[Trust] Capítulo 12: "El rap de las últimas palabras" // Por Michael Hylton


Narra Michael.

 Cada vez que olvidaba un sueño importante, me suponía que era una pérdida de tiempo intentar recordarlo. Es cierto que paso de las cosas irrelevantes de una situación futura, porque aunque existan momentos en el mañana que sean de suma importancia, entre ellos ocurren los momentos perdidos. Como mi recorrido de mi casa hasta la escuela, cuando mi cabeza está sumergida en el contenido que debo memorizar antes de una prueba o como cuando el sol sofocante me obliga a desearle al día su fin, y si es posible, una noche fresca y tranquila, sin sirenas de ambulancias durante las dos primeras horas que son cuando me cuesta quedarme dormido. Son las notas vocales intermedias que los cantantes novatos se olvidan de darles importancia; son los versos que unen a los párrafos más importantes, algo de lo que dependen.

Si mis sueños fueran fantasías inútiles para distraer al intelecto, no me preocuparía tanto olvidarme de ellos. He intentado superar el hecho de que mi memoria no es activa y de que nunca lo será, pues me veo perezoso para ejercitarla. Me resigné de muchas cosas en el pasado, tales como no poder ser capaz de llevar una visión a la vida mediante las palabras antes de que realmente suceda. Esto resulta terriblemente egoísta, pues la finalidad sería llevarme el crédito por mis predicciones. “Michael dijo que esto pasaría” sí, tengo mi lado egocéntrico el cual me ocupo de que nadie conozca.

A veces los sueños son un gran medio de comunicación.  Lo que sea que haya detrás de la muerte -algo a lo que a mí me gusta denominar como otra dimensión tan cercana como inalcanzable – puede percibir la vibración que generan nuestras acciones al movernos, o incluso se pueden oír oraciones tan claras como en nuestro mismo idioma.

No significaría que el espíritu de napoleón se fuera a comunicar conmigo, pues apenas tengo algo que ver con él. Nada es eso. Estoy describiendo una situación con alguien desagradablemente cercano a mi persona, alguien que me conozca y sepa de mí al menos por algún rumor inventado recién salido por ahí.
Mientras yacía sobre el colchón pelado usando mis propias manos como almohada, relucía en mí un encuentro que a pesar de las circunstancias, se haría posible. Ésa es la voluntad de Dylan, algo que envidio de él. Su fuerza, tan potente, tan ágil. Se estaba comunicando conmigo.

No se trataba de una visión, pues no se abría lugar en el mundo físico, lo cual no creo que haya sido necesario para su entendimiento. A personas con el sentido mental tan agudo les aburren ciertos encuentros cuando éstos pueden ocurrir de una forma más sobrenatural. No creo que al resto de la humanidad le hubiera interesado mi intercambio de ideas con Dylan, pues se trataba nada más de un recorte restringido, caprichoso e irrelevante. Entonces ocurriría dentro de mi mente, nada más alejado que eso.
Las personas tienden a pasar por alto los detalles o las causas de sus propios problemas y eso les impide la vulnerabilidad ante los resultados. Creo que la siguiente conversación explicaría muchos hechos del futuro, pero aún así no le concedería la denominación de una visión.

Estoy acostumbrado a escuchar a mis sueños, porque generalmente nunca se equivocan.

Comenzó en una sala con una decoración bastante agradable. Arrugué el gesto cuando noté las velas anaranjadas sobre unos finos candelabros viejos que parecían ser resultado de una laboriosa artesanía antigua. Era ridículamente reconocible. Ése era su gusto; Dylan había elegido el lugar de encuentro.
Me limité a rodear la sala casi rozando mi hombro contra la pared arruinando ligeramente su papel tapiz. Sentí la textura de las decoraciones talladas en madera en cada una de las esquinas. Aquél lugar se consumiría de manera excesivamente  rápida con una ligera acción de un pequeño fósforo, cayera donde cayera.

Apareció delante de mí con su usual sonrisa maquiavélica y  me cruzó por delante para elegir su silla. Ya estando en la mía y vigilando desde la altura que ésta me proporcionaba, relajé mis hombros hasta dar con el respaldo. La ligera llama de la vela de en medio le ocultaba la mitad del rostro y solo se dejaba ver un ojo. Imitaba una de ésas escenas en las que los tigres furiosos acechan a su presa con su natural elegancia detrás de una corteza arboleda que le sirve de escondite.

Había una oleada profunda de oscuridad detrás de él y supuse que era igual a mis espaldas. Entonces levanté el rostro lo suficiente como para no enfrentar la eterna dimensión de sombras de nos rodeaban y fingí desinterés.

¡Pero claro que le temía a los peligros imaginarios que surgían de cada rincón de la penumbra! Generalmente no me muestro débil. Siempre he intentado ser rudo, de cemento, indestructible; pero he alcanzado el adjetivo sólo con la apariencia. Dentro de mí temblaba dramáticamente; tanto que sentí que los lagrimales se agolpaban contra la cavidad de los ojos y expulsaban toda su agua para lograr hacerme ver como un llorón.
Se me nubló la vista y no sabía como limpiarme los ojos sin parecer recién salido de un funeral. No pude con ello. Entonces me cubrí la cara con una mano por unos instantes, sin frotar, sin moverla y luego regresé a mi antigua posición con un fingido resentimiento y un ligero temor.

En verdad nunca he querido morir, deseaba ser el autor de mi propio fin. El dueño de mi propio accidente. El único que podría arrebatarme la dignidad y aún así poseerla por mí, era yo mismo. A nadie le permitiría causarme semejante escena. Pero no es un pensamiento sano de todos modos.

        ¿Por qué alguien como tú se ocuparía de fulminar vidas insignificantes? – le hablé por primera vez con miedo.
        No podría decírtelo – creí que sonreiría, pero lucía tan vulnerable como temeroso estaba yo – Mis propios cálculos no me lo permiten – fingió una mueca de seguridad, convencido de que aquella era la mejor respuesta que podía dar.
        ¿No crees que... – reflexioné – Si me dijeras que es lo que te molesta de mí, podría arreglarlo y dejaría de molestarte?
        No – respondió antes de que terminara de pronunciar mi última palabra. Continuó en silencio.
No creí que me dijera sus razones, así que me limité a permanecer callado. Pero él no soportó ni la mitad del tiempo que estaba dispuesto a darle. Saltó de su silla y atravesó la vela ignorando que pudiera llegar a quemarse y se quedó mirándome.

        Si arreglas lo malo en ti, serás una buena persona. Y no voy a soportar que alguien que me causa asco se vuelva mucho mejor que yo. Es como permitirle a un ratón morderte ¡Es como morir entre diminutas hormigas asesinas! Voy a terminar contigo antes de que puedas reaccionar siquiera un movimiento. Voy a asesinarte dentro de tu propia mente y voy a poseer todo lo que te hace a ti, y tú... Tú vas a observar mientras ocurre.
        Qué pena decirte que no eres tan distinto de mí. Número uno, esa es la peor cosa que puede decirte alguien – me miraba con llamas de furia en sus ojos – y número dos, el mundo estaría mucho mejor sin nosotros.
        Es por eso que te encierro en una sala de cuatro paredes. Es por eso que somos dos perros dentro de una misma caja, tratando de matarnos entre nosotros. Si no soportas esto por nada más, voy a hacerte el favor de acabar con tu vida ¿Qué no es eso lo que quieres?

        Mejor cierra la boca – se venía sobre mí, apenas si podía cubrirme.

        ¡Pero claro! ¿Qué ridiculez más grande, no crees? ¿Qué clase de ser querría morir? – hizo una pausa y se tragó la briza nevada que le venía de frente – Tienes todo lo que puede desear un esperanzado, pero aún así echas avisos de suicidios. No estás hecho para ser feliz, estás condenado al sufrimiento, a la eterna auto-crítica, a la insuficiencia emocional.
        Puedo vivir con eso.

        No, no puedes ni pudiste. Jamás podrás hacerlo. No tienes sueños y expectativas, no tienes un futuro y por eso te ilumina tanto el mañana de los demás. Morirás de una forma desagradable y violenta, algo incapaz de recrear en tu cabecita.

