El estado nunca estará conforme con nosotros. No solo tuve que pelear en ésa guerra, sino que también tengo que levantar los restos y esconderlos como si nunca hubiera ocurrido nada y cubrirme los balazos con parches caseros.
¾     El país no se recuperará si no hay negocios, Bryan. Y nadie querrá negociar con un país por lástima, quieren una imagen limpia. Palomas blancas.
¾     Todas tus palomas están muertas Hanks, y las que no, ya se volaron – abrió la puerta metálica de un solo movimiento y me dirigió un gesto – Ven hijo, te llevaré con tus padres.

Me levanté como un cachorro obediente y le dediqué al huesudo un saludo militar. Mi mano disparando hacia delante, desde mi frente.

Caminamos bajo una insistente luz roja hasta llegar a un mejor iluminado pasillo. Bryan descolgó el teléfono y preguntó por mis datos; mi madre accedió a ir por mí enseguida.

Mientras esperábamos, el huesudo salió y entró de la habitación varias veces, lanzándonos de vez en cuando alguna desaprobación con los ojos.

 A veces espiaba a Bryan de reojo, puesto que era todo lo que soñaba ser cuando de niño me pintaban que la guerra no era otra cosa que un juego. Me llevaba como tres cabezas y su rostro lucia un gesto duro permanentemente. Su voz era tibia cuando estaba tranquilo, pero de todas maneras causaba cierto terror al estar mi cuello tan cerca de sus fornidas manos.

Me sorprendió observándolo y soltó una risa interna y masculina.

¾     ¿Cómo cuántos años tienes? No parecer tener noción de nada – se burló de mí.
De repente perdí toda mi motivación de entablar una conversación con él y  eché la mirada al suelo.
¾     Casi dieciocho – respondí.
¾     Enserio ¿Hasta dónde entiendes lo que pasó? – al parecer mi cara sugería que tenía un tipo de trauma con la guerra.
Me encogí de hombros. No tenía mucho que explicar. De repente me habían sacado de la escuela y me habían enviado al hielo a asesinar pares. No creí que fuera necesario hablar si tenía tan poco que decir. Él continuó.
¾     Como soldado creo que debo pedirte perdón. No me mires así, es cierto. Tomaste lugar en mi profesión sin querer ser tal cosa ¿No entiendes nada, verdad? Eres muy joven y muy tonto.
¾     Si estuviste en ésta guerra ¿Cómo no te vi? – dije, algo agraciado por lo que acababa de oír. Eso que había dicho sonaba como una especie de agradecimiento. Nadie me había dicho gracias  hasta entonces.
¾     Los míos atacaban en la zona centro. Los de tu edad sólo se encargaban de las afueras.
¾     ¿Atacar? ¿No querrás decir “defender”?
¾     La verdadera guerra se despliega en nuestro puesto, hijo. Aún no tienes idea de lo que es un verdadero enfrentamiento, y ojalá nunca la tengas. Ojalá no vuelvan a reclutarte.
¾     Dijeron que no lo harían.
¾     Nadie es tan certero acerca del futuro, hijo.

Guardé silencio por siete segundos.

        Tonto – repetí para mí mismo y él me devolvió la mirada – Dijiste que era un tonto ¿Por qué?
        Tu rostro, pareces tan alejado de las experiencias. Pareces crecido a leche y cuentos. Nadie tendrá miedo de ti nunca. Pareces un perrito – decía muchos ejemplos para llegar a un punto – podría darte una barra de veneno para ratas y lo confundirías con una galleta.
        No creo que el veneno venga en barra. Pero qué más da. No me uniré a la armada, seré parapsicólogo.
        ¿Y eso? ¿Reencarnación y todas ésas cuestiones? – se río – Oh si, recuerdo cuando una vez fui un ciervo, y luego morí y fui una mosca por un día, y luego reencarné en humano.
        No es gracioso – endurecí mi voz para no sonar infantil.
        Espero que aún no hayas cambiado la voz. No querrás morir con eso – señaló mi garganta.
        No voy a esperar a mi madre – me levanté.
        ¡Detente rebelde sin causa! – me volvió a mi asiento de un manotazo – Tranquilízate.

