Narra Justin.
Día 4.
No cuento con la suerte de un reconocido pintor, ni tampoco
con la de un inspirado artista en la comodidad de su árbol favorito frente a
retazos de papel blanco en su regazo esperando a ser útiles. No tengo ésa capacidad
de deshacer por cada nueva letra un día menos de un pasado laborioso y dolorido
que no quisiera recordar. Yo apenas tengo la suerte de volver en mí todas las
noches tras una gruesa cortina de estrellas capaz de cubrir por encima mis
pesadas memorias y fingir que no están ahí por un momento. Y así disfruto el
placer de poder dormir, porque siento que en el futuro no seré capaz de gozarlo
nunca más.
Mis días los cuenta un extraño, y mi corazón teme dar su
próximo latido por el hecho devastador de que pueda ser el último de ellos.
Tengo música de fondo. Oigo melodías independientes y a la vez tan propias de
la naturaleza que apenas estoy siendo capaz de describir. Mis manos sangran y a
mi voluntad le clavaron agujas en el cuello.
Manejo un sinfín de lamentos que la gente temerá escuchar y que por eso
fui capaz de guardármelos durante tanto tiempo. Pero mientras sea capaz de aún
pensar y decidir, me consideraré fuerte e invencible y me imaginaré un talento
innato para disparar que ni siquiera existe.
¡Oh! ¿Y cuando vuelva a la dispuesta rutina que he perdido
durante estos días que me dan pena marcar en el calendario? ¿A dónde me va a llevar la desesperación
cuando camine entre los bancos vacíos de mis compañeros que iban a acompañarme
a la universidad? ¡¿Qué ha sido de Martin, Dios Santo?! ¡Si apenas lo tenía a
mi lado apenas unos segundos atrás!
¿Qué va a pasar cuando mi hermano, Dylan y yo seamos los
últimos en la tierra? ¿Qué va a ocurrir cuando el futuro ya no pueda prometerme
nuevas metas ni nuevas decepciones? ¿Cuándo realmente ya no exista nada por qué
luchar? ¿Cuándo realmente un esfuerzo más sea completamente en vano y ya no
exista nadie a quién lo inspiren mis acciones e intentos fallidos, o cualquiera
de mis éxitos remarcables?
¿Por qué prosperan los egoístas en letreros de neón cuando
al final tú solo y completamente abandonado no vales nada? La necesidad de
recaer en alguien siempre estuvo presente en las necesidades y rebotes de una
meta previamente soñada pero mal accionada que no resultaba tan bien en el futuro.
Y al final de los caminos, Dylan tenía siempre la verdad
entre garras de largas uñas. Uno de nosotros impedía la vitalidad de los otros
dos, uno siempre era la tijera que hacía trisas el papel y se escapaba de la
roca. Su velocidad para ver nacer nuevas ideas era la misma que parpadeando.
Pero ¿Cómo alguien de ellos podría acabar de un merecido asesinato? ¿Quién era
yo para discutir la muerte de alguien? ¿Quién me había dejado a cargo de un
paquete tan pesado y tan bien amarrado?
Yo tenía la respuesta escrita en sangre, en una biblia de
color magenta tenebroso, y estaba parado en un altar de juez frente a
seguidores ciegos que ocultaban todo en ellos excepto su vestimenta de monjes
de tan alta costura. Frente a mí yacía un micrófono viejo y elegante que
seducía a ser devorado por mí mismo al estar tan cerca de mi boca. Y detrás
parecía haber una pared con espinas o algo un poco más letal, que me obligaba a
amar el lugar dónde estaba parado y a quedarme quieto. Mis manos estaban a la
vista, como amarradas a la mesa para que el castigador viniera a golpearlas
cuando se le diera la gana. También recuerdo la situación asfixiante que sufría
por un pañuelo rojo alrededor de mi cuello que cedía de tamaño al pasar los
minutos de un terrorífico reloj al frente, que inducía haber sido traído de la
mansión de la bruja más fea de mis libros de pre-adolecentes, los cuales
dormían en los cajones más bajos de mi escritorio en mi cuarto vacío en Canadá. Los viñedos hacían sonar sus hojas secas por
la brisa traidora que iba y venía,
espantando todas las oportunidades de estar tranquilo o por lo menos
apto para el habla. Algo era lo que esperaban mis espectadores de carente
altura que yacían frontalmente a mí, que por una diminuta suma de poder,
podrían convertirse en dueños del lugar de mi sepultura y los números de la
fecha en la que dejaría de respirar.