        Yo no soy el que tiene miedo de matar – le señalé indirectamente.

        ¿Ah sí? ¿Entonces? Soy consciente de que puedes asesinarme si se te da la gana, es decir, ya lo has intentado – abrió su camisa por el cuello, deshaciendo un par de costuras y demostrándome la M capital que formaba el rastro de herida violeta en su pecho – ¡Qué audaz de mi parte! ¡Enfrentarte de todos modos! Eso prueba que no te tengo miedo, lo sabes.

Cada pieza del rompecabezas que necesitaba parecía caerle del cielo. El mundo y sus circunstancias parecían amoldarse a él, o él a ellas. Su capacidad de insecto asqueroso a sobrevivir a una guerra atómica me causaba envidia; el tipo de envidia derivada del odio. Yo mismo no me buscaría una doble derrota, pero él si lo hacía y estaba bien con eso ¡Pero aún! Estaba ganando. Su fin no era calmar el clima entre ambos, no quería que el bien se me acercara a rozar de ninguna forma imaginable. Quería convertirme en odioso, igual que él, hasta su nivel. Oh sí, eso quería.

La forma más lograda de hacerlo era provocar el mí lo que yo provocaba en él. Envidia y valga la redundancia.

Se lo dije. Lo expresé.

        Cuando llegues a tu punto, digo, cuanto te odie completamente... – fui interrumpido.
        Y lo estoy logrando, para tu pesar de envidioso resentido.
        No es difícil que la gente te odie Dylan. Pasas de un nivel de dificultad en el que te subestimo a uno en el que adivino cada movimiento que planeas en tu cabezota.
        ¿Quién está en la cabeza de quién? Es mi dominio.
        ¡Es mi cabeza! – grité sintiendo la rabia empujando a mis ojos de sus cavidades para correr disparada a asesinarlo – Yo decido lo que ocurre en ella.

Tengo mejores cosas en que preocuparme como para envidiar a un perfecto dueño de la maniobra mental; alguien a quien se le cumplen los mandados en el mundo físico sin la necesidad de mover un dedo.
Oh, el tiempo. Me convencí de que no me quedaba más, de que tenía que robar de mis prioridades más importantes. Visualicé el encontrar a Justin y volver con los demás, visualicé a Annie y a cierta oveja española que detuvo mi cortesía de viajar entre mis propios recuerdos y me devolvió al instante a la siguiente situación, en la que estaba todavía con Dylan.

Me observaba como si alguna cosa suya dependiera de lo que yo dijera y entonces comprendí que me había hecho una pregunta. O mucho menos, algún comentario desagradable.
        ¿Estás enfermo? – le pregunté.

        Puedes pensar lo que quieras. Los inferiores suelen tragarse cuentos que ellos mismos inventan para calmar las ansias de casi todo. Hasta de morir.

        Tú deseas tener ése poder tanto como yo – mi alma salía de mis palabras sin mi permiso – Trato de convencerte de que no es así, de que vives a cómo has sido hecho ¿Por qué quieres matarme? ¿Por qué mejor no intentas culparme de algún crimen ridículo para que me metan en la cárcel? Eso sería menos terrorífico y me verías sufrir si eso es lo que quieres. Y no digas que no puedes porque tienes las habilidades criminalísticas tales como las de un profesional... y si no fuera así, podrías robárselas a algún abogado loco. Estoy seguro de que lo arreglarías. Te amoldarías al asunto tal y como lo haces con todo.

Yo planeaba las cosas, yo no sabía improvisar. Realmente estaba en peligro y el miedo comenzó a apoderarse de mis sentidos y los llevo hasta la primera capa de mi piel para que sean visibles. Había olvidado que era un sueño, que podía ahorcarlo con el hilo de un yo-yo.

        Nunca quise asesinarte tal como lo describe la palabra. Eso sería un bello cuadro dramático, la mejor de mis pinturas. Yo no te regalaría tal obra de arte, no te la mereces ¡Estás robando mi atención como no lo mereces!

        Estás golpeando a una espejo Dylan, a nadie más que a ti mismo – murmuré – Y yo también – No podía aceptarlo ¡Él no conseguiría lo que se propone aunque tenga la más fuerte de las suertes de su lado!
        Quisiera decir hasta pronto – se lamentó irónicamente – Simplemente no va a pasar.
        No sabes hacer amenazas – mantuve la última palabra y mi mirada se congeló frente a la débil llama que relucía en lo más alto de la vela. Aún resistente y firme como si acabaran de encenderla, apenas dos gotas de cera sobre el candelabro fino. Como si todo hubiera transcurrido en un segundo; como si la velocidad se apegara a la de una visión simple al dormitar en el último lugar dónde me había quedado.

De pronto volvían a mí, en detalle, cada una de las líneas de la habitación; y seguida de éstas, los colores ¿La nieve qué querría decir? Si tan sólo eran el descanso del verde primaveral que aún encontraba en ciertos rincones del bosque, sobre algunos árboles elegantemente parados que aún no perdían sus esperanzas.

        ¿Dices que ya es mi turno? – eliminé la borrosidad de mi visión tras un par de segundos.
        Todavía no, es que estabas hablando incoherencias que me perturba repetir – Sean estaba junto a mi cama, casi sobre mis pies y atajando el aire frío que parecía surgir de la nada. La taza de agua caliente de pronto dejó de verse tan mal.

 Lucía como un perro amarrado a una bici sin ruedas. Casi podía imaginar una nube negra sobre su cabeza. No lucía la mirada radiante del chico joven que había conocido una vez en la escuela militar. Le pregunté qué sucedía, lo cual le pareció irrelevante.

        Viejo, estar en la guerra apesta – contestó quejándose, después de unos instantes – Si llego a sobrevivir, mi vida no será menos complicada. Creo que van a internarme en un estúpido psicólogo el resto de la secundaria.
        ¿No estás en el último año como todos nosotros? No puede quedarte tanto tiempo de secundaria como tú dices – malogré el intento de querer levantarme, pues un leve mareo apoderó a casi todos mis sentidos y tuve que detenerme justo dónde estaba.
        ¿Acaso crees que nos devolverán al salón así como así? Hemos perdido como ocho meses dentro de la idea de ser héroes con uniforme. Apenas si puedo creer que estés bien con todo esto. Claro, desapareciste unos cinco días ¿Qué tal si me cubres para salir corriendo por dónde tú viniste? – se puso de pie y me observó como si fuera un nuevo espécimen de humano - ¡Siquiera dime por qué estás aquí! Si tuviera la oportunidad de huir, jamás me acercaría a este país o... continente.
        Tengo que buscar a mi hermano.
        Debiste preocuparte antes por tu hermano, debieron huir antes de que nos enseñaran a jurar lealtad ¡Eres tan estúpido!
        Cálmate Sean – alzó sus brazos y volví a colocárselos hacia abajo – Sólo es locura pre-guerra. La depresión post-guerra que viene después es un poco más tranquila.
        ¿Sabes? Te ves tan ridículo recitando cosas y tratando de lucir como que tienes razón en todas ellas ¿Acaso has visto el cielo en las mañanas? ¿Esa cosa amarilla y redonda que irradia luz? Ése es el sol, y ése es el centro del universo, no tú – entonces Dan cayó dormido frente al teclado con los auriculares puestos. Sean se levantó, le quitó tantos cables de encima y le dijo que tomara mi lugar para acostarse – Es tu turno. Espero que recuerdes lo que hace un radio operador.
        Si, no te preocupes – tomé el antiguo lugar de Dan y me dejé los auriculares colgados al cuello.
        Así no se hace, debes escuchar los mensajes. Un avión puede estrellarse por tu culpa si no trabajas como se debe.
        ¡Sólo escúchame! – me enredé las manos en mi propio cabello – Estás confundido, es todo. No es un verdadero problema. Tiendes a exagerarlo todo y a sentir inseguridad sobre el futuro, como cualquier otro engendro de diecisiete años – me coloqué los audífonos y experimente ruidos desagradablemente fuertes que dañaban mis conductos auditivos de una forma muy aguda.