Me quedé derecho en mi lugar completamente atemorizado. Sentencié a los nervios a retraerse y me dediqué a esperar. Diez minutos más tarde, mi terapeuta, la señorita Warisse, cruzó la sala de espera con otro joven de la mano y encontró su mirada con la mía.

Dylan ¿Por qué no cumpliste tu horario conmigo ayer?

Se despidió de su último paciente y caminó detrás de mí, cubriéndome a Bryan de la vista. Hubiera deseado despedirme, necesitaba que alguien me diera un buen golpe. Sin embargo, desapareció en cuanto pude echar un mínimo vistazo atrás. Continué caminando con la vista clavada en la punta de mis zapatos hasta toparme con la puerta y cerrarla detrás de mí.

¾     Tengo que presentarte una nueva idea, Dylan – dijo, acomodándose en una silla, lo suficientemente cerca de mí como para acariciarme la cabeza sin tener que estirar el brazo.
¾     ¿Va a enviarme con otra doctora? Usted aún no parece sacada de quicio como las que ya me botaron.
¾     Nadie te votó.
¾     Para nada, sólo soy un paciente complicado. Eso me dirás, estoy seguro.
¾     De hecho, no planeo cambiarte de consultorio, sino que de país. Hablo de un intercambio internacional ¿Estudias español, cierto?
¾     Eh, si. Al igual que la mitad de la clase. Mi escuela fue fundada por una familia de inmigrantes españoles, o no sé qué cosa. El hablar español es casi obligatorio, así como el inglés lo es para los que ingresan. No tengo nada de especial en ése campo.
¾     Tus notas son agradables. Mejorarías tu español y practicarías un par de ejercicios que tengo para ti.
¾     ¿Estás hablando de España?
¾     Estoy hablando de seis meses, otra familia, otra vida, y otra sede de tu misma escuela.

¡Cómo me gustaría concebir  con ésa misma paciencia todas mis decisiones!  Era demasiado flojo como preocuparme de cualquier cosa, pero esto requería de todo mi esfuerzo. Parecía ser la decisión más difícil de mi vida. Un pequeño hilo de curiosidad me arrastraba hacia la idea del intercambio; luego se convirtió en una cuerda, porque cada partícula de mi cerebro deseaba borrar cualquier angustia del pasado. Nadie me alcanzaría en España, es más, podría hasta mentirles. Podría decirle a mi madre que me iba a Italia y jamás volvería a interferir en mi vida. Podría decirle a Justin que me mudé a Sudamérica con mi tía para que no me hiciera preguntas.

Oh y sobre Michael; un tumba no se mueve, y mientras más lejos esté de ella, más pequeña se verá.
Estaba tan concentrado que no recordaba haberme salido del hospital. Más extraño aún era el hecho de que estaba en mi habitación respirando pelusas de las almohadas que tenía pegadas en la cara.

Al otro día, sugería estar muerto. Mis brazos colgaban fuera de mi cama hasta esparcir la basura microscópica del suelo por todos lados. Mi madre irrumpió en mi habitación al minuto siguiente. Comenzó a levantar la ropa del suelo, eligiendo las de colores oscuros y discriminando a mis camisas blancas. Todo lo que recogía lo arrojaba sobre mi cara.

¾     Si no te levantas, la escuela te multará.
¾     No puede ser, ya es lunes – maldije el clima húmedo alrededor y dirigí mi mirada hacia la ventana. Las gotas de lluvia danzaban en el vidrio y se burlaban de aquellas que terminaban en el suelo.

Sólo me lavé los dientes y busqué mis zapatos debajo de mi cama. Mi madre seguía estorbando en la cocina cuando pretendía hacerme el desayuno. Mientras continuaba la limpieza decidió voltear mi mochila al revés y dejar que todo su contenido se vertiera sobre la mesa de la cocina. Y entonces apareció. El folleto de intercambio se hizo presente en el panorama de mi mamá, por lo que le fue fácil localizarlo.