Esto era un sueño.
Michael dice que cuando sueñas una cosa más de una vez, es
porque se te está tratando de decir algo.
Pero no puedo imaginar a nadie que quisiera estar
hablándome, o que esté siquiera pendiente de mi vida en ése momento, aparte de
mi mamá. Y mi mamá no sabe de éstas cosas, no las cree y allá ella con su
cabeza dura.
Yo recordaba ése sueño en gran detalle porque había sido la
única muestra de la última vez que había dormido, hace ya quién sabe cuanto. Mi
piel parecía la de un ogro por verde y seca y si mis rodillas conseguían
doblarse me concederían la peor de las caídas en algún momento inoportuno.
Recuerdo que yo ya no pensaba, sentía mis latidos en la cien
y tenía la vista cansada. Mi objetivo era detectar el color azul y sostenerme
de mi rifle para que no me volara con él cada vez que ejecutaba un disparo.
También recuerdo la primera vez que creí haber matado a uno.
Había sido unos veinte o treinta minutos atrás. No me había dejado mejor
alternativa, ni tiempo de pensar en que existiera una aún peor; era como un
bello y jugoso sauce en medio de un desierto. Pero no lo herí y eso me había
costado mi pierna derecha que ahora arrastraba con deliberada lentitud.
Cuando era niño me aburrían éste tipo de películas, pero no
llegaría al punto de mi historia si no cruzo por relatar éste letal laberinto
de espinas.
Ésta era la hora en la que comienzo a alucinar, cuando me
detengo ¡Qué gracia tenía andar como mareado por ahí! ¡Por fin que me había
olvidado de fumar, y aún así de todos modos sabía que iba a terminar tendido
patas para arriba en cualquier minuto!
No fue fácil aceptar el hecho de que me voy a morir. Michael
no se había esforzado para detallármelo todo.
Ya había dejado lejos el fuerte en dónde estaba encerrado
Dylan. El camino no era un sendero bonito y arreglado como el de un campo a
cabalgar por las mañanas en un rancho, sino que parecías caminar sobre cuerpos
inanimados, tanques de oxígeno vacíos… Oh – y una puntada más en el corazón –
creo haber cruzado a mi vecino con el que jugaba en los días nevados como éstos
en Canadá. El pequeño Marco, tenía un agujero en el pecho, parecía una
caricatura mal dibujada.
Me caí de rodillas y ansié que fuera el momento. Me recosté
en el suelo y abracé mi arma fría con mis brazos que estaban a punto de
quebrarse. Ansié entonces redactarles algo a todos. Fue la última necesidad que
tenía ganas de cumplir, ni siquiera comer había tenido un puesto tan
importante.
Recuerdo que comenzaba así:
Querida
mamá; lamento haber sido la primera molestia en tu vida. Lamento que por mí no
hayas acabado la escuela secundaria. Siento mucho haber usado tus zapatos altos
y haberlos roto creyéndome un súper héroe. Miley; a ti no te voy a pedir perdón
porque no mereces un recuerdo tan desgarrador como a tu hermano muerto. Espero
que me olvides, sinceramente, que no cuentes con ningún recuerdo mío. Quiero
que sepas que te amé y que eras la mejor niñera. A mis vecinos y compañeros de
la primaria no les voy a escribir porque los vi muertos en el campo y esto no
es más que un dato restringido, permitido únicamente para los vivos...
Entonces se me atoró el orgullo en la garganta, pues no
podía decirle nada a nadie más. Mi familia entera estaba del otro lado, toda mi
vida estaba a oscuras ¿Semejante acto de melancolía merecía un castigo?
¿Realmente se me estaba permitiendo estar vivo aún? Si se trataba de un premio
entonces querría recordar ése algo que hice bien, pues desde que estoy aquí, tengo
tarjetas rojas incluso cuando respiro por la boca y no por la nariz.
No podía recordar si ya estaba quieto o si continuaba
avanzando, lo que me obligó a gastar mis necesidades de quedarme desmayado para
levantar la cabeza y gritar hacia el horizonte que estuviera más cerca. El
soldado Hannie, a cargo de la banda del norte, me estaba cargando de regreso al
fuerte más cercano.
“¡Hannie!” Oí que le decían. Su apellido sonaba como el
apodo de algún payaso salido de ésos programas ridículos que miraban mis primos
que ya son grandes.
