[Trust] Capítulo 14: "Hylton, la premonición violenta" por Dylan Blake,




Narra Dylan.


Mi despertador fueron las alarmas de los autos que pateé caminando hasta el final del estacionamiento. Me tambaleaba sobre mis propios pies y me sentía arrastrado desde mi mano derecha. La misma mención casi me empujó dentro de la camioneta, lo que impulsó a mi cabeza a volver a girar un poco más rápido.
Aquél arbusto de forma desproporcional que sobresalía de la cerca de mi casa pareció crecer, formar una especie de flor interminable, dónde de ella surgían infinitas chispas brillantes que chocaban contra mis ojos hasta hacerme lagrimear. No había sol, por lo que sentía físicamente cada una de mis alucinaciones. Las hacía reales, lo cual significaba que eran bastante fuertes. Mi propia mente parecía recibir amenazas – de mí, y nadie más que de mí – y que su forma de solucionarlo era pelear contra mí mismo.
Me sentí aliviado de no tener que ser el que conduciría, pues eso me llevaría a una muerte más trágica que segura.

El vehículo resultaba incómodo. Giré hacia mi izquierda cuando éste se detuvo. Me había acostumbrado a las alucinaciones, por lo que me resultaba chocante reconocer algo tan familiar. Entonces miré a mi madre y ella me devolvió un gesto melancólico.  No quería sentirme extraño hablándole, asique no lo hice; y ella me acarició el hombro con la mano, comprendiendo mi incapacidad momentánea, como si haberle hablado hubiera hecho la diferencia.

Nos habíamos detenido en el consultorio más grande de emergencias médicas. Supuse que era por la misma razón que por la bandita en mi frente, intentando cubrir inútilmente una herida mucho más grande que ella.
Recordaba aquél lugar por las razones equivocadas.  Había un videoclub en la esquina a la que solía volver a devolver películas muy temprano en la mañana – como a las diez o a las once – porque el empleado te daba muy poco tiempo para devolverlas. Había ido ésa vez con mi prima Stella y su novio; yo era el más pequeño y por eso me encargaba de los mandados.

El hospital estaba ubicado de manera estratégica, porque aquél barrio era el más peligroso al mismo tiempo que el más oscuro. Todo aquél que se hubiera atrevido a caminar por proclamarse como el valiente hubiera terminado con todos los números para urgencias.

Ésta vez no era de noche. Apareció en frente lo que parecía ser un nuevo instituto o algún parque habilitado a escuelas para hacer la clase de educación física. Había dos chicas de mi salón parloteando en la entrada al lugar. Leí sus labios, “¿Supiste que Dylan enloqueció?”.

Supuse que aquello significaba que podía comenzar a asimilar que estaba  viendo cosas que no eran reales. Como un fantasma moribundo en la sala principal de mi casa. Nunca me había tranquilizado tanto después de que me dijeran que estaba loco.

    Adelante.

Ya estaba en el pasillo principal, de pie, aún en pijama y con un abrigo largo sobre mis hombros. Mi mamá parecía no atreverse a confundirme con ningún comentario, pero aún así me mantenía bajo sus alas; no apartaba su mano de la mía en ningún momento, al menos hasta que una enfermera de niños con perfume a madera me condujo hasta una sala hecha de elementos suaves. Su etiqueta decía “Salud mental”, pero del pasillo colgaba una letreo que anunciaba: URGENCIAS. Supuse que ambos términos combinados no sugerían nada bueno.

Revisaron mi herida en la frente, pero no pasó a más de ser limpiada con alcohol.
Me dijeron que eligiera una almohada y me acostara en una de las camillas. Eso hice. No parecía ser un tratamiento muy complejo. Había una ventana en la pared de enfrente que encajaba justo con mi mirada y la prolongaba hacia afuera.  

Vi a Angie cruzar detrás de lo que parecía ser Annie. Por un momento, el que me visitaran resultaba reconfortante, pero luego recordé que no sería posible. Después dejaron entrar a mi mamá, quien continuó hasta a mí con unos papeles que no conseguí identificar hasta dos minutos después por efecto de mi vista nublosa.

    Me he encontrado a ésas chicas que una vez invitaste a casa a cenar. Han preguntado por ti.
    Qué bien – pronuncié un tercio de mis sentimientos. Era poco, pero real.
    Vendrán a verte después de preguntar algo a las secretarias que tienen la lista de los muchachos de la guerra.

Michael otra vez ¡Pero qué chulo!

    Aguarda – me levanté de mi posición de niño en el kínder tomando una siesta y caminé fuera de la habitación. Los enfermeros estaban lo bastante distraídos como para no permitírmelo.

Busqué por encima de la puerta aquella placa que indica en número de la sala de los hospitales y la hallé demasiado rápido: XI. La habitación número once.

    ¡No! – desgarré mis cuerdas vocales y mis nervios se tensaron. Quería aferrarme de algo, pero el mismo aire se proponía a dejarme caer. Estaba suspendido - ¡Viene por mí! ¡Sáquenme!

Lo único que recuerdo es una fila de rostros rodeándome. Tengo recuerdos momentáneos  un poco violentos: forcejeos, guantes de goma rasposos, jeringas, gritos. Dirigí mi mirada hasta mis muñecas, estaban violeta (No se ponen rojas debido al color de mi sangre) Como si acabaran de hacerme la quemadura china en cada una de ellas. También  tenía raspones que no se molestaban en no parecer azules. Tenía la respiración agitada, como si me hubiera desmayado después de haber corrido una maratón – en un sendero de espinas, al parecer – y acabara de despertar.

La habitación era otra. Me hizo sentir a salvo. Localicé a mi mamá por una ventanilla, estaba llorando. Quise buscar la puerta, pero se mezclaba con las paredes, y de dónde me observaban parecía ser una cabina.
Tengo recuerdos de una cortina negra sobre mí, no se trataba de otra cosa sino que me había quedado dormido. Desperté sin ninguna manta encima, y volví a caer. Continué así un par de veces hasta que fui consciente de mi poca estabilidad y me puse de pié. Annie abrió la puerta que se observaba del otro lado de la cabina. Activaron cierto tipo de luz para yo poder escuchar su voz.