¾     ¿No irás verdad? No podría estar sin mi niño pequeño, es aquí a dónde perteneces – me abrazó por detrás. Su cabeza me llegaba a la mitad del cuello.
¾     Me iré a la universidad el año que viene de todos modos. Además debiste pensar en que no podías estar sin mi antes de enviarme a un internado.
¾     Cada minuto cuenta – me besó en la mejilla, clavándome su manicura filosa en el cuello.

Fastidié al profesor de español casi todo el día. Quería juntar cuantos detalles me fuera posible. Se ofreció a charlar conmigo después de clase con la condición de que lo dejara almorzar en paz. Luego de enseñarme casi todos los nombres de las ciudades más importantes, me dejó varías páginas para leer sobre la historia de Bilbao. Memoricé su perfecto acento y lo practiqué todo el camino de regreso a mi habitación. Desbordaba de emoción. No cabía en mí de lo feliz que estaba.

Había dejado mis valijas en mi habitación de la escuela. Estaba regresando a ella después de la guerra, estaba ordenando las prendas y usando el armario a mis anchas. Todo era para mí solo, puesto que varios chicos no regresaron a clases por traumas, por heridas, o por que se enojaron con el estado y emigraron a México. Antes, en los recesos, el patio era inhabitable. Ahora sólo eran sólo unos pocos que ocupaban el sol e iban de aquí para allá. Mamá quería que volviera a casa para la cena todos los días a partir de ahora, seguramente para ocuparse de que no faltara a las citas con la terapeuta, o porque el gato se había ido de la casa y necesitaba algo que apretujar de vez en cuando. Heredé los brazos fuertes de mi mamá, eso era todo, así me asfixia. Ella rebalsa de carisma y se compra a quién quiera. Yo también solía ser así, hasta que me valieron conchas de mar sin perlas las opiniones ajenas.  Por alguna razón, me reconfortaba que me hicieran cumplidos. Los ojos, el rostro, los modales. Solía ser un niño adorable y rosado. Las fotos que le seguían a las de mi infancia sobre la chimenea  eran de mis años de la secundaria. Cuando era un vegetal invadido de acné y tenía un diente torcido. ¡Oh, el infarto que le dará a mi madre si encuentra las cenizas!
Me hallaba en el camino fuera de la escuela cuando Annie me interrumpió tocando la puerta. El violento golpeteo era poco audible frente al sonido de la lluvia. ¿Vas a alguna parte?

¾     Ya no – respondí, justificándome con el clima.
¾     ¿Qué ocurrió contigo y la policía? Simplemente entraron y te arrastraron hasta su coche.
¾     ¡Qué dulce eres corazón! Te preocupaste por mí – alterné una simpática sonrisa con un gesto resentido – No se preocupe, ocúpese. Así lo dice la frase.
¾     ¿Quién te la enseñó? ¿Michael?
¾     Oye – retrocedí. Ella suspiró.
¾     Lo siento, pero tú comenzaste.
¾     ¿Lo sientes? – fingí un gesto sorpresivo - ¿Asique ahora nos llevamos bien?
¾     ¡¿Cuál es tu maldito problema?!
¾     Voy a salir de tu vida – dije, visualizándome en España – Pero aún así, quiero hacer algo antes. Algo por lo que no puedas olvidarme.
¾     ¿Asesinar a Michael no fue suficiente? – su voz sonó algo perturbada, pero sin una gota de sentimientos. Puesto que si los dejaba ser, comenzaría a llorar.
¾     Cariño ¿Cuántas veces tengo que decirte que…? – mi voz angelical se volvió grave y rasposa por el enojo y el énfasis – ¡¿...yo no lo maté?!
Esperé.
¾     ¡Anda! ¡Contradíceme! ¿Por qué callas?
¾     En realidad, encontré algo que me da mucho miedo – me sorprendió - ¿Recuerdas el libro?
¾     “El libro”, el que se perdió tras la destrucción de la biblioteca.
¾     Ése mismo, lo tengo.