Podía haber perdido todos mis reflejos bajo aquél perturbable sonido. Era incapaz de teclear y me había olvidado del código Morse. Una vez más quise mantenerme firme  y me desvanecí ante el primer intento. Respondí sólo un par de llamadas y me quité los infernales objetos de la cabeza. Sean observaba el suelo y armaba parejas entre las cucarachas.

        Escucha, no es tan ridículo como resulta arriesgado – le hablé un poco más calmado – Mi hermano no está del lado fácil, está con los canadienses porque él nació allí, a mí me descubrieron y me trajeron para enseñarme a matarlo. El alma no me falla por querer buscarlo y huir, creo que ya te lo he dicho. Tú, canadiense, tienes suerte de que aún te tienen aquí, eres tan propenso del mismo peligro que yo.
        ¿Eso último es cierto? – alzó la cabeza.
        Físicamente sí – me pasé la mano por el rostro – Ahora, psicológicamente...
        ¿Estás enfermo? – le oí recitar casi con mi misma voz, como en mi sueño. Percatar éste tipo de cosas era recurrente en mi vida, pero nunca resultaban salir de personas distintas a las que visualmente había sentido dentro de mis predicciones.

Puedes pensar lo que quieras. Los inferiores suelen tragarse cuentos que ellos mismos inventan para calmar las ansias de casi todo. Pensé en responderle.
Hasta morir.

Mierda, mierda. Qué asco.

        ¿Si te digo que si... te calmas? – solté una opción jugosa.
        Quiero toda la respuesta, completa. Sin las partes que le evitas a la gente porque crees que no las entenderá. Estoy aquí para dar hasta la última gota de sudor en el sentido que tú prefieras. Necesito que me digas la verdad, no versos vestidos de princesa rosa.
        Está bien, me basta con eso – le creí, me atreví a aceptarlo – Yo no estoy enfermo, o loco. Pero a las personas normales se les hace más fáciles aceptar ésos términos que creer en criaturas de sangre azul. Eso invade su creatividad, a veces la corrompe ¿Y quién somos sin el derecho de poder imaginar? ¿Sin su límite para separar qué ideas son nuestras y cuales pertenecen a la naturaleza?
        Estoy bastante seguro de que si lo ven, lo creerán.
        Si ése fuera el mensaje que tengo que dar todo sería más fácil y ni siquiera estaría aquí. La vida es un poco más interesante que eso, Sean ¿Cómo te atreves a subestimar la creatividad del mundo físico?
        Cuando dices mundo físico... – dijo arrojando a la basura la idea de que yo era un buen radio operador y apenas sintió pena por los aviones en pleno vuelo que esperaban recibir órdenes - ¿Te refieres a la creación? ¿Dios apenas es dueño de eso?
        Dios es dueño de muchas cosas más que el mundo físico. Dios es responsable de cosas insólitas... hasta de mí, por ejemplo. Suena increíblemente estúpido, pero creo que así es.
        No creo que conozcas la eficiencia de Dios en lo absoluto. Podrías encontrar todas las respuestas que proporcionas a desamparados si tan sólo les obligas a asistir a un culto ¿Siquiera crees en Dios?
        Para eso estoy aquí, queridísimo monaguillo, para instruir a los que no aprenden el significado de la vida ni aunque los castigues con un palo. Ésos necesitan otro tipo de golpe. Aunque aún no he enfrentado a mi desafío más difícil, alguien que realmente merezca un golpe... – y de forma inmediata, Dylan Blake se visualizó en mi miente otra vez – Oh no, espera. Creo que si hay alguien.
        Ése es tu maldito problema. Tan especial, tan infalible como inventar que tu líquido sanguíneo posee un color diferente ¡Te crees Jesucristo!
        ¡Yo no me creo Jesucristo, por el amor de tu maldita madre! ¿Es tan difícil de entender? – me resguardé del golpe que Sean quiso soltarme y lo detuve con ambas manos – Lo siento, respeta que también soy un humano y hago con mi misión lo mejor que puedo. A veces olvido que la gente no me comprende tan fácil, es todo tan obvio a mis ojos. Pero no puedo de verdad creer que me creas un impostor, tú mismo viste el color de mi sangre.
        Sufro de una enfermedad, soy daltónico Michael. Y si no me decías que tu sangre era azul, yo apenas notaba un pequeño tono fuera de lugar de la gama normal del rojo.

El calor se me subió a la cabeza.

        Debe ser una broma – me llevé las manos al rostro y me solté de inmediato - ¿Dices que tú ves mi sangre roja? ¿Todo lo azul lo ves rojo? ¡Aún así debiste haber notado la diferencia! Entonces tu sangre la ves azul, o de algún otro color al que debes acostumbrar llamarle “rojo”.
        No, al rojo lo veo rojo. Al azul lo veo rojo. Quizá ahora ya no quieras ser un humano real.
        Qué confuso – aún seguía en mi cabeza lo que le había revelado sin ser necesario – Quiero morir.
        Te haré el favor – aún seguía enojado.
        ¿Ahora tú? ¿Por qué todo el mundo me odia?
        ¡Porque los locos merecen morir!
        Oh, los locos no merecen morir ¡Los locos merecen vivir más que nadie! Son los que mantienen al mundo girando.
        Yo tenía razón, estás enfermo.
        ¡Tú estás más enfermo maldito bastardo hijo de perra!

Mi estado neurótico controló la siguiente elección de mis acciones y me dejó al tendal. Terminé encerrado dentro de una serie de golpes. Sean realmente parecía tener fervientes ganas de torcerme el cuello y acabar como el cruel asesino al que aún no lograban convertirlo. Dan se despertó y tomó lugar en el embrollo y separó a Sean de mí. El chico lamentó haberse despertado y nos riñó por los fuertes gritos que le habían azotado los sueños. Tanto que sugirió ser el primero que fuera al campo mañana en la mañana.

        No, yo iré.

Insistí en que me dejara su lugar, pues mientras más pronto llegara con Justin, menos masas de idiotas tenía que soportar sobre mí.

Dan se volvió a la cama y entró en descanso casi al instante. Sean me miraba desde su lugar mientras me desataba los cables del cuello con los que trató de estrangularme. A través de su mente debería estar pensando en que jamás lo perdonaría, que una persona normal no lidia con escenas como esa a diario ¡Pero qué  fallo de ser humano que yo era en tantos sentidos! No podía dejar salir a otra oveja por puro capricho o porque no me callera bien.

Mil rayos. Debí hacer nacido en un perro o en algo más fácil.

Creo que pasaron un par de horas antes de que volviera a hablarme. No podía mantener ése ruido incesante en mis oídos por un tiempo prolongado. Así que, por ciertos ratos, descansaba la audición con el principal sonido de la brisa del paisaje nevado.

        Conozco un buen hogar donde te ayudan a centrar la mente en lo que debes – comenzó a murmurar – Si te ataqué antes, es porque trato de centrarte, de ayudarte. Puedes salir de esto si trabajas...
        Agh, por favor. Cállate, no quiero oírte decir tales estupideces. Cambiar la forma de pensar de la gente es mi trabajo, no el tuyo ¿Acaso quieres convertirme en otro ser confundido del montón? ¿Quieres aplastar la única mosca sobreviviente? Por favor no, no antes de que tenga hijos.
        Es que, me preocupa...
        Tienes la mente tan cerrada Sean que me das asco. Pero en fin, debes tener cierta parte de mi visión del mundo.
        No quiero estar loco – afirmó.
        Estar loco es lo mejor que puede pasarte. Lo pronuncias como algo malo – observé en él alguna forma de entrar a su conciencia - ¿Sabes? Si nuestros mundos son opuestos, en el mío, el que está loco eres tú.
        No hay nada más común en un loco que mencionar algo sobre su mundo. Mi mundo es el mundo real. Existe, yo lo veo.
        El mío también existe y también lo veo – tecleé un par de cosas con el aparato mientras hablaba - ¡Oh, parece que llevamos la misma cantidad de puntos! – exclamé con una gran sonrisa de satisfacción – En realidad podría mostrarme en detalle. Yo puedo convencer a quien sea sobre lo que sea. En ésta primera parte sólo me estaba divirtiéndome contigo.
        ¿O sea que todo lo que dices es mentira?
        Todo lo que dije, desgraciadamente o no para ti, es real – pronuncié con ganas - ¡Vaya! No sé que tienes con poner todo lo que te digo al revés.