    No estoy loco – le dije.

No respondió. Incluso después de asegurarme de repetírselo. Angie podría ser la única que me creería, porque a pesar de todas las pruebas que tenían en mi contra, ella era lo suficientemente tonta como para seguir pensando de otra manera. Podía convencerla de cualquier cosa. Pero ella no parecía estar en la cabina con Annie. Era extraño, juraría que la había visto con ella.

Una alucinación más no me sorprendería, pero me enfadaría con mi engañosa mente.

    Quiero ver a Angie – volví a hablar – Ella es la única que me creerá.

Por alguna razón, tendía a decir lo que sentía todo el tempo. Anestesia, debía ser.

    ¿Por qué me anestesiaron? – dije, otra vez sin poder controlar largar en palabras cada nuevo sentimiento que descubría.
    Provocaste un caos en el pasillo de junto y tuvieron que sacarte de la habitación – respondió justo antes de que me hartara de estar hablando solo.
    Michael no va a volver a encerrarme – pronuncié, haciéndole caso a mis alucinaciones.
    ¿Qué dices? ¿Qué Michael está aquí?
    Está en cada esquina. Dentro del número once.

Esperé a que me acusara de insano, o peor, pero no se dio el lujo.

    Ignoro el hecho de los números, pero necesito una forma de llegar a él. Aceptaría incluso la más absurda.
    El absurdo es él, por la forma ridícula en la se comunica ¿Aparecerse a media noche en mi casa? ¿Enserio?
    ¿Dices que estuvo en tu casa?
    Está en mi, Annie. Es mis penas, en mis errores incorregibles. Aunque no deberías olvidar que estoy loco.

He visto cosas como éstas la gran millonada de veces, pero la constante custodia que se me brinda por la guerra activa el botón rojo por cualquier cosa. Policías que visten de blanco me acompañan hasta la escuela y me espían a cada rato que podían. Supe en ése instante que no eran capaces de explicar lo que me había pasado en las escaleras, y con lo único que pudieron relacionarlo, fue con un trauma postguerra.
Recargué mi cabeza sobre el vidrio, como un perro esperando a que lo acaricien, a lo que Annie tomó como una renuncia. Dejó de hacerme preguntas.

    ¿No ha venido Angie contigo? – quise saber.
    No, Moon me ha traído…
    ¿Moon? ¿Qué es eso? ¿Un nuevo peón? Me gustaría conocerlo – le interrumpí.
    De hecho, he venido aquí con una duda, a la que tú le has asegurado una salida única – pareció temerle a sus propias ideas - ¿Recuerdas aquella logia que ustedes tres tienen tan abandonada?
    Si, aquella que nunca funcionó. Justin y Michael derrochaban favoritismo. Y dos contra uno fue y siempre será injusto.
    Queremos retomarla.

Creí notar un acento conmovedor. Aquél parecía un hobby lo bastante pesado como para distraerse de lo que le podía pasar a Justin, o al estado actual de Michael que aún ella no conocía. Creo que yo no se lo decía para evitar verla llorar, mi primer acto de bondad. Su depresión podría arruinar futuros planes interesantes como el que acababan de plantear.

Luego recordé que ése no era yo y entonces decidí insinuar un poco que Michael podría estar no tan bien.

    Michael no hubiera querido que hagas alianzas conmigo – del verbo: Michael ya no es capaz de querer nada más.
    Sé que será extraño hacerlo sin Justin o sin Michael, pero Moon parece tener información de alguna forma. Necesitaríamos de ti si queremos completar una página.
    Claro, acepto. Pero primero tienes que sacarme del loquero.
    No puedo hacer eso – musitó, mirando el suelo.
    Claro que puedes, lo único que tienes que hacer es…
    ¡No voy a hacerlo, Dylan! Te aprovechas de los pobres hasta beber sus lágrimas, es tiempo de hacer justicia.
    Pero no eres capaz.

Yo era la imagen viva de la amenaza, pero no era tan malo. Y nunca recibiría un castigo más cruel de lo que fue mi último crimen.

    ¿Sabes? – la anestesia volvía a actuar en mí. Mantenía mi posición erguida, pues la había practicado hasta en momentos trágicos, lo que hacía parecer que estaba bien – Nunca he asesinado a alguien. Lo de la sangre azul es terriblemente selectivo, pero es lo que hay en mí, y si mintiera, es porque no puedo evitarlo.
    ¿De qué estás hablando?
    No conozco todas las predicciones o habilidades que podamos adquirir, creo que ni mi padre alguna vez lo supo.
    ¿Qué le ocurrió?
    Te lo diré una vez que me saques de aquí. El póker es un juego sin sentido si no apuestas nada.

Detuvo el botón de la puerta y salió. Estuvo afuera por minutos que lucían eternos. Y pasándome las manos por el rostro y descubriendo los indicios de barba que comenzaba a tener, descubrí que realmente me había perdido de algo, o que el tiempo se cansó de tener compasión de mí y me apaleaba para crecer más rápido. Los enfermeros tardaron unos minutos en escoltarme hasta la salida. Me quedé algo sorprendido, no pensaba que realmente lo lograría. Mi mamá se había quedado dormida en la sala de espera, y en su abrigo estaban las llaves del auto. Le insinué a Annie que me acompañara.

    Qué ágil – la felicité – Mereces un paseo conmigo.
    Al grano, Blake.

Nos quedamos en los asientos delanteros del auto, ya que no podía arriesgarme a conducir con medio litro de anestesia encima. Estaba un poco molesto porque debido a eso, Annie podría obtener una respuesta a lo que quisiera. No había un momento más oportuno y supo aprovecharlo. Antes era más tonta; cada vez era más seguro que me había perdido de algo.

La camioneta del tan “Moon” yacía del otro lado del estacionamiento, lo suficientemente lejos como para que la propia distancia nos camuflara y no hubiera preocupaciones.