Por un momento creí que me iría de rodillas. Aquél libro, ésa maldita cosa que solía pertenecerme y que leía todas las noches  mordiéndome la lengua y colmado de la curiosidad desde que lo hallé entre la única caja de cosas personales que mi padre había olvidado llevarse al infierno. Aquella mecedora angosta y peligrosa me tentaba a creer en cada una de sus páginas a medida que aumentaba en edad. Lo había abandonado un tiempo, hasta que volvió a llamarme con la llegada de mis dos hermanos que, como quien no lo quiere, se habían apuñalado solos.

¾     ¿Cómo lo conseguiste?

¾     Hay tres de ésos en el mundo – lo retiró apresuradamente de su mochila, de la misma forma desesperada que yo estaba por verlo. Lo ojeó frente a mí, parecía genuino – Lo dice en la última página, el que tú tenías era el segundo, escrito en inglés, italiano y alemán. Éste es el tercero, está en francés, japonés y una lengua rara que usan en África. El primero es un misterio, pero dicen que está en latín y hebreo.
¾     ¿De dónde lo sacaste? – modulé, congelado – No pudo ser Sean, él es muy inútil.
¾     Alguien que no conoces me lo hizo llegar. Tenemos a otro involucrado.
¾     ¿Quién es? ¿Es una chica?
¾     Claro que no, baboso. No voy a decirte nada más, no quiero que lo asesines.
¾     El rencor no es bueno, nena – le quité el libro de las manos. Olía a humedad – Mi vida está salvada – pronuncié sin tanta emoción – Pero tuviste un desliz: no hablo francés, ni japonés ni áfrico.
¾     Podemos traducirlo.
¾     Nos tomará años.
¾     ¿Quieres saber qué clase de criatura rara eres o no?

Continué pasando las hojas. Había líneas extrañas sobre algunas letras y expresiones incomprensibles. El francés que yo tenía era apenas de primer grado, y nada de lo que sabía ayudaría a comprender ni dos palabras del libro. La desesperación latía debajo de mi pecho.

¾     ¿Cuál es el plan? – dije, ansioso - ¿Tú y yo nos desvelaremos?
¾     Tenemos tarea.
¾     Haremos la tarea y esto también. Solía ser un cerebrito, tú aún lo eres ¿Cual es el problema?
¾     Que quieras asesinarme.

Retiré mis pertenencias del escritorio y planté la computadora en el medio. Annie arrastró otra silla y de pronto nos hallamos sumergidos en profunda lectura. Lucía como una reunión de estudio. De vez en cuando, uno de los dos salía a comprar alguna golosina o café. Otras veces, Annie se asomaba detrás de la pila de diccionarios para preguntarme estupideces. Después, así era yo: ¿Dónde está Angie? ¿Sabe de algo?

¾     ¿Qué estudiarás? – fue su turno.
¾     Parapsicología – respondí encendiendo en llamas el teclado de la laptop, soltando frases en el traductor - ¿Tú?

Oh dios, tan normal. Parecíamos compañeros de laboratorio.

¾     Me gusta escribir – respondió.
¾     ¿Entonces por qué yo estoy tipeándolo todo y tú sólo lees las definiciones? – me quejé.
¾     Porque yo he escrito durante toda la última hora ¿Cuántas veces he tenido que decírtelo? – rió, levemente – Además hablo de hacer libros. Novelas.
¾     Fabuloso, que lindo – dije, sin prestar atención. Luego le clavé los ojos - ¿Por qué no lloras?
¾     ¿Perdón? – quitó la vista del diccionario.
¾     Michael está muerto ¿Por qué no lo lloras? – el aire amenazaba con terminarse, pero nunca lo concretaba.
¾     Supongo que aún no lo creo – volvió la vista a los papeles – Quizá no tengo a nadie a quién culpar. Quizá es shock. Quizá realmente fue un accidente y no debería enojarme con nadie más que conmigo.
¾     Todo en tu vida es un accidente.

Annie clavó una estaca en aquél último segundo. De repente, el único ruido que alcanzaba a oír era el de mis propias manos danzando sobre el teclado y alguna que otra risa traviesa que provenía de los pasillos de afuera. Aparté la pantalla del computador más rápido de lo que tardaba un chasquido. No parecía comprenderlo.