Meditó varios instantes y muchas veces intentó impulsarse a decir algo que pudiera defenderlo de mi supuesta locura.

        Es que... – oí en él un tono de derrota, de insuficiencia – Mi familia adoptiva es muy religiosa, y el hecho de que te metas con Dios como si fuera algo de tu propiedad levanta en mí el respeto que tengo por mis padres y siento que tengo que defenderlos. Ya sabes, por todo lo que han hecho por mí.
        Mi intención no es separar a la gente de la religión, Sean. Yo creo en Dios de una forma que podría estar horas y días completos describiéndote. Él fue quién me da esto de ayudarte a ver las cosas de una manera extraordinaria, y no estarás mal con él si lo haces. No vengo a obligarte a nada. Vengo a obligarme a mí, que es muy diferente, a completar mi objetivo contigo.
        ¿Y ése cual es?
        ¿Realmente crees que valga la pena contártelo? Sé cómo manejarme con cada persona que se me presenta al reto, y yo creo que si te comparto lo que debo hacer en palabras de tu misma lengua, vas a aborrecerlas y harán todo más difícil. Quizá te marque creencias que quizá luego no puedas quitarte.
        Entonces eso que dices de la sangre azul...
        Es simbólico – interrumpí – La vida y sus objetivos nos llama en símbolos. Para interpretar sueños tienes que pensar en símbolos. Por ejemplo, si sueñas con una hermosa torre que se derrumba sobre ti, no significa que el día de mañana una masa de escombros va a terminar con tu vida, las cosas no pasan así en los sueños. En los míos sí, pero en los tuyos no, y no siempre de hecho. La torre puede significar tus planes o preocupaciones. Que se caiga puede ser que tus esperanzas de cumplir lo que quieres se están desmoronando y que te vas a hundir entre ellas y probablemente en el futuro pases alguna situación de desesperación por eso. No significa que vas a morir, los sueños que predicen muertes son un poco más... diferentes. Así es como sacas el futuro de alguien y mucha gente puede hacerlo. Lo que me hace diferente es que tengo esa habilidad poco más desarrollada, como si la hubiera practicado antes de nacer.
        ¿Entonces como explicas esa habilidad? ¿Cómo convences a la gente de lo que lo que haces está bien con la naturaleza y su rumbo espiritual?
        Sean, no vengo aquí para que creas en mí, sino para que creas en ti. Y te confíes la posibilidad de lograr algo inmenso con tu vida. En fin, es algo que descubro cada día que abro los ojos, es cierto don que se me ha confiado, no tuve que ser especial en nada ni superar ninguna prueba, simplemente estoy aquí y soy la imagen que te obliga a usar tu cabeza.
        Dijiste que no ibas a obligarme a hacer nada.
        Dije que soy una imagen, no un sonido, ocúpate de lo que te hago ver. Obligar es una palabra, y yo odio a las palabras.
        Sin las palabras no te comunicas – retumbaron los versos de Annie pero con su voz.
        No en ése sentido, es algo muy difícil de explicar – volví a concentrarme – Pero no te distraigas del tema principal.

Volvió a quedarse callado, quizá por incapaz de conseguir alguna buena excusa para silenciarme a mí. Jugó con sus dedos un par de veces y le quité mi mirada de encima. Habría que dejarle espacio y los ojos negros normalmente intimidan de forma desgarradora a la calma de cualquier persona. Me lo temía, tenía que actuar con cautela.

        ¿Haces esto con toda la gente que conoces? – pareció aceptarme de inmediato. Provocó una ligera sensación de éxito en mí.
        Más o menos – le respondí – Si se me llama a hacerlo.
        Sigues hablando como un loco y... quisiera encontrar otra palabra para calificarte, una mejor.
        No te preocupes por las palabras. Por cada diálogo que comparten las personas se forma una imagen y eso es lo que yo veo cuando me hablan. A veces espero que los demás también lo hagan, pero creo que debería tenerles un poco más de paciencia.
        Estar rodeado de gente que no entiende lo que dices debe requerir mucho de ésa ¿No es irritante?
        Te grité un par de veces. Tú júzgalo.

Inició una mueca de una sonrisa y luego volvió a su gesto pensativo cubierto de calma. No era la mirada nerviosa que surge a la sensación de sentirse atrapado entre dos opciones urgentes. Casi podía sentir como la brisa se le atravesaba de una oreja a la otra, encontrando un suave canal vació, dispuesto al cambio, adentro de su mente.

A veces no entiendo como lo hago. Comienzo a creer que todo lo hacen ellos, que de verdad soy sólo una imagen que les refleja su estado neutral.

Quizá no tengo rostro, quizá soy blanco. Iba a preguntárselo, pero eso sólo lograría afirmar su teoría de que estoy loco. No, mejor era callar.

        Oye y... ¿Conoces trucos mentales? – tomó la iniciativa bastante ansioso.
        Sólo algunos, de nombre nada más – respondí al mismo tiempo que pensaba en que debía devolver mis oídos al infernal ruido de aquél aparataje – Pero siempre he sido demasiado perezoso como para practicarlos o dominarlos a pura voluntad. No soy un gran mentalista, al menos, no uno responsable.
        Supongo que conoces al menos el procedimiento – realmente quería jugar con ello.
        Una vez intenté uno con mi novia – solté repugnancia al pronunciar tal cosa – La desmayé. Soy un inútil.

¿Qué tan egocéntrico pudo haber sonado aquello? Parecía que alardeaba.
Agh ¿Tenía que darme cuenta de las cosas después de que las decía?

        La chica con la que viniste ¿Ella es tu novia? – Abrió los ojos tanto como sus párpados se lo permitían.
        Te ves sorprendido – intenté reír pero fracasé.
        No te ofendas, pero eres tan raro que, el que tengas una novia parece algo inusual. Eso es algo que pertenece a mi mundo.
        No sabes la historia que hay detrás de esa horrible palabra – Y no quiero ser grosero pero no tengo intenciones de contártela – Y no puedo creer que hayas dicho mi mundo, pues según tus reglas, debería tomarte de loco ahora mismo.
        Eso ya pasó – afirmó – Tengo que replantearme cierta cantidad de cosas ahora que me volteaste la cabeza.

¿Eso hice? Asombroso.

Volteó la cabeza y me sumergí toda la noche en mi trabajo. Me quitaba de la cabeza los audífonos enormes cada tanto para silenciar a los nervios. Creí que estaba feliz y lo sentí mal. Es extrañamente arriesgado decir que se está tranquilo, pues generalmente no me gusta llamar a la mala suerte. Estaba en un fuerte, eran las tres de la mañana y podía morir en cualquier minuto, pero estaba recuperado, estaba bien con eso.
Tenía descrito el mapa de mis acciones para mañana. Hasta incluso visualicé imaginariamente lugares que no conocía dónde podría encontrar a Justin.

De pronto hice míos sus propios problemas. Su vulnerabilidad de agrandar los problemas no era la mejor herramienta para un caso como... matar. Si.

Resultaba una nueva carga ¿Qué sería de Michael sin algún misterio que resolver? ¿Qué sería para mí haber nacido para ser inútil? Un indigente de la verdad, un pionero de la limpieza mental, un misionero en busca de lo que se merece. Que egoísta me resultaban mis propios términos para definirme.