    ¿Desde dónde quieres hablar? No recuerdo el último día de la guerra, por si te atreves en insistir. La terapeuta hizo un buen trabajo conmigo si ése era su objetivo- comencé.
    Antes ¿Qué tal acerca de tu primer día en la escuela?
    Mi prima Stella, su novio y yo éramos una familia aparte hasta que desaparecieron misteriosamente. La familia completa, y no estoy hablando de muchas personas, levantaron cargos a mi madre, pues ellos pasaban la mayor parte del tiempo dentro de nuestra casa y eso regalaba sospechas en bandeja de plata. Tuvo que mudarse y cambiar su nombre. Yo conservo el mío, pues mi padre nunca se le apareció a sus suegros ni al resto de mi rama materna. Sólo saben que mi nombre es Dylan y que mi cabello es negro.
    Tu cabello no es negro.
    ¿Verdad que no? –sonreí – El tiempo hace sus estragos conmigo. Antes incluso era más parecido a mi madre, pero mi papá parece querer imponerse en mí desde que descubrí mis habilidades. Yo, mi cabeza; ése tiene que ser el único lugar a dónde pudo haber ido. Lo único que puedo decir es que entré a la nueva escuela y éste par de engendros del demonio parecían saber todo de mí.
    ¿Saber? ¿Entonces todo lo que ellos creen es cierto?
    Quizás Annie, pero eso sólo los ha llevado a dónde están ahora. A mí nadie me dice qué hacer ni cómo ser visto – apreté mis manos contra el volante, denotando mi ira – Pero ¿Qué tal si me pones al tanto? ¿Qué es lo que creen de mí?
    No debería decírtelo, quiero que sepas eso, pero me da un poco de lástima que gracias a tu estado estés en desventaja, así que te lo diré – un acto de riesgo en ella parecía increíble, logró que apenas me estremeciera un poco – Ellos creen que quieres matarlos, mejor dicho, hacer que se maten entre ellos para tú quedar libre de sangre y de años de desgracia para averiguar lo que es la inmortalidad. Lo cual, debo agregar, me parece ridículo, porque ninguno de los tres está seguro de que sean inmortales.

Una aguja me dio en el estómago.

    Vaya, creí que eran más estúpidos.
    ¡¿Entonces, es cierto?! – se alarmó y comenzó a dar signos de terror hacia mí.
    Yo también he sido estúpido, Annie, o más bien un poco cobarde. Nunca me atreví a hacer la prueba. Tú sabes, intentar asesinarme.
    Por eso tornaste a Michael en suicida… para saberlo – pareció unir los cabos sueltos y hablarse más a sí misma que a mí; puesto que ralentizó su tono a medida que terminaba la oración.
    Y si moría en el intento, suponía un doble strike para mí. Debes admitir que fui ingenioso.

Conté los segundos en los que Annie guardó silencio, fueron seis.

    ¿Me odias en secreto, verdad? – intentó ser valiente, pero lo único que logró fue soltar lágrimas. – Sabes que lo que le hagas a él, me golpea a mí también ¿Acaso soy tu blanco?
    ¿Sabes cuál es tu problema? Te estás creyendo demasiado importante como para suponer algo tan lujoso, como un riesgo, para mí.
    Oh ¿Y Michael lo es? Lo sabía.

La vena saliente de mi cuello rebalsó su tamaño normal. Deseé soltar un golpe al parabrisas.

    Sabía que envidias a Michael en cada cosa que consigue, sabía que es importante para ti. De no ser así, lo considerarías basura. Lo que me has hecho creer siempre ha sido una mentira ¿Pero sabes qué? – antes de que pudiera empuñar el cuchillo de la guantera, me sorprendió con la siguiente confesión – Él sufre lo mismo.
    ¿Perdón?
    Ambos se envidian. Lo conozco y lo he averiguado, pero él no ha perdido tiempo en ganarte, no de la manera enferma que tú lo haces. Él lo controla, pero también te envidia. Quiero decirte que tu plan funcionó. Siempre creí que harías lo peor con Michael, y lo peor ha sido rebajarlo hasta hacerlo sentir lo que sientes tú. Eres un genio Dylan, ten tu aplauso – y me marcó la mano en la mejilla con una cachetada de una manera excesivamente rápida, cuando apenas yo iba siguiendo el sentido común que guardaba en su reciente discurso.

No supe cómo reaccionar; fue la primera vez que me pasaba eso.

    ¿Qué se supone que quieres? ¿Cuál es tu sentencia para mí? – sugerí con un humor irritado.
    No soy tan cruel. Él debería resolverlo.
    No lo hará.
    ¿A qué te refieres con que no lo hará? – de pronto pareció saberlo y no necesitarlo.
    Él está muerto.

Al principio no comprendí su gesto. Era un punto medio entre el shock y una agonía muda. Sus ojos bajaron lentamente y volvieron a mí demasiado rápido. Existía en su mirada una pizca de esperanza, a la que denominé como incredulidad y la pisoteé para acabar con ella.

    No estoy mintiendo – deduje sus pensamientos – Michael está muerto, no hay otra forma de explicar ésa extraña ausencia que sientes, además de su espíritu atormentándome. Me di cuenta de algo ¿Sabes? Él en invencible, él gana. Éste es mi infierno y no hay forma de…

Las lágrimas le llegaban hasta el cuello, y al intentar evitarla, volteé hasta el espejo retrovisor izquierdo, y era cierto que yo también humedecía mi rostro con lo que parecía un río de rabia, ira y algo de miedo. Annie se sujetaba desde sus propios brazos como si fuera a desmoronarse. Ella no tenía razones para no creerme aunque las deseara con todas sus fuerzas. De alguna forma, era la respuesta que esperaba llegar, y que se la dijera de lleno había acabado con todo el misterio, y se abría lugar para la miseria.
Cerré los ojos con fuerza para reprimir las lágrimas, y cuando volví a abrirlos, Annie estaba forzando a la puerta para que se abriera. Me interpuse de inmediato.