Debieron comentarle algo poco interesante, ya que eché a
dormir a todo mi cuerpo para despertar luego en una cama – y por cama me
refiero a una lona dura y sin planchar tendida sobre el suelo de cemento – de
lo que se consideraba una enfermería.
–
Tienes una llamada - les oí murmurar.
No me daban los músculos de la cara para sonreír, pero
esperé que cierto milagro azotara mi mala suerte. Aunque luego de analizarlo
delicadamente, resultaba imposible. Nadie podía comunicarse con ninguno de los
soldados excepto entre ellos mismos desde los fuertes y en código Morse. Fue
entonces cuando el mayor se levantó de dónde estaba y caminó a través de la
puerta.
La llamada no era para mí, pero con acercarse a mi nombre ya
era propensa a atraer malas noticias.
–
La posición sud-oeste, acaba de estallar en una
explosión inexplicable – anunció cauteloso un enclenque de botas altas que
venía detrás del mayor como su guardaespaldas.
“Le matará las moscas”, pensé.
–
¿Es de dónde viene Andrews? – y me lanzó una
mirada de desaprobación - ¡Vaya que eres inútil! ¿Cómo pudiste no informarnos
de un futuro peligro? ¿O cómo estabas tan lejos de tu puesto? ¡Dime qué rayos
estabas intentando hacer!
–
De hecho – el muchacho delgado interrumpió
cortésmente – Hablamos del fuerte sud-oeste del enemigo, no del nuestro.
Me levanté de mi posición del herido y los huesos de mi
columna vertebral se rasparon contra el suelo. Tenía la indignación a flor de
piel y un ataque de pánico silencioso pero perturbador invadió todas las capas
de mi cerebro, hasta llegar a mi inteligencia y congelarla.
Dylan, él estaba ahí.
–
¿Heridos?
–
Seis, señor – el mayor obtuvo una respuesta
inmediata – Y continúo hablando de la oposición. Nuestros hombres están
intactos, o por lo menos los que merodeaban por ahí no han informado de su
nueva ubicación.
No oí nada más. Me levanté con vagas fuerzas y pegué mis
ojos hacia el paisaje de la masacre. Sombras iban y venían, desesperadas, como
un hormiguero recientemente pisoteado. El humo ocupaba la mitad del cielo y lo
hacía marearse. Los árboles aspiraban la pólvora hasta enfermar y aquél suelo
que rodeaba la prisión que armé para Dylan era de un gris tristeza mucho más
oscuro.
“¿Se acabarán los colores?” Me había preguntado una vez, de
pequeño.
“Si”, me había respondido mi adultez acelerada. Acaba de
rodearme una ola monótona, dónde sólo predomina el dolor y no existe ni una
ventana hacia ningún tipo de esperanza que aliviane el alma.
Me dejaron la noche adentro para recuperarme de mi pierna a
la que acaban de extraerle una bala. Debo admitir que me sentía mejor con ella
adentro que cuando me la sacaron, pues no hay nada peor que una cuerda te azote
y no te deje un pedazo de sí para amarrarte los órganos de vuelta al cuerpo.
Aún así, no permití que lo hicieran por ellos mismos por temor a futuros
infartos por haber visto sangre de
extraterrestre. Pero me obligaron a hacerlo yo mismo. O sea, yo mismo tomé la
cuerda y me azoté una vez más sobre una herida ya muy profunda.
Tarde en la noche, antes de tratar de conciliar el sueño, me
rodearon otra vez una serie de tiroteos de los más fuertes y más molestos. Empecé a oírlos conscientemente
aquella noche, porque antes harto estaba de ignorarlos por mi nueva naturaleza
guerrera. Entonces imaginé la idea de que Michael hubiera estado en el mismo
fuerte que Dylan. Y en mis descuidos observando al tejado pobre, oí al diablo
diciéndome que me calmara, que el mal se había espumado, y que un par de
desgraciados como ésos le venían de maravilla en su mundo de la envidia.
–
Allí competirán hasta que queden cenizas de
ambos que usaré para calentarme en el invierno – le oía decir y me rodaba el
sudor frío por la espalda.
¿Cómo podía el ángel del odio estar bien conmigo?
–
Ah, pero si a ti te espera mi final favorito, lo
reservo para la gente como tú. El renacuajo que no sabe nadar y se ahoga en su
propio nacimiento – me llamó.
–
Yo no soy un renacuajo – me defendí sosteniendo
mi arma que resultó en mis manos sólo con el deseo de querer que estuviera
allí.
–
Podría pintarte la careta de una cebra en la
cara y en eso te convertirías.
“¡Basta!” y anclé mis pies en la tierra con la energía de un
león y abrí los ojos para contemplar el amanecer. De pie y asustado, con el
rifle sorpresivamente en mano, me adelanté al pequeño hueco en la pared que
funcionaba como ventana y dejé que el sol terminara de secar a mis ojos.
Dormir no había ayudado, pues había agotado la poca
intención de caminar que me quedaba en las piernas y avanzar me costaba unos
cuántos pares de cartas en el juego.
No me encontraba en la compañía de nadie esta vez, y nadie
incluso a cinco kilómetros. Me propuse estirar las piernas antes y echarme agua
en el rostro, pero sólo me hallaba en el medio de una reserva de pólvora que me
impregnaba el sentido del olfato hasta dañar a mi cerebro y a mis no tan
brillantes ideas.
Habían sido ellos, mis propios colegas que intentaban
asesinar a muchos de manera más económica. Seis habían sido, nada mal. Pero me
tuvieron al borde del abismo y a eso se debía su buen trato y una noche de
guardia por mí, para que no levantara cargos o algo así.
Ja, me reí. Como
si fuera a vivir después de ésta masacre histórica, como si no tienen larga la
lista de víctimas asesinadas con armas diez veces más ridículas ¡Como si la
cárcel podría ser peor que un cementerio a cielo y tierra abierta de cadáveres
podridos de jóvenes desgraciados inocentes!
La mañana estaba sorprendemente tranquila – comparada con
otras noches, la de ayer era un ejemplo conciso – y opté por aprovechar las
extrañas horas de descanso que acababan de resultarme prometedoras. Así que
equilibré el rifle contra la pared, lo más cerca posible de mí pero no lo
suficiente como para caerse y matarme. Estiré el cuerpo en el suelo y coloqué
ambas manos detrás de mi cabeza para olvidarme de lo incómodo.
Sabía que se me iba a dificultar pues odiaba dormir en el
suelo, ir de campamento o cosas que resultaran mal humor por saltear la hora
del descanso eran otros ejemplos parecidos. Aunque conviviendo con dos mujeres
en casa, el pescar, hacer fuego y ésas ideas planeaban sólo por mis sueños y
expectativas que archivaba para cuando fuera un poquito mayor. Pero una vez que
estaba listo para lo que me afrontara el mundo del deporte a todo terreno, el
profesor de Literatura me había jodido con un buen examen la noche anterior
antes del campamento escolar.
No dormir me convierte en una rata histérica con humor de
perros y estrés de gato al minuto siguiente. Después de una noche en vela era
capaz de terminar una maratón, gritarle al mundo que odio a su gobierno, y
después dormir como una morsa durante dos semanas, sin comer, sin ir al baño,
nada.
No dormir me hace mal y a Michael también. A mí me cuesta
dormirme y a él levantarse. Ambos llegamos al mismo punto de ser sueño-dependientes
y nada nos puede poner peor que una noche de mal sueño.
Yo era el único que tenía el examen, pues hasta el más burro
de la clase había sacado un suficiente. Se trataba de un libro que debía leer y
que no me interesó en lo absoluto. Tampoco me molesté en analizar el resumen de
internet y me basé en lo que les oía decir a mis compañeros más estudiosos.
Un tres. Mi primer reprobado en el año ¡Qué mal que había de
terminar el mes de Octubre!
Esta vez, Angie iba con el estrés de gato. Iba tan tranquila
que Annie fue capaz de trenzarle todo el cabello antes de la mitad del viaje
sin que ella se diera cuenta. Yo iba con
la mitad de la cara pegada al vidrio de la ventanilla del autobús cuando ella
tomó su turno de fastidiarme.
–
Te ves horrendo – mencionó con un aire de
sinceridad barata.
–
No te hubieras molestado en venir a recordármelo
– pronuncié en detalle, incapaz de comprenderme yo mismo - ¿Dónde está Michael?
–
Dormido.
–
Ah, maldito bastardo.
Luego de unas tres cucharadas de mermelada de naranja –
Michael dice que la de fresa es para niñas – me sentí demasiado libre, el
culpable de mis dos caídas consecutivas a resultado de intentar volar. Nadie
comprendía mi mal humor aparte de Michael, y él era el principal nominado a un
homicidio, pues nadie tampoco perturbaba mi sueño reparador de aquella noche.
Por alguna razón, él estaba por demás activo en un campo
lleno de mosquitos que yo, y precisamente había elegido ésa noche para comer
chocolates y porquerías. Era como un enano de jardín de infantes mucho más alto
que yo, e hiperactivo.
Nunca ves a Michael así excepto después de una
verdaderamente larga fila de copas. Todavía no éramos hermanastros y él no
conocía mi mal hábito de un cigarrillo por noche. Así que si a eso le sumas el
notable cansancio y la lluvia de papeles de dulces...
–
¡Quieres detenerte! Estoy a punto de encerrarte
en la tienda y arrojarte al río con ella – mencioné, bastante irritado.
–
Qué amargo. Ten, endúlzate – y me arrojó una
barra de chocolate en la cara. La esquina del filoso papel brillante me dio en
el ojo.
–
Está bien, he perdido la paciencia completamente
– hice puños con mis manos y mordí la almohada.
–
No puedes perder algo que nunca tuviste – decía
acostado, alzando los pies hacia arriba y balanceando dulces sobre ellos.
–
Ojalá que uno de ésos dulces puntiagudos te
perforen el ojo con el que mejor ves – me calcé los audífonos y subí el volumen
de una canción lo bastante relajante.
–
Ojalá que cuando mañana salgamos a caminar, no
encuentres piedritas para arrojar al río.
La música siempre me transportaba al cielo, y desde arriba
resultaba más fácil contemplar a pura carcajada la comedia que estaba pasando
allí abajo. Me veía ridículo y él también, era sólo cuestión de cansarlo hasta
que se duerma. Supongo que había noches en las que yo me comportaba peor.
Pero cuando musité la última de mis risotadas bajo la
almohada y volteé para observarlo, estaba amarrando los cordones de sus zapatos
y ya tenía puesta una chaqueta. La mía.
–
¿A dónde vas? – le pregunté de improviso.
–
A buscar piedras... al menos hasta que te
duermas – y entonces deshizo el nudo de la puerta de la tienda y salió
rápidamente.
–
¡Ojalá que te coma un oso y no quepas en su
estómago! – le grité, casi riéndome.
–
¡Ojalá que ésa canción tenga una intro de más de tres minutos! – me
devolvió.
Ése desgraciado quién después se convertiría en el hermano
varón que nunca tuve jamás se pasaba de listo lo suficiente como para que
terminara furioso con él. Michael siempre cuidaba mucho lo que decía, a veces
comentaba que las palabras eran igual o
más letales que una espada en el pecho, o en nuestro punto más agudo, una bala
en la cabeza.
A veces no sé distinguir su maldad ni alcanzo a medirla. Él
sabía que no me dormiría si él andaba sólo por ahí, porque me preocupaba hasta a
dónde iba a parar la hormiga a la que mi pié le desordenó el hormiguero.
Entonces me levanté y caminé hacia el río con la más pequeña de mis linternas.
Me lo encontré sentado en un tronco, irreconocible entre la oscuridad, pero yo
recordaba en detalle a mi chaqueta.
Atravesé el tronco de un salto y quedé en el suelo. Se
burló.
–
¿Ya encontraste alguna? – le pregunté.
Se rió y negó con la cabeza. Parecía estar pintado de rosa
¡Cómo no me había dado cuenta de la causa de ése comportamiento antes! Era tan
obvio.
Me reí a carcajadas, denotando que comprendía todo de
repente.
–
¿Qué ha dicho Annie está vez? Viejo, siempre me
dejas con la mitad del cuento – me rebalsó el entusiasmo, ¿Tan chismoso era?
–
Nada – volvió a sonreírse. Cosa rara, muy rara y
graciosa – Demuestra tanto y no dice nada ¿No es perfecta?
–
Hermano, nadie lo es.
Entonces volteó a verme como si yo fuera de Marte. Se
atrevía a hacerme sentir extraño y ajeno a toda realidad que él pudiera
conocer. Peor era la cuestión de que él tenía sangre como la mía y no podíamos sino
compartir cierta cantidad de características fundamentales. Me sentía obligado
a comprenderlo, a decirle “Si Mike, es así, lo que tú digas” y ser ligero aún.
Pero algún efecto de la humanidad me había revolcado las ideas en cemento y las
obligaba a estar firmes. Inquebrantables.
–
¡Oh, pero si tienes razón! – sonó un timbre
sarcástico en su voz, pero en sus ojos deliraba una débil confusión menor –
Debí haber dicho que