Comencé a tener miedo. A querer huir de un probable choque. No quería ir al extremo, no quería volverme loco. Justin no era mi pesar pero ¡Qué confusión más jugosa! Si de él yo no me hago cargo pero tampoco puedo dejarlo en una canasta frente a la puerta de alguna anciana. No lo sentía tan cercano en ése momento, quizá por estar tan lejos, quizá porque mi propio mecanismo mental humano hace de mis pensamientos una compañía que se siente entre nosotros dos y se agrada separándonos en valles opuestos.
Lo sentía, sabía de lo que era consiente pero no me atrevía a terminar con aquello. Tenía que obligarme. Me vi decidido ¿De qué clase de dios soy un ejemplo?

Cuánta sangre de mentiras he teñido
¿Qué caso tiene?
Morirme,
Dentro de un hoyo compartido.
Es el rival ¡Para su canto,
No le hacen falta luces!
Finjo ser ciego, lo maldigo
Maldito orgullo, me seduces.
Tenía que obligarme, yo
Pues cuantas horas expiraron
Tiempo virgen respirando
Pensando,
Tejiendo ovejas, discípulo de un asno.
Mientras esté bien,
Seguro  de ti, la vil compañía
Que desata desde el día
En el día en que te noté.
Es un ángel, una estrella
Resultó del cielo, de sus actitudes
Me atraganta, exaspera
Aquél demonio de ojos azules.
[…]

Me vi detrás de cinco barrotes de hierro ¡Ése maldito número otra vez! Demasiada presión asfixian a un niño de apenas doce años; no creo estar en mi territorio.
Pero entonces lo pensé una vez más…

Justin.

De eso se suponía el sacrificio. Todo terminaría bien, pues dentro del campo nadie podía matarme. Sólo yo. Dylan estaba enfrascado en mi sufrimiento mucho más que en el suyo propio. Eso aún empujaba más la flecha que me indicaba que era un tipo egoísta; yo. No él. Es un disturbio, él estaba dispuesto a sacrificarse por cualquier profecía ridícula que le brindara bienestar.

Debí haberme dormido sobre el tablero con los auriculares colgando de la mesa.  Me suponía un logro, jamás comprendía que estaba dentro de un sueño cuando estaba dormido. No era capaz de casi nada cuando estaba dormido, y a la vez de tantas cosas.

El cerebro no descansa durante el período de la noche en el que duermes. Esa debe ser la razón por la que necesitamos descansar cuando estamos despiertos, a pesar de tantas horas haber dormido la noche anterior. La mente humana durante el sueño puede explicarlo todo.

¿De cuantas cosas seré capaz de hacer mientras estoy dormido? Podría quizá pensar más rápido y despejar mi cabeza de la molestia que le causa a veces ver el sol tan fuerte y ser expuesto al radiante calor. Pero no podía imaginarme al verano debajo de trescientos kilos de nieve.

Si tuviera que elegir un animal para describirme, seguramente sería un lobo. O quizá me tocó serlo en una de esas “vidas pasadas” que tanto les fascina a los niños índigo. Soy tan capaz de soportar el frio como uno de éstos animales. Pero aún así, mi enfermedad estaba aguándome los ojos e impidiéndome respirar durante hora y media, que era lo que tardaba en erguirme y levantar la cabeza.

No recuerdo los resfriados como tal. La gente parece no darles importancia, pero sobrevivir a una cuestión así alcanzaría mis expectativas de volver a estar como antes. Hace dos segundos. Tranquilo.

Ahora estaba nervioso otra vez. Me preocupaba eso de levantarme mientras estaba dormido. Incluso podía ver las estrellas… Era casi sólo una ilusión que podría ponerle fin mientras yo quisiera.
Entonces volvió a aparecer su sombra, con las manos juntas y jadeando tan cerca de mí como tan lejana era la distancia que me separaba de él.

Mi cuerpo no respondía a las órdenes y se quedó ahí justo cuando tuvo la oportunidad de clavarme cierto objeto filoso cerca del cuello. Entonces fue cuando me puse de pie y salí corriendo.
No me apetecía voltear y forzarme a una caída, pero después de unos segundos, creí no sentirlo más detrás de mí.

Mi sentido agudo de lo espiritual percibe presencias aún cuando no están ahí. Dylan y Justin, en cambio, son exactamente lo contrario. Ha habido veces en la que estoy justo detrás de ellos y son incapaces de percibir la respiración exagerada que finjo para asustarlos. No voltean hasta que les llamo.
No sé si eso es bueno, o si es malo.

Me sentía débil, por lo que me detuve. Otra vez estaba siendo abierto para que me leyeran. Era ridículo ¡Era insoportable! Podía sentir como el espíritu que ahora vive dentro de mi casa se está burlando de mí otra vez. Como cuando se me caían los libros de los estantes, los recogía, y volvían al suelo. Creo que era su obra, creo que todo éste tiempo me engañó. Es la primera vez que lo escuchaba decir algo; reírse no era menos evidencia de que era real.

Ahora tenía la casa para él sólo. Vaya tipo insoportable. Susie siempre le tenía miedo y veía a mí llorando, persuadiéndome para que vaya a verlo… y nunca le creí.

Tenía varias cosas que resolver después de hallar a Justin.

Había parado en la esquina de un barrio que recuerdo haber visto en alguna película. Sé de que se trataba, un sueño con símbolos ¡Uno humano! ¡Uno normal! Se sentía igual de reales que los míos propios, sólo que les tenía menos terror.

Al menos hasta que otros cinco perrazos negros me mostraron los dientes desde las rejas de una vieja casa y salieron de ella tras de mí.

No recuerdo cómo empecé a correr otra vez, pero ya estaba en ello cuando detuve mi mente a pensar. No tenía ideas, pero no dejaría que me mordieran.

Conseguí saltar la valla de una casa que se parecía mucho a la mía y subí  a la habitación más alta. Allí existía una réplica exacta de mi habitación, pero con los colores en negativo. No sabía qué era lo que estaba buscando hasta que lo vi, abierto en páginas debajo de mi cama. Había un cuaderno forrado en tela que había recibido de regalo de alguien a quien no recuerdo. Allí anotaba mis sueños desde que tenía como siete años. Cuando todavía no confiaba en lo que pudieran significar y decirme.

Entonces lo tomé entre mis manos y leí la última página.

Era real.

Los dos últimos sueños que había tenido eran con perros negros tratando de matarme, uno me había mordido una vez en el segundo sueño.

Nada más aterrados que soñar una cosa cierta cantidad de veces; se trata de un mensaje desesperado. Pero no estaba seguro de que si eran malas noticias después de todo.
Mi optimismo pareció llamarles a los perros y les dibujó mi vía de escape. Subieron por las escaleras, soltando baba hacia las paredes y mostrando los dientes.

El corazón se me aceleró. No había otra forma de bajar además de aventarme por la ventana. Entonces opté por el suicidio y no por el asesinato violento, para ser el dueño de mi propia muerte.
Acto seguido, me bajé de la casa desde la ventana con un salto.

Que horrible sensación. El aire de abajo busca luchar contra ti, y tú lo golpeas y te quema. Va directo hasta tu cuello - ignoro la razón – y busca aislar todo el aire que te queda por mandar a tus pulmones, porque está allí, en la laringe, en el cuello. Sentí la presión en mis brazos y en mis pies. Mis propios huesos parecían advertirme que iban a romperse y que tenían miedo. Vaya anatomía que me había tocado, ni siquiera valiente. Quise cerrar mis ojos y entonces absorbí un fuerte dolor en el mentón – sitio que primero había tocado el suelo – y luego la cabeza. No recuerdo haber sentido que el resto del cuerpo callera al suelo. Debía haber muerto con la feroz torzada en el cuello y el golpe en la cabeza.

Desperté sudando y llorando sangre.

Tenía los auriculares no en mis oídos, pero aún así en la cabeza. Me los quité y los azoté contra la pared, y el cable que los unía al aparato se zafó y soltó unas pocas chispas. Diría que eran cinco para continuar con la tortura, pero me ocupaba de creer que aún tenía mis brazos y me llevé las manos al cuello.
Me asfixiaba. Era psicológico porque estaba perfectamente sano, pero me asfixiaba. Y me dio una fuerte puntada en la cabeza.