    ¡Deja que me vaya! – me soltó un grito en la cara.
    Tienes que comprender en lo que estamos metidos. Tenemos que salir, ganarle a Michael ¿Estás dispuesta a ello?
    Has acabado con lo único que… - parecía requerir mucha energía modular las palabras. Yo no soportaría una conversación con ella en ésas condiciones. Pensé en detenerla.
    Lo siento, me precipité, no quise decir eso. No lo he podido ver y está muerto para mí. Ya sabes cuánto lo detesto – traté de sonar convincente, pero era un poco tarde.
    No te creo.
    No te convencí de lo anterior y aún así lo creíste ¿Crees que necesitas más? – su expresión adolorida me dio una respuesta – Está bien, está bien. Me viste llorar, lo que ya es bastante vergonzoso ¿Crees que lo haría si realmente estaría muerto? De ser así, estaría saltando en un pie y con una sonrisa más grande que mi cara.
    Eso no tiene sentido ni siquiera para ti – me retó, pero pareció tranquilizarse, lo cual me indicó que me creía de alguna manera.
    Es halagador que aún pienses que no soy un demente, pero créeme que existe un aterrador futuro que me espera al final de todo esto. Necesitaba ser inmortal para…
    ¿Dylan… le tienes miedo a la muerte?
    Silencio – ordené y proseguí – He de aclarar ciertas cosas en el mundo, dudas que aún no tienen respuesta y que abaten a gente como a nosotros, incluyendo a Hylton. No es por presumir pero, tengo una mente poderosa, podría descubrir tantas cosas, como respuestas al origen de la vida, o podría implantarles alas a los humanos.
    ¿Y por eso mataste a un chico ordinario que no te caía bien?
    Oh, ya veo, estás confundiéndolo todo. Yo nunca me atrevería a matar a Michael; la respuesta no es grata. Tendría cinco años de desgracias si me atrevo a matar a uno de mis hermanos. Y ésas desgracias no son poca cosa, dicen que son peores que morir.
    Si tú no lo mataste, y él borró su pasado suicida, lo única opción que queda es que lo haya matado Justin – espetó.
    Lo que te hace creer que el tipo no es tan bueno como parece – me encogí de hombros.
    Me hace creer que mientes porque lo mataste, o está vivo y me estás dando rodeos porque quieres algo. Justin es un santo ¿Cuándo me dirás la verdadera razón por la que eres así?

Annie nunca sugirió un obstáculo para mí, me divertía con ella hasta el punto en la que comenzaba a parecerse a una amenaza.

    De los siete pecados capitales, dicen que la ira y la lujuria son los más complicados de dominar – me detuve, me dejé respirar – No lo son.
    No puedes ser el ser más envidioso que existe Dylan, está asesinándote de a poco. Además no entiendo que podría faltarte, tienes amigos, enemigos…
    Me tocó ser así y punto – respondí – Es como fumar, nada del otro mundo.
    Eres débil, ése es tu problema. Porque por más armas que tengas, sino posees inteligencia para empuñarlas, algún día te darás un tiro tú sólo.
    Sal de la camioneta.

No fui capaz de describir nada más. Me sentía usado, violado por todos los malos pesares que se me arrojaban. Sufrir por el mero hecho de estar vivo no era suficiente al parecer, tenía que ser criticado por lo que hacía y lo que no.

     Nada de lo que haces va a sugerirte un buen resultado, ni poder, ni riqueza.
    Te he dicho que te largues de la camioneta, antes de que pueda ocurrirte algo malo.
    Estás condenado a ser feliz, Dylan.
    ¿Y eso? – la miré.
    Que la única forma de alcanzarte es obligarte a luchar, a caer y a levantarte. Y si optas por no hacerlo, puedes acabar como uno del montón. Y debido a tu ego altamente sofisticado, no creo que eso sea lo que quieras.

Suspiré con las manos al volante, luego las relajé y dejé que cayeran sobre mi cuerpo. Observé todo lo que me rodeaba. Annie esperaba a que tuviera una razón de mis maldades, una propia de un criminalista profesional, pero lo cierto era que sólo trataba de un adolescente lo suficientemente frágil como para soportar las críticas y los problemas, cosas normales, cosas que no dejarán de pasar. Aún me negaba a hacerlo, aún no creía que la vida tenía que ser tan difícil.

     Sólo aportaré dos páginas a tu libro ése – solté las palabras sin enfrentarla a los ojos.
    ¿Cómo sabes que estoy haciendo un libro?
    Michael te mimó demasiado. No te entrenó en un aspecto. De hecho, presiento que estás más fuerte ahora que él no está… - me detuve, demasiado tarde, pero ella pareció ignorarlo.
    Continúa – me ordenó.
    Sé que haces un libro porque conozco tu pasado, tus vidas pasadas, tu misión permanente. Sé más de ti que lo que alguna vez podrás alcanzar a descubrir. Soy un niño índigo, bueno, adolescente si lo prefieres, pero generalmente el concepto índigo se acompaña del niño, si no te refieres al color.
    Si conoces mi misión – se mostró ajena a ésa palabra, no parecía saber que tenía una - ¿Por qué interfieres con la de Michael, siendo que es una de las más hermosas y necesarias?
    Nunca me he tomado el tiempo de investigar sobre la suya, la verdad – me llevé la mano a la nuca – Pero lo hermoso no significa nada, no debes regirte por eso. Lo aprendí por las malas. Yo pintaría mi casa de beige, me casaría con una mujer sin dientes y me vestiría como un vago si no fuera porque por eso me llevo más críticas.

Ella debía de pensar que yo era más que eso, que no me importaba lo que los demás dijeran de mí. Todo lo que había en mí, lo sabía de Michael, lo extraía de su pasado, lo compartíamos. Por eso había dejado de espiar en él, porque el que fuéramos casi idénticos, pero él mucho más fuerte que yo, podría significar que terminaría mis logros mucho más rápido y de una mejor manera. Oh, y no podría soportarlo, nunca.
Ni en un millón de años me mostraría de ésa forma frente a Annie, pero ella parecía anticiparse a mis pensamientos. Lo único que hacía falta, es que ella todavía fuera más fuerte que yo. Si buscaba un segundo blanco después de haber acabado con Hylton, ésa sería ella.