¾     Piénsalo. Tú no haces más que ceder, justificarte, dar lástima. Pero claro, todos te quieren tanto que evitan que llores, evitan decirte la verdad, evitan revelarte que para ellos eres más débil que un espagueti. Te pasan cosas malas y no dejarán de pasar porque les ignores. Oh, mírate, tus ojos ya están húmedos. Eres imposible.
¾     Eres el ser más desgraciado de éste…
¾     Oh no – levanté mi dedo indicando una objeción – Te estoy ayudando. Deberías aprovecharlo, quizá sea la única vez.
¾     Ajá – respondió, molesta y sonrojada - ¿Y cuál es tu consejo en concreto?
¾     Ya lo he dicho, en fin, sólo te queda agradecerme. La imitación es una forma de hacerlo.
¾     No quiero ser como tú.
¾     Es imposible que no seas como yo. Eres inteligente, en una forma extraordinaria. En fin, puedes tomar lo que sea de mí y descartar lo que no te sirva, como mis bellos ojos.
¾     Tus ojos son lo único bello que tienes.

Dejé de escuchar a la mitad de su frase, pues ya me encontraba tecleando como una máquina a baterías. La paz duró apenas veinte minutos más antes de que arrebatara las valiosas páginas de mi regazo. ¿A dónde crees que vas?  Sugerí decirles con mis gestos. Mi mente abierta pudo consentir una respuesta: No voy a dejártelo.

Aquél juego comenzaba a divertirme, pero en un par de segundos ya se había retirado sin haber pronunciado palabra alguna.

Me desvelé para seguir traduciendo cuantas más páginas me fuera posible. Me sentía abandonado cada vez que volteaba para recorrer la habitación vacía y la silla todavía permanecía en la posición que Annie la había dejado. Luego de terminar con los apuntes que me quedaron (y de estar a punto de entrar a la habitación de Annie para robarle el libro y continuar) azoté mi cara contra mi almohada y permanecí así durante las siguientes dos horas. Me pesaba mucho levantar el rostro y toparme con apenas las dos páginas que habíamos logrado traducir; las cuales resultaron inútiles puesto que ya las había leído del otro libro antes. Me aseguré un logro, pues las palabras que usamos eran correctas y el mensaje no había sido deformado.
A la mañana siguiente, Annie cedió para darme páginas de algún capítulo más elevado. Me halló leyéndolos en clase, en el patio, en clase de educación física y en el almuerzo.

¾     Lo único que falta es que las cubras con mayonesa y te las comas – se burló, ocupando el lugar vació frente a mí y eligiendo el jugo de naranja de su bandeja.

Froté todo mi rostro con mis manos, intentado despertarlo. Aquello le puso fin a la compenetración.

¾     Búrlate, pero las páginas siguientes a éstas son las últimas, y ésas revelarán mi especie.

Se sorprendió, pero continuó demostrando desinterés y por supuesto, mucha más tranquilidad.

¾     ¿Cómo está Angie? – pregunté.
¾     ¿Desde cuándo conversamos? – espetó con indignación.
¾     Desde lo de anoche – respondí.

Todos a nuestro alrededor completaron mi respuesta con una ola de risas, sugiriéndose comentarios pervertidos entre ellos.  La ingenuidad de Annie me hizo reírme a carcajadas.

¾     ¿Y ahora de qué te ríes?
¾     Todos creen que anoche tú y yo... – volví a reír hasta dolerme el estómago.
¾     Eres un idiota.
¾     Yo no –señalé a todos los chicos – Todos ellos y su pensamiento doble-sentido – solté una carcajada más – Mi respuesta no fue muy específica. Desde que anoche me pasé horas traduciendo papeles viejos, desde entonces conversamos.
¾     Por tu bien
¾     ... si. Por mi bien, tú ganas. Quiero las siguientes páginas, ahora. Son como... marihuana.
¾     Aquí están – me las alcanzó – Yo terminaré esta noche con el capítulo tres. Y cabe recalcar que traducir las últimas páginas como tú haces, es trampa.
¾     Yo siempre hago trampa.
¾     No voy a discutir eso. Hay mucha tarea, además del proyecto de geografía.
¾     Oh si, ya lo llevo atrasado ¿Qué país harás?
¾     España.