Me puse de pie porque sentía que la silla se hundía y miré  a mis dos compañeros observándome desde la otra esquina. Aún tenía las manos en mi cuello, y dentro de la garganta parecía bajar el aire frío que no había alcanzado a respirar antes de lanzarme desde la ventana.
Si piensan lanzarse por una ventana, procuren tomar una fuerte bocanada de aire, como si fueran a sumergir la cabeza en el agua.

Les pedí que no me hablaran, pero no parecían realmente dentro de la situación. Insistieron que era una pesadilla. Pero verme morir a mí mismo contaba con muchos más puntos de… de…

        ¿Quieres que yo tome el vuelo? – Dan ya se había puesto el abrigo y las botas más gruesas.
        No, estoy bien – levanté una mano, temiendo de que se me desmoronara en cuello y no sentí de lo que hablaba – Yo lo haré.
        Pues ya está aquí, tendrás que ponerte esto – me dio su mismo chaleco y me calzó el arma sobre los guantes.
        ¿Qué? ¿No habrá tiempo para una parada?
        Michael – Sean intervino con un gesto de temor en los ojos y en sus manos inquietas – No creo que debas ir, tengo un mal presentimiento.

Listo, era lo que necesitaba. No iba a subir al maldito avión. Yo le hacía caso a ése tipo de cosas. Mi madre había muerto en un avión, no iba a recapitular tan desmerecida escena otra vez en la familia para que el fantasma de mi casa se burle de mí eternamente.

        Soldado, necesitamos todo los refuerzos posibles – el general casi rompió la puerta de una patada – Estamos en desventaja, necesito que suban.
        Pero… ¿Y los aviones? – Sean entró en debido pánico - ¡No podemos ir los tres!
        Me ocuparé de eso – empujó a Dan que era quién lucía más preparado. A mí me aventó el casco y tuve que cogerlo del aire, pero se me cayó.

Dan y Sean siguieron sus huellas hasta el avión que estaba afuera, que provocaba mucho más ruido del que sufría con el aparato infernal.

        Hylton.
        No quiero ir.

¡Para qué! El mundo no parecía querer detenerse, sino girar aún más rápido. Aún estaba sudando y todo lo que agarraba, con guantes o no, se me caía.

        ¡No es una sugerencia soldado! – pareció desgarrar sus cuerdas vocales con tal grito.
        ¡Usted no va a meterme dentro de esa cosa! Va a explotar o algo ¡Yo no voy a morir hoy señor!
        ¡Morirás hoy si se lo requiere!
        ¡No!

Me tomó del brazo y me sacó del refugio en cuestión de pocos segundos. Me solté a varios pasos del avión.

        ¡Déjeme en paz! – sentía que mis cuerdas vocales se congelaban cada vez que abría la boca y que mis lágrimas se me congelaban a medio rostro - ¡Suélteme!
        ¡Es tu país! ¡Tú responsabilidad! ¡Y te subirás a ese avión o te fusilaré aquí mismo!
        ¡No! – alargué la última “o” como me fue posible - ¡Voy a morir!

Me tomaba con las dos manos y de pronto sentía una tercera. No había nadie más allí, y detrás de la cortina de agua con sangre de mis ojos, Sean y Dan estaban ya dentro del avión y parados presenciando mi ataque de nervios.

        ¡Basta! – le grité a la tercera mano, sus uñas y filosos dedos de pianista querían encargarse en la piel de mi brazo a través de toda la ropa que tenía puesto. Solté un golpe al aire pero fallé en un blanco que apenas existía. La tercera mano tenía la más aguda ventaja, pues luego sentía que me tomaba la cabeza y quería atravesarla con puntiagudos suplementos extraños en su cuerpo - ¡Deja de hacer eso, que estás haciendo!

El general me cargó de alguna forma y obligó a Dan y a Sean a empujarme hacia dentro del avión.
No había ningún impulso para quedarme adentro y entonces empecé a golpearlo, a él y a ellos, a quienes eran capaces. Los chicos me tomaron de los brazos y le di en la cara al general con la suela pesada de mis botas de soldado. Justo antes de soltar otra patada, cerró la puerta del avión, la cual encajaba a la perfección con la pared y parecía ser parte de ella. Indestructible, ya estás volando.
Me quedé gritando quién sabe qué demonios delante de la puerta y golpeándola hasta sangrarme las manos. Me cubrí con ellas el cuello otra vez. Otra vez me asfixiaba.

        ¿Estás bien?

Le solté tal golpe a Dan que le sangró la nariz y el labio. Un chico vestido de blanco pareció salir de la cabina de control, atravesó a otros soldados que yacían incómodamente unos sobre otros, presenciando la escena, y se dirigió a mi compañero.

        ¡No necesitamos más heridos! ¡¿Comprendes?! – me gritó, todo el mundo parecía hablar ese idioma ahora mientras el grave sonido de avión fuera incesante - ¡No es con tus compañeros con quién debes pelearte! No hay manera de bajar del avión ahora que está en marcha ¡Así que, bájale el nivel a tu carisma  de malcriado y llorón!

Me lancé sobre ése chico también y lo golpeé debajo de la mandíbula con la fuerza que parecía volverme de los entrenamientos en la escuela militar. Le llevé las manos al cuello y cedí el espacio de a poco, hasta que Sean saltó sobe mí y me corrió a un lado.

        ¡¿Qué es lo que pasa contigo?! ¡¿Qué es lo que tratas de hacer?! – me gritó y cedió completamente al verme temblar.

Era incapaz de hablar, parecía zafado de mis facultades mentales. Estaba volviéndome loco, la tercera mano todavía me tomaba del brazo y del cuello. De vez en cuando me tocaba la cabeza para tratar de espantar posibles espejismos, pero las uñas de éste ser penetraban en la piel pareciendo querer alcanzar mis huesos hasta perforarlos y desvanecerme de algún paro en cualquier momento.
Iba a morir en cualquier momento. Era incapaz de pensar, soñar y regirme por algún comportamiento inteligente. El resto de los pasajeros parecían planear asesinarme ellos mismo antes de llegar al fuerte, pero llegaron al acuerdo de que todos acabarían de la misma manera en el campo, así que lo dejaron como un juego.
Ellos también tenían miedo, yo no tenía porqué ser especial. Por eso me odiaban, como Dylan.
Logré quedarme, no quieto, sino en una sola posición; abrazando al rifle y apoyando mi cabeza sobre él.
Abrí los ojos más que nunca, para que lo que pudiera ver me distrajera de lo que pudiera pensar. Mi mente jugaba conmigo citando a mi sueño y prolongándolo aún más y haciéndolo más doloroso. Los chicos del avión parecían perros con grandes hocicos, dientes largos y grandes patas. Parecían no agolparse entre sí, sino que esperaban a que yo realizara algún tipo de movimiento.

No me molesté en intentar interpretar ese sueño por razones más que obvias. No contaba con el tiempo que hubiera querido. Y porque deseaba con ansias pensar en otra cosa.

Luego encontré el único refugio que era dentro de mi mismo y me encerré y tapé mis ojos.
Cierto talento innato me obligó a desarmar aquél sueño antes de que el avión aterrice. Pero le tenía tanto miedo a los perros que forcé mis ojos a cerrarse más y a inventar alguna melodía cualquiera. Cualquier cosa que eliminara los gruñidos.

Me pesaba que ahora cada vez que estuviera desesperado, comenzara a oír gruñidos.
Quería correr pero apenas era el espacio para respirar. Malogré el querer cambiar de posición y empujé a Sean un par de veces. Él era el único que no estaba molesto conmigo, porque me tenía cierta impresión. Debió ser extraño verme de tan calmado a tan… no debió pasar ¡Debía haber accedido de forma natural! ¡Iban a meterme dentro del maldito avión de todas formas!