De pronto surgió en mí una inquietud, pues dos personas no podían tener la misma misión, o así era como yo lo entendía. Michael y yo no podríamos ir en busca de lo mismo, ni a un millón de años luz de distancia. Si, – afirmé – si era capaz de creerme una mentira para lograr tranquilizarme.

    La reunión es a la diez, en el pórtico de Michael. Ya lo conoces, de junto a la casa de Angie – abrió la puerta de la camioneta y se perdió detrás de una repentina neblina que debí de imaginar.

Me sumergí en el viaje, manos al volante, con la mirada enfrentando a la carretera. Ir hasta el barrio de Angie y Michael requería de minutos de paciencia, media hora más o menos en transporte urbano, veinte en auto, y diez a mi noción de ir “despacio”. En la gasolinera, antes de partir, un hombre me había atendido de mala gana cuando le di diez dólares para el tanque. Mencionó algo sobre una tormenta y después de eso, compartí su mal humor. No me sentía como para tormentas, mucho menos cuando iban a cuestionarme en un interrogatorio a voluntad. Pensé en no ir, pero Angie estaría ahí, lo que sugería que mi ejército sería un poco más grande. Seríamos ambos contra Annie y quien quiera que fuera su amiguito con nombre de astro, lo cual volteó mis malos humos y me obligó a conducir.

La chaqueta de cuero me hacía lucir centrado, y procuraba que nadie me molestara. A Angie parecían gustarle mis ojos, por lo que retiré la idea de usar gafas de sol de noche, lo que haría mis mentiras más creíbles si tenía la necesidad de inventar algo, pues no verían mi expresión. Aún así, las dejé en casa: tampoco tenía ganas de tragarme una multa más.
Aquélla calle lucía más aterradora de noche, cruzar entre los árboles gigantes y considerar que podrían cobrar vida resultaba excitante.

Annie resultaba ser la única que estaba presente, al menos era lo que pude notar desde la distancia que tomaba estando en el auto. Había una única bombilla pelada colgando del techo, pero aún así una vela sobre la mesa, apagada y con la caja de fósforos enseguida de ésta. Parecían saber de la tormenta y del posible apagón. La mesa era una de ésas redondas con cuatro patas que se usan en los campings o cuando cenas en el patio trasero. La cubría un mantel rojo que asimilaba al terciopelo por el efecto de noche, pues porque cuando su textura exquisita me atrajo a tocarlo, no era otra cosa que una tela común y corriente. “Algodón” había dicho Annie, como si tuviera algún tipo de noción sobre telas además del terciopelo. Otra vez ignoraba lo que no servía y me memorizaba el nombre de lo que podría serme útil.

Nah, lo conocía porque a mi madre le chiflan las prendas de ésa tela.

Angie apareció de la nada, corriendo, con un mazo de cartas en la mano y dejando la luz encendida de su pórtico, lo que hacía resaltar a su casa de la oscuridad.

    ¿Juegas? – me invitó, repartiéndome un buen de cartas antes de que pudiera responderle – Una partida rápida mientras esperamos a Moon.

Hubiera deseado haber traído los anteojos, espiar las cartas de los demás era mucho más fácil con ellos.
No hablamos de nada más que del clima, totalmente cínico. Un rayo atravesó el cielo seguido por un estruendo bastante fuerte. Annie y Angie son las únicas chicas que conozco que no gritan como ratones cuando oyen truenos, lo que me sorprende bastante. Yo no hacía más que maldecirlos por el susto repentino que me daban.
A pesar del mal tiempo, el cielo tan inmenso sin ser enmarcado por edificios me resultaba impresionante. La brisa calurosa que te impregnaba ésta misma tarde hubiera sido perfecta ahora.

    A éste lugar le hace falta una playa – dije, cambiando mis cartas de lugar y planeando mi próxima movida – Caminar a la orilla del mar en la noche, nadar desnudo, hacer el amor en la arena…
    Estás enfermo – dijo Annie –Truco.
    Quiero – dije riéndome, mezclando mi respuesta con mi pensamiento anterior.

El ruido de una camioneta del siglo XX se aparcó junto a mi vehículo, interrumpiendo nuestra jugada por el incesante ruido del motor.

    ¡Eh, tú! – señalé al tipo que bajaba del asiento del conductor - ¡Ve a aparcar tu basura de los años setenta lejos de aquí!
    Ése es Moon – dijo Angie.
    Ah.

Un joven con pinta de simpático en exceso caminó hasta nosotros y se buscó una silla entre Angie y yo. Me dio la mano de mala gana. Angie retiró las cartas a pesar de que estábamos a media partida y tomó un par de hojas de papel y un bolígrafo que estaban a su lado y que al parecer no noté cuando llegué. Parecía ser ella la que escribía el libro, la noté mas sumergida en el tema por lo ansiosa que estaba y por lo amistoso que se oyó su saludo hacia el chico. Esperaba yo que eso no afectara sus opiniones acerca de mí y se pusiera en mi contra. Pude haberme ido en ése preciso momento.

El tal Moon se dirigió a mí sin una pizca de respeto señalándome con el dedo.

    ¿Por qué está él aquí? – preguntó.

Annie me miró y pude jurar que me decía << Que extraño Dylan ¿Rejuntando más enemigos?>>. Pero en lugar de mostrarse indecente, preguntó:

    ¿Se conocen?
    De la guerra – iba yo a contestar, pero al invitado parecía ser fanático de hablar mucho, por lo que me dejó con las palabras en la boca – Entrenó conmigo un par de veces. Él me disparaba y yo tenía que esquivarlo – pareció insinuar mucho más.
    Qué bien que huías – le dije – quizá ése sea tu talento.
    Dylan – Angie me mandó a callar, pero sim parecer controladora.
    ¿Hay un autoservicio cerca? Iré por un refresco – me puse de pie sin esperar a que me respondieran.

Otro rayo partió al cielo a la mitad.

    Y yo soy el que huye – murmuró el chico.