Tuve que levantar la vista y enfrentarla.

¾     Fabuloso, podré copiarte – dije.
¾     Elige otro país, yo tengo mis razones para España.
¾     Yo también, y son más fuertes.
¾     No lo son.
¾     ¿Quieres apostar?

Su mirada sugería aceptar mi desafío. Cualquier cosa que me distraiga.

¾     ¿Enserio vamos a pelear por un país? – dijo ella.
¾     Quién traduzca más páginas para mañana, se queda con España.
¾     Y el perdedor tendrá que hacer algo – agregó – Eres malvado, piensa en algo.
¾     Lo decidiré cuando pierdas, no quiero que lo sepas ahora.
¾     Otra vez trampa. No juego así.
¾     Bien, lo escribiré en éste papel – garabateé algunas palabras en él y luego lo coloqué dentro de mi libro de historia – Y cuando pierdas, lo verás. No podré cambiarlo. Éste papel es el recibo de mi teléfono de éste mes, no es posible que exista otro papel igual. Y si hago trampa, que me aplaste un camión de desechos quirúrgicos.
¾     ¿De cuántas toneladas?
¾     Las que quieras. Las inyecciones usadas son la parte asquerosa.
¾     Trato.

La noche concluyó su eternidad al quedarme dormido sobre la tarea. Annie lucía muy segura de sí misma, tanto que ya había sacado dos libros de la historia de España de la biblioteca. Dejó caer sus traducciones delante de mí, sobre mis libros. Seguidamente, me puse de pie y desplegué mis traducciones, notándose a simple vista que eran el doble que las de ella. Permaneció estupefacta por unos cuantos segundos y luego frunció el ceño. Sus pestañas pequeñas parecían curvarse más hacia arriba cuando forzaba los párpados a cerrarse casi por completo.

¾     De todos modos, fue una apuesta estúpida – fue su respuesta.
Quité el papel del libro que había escrito y se lo tendí. Ella me lo arrancó de la mano, muy avergonzada. Lo desplegó con ansiedad y luego relajó sus manos y estiró el papel más de una vez debido a los nervios.
¾     Nunca... – la voz casi se le quebró. Se notó que no quería que así fuese – Nunca pudiste escribir esto.
¾     Yo no juego a que soy malo. Realmente lo soy.
¾     No – se limpió el rostro con una mano – Ni siquiera en eso eres bueno.
¾     Y por eso me amas.
¾     Es la peor forma con la que han atentado contra mí Dylan. Puedes ser odioso y ganarte mi desprecio, pero que hagas algo así – levantó el papel – y yo, incapaz de lanzarte siquiera un insulto... eso duele mil veces más.
Hice una reverencia.
¾     El villano más maldito que alguna vez pudiste conocer – le extendí la mano, pero ella sólo se la quedó mirando – Mucho gusto.
¾     No puedo desquitarme.
¾     Es cierto, eres demasiado buena, de la peor forma. Ah y sobre lo que te toca hacer, un consejo: nunca debiste enamorarte a ésa edad. A los dieciséis nadie sabe quién es, lo que equivale a ilusionarte. Sólo que el efecto es doble, lo imaginas a él como no es, y te imaginas a ti como no eres.
¾     Pues no puedo enamorarme ahora ¿Cierto?
¾     Estás sufriendo como una condenada – me detuve – Es el momento perfecto.
¾     De hecho no... – comenzó a llorar - ¡Es tarde!