Mis sueños tejían todo mi camino y por eso me retenía de recordarlos. Seguro conocen mi final, yo no quiero saberlo. No puedo caminar hasta mi propia tumba. Ser el dueño de mi propia muerte no parecía un capricho mucho más reluciente. Simplemente no quería morir, ni de una forma ni de la otra. No importara quién pueda ser el culpable, no se lo permitiría a nadie, ni a la propias manos negras que sostienen éste rifle.
Al menos no vas a morir ahogado, recitaba con carisma mi primer accidente en una piscina cuando era un niño. Mi padre quiso enseñarme a zambullirme y me hundió por el tiempo equivocado.
Desde el momento siempre creí que iba a morir a causa del agua o de alguna situación similar.
Bueno, me dije. Quizá haya algún lado profundo al que me puedan arrojar cuando me disparen.
Y entonces ¡Justin!

Ése maldito hijo de perra quizá ya estaba muerto. El niño del cementerio ya no aparecía en mis visiones ¡Justo cuando hubiera recibido ayuda incluso de Dylan!

Todos estaban muertos para mí ahora, cuando le había prometido a Annie que todo estaría bien. Soy un gran fracasado, quizá me lo merezco.

Pero ¿Por qué? Creí que estaba haciendo un buen trabajo, le revelé a Sean las aventuras del mundo mental y ése mismo lugar me estaba succionando los deseos de vivir; o me estaba echando a patadas de la villa de lo asombroso.

Quizá había revelado demasiado. Quizá había sido demasiado egoísta. Quizá no quise a Annie como lo merecía, o quizá si y nunca lo expresé del modo correcto.
Quizá debí haber tratado bien a Ethan, a Justin, a Dylan.
A Christopher.

Quizá debería haberme resignado a la vida que me toca y a dejar de… No. Yo no podía siquiera pensar en eso. Luchar por lo que merezco nunca podía ser el motivo de culpa.
Quería mi vida de vuelta. Volvería a nacer si se me diera la oportunidad, aún así con ese asqueroso líquido sanguíneo color rojo ¡O incluso siendo más estúpido! ¡Un idiota! ¡Un…!

Tampoco. Maldición.

Annie no merece un idiota. Ni Justin, ni Ethan. Y sobretodo, tampoco Dylan.

Creo que merezco todo lo que ocurre y no queda nada más que esperar.

        Esperar – dijo Sean.
        ¿Por qué dijiste eso? – articulé con la voz rasposa.

Entonces él miró mi brazo y lo azul que surgía de una herida sospechosa.

        ¿Por qué azul?
        ¿Y por qué rojo? – respondí.

Asintió con un gesto de aprobación. Señaló que ignoraba también a las palabras, y comprendía lo que pasaba.
        Al menos conoces el azul – me dijo.

Me volteó la cabeza. Y al mismo tiempo me hizo ver todo lo que perdería de morir justo ahora.

        ¿Aún tienes ése mal presentimiento? – le pregunté al cabo de unos instantes.
        Es la hora en la que dices algo inteligente, pero como tienes un ataque nervioso, de todos los nervios posibles, lo diré yo. Todo tiene solución.
        Menos la muerte – respondí de inmediato.
        Nunca digas nunca.
        Nunca viviré para siempre – alcé la voz un poco más.
        ¡Nada es imposible!
        ¡Nada es imposible, menos volver de la muerte! – y me bajé el casco hasta ocultarme de él y dejar de escucharlo.

¿Verdad que es irritante? Filosofías enteras aplastadas por la crueldad de la limitación de la vida. Me causa asco ¡Que cruel repugnancia! ¿Qué acaso siempre iba a ganar? ¿Siempre?

¿Sabías que todas las cosas tienen el mismo grado de dificultad? Es a las personas a las que les cuesta más o menos hacer unas o las otras, oí a Annie en mi cabeza, citándome por completo.

        ¿Menos superar la muerte? – le contesté, algo dudoso.
        La muerte no es un obstáculo Michael, pues no hay nada más real que lo que ocurra del otro lado – me dijo y me acarició la cabeza. La tercera mano se apartó.
        No quiero ir del otro lado, por más curioso que me sienta. Es un obstáculo para seguir con mi vida.
        No es un obstáculo ni para ti ni para nadie.
        ¿Ni siquiera para ti?

Recogí una lágrima que cayó en mi mano, pero no era suya, sino mía.

        Se trata de un evento – susurró – Pasará.
        No quiero que lo pases, quiero que me permitas ser egoísta, siempre los has hecho. No voy a morir si tú me dices que no lo haré…
[…]

¿Annie?

[…]

Nunca me había pasado que no exista esquina de dónde sostenerme. Ni para voltear y aparecer en otro escenario. Todos los ángulos eran iguales, y cuando el aire se cansara de mantenerme, reduciría en tamaño y me dejaría morir.
Aquella era una espera atroz de miedo incesante, pues ¿Qué pensar para relajar las tensiones? ¿Qué un ángel se llamaba igual que yo?
Vaya batalla, era terriblemente literal. Sean  no parecía querer disturbarse como yo y tomó el lugar del líder maduro que le hacía falta a aquella manada de animales jóvenes.

        Vamos a encontrar a tu hermano – murmuró – En lo único que quiero que pienses ahora es en destartalar al avión para que se quede en tierra, cosa que después podamos volver a armarlo para salir de aquí volando.

Una tarea, vaya distracción. La necesidad de pararme mirando hacia otro lado era tan fuerte que acepté el desafío.
El avión arribó más rápido de lo que hubiera deseado que mi muerte se tardara. Cuando sentí el declive debajo de mis pies los nervios rebalsaron mi nivel permitido y lancé todo lo que podría haber dentro de mi estómago casi sobre Dan. Fue desagradable. Nunca me había enfermado de más de un resfriado y estas cosas eran ridículamente irritantes e inoportunas. Sean dijo que después de eso me sentiría mucho mejor, pues ya no tendría nada más que vomitar y estaría lúcido un par de horas más. Pero no fue tan así. Los pies me pesaban e intenté cinco veces seguidas el levantarme sólo, sin éxito alguno.

Todo el escenario superior se me caía encima, o mi cabeza se inclinaba hacia atrás sin tener yo que ordenárselo. Me sudaban las manos dentro de los guantes, pero cuando me los quitaba, las tenía frías.  Y mi piel antes morena y saludable, lucía pálida y quebradiza.

Me aterré y me volví a colocar los guantes. Tomé el rifle a duras penas pero aún seguía sin poder levantarme. Sean aprovechó las circunstancias de forma inteligente y avisó al general principal de aquél fuerte al que habíamos llegado que yo estaba enfermo y que debería quedarme quieto.
Luego se fue y me aseguró que estaría solo por aquí cerca.

El general, un tipo flacucho y alto con hombros de alas de avión se acercó a mí y me observó como por cinco o seis segundos y afirmó que estaba bien. Le aseguré que me moriría ahí mismo antes de salir y que les sería totalmente inútil allá afuera en aquél estado y me obligó a pararme. Trató de quitarme el brazo derecho cuando me levantó al primer intento, pero volví a caer conforme intentaba caminar.
En la escuela me decían que sabía actuar muy bien, pero juraba por Annie y Angie que esta vez mi comportamiento era auténtico y real. Aunque extraño, incluso para mí.
Me amenazó con buscar a más hombres para que me sacaran de allí pues  el avión tenía que partit.
Cuando se fue, puse en acción la fuerza que me quedaba y me distraje desarmando unas cosas en la cabina de control y escondiéndome las piezas en el bolsillo.
Ya cuando llegaron los otros hombres y el piloto se limitaron a empujarme fuera del avión e intentaron despegar. Desde atrás contemplaba el fruto de mi trabajo con cierta satisfacción, pero aún terriblemente preocupado.

Busqué a Sean con la vista y primero localicé a Dan  corriendo detrás de un fuerte. Envidiaba su energía y su lucidez, la de todos, incluía la de los canadienses.

Me alejé de dónde Sean me había dicho que me quedara porque me habían enviado a vigilar más profundamente el fuerte enemigo. Me pareció una excelente continuación de mi plan, así que hice lo que mejor sabía hasta llegar muy cerca de él.

Me topé con dos chicos que iban en mi salón  en la escuela Golden Bridge y sólo por eso seguía viviendo todavía. Decidieron no hacerme nada.

Les hice la señal de la paz y continué.

Entrometerme en el fuerte resultó bastante fácil. Confiaban en los chicos que vigilaban de forma insensata.
No esperé que Justin estuviera ahí dentro, pero me decepcioné al intentar abrir inútilmente habitaciones vacías.

En una de ellas encontré un arma más fuerte que la mía y entonces la cambié. Pero no vale importancia centrarse en éste pequeño dato.

Terminé fuera del lugar otra vez, sin éxito alguno, asique recorrí el resto del campo hasta llegar al siguiente.
¿Qué si no me vieron? Ah pues claro. Tenía tres balazos rozándome el tórax – se ve que adoraban mi espalda y entonces me disparaban siempre en el mismo lugar -  y otros cuatro de los que me había salvado el casco y el chaleco. Un tipo incluso intentó arañarme la cara, pero alcancé su entrepierna de una sola patada.
Había perdido cierta agilidad, pero el entrenamiento que había recibido no parecía poca cosa y menos ahora que cuando la necesitaba tanto.

Detrás de una nube de tierra espesa y gris, apareció otro fuerte muy distinto de los mini hoteles que se tenían los canadienses. Ésta parecía una cárcel con mejor tecnología, parecía de los nuestros ¿Pero qué haría dentro de un campo tan peligroso?

Distinguí varios compañeros de la escuela militar en trajes rojos. Habían cambiado sus uniformes. Ellos parecían tener tiempo de pensar incluso debajo de los tiroteos.

Me dejaron entrar de inmediato y lamentaron no tener otro de ésos para mí. Agradecieron mi cautela de mirarlos antes de haberles disparado, incluso cuando entre los tres pudieron haberme hecho añicos. Me preguntaron hacia dónde iba y les dije que me había asignado el puesto más peligroso. Entrar en fuertes ajenos parecía amoldarse perfectamente a su mismo plan y entonces se lo creyeron de inmediato.
Les mencioné que me estaba descompensando y me dieron un puñado de caramelos. Recordé que Ethan había hecho lo mismo y había funcionado la última vez. Engullí los caramelos como elemento más elaborado de todo lo que había comido hasta entonces y uno de ellos me explicó que a él se le bajaba el azúcar de la misma forma y era así como se mantenía lúcido.
No tenía los mejores ánimos de salirme del fuerte como yo lo hubiera deseado relatar, imaginarme como un héroe absoluto a base de golosinas de colorante artificial. El chico caramelos, hubiera sido. Los demás no explicaban mi rifle nuevo y mucho más avanzado e intentaron que me lo olvidara allí para poder usarlo ellos. Mintieron terriblemente cuando dijeron que tenían unos mejores en cierta habitación y que para creerlo, debía de verlos yo mismo. Aunque para su mala suerte, tuve el arma en mis manos todo el tiempo como si permanentemente desconfiara de ellos.

Mentiría si dijera que percibí olor a veneno cuando estuve cerca de esa puerta. Todos mis reflejos actuaban en cámara lenta y mis sentidos parecían limitados por el resfriado, pero me invadió un presentimiento no malo, sino... asqueroso.

Abrí la puerta empleando ambas manos y tras el segundo intento logré arrastrar el metal pesado dejando las marcas en el piso.

        ¿Dylan?

De toxinas malogradas
Mal, palabras recitadas
Envidia, no  de la buena
Mordaz pena, mi condena;
Imposible no escucharla
O fingir que yo estoy ciego
Te mofas de mis infiernos
Así engordas a tu ego.
Sinónimo de desgracia ajena
No me quitas ni un centavo
Eres la pena que derramarán
Tus sobrinos, tus esclavos.
Impotente de riquezas
Y a los santos les estorbas
Le envidias hasta las penas idas
No miran y se las robas.
Eres fiera sin un dueño
Al demonio ruegas e imploras
Un despeje, un sucio deseo
Ves mi muerte y cuentas las horas.


[…]
Sucumbir yo, y tal vigor el tuyo
Te desarmas, corrijo penas, las pisoteo y te destruyo…





***
¡Petición cumplida! Michael narrando un capítulo nuevo y ésta vez... rapea (?
No debería explicar las extrañezas de éste capítulo, así que continuaré con la...

P R E G U N T A ~
(Cosa que tampoco hay, quisiera leer opiniones generales acerca del capítulo si son tan amables de comentar C:)

¡Nuevo soundtrack muy pronto!


2 comentarios:

  1. HSDHJKYFCKJWHEOUCHWOEVCKJHNEWVWKDJSLSEV ♠

    Wow!! Lo que me he podido reír con lo de "oveja española" y "querido monaguillo" jajajajaja

    Sufrí leyendo que Sean y Michael peleaban...pero me ha dado muchas ideas para hacer con alguien desagradable y unos auriculares *-* El final me ha tenido en un suspiro, me da rabia, porque no puedo encontrar una palabra perfecta o exacta para poder decirte lo que pienso...

    Esa frase que dice " Los inferiores suelen tragarse cuentos que ellos mismos inventan para calmar las ansias de casi todo" creo que refleja muy bien muchas situaciones tanto en la novela como en el día a día. Me gusta.
    Estoy de acuerdo con que las personas locas hacen girar el mundo, sin la esencia de la locura de estas personas la vida se volvería mucho más aburrida y sosa...Y me alegra pensar que Michael también piensa igual e.e

    Hablando de Michael...me encantan los capítulos en los que narra él ( no me malinterpretes ._. ) me parece muy interesante y me gusta leer como se expresa y saber que es lo que piensa y lo que siente porque hace que te plantees muchas cosas. Estás cambiando mi forma de ver algunas cosas (como los sueños, por ejemplo) y mi modo de pensar. Así que gracias ♣

    Ahora me toca volver a la espera de que subas otro cap y de leerlo :F ganas no me faltan!
    Pero kjSHQKDBWHEOJF no quiero que #MichaelHyltonDeath llegue! D:
    Un beso enorme desde otro mundo ♥

    ResponderEliminar
  2. Me siento un poquito culpable. Había leído el capítulo hacia unas semanas, pero no me había dado el tiempo para comentarlo. Creo que ni siquiera lo terminé, no por extensión, sino porque la narración requería una atención mayor y mayor entendimiento. A mí me gusta leerme las cosas como se debe, desde la primera frase, comprendiéndolo todo. No con un cuaderno a mi costado, solamente ojeando un par de oraciones sueltas. Ahora, por fin, pude digerir de buena manera el texto y quiero decirte que me encantó, aún así no niego que me resultó algo extraño al principio, como fuera de lo "típico" de Trust, y en algunas partes me mostré reacia. Luego se me pasó. Debe ser el efecto que tiene Michael, porque se diferencia de cualquier otro personaje; de Justin y de Annie. El Hylton es de substancia psicológica, puros juegos y metáforas mentales, decodificación de sueños. A veces cuesta captarle el pulso a la primera, pero satisface. No es como otras novelas que he leído por aquí, en lo absoluto.

    Lo de Sean daltónico no me lo esperaba, ja. Pobre Michael, se hubiese ahorrado tantas cosas... xD. La parte final, cuando lo cargan hacia el avión, lo obligan a meterse dentro y comienza a pelear con medio mundo; ¡amé esa escena! La tuve súper vívida, con emociones incluidas. Pude sentir la tensión, el miedo, la rabia... creo que mi lista de capítulos favoritos de Trust va a pasar a abarcar toda la novela, mejor.

    El rap tampoco me lo esperaba, pero lo hiciste calzar y quedó bien. Como un rompecabezas. No experimenté, en ningún momento, la sensación de que me metías ese agregado por la garganta. Quedó bien, punto. Pocas personas logran ubicar de esa forma un rap, un poema o una canción.

    En resumen, hiciste un trabajo excelente. Nadie puede negar que eres talentosa.

    Ugh, que no se nos muera el Hylton. No quiero.

    En chiquito... ¿no podrías darme algunas escenas, así recuerdos, de la infancia del muchacho? Es que me lo imagino enano y es tiernísimo :P Por lo menos para hacer peor las ascuas hacia su muerte.

    No sé qué dije XD

    Que estés bien, Kati. Saludines.

    ResponderEliminar