Iba a mostrarle el anular, pero me contuve. Caminé hasta encontrar la ruta y la seguí. Lo cierto era que había visto una especie de mercado antes de llegar y supuse que no cerraría sino hasta dentro de una hora. Los focos de los autos que venían a toda velocidad me cegaban y me llenaba de adrenalina el hecho que pasaran tan cerca de mí. Me paré delante de uno, en medio de la ruta, pero la cordura me obligó a quitarme. Las dos cajeras del mercado estaban afuera observando las nubes de tormenta y no quería alarmar a tanta gente con un accidente tan disparatado. Crucé corriendo y un camión de carga con más lucecitas que el titanic me rozó los talones.

Había música de club bailable cuando entré al mercado. Me vi medio danzando mientras caminaba hacia el refri de puertas transparentes. El sector de verduras y carnes tenía las luces apagadas; supuse entonces que alguien diferente se encargaba de ellos y ya se había ido. Luego observé las golosinas que siempre están en la caja registradora, como tentándote a gastar tus últimos centavos, así como las cajas de cigarrillos que colgaban del mostrador volador del techo.

Las dos mujeres que estaban afuera se adentraron al negocio para cobrarme. Parecían ser madre e hija, la primera de una treinta y tantos, y la segunda de la suficiente edad para haber dejado de ser virgen. Después de pasar la Coca-cola y los chicles de menta que elegí por el aparataje ése que muestra los precios, recibieron el cambio y me dieron un ticket.

    ¿Sabes la tormenta que se acerca? ¿Qué estás haciendo por aquí? – me preguntó la mayor en tono maternal.
    Reunión con amigos – me mordí la lengua.
    ¡Pero qué bellos ojos que tienes, guapo! ¿Dylan, ya lo viste?
    Por dios, mamá – la chica se sonrojó y se ocultó la cara entre sus manos.
    También me llamo Dylan – dije después de agradecer el cumplido – Esto es incómodo, buenas noches.

Maldito nombre unisex ¡Mamá, por qué!

Al cabo de unos segundos ya me estaba riendo del extraño momento. Aproveché que no había autos en la ruta para cruzar al mismo tiempo que me llevaba un chicle a la boca. En mi cabeza ya no predominaba la tensión por no saber que me preguntarían, o al menos el chiste me duró hasta que vi a Angie escribiendo como eufórica y a Moon soltándole versos a Annie. Pero algún extraño impulso me indicó que quería dejar en ridículo a éste muchacho. Es decir ¿Qué puede saber de los sangre azul? ¿Se sentía tan importante?

    No trajiste vasos ¿Cómo vamos a beber, genio? – me dijo cuando me disponía a sentarme.
    Gracias Dylan por comprar un refresco, eres muy amable – me dije a mi mismo en voz alta.
    Yo iré por los vasos – dijo Angie soltando el bolígrafo.
    ¿Vas a ir hasta allá? ¿No habrá dentro de la casa de Hylton? – propuse.

Angie se levantó como ignorándome, pero ya yéndose pronunció “De todos modos tengo las llaves en mi habitación” y volvió a desaparecer hasta salir en la otra esquina con luz que sugería ser la entrada a su casa. Annie le insistió a Sean para que prosiga con su relato, pero él le esquivó la mirada y posó sus ojos sobre mí. ¿Es necesario que él tenga que oírlo?

    Bien – levanté la manos y me volví a poner de pie – le ayudará a Angie. Los dejo solos si tu amigo se siente tan intimidado por mí.

No esperé respuesta y bajé los tres escalones que nuestra posición nos separaba del suelo. Rodeé la casa y me quedé oculto por la pared, aún siendo capaz de oír todo lo que dijeran.

    ¿Él conoce a Hylton? – preguntó, refiriéndose a mí.
    ¿Él? – repitió Annie - ¿Acaso tú sabes quién es Hylton?
    De hecho – pude percibir que asentía con la cabeza, era muy expresivo – El chico del que te hablé todo éste tiempo, el que me dijo lo de la sangre azúl, su apellido era Hylton.
    Dijiste que no recordabas su nombre.
    Lo tenía medio borroso y además él dijo que no lo decía a nadie. Si yo iba a contarte sobre esto pensé que al menos debería ocultar su identidad – comenzó a hablar en susurros – Él temía de éste tipo que trajiste hoy. Todo el tiempo era “Dylan Blake quiere matarme”, él fue quién le disparó por “accidente” cuando tuve que ayudarlos a pararse y al salir de ahí. Supuso que noté el color de su sangre y se vio obligado a explicármelo todo. Todavía no puedo creer que te conozcas a los dos ¿Michael vive aquí? – señaló a la casa.
    Solía. No ha vuelto
    ¿Qué dices? – soltó con desconcierto, pero adoptó una mueca demasiado tranquila después – La última vez que lo vi, estaba muy mal, enfermo de los nervios, incluso vomitó sobre uno de los chicos.

Contuve una gran carcajada.

    No estaba seguro si iba a pasarla bien, no entiendo por qué volvió, él ya había conseguido escaparse. Pero volvimos a encontrarlo en el fuerte, vino acompañado de un muchacho rubio y de una chica que él describió como su novia.

Esperé ansioso la respuesta de Annie. ¿Acaso ella misma lo había arrastrado a la muerte? Nada me parecía más interesante en éstos momentos. Al no hablar Annie, espié por la esquina de la pared y la vi totalmente confundida, con la mirada perdida.

    Oh, por todos los milagros santísimos, ésa eras tú – continuó el idiota ése.
    Yo… - le era imposible modular.
    ¡Yo fui el que te donó sangre ése día en el hospital! Bueno, Michael me dio las gracias por eso. Le conté que no sé porque lo hice…
    Eres “S” – Annie lo interrumpió – Michael te vio en sueños.
    ¿Eras su novia, enserio? Yo no le creí – el muchacho rió, pero no causó reacción en Annie - ¡Vaya que ése tipo era extraño!
    ¿Qué si “era”? – se le quebró la voz.
    Bueno, pues si dices que no ha vuelto…

Angie se acercaba con vasos en la mano y una bolsa de algún snack. Procuré fingir que caminaba hacia a ella y tomé los vasos de forma precipitada. Déjame ayudarte.
Creo que habré caminado dos pasos antes de volver a subir al pórtico y acomodar los vasos. Moon cerró la boca nuevamente.

    ¿Te llamas Sean, cierto? – especuló Annie.
    Me llamo Sean – afirmó el muchacho – Me dicen Moon.
    Que estúpido – agregué.

Al parecer, Sean no iba a decir más estando en mi presencia, y todos notamos eso. Por lo que, para no recurrir a la incomodidad, decidieron interrogarme a mí. Sean levantó la mano tratando de iniciar la ronda de preguntas y tomé su pedido con excesiva tranquilidad mientras llenaba mi vaso de refresco. Cuando habló, deseé haber comprado una bebida más fuerte: ¿Por qué le disparaste a Michael?

    Fue un accidente.

Pareció no ser la respuesta que esperaba, pero no acepté otra al menos hasta que retomara su turno. Ésta vez me senté junto a Angie, pues supe que necesitaría a la defensa de mi lado, pero ella parecía haber elegido ésa noche para decidir si seguir confiando en mí. Pensé en desviar el tema, en preguntar por Justin; o incluso levantar la mesa y aplastar al tal Sean con ella. Mi impulso de locura se detuvo cuando sentí un par de gotas en mi nuca. No hubo tiempo para presenciar el sublevamiento de las gotas de agua, puesto que en cuestión de segundos, eran miles y millones, como un bombardeo de misiles propios de las películas de guerra.
Nos resguardamos lo más cerca de la puerta como nos fue posible. Angie recordó que había traído la llave consigo y la equilibró en la cerradura para abrir la puerta. Ya estando dentro, la cerró y maldijo a la vela que nos habíamos olvidado afuera. Usó su celular como linterna y avanzó hasta la cocina. Allí había una lámpara de campamento que funcionaba mucho mejor que cinco velas juntas.

Tuve miedo de estar allí, pero no iba a dejar que lo notaran. Me quedé mirando por la ventana como los árboles se inclinaban por el fuerte viento cuando Annie me tomó del hombro. Vámonos a su habitación, Angie dice que arriba la luz funciona.

Comenzábamos a dar pasos de astronauta para adivinar dónde estaban los escalones cuando un trueno muy importante hizo que retrocediéramos. Tenía mi brazo en los hombros de Annie, por la necesidad de buscar calor. El pasillo de la escalera resultaba muy angosto, por lo que yo iba adelante y ella rodeando mi mano con la suya. Un gesto conmovedor pero extraño, puesto que nuestra relación se basaba en atropellarnos el uno al otro las veces que pudiéramos.

La luz a la que Angie se refería no era otra cosa que tres lámparas de campamento juntas y una linterna. La habitación resultaba más cálida que las otras por algo que ignoro. Angie quitó el cobertor de la cama y lo tendió en el suelo. No era tan extenso por lo que estábamos bastante cerca entre nosotros.

    Es el momento perfecto Dylan, suéltalo – dijo Annie.
Sabía que lucía demasiado calmada respecto al tema durante la noche. Estaba seguro de que no lo había olvidado tan fácil. Sé que tienes algo que decirnos.
    También leo la mente – dije, evadiendo el tema.
Sean no sabía que era uno de ellos, como Michael, por lo que se vio sorprendido a pesar de que comenzara a comprender por qué estaba yo ahí ésa noche.
    Yo me refería a… - Annie se distrajo - ¡¿Qué?! ¿Lees la mente? ¿Cómo Justin?
    ¿Justin? – exclamó Sean - ¿Acaso hay otro más?
    No como Justin, - ignoré a Sean – Él puede tomar lo que quiera de la mente de los demás, irrumpir sus pensamientos en cualquier momento. Yo sólo puedo oír lo que quieren decirme. Si alguien me dirige algún mensaje pensándolo, yo lo escucharé ¿Qué tal si lo intentan?

¿Cómo es posible?

    No es parte de mis habilidades sobrenaturales de índigos, sólo entrené mucho a mi mente y adquirí eso también. Pero jamás superaré a Justin, ésa es como su especialidad – respondí al pensamiento de Annie.
    De todos modos… ¿No tienes que decirnos algo? ¿Acerca de Michael?
Angie clavó sus ojos en mí cuando oyó a Annie haciéndome ésa oferta.
    Sé que esperas respuestas aunque no sean positivas, pero desconozco lo que ocurrió con Michael – me sinceré, puesto que todo a mi alrededor me intimidaba (Excepto por Sean, ése sí que no asusta ni a un patito) – Justin me encerró en un fuerte, totalmente desarmado. Acordamos que lo mejor era encontrar a Michael para arreglar todo el asunto, asique él fue por él. Luego ubicaron una bomba en el fuerte en el que estaba atrapado. Hubo una explosión, la escuché, pero no terminó con el fuerte por completo porque había dos más esperando a desparramar intestinos por todos lados. Michael me encontró, sabía lo de las bombas y me sacó de ahí… Se metió en el campo cuando inició la gran tormenta y todos se volvían, no sé en que estaba pensando, creo que iba a buscar a Justin. Se perdió en todo ése embrollo – mantuve el suspenso, no pude seguir hablando hasta tomar aire apropiadamente y relajar mis manos que temblaban, me había puesto nervioso – No volví a verlo.

Annie estaba llorando. Sean negó con la cabeza hacia abajo, presionando sus ojos con fuerza y chocando su frente con sus manos que estaban entrelazadas en gesto de oración. Angie abrazó a Annie y entonces su llanto fue más fuerte, hasta convertirse en descontrolado. La nubosidad de mis ojos me mareó un poco y limpié mi cara con mis manos hasta terminar en mi cabello. Había un pequeño hilo que sobresalía del cobertor en el que estábamos sentados y yo jugaba con él. Un sentimiento de traición me invadió desde el pecho, tuve que presionar mi mano contra éste para detener la sensación, pero no parecía querer funcionar.
El rímel marcaba las lágrimas de Angie hasta el final de su mentón. Estaba acariciando la espalda de Annie y mirando hacia arriba. Mantenía la calma, pero se caía a pedazos como o peor que Annie. Ella sollozaba contra Angie y la abrazaba con fuerza. Recargué mi mano en su hombro y se volteó hacia mí. Rebalsaba miseria, no podía soportarlo.

    Anda – me dijo – Sé feliz.

Tomé la linterna del suelo que apuntaba al techo para dar más luz y bajé corriendo las escaleras. Sentí los inmediatos pasos detrás de mí, pero no pude distinguirlos. Para cuando Annie estaba abajo, detrás de mí, yo ya apuntaba el cuchillo al centro de mi pecho. Lo quitó de mi mano con un gesto muy débil para ser violento y lo dejó sobre la mesa.

    No consentí el hecho de víctimas terceras en ninguno de mis planes anteriores, pero de todas formas de me lo merezco – tomé el cuchillo otra vez, y volvió a quitármelo.
    No lo mataste – musitó – No hay nada que cobrar.
    Quise hacerlo, aún quiero hacerlo – pronuncié nervioso y todo eléctrico.

Ella no dejó que volviera a tomar el cuchillo y quedamos en profundo silencio y oscuridad. Yo había apagado la linterna hacía minutos y una única luz provenía de afuera. Ésta marcaba las líneas de su rostro envuelto en lágrimas. Se recargó sobre la pared y soltó un llanto silencioso. Tomé la mano que sostenía el cuchillo, hice que la abriera y lo dejara caer. Recorrí todo su brazo hasta dar con su cuello, prosiguiendo hasta su rostro y mentón. De allí la acerqué a mí y hundí mis labios en los suyos. Sentí una fuerza sobre mí, intentando separarme; pero aún estando a centímetros de ella, susurré:

    No podría soportar un rechazo más.
Tomó con sus manos ambas solapas de mi camisa y me arrastró hasta que quedamos mucho más cerca. Posó su dedo índice sobre mis labios y me besó ligeramente a través de él, apenas existió un ligero roce.
    ¿Eso qué significa? – pregunté.
Me miró aún empapada en llanto. Que es incorrecto.
    Sólo estaba consolándote, tenía que hacerlo – respondí y tomé su rostro con ambas manos – Hylton no va a volver a causarte más penas.

Me envolvió en un abrazo al que correspondí. Angie apareció al final de las escaleras, seguida de Sean. Nos miraban desconcertados, pero Angie inició una sonrisa medio extraña y se unió a nosotros, le abrí un brazo para que pudiera entrar. Nos quedamos así unos cuantos momentos.

    Te dije que él no era malo, Ann – le dijo Angie.
    Aún no confió en él – me acarició el brazo en un gesto amistoso – Sólo no vuelvas a hacer eso.
    ¿Hacer qué? – preguntó Angie y me miró, buscando una respuesta.

Cerré mi boca como si fuera un cierre hacia Annie y luego me encogí de hombros.

    Todo muy bello, pero ¿Qué hay de Michael? – pronunció Sean, ajeno a la situación.

Annie volvió a su expresión de dolor de inmediato.

    Te golpearé – le pronuncié, con odio.
    La lluvia aún no se detiene, podremos dormir en su habitación, hay un colchón extra en la habitación de Susie y muchas mantas gruesas en la de la abuela – propuso Angie.
    ¿Dormir? – dijo Annie y me señaló - ¿Con él?
    Me portaré bien – dije – Pero dormiré con alguna de ustedes o en el suelo, ni soñando que Sean se me va a acercar.
    Ya lo dijo, en el suelo – rió Annie suavemente.

Me tocó pagar la última vela y me involucré realmente en dormirme. Supuse que Annie lloraría, pero no podría sostenerme de pie mañana en mi sesión con la terapeuta si no dormía bien ésta noche. La lluvia resultó ser un sonido arrullador, puesto que la ventana era lo último que recordaba antes de cerrar los ojos.
Parecieron transcurrir segundos, pues cuando aquellas manos me tomaron de forma violenta de mi camisa aún estaba abatido por el cansancio. Me empujaron a través de la puerta de forma nada ligera; supuse que era para que no confundiera aquél hecho con un sueño. Luego creí que me arrojarían dentro del maletero, pero eran más amables que secuestradores, pero parecían estar aún más enojados. Con la vista nublosa, eché una mirada hacia atrás y extrañé la distancia que me separaba de mi coche, y de las chicas que corrieron de pronto hasta la puerta principal y se habían quedado allí mismo, totalmente paralizadas.

Tomé el hombro del conductor con una extraña pesadez que mi brazo había adoptado y me desmayé ante el primer semáforo.


Ethan, alias "El desaparecido" les manda un saludo.
Ésta vez realmente lamento haber tardado. Tendría que haberlo tenido listo el fin de semana pasado... o el miercoles... oh, pues bueno. 

P R E G U N T A  ~
¿Pondrías las manos al fuego por Dylan?


Espero sus opiniones :)
L.O.V.E

2 comentarios:

  1. o.0 Dylan beso a annie O_O wow!!! eso no lo esperaba, lo siento por el no se me produce lastima sin embargo y como contestacion a tu pregunta es no, aun no confio en el y mi instinto no me engaña se que tuvo que ver algo con la muerte de Michael, ojala nadie le crea ya decia yo que moon era sean jajajaja la historia se vuelve mas interesante no te rindas tu don es escribir y debes seguir cultivandolo
    atte: pamela

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  2. Ya estoy aquí, como te juré hace unos días...lalalala (8) culpa mía y de mi cerebro de pez, te ruego que me disculpes XD
    Un capitulo muy sorprenderte y intrigante :F respondiendo a tu pregunta no, no pondría la mano en el fuego por él. No me da buena espina todavía, no se si será cuestión de tiempo o de que, pero no me entra todavía mucho por los ojos :/
    Tengo que darte las gracias una vez más por un nuevo capitulo, por volver a hacerme olvidar todos los problemas y darme la oportunidad de haber podido pasar un rato con tu historia y sus maravillosos personajes!
    Un saludo para mi vecino Ethan también jajajajaja esperemos que el huracán Valencia no se lo lleve D:
    Te quiero ~ ♥

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