Corrió y su sombra huyó con el mismo miedo detrás de ella. Algunas lágrimas salpicaron su rastro de pisadas; y el papel, cual pluma de canario, descendió hasta quedar de cara a mí. Luego de dos segundos, avancé, superponiendo mi pie sobe el mismo y dejándose leer las letras a través de la marca de mis zapatos:

Aquél que pierda la apuesta deberá cumplir un recado que pasará a pertenecerle a partir de hacerse presente a continuación: comunicar a los cinco contactos más cercanos sobre la muerte de Michael Dorian Hylton, verificada el día anterior al de la fecha por el centro de desaparecidos de la cuidad”


***
Paul Newman dice que seguir intentándo es la cosa más importante. Y todos sabemos que Paul Newman nunca se equivoca (?) Por eso he vuelto ¡Nuevamente aquí con una chorrada de ideas para los capítulos! Y porsupuesto, aprovechándolas al máximo. No voy a aburrirlas con mis problemas - que son la razón por la que me ausenté tanto tiempo - porque hasta yo misma los ignoro. 
Y a las que se quedaron leyendo las letras rojas del capítulo de hoy, les agradezco por ser pacientes. De no ser por ése entusiasmo, ésta historia nunca hubiera salido de mi cuaderno. Nunca va a ser lo mismo, asíque - una vez más  pongo mucha fe en éste capítulo - que me tuvo vacilando semanas completas - para recibirlas nuevamente. Espero sea de su agrado.
También ha aquellas que me ayudaron con el tema de la escuela de artes mirando mi video, muchísimas gracias.
Buen fin de semana.

Kati,


3 comentarios:

  1. Pues Paul Newman a parte de ser un hombre muy guapo tiene mucha razón, o por lo menos en esto si que no se equivoca! Si no lo intentas nunca sabrás hasta donde pudiste llegar y nunca sabrías lo que podría haber pasado, por ejemplo, si no lo hubieses intentado no me hubieras podido volver a dar la oportunidad de darte las gracias de nuevo por otro capítulo más. Y sobre todo de darte las gracias por haberlo intentado, seguir haciéndolo y luchar todos los días.

    De este cap lo que más me ha gustado ha sido el final, estoy intrigada por saber como se van a tomar esas personas la noticia y si harán algo al respecto...(No digo que intenten resucitarlo xD)

    Respecto a lo de las letras rojas....creo que deberíamos darte nosotras las gracias por tu paciencia con cada capítulo y esperando cada comentario. Espero el siguiente, no me puedes dejar con las ganas D:
    Que sepas que las veces que abres tu corazón para dar las gracias o para sincerarte me caes mejor!!
    Que vaya todo bien, que los problemas se hagan más pequeños y que todo se arregle. Ya sabes donde me tienes ;) ♥

    P.D: Si alguien TODAVÍA NO HA VOTADO a esta escritora tan FUERTE Y MARAVILLOSA, aquí tenéis el link, HA VOTAR: https://apps.facebook.com/easypromos-premium/voteme/15839/615355468?view=comments

    Hay que seguir insistiendo, le veo futuro ~

    Hasta otra!

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  2. Pense cualquier cosa menos en ese recado auch!! Daylan si que es un villano horrible ojala pronto escribas el siguiente capitulo :)

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  3. Uf, hace un buen tiempo que no dejaba comentarios. Culpo al colegio y a mi propia desorganización (¡ni siquiera terminé de leer el capítulo anterior!), pero, bueno, por fin pude desestresarme y dedicarme a estas cosas que había dejado tan de lado. Extrañaba "Trust", créeme. Me acordé mucho del Hylton estos días y aún no sé por qué; estaba allí, sin embargo, quizás regañándome por ser una horrible, irresponsable lectora.

    No lo sé, del conjunto de capítulos situados luego de la muerte del Hyls, éste es el que más me ha gustado. La discusión entre Hanks y Bryan, el tema de la guerra, además que Dylan es bastante impredecible. No es siempre el "malote" y eso me encanta. Esperé de todo para el recado, excepto lo que realmente era. Me llevé una sorpresa enorme.

    Espero que gane Annie; de no hacerlo, creo que me daría muchísima pena. Además de que Dylan es un maldito (un "marrrrdito", como se diría aquí) y también me causaría pena su hipotética reacción, quizás burlándose (ligeramente) de Annie.

    Intentando uno se da cuenta de lo que es capaz ;) O algo así xD.

    Saludos, Kati. Que estés fenomenalmente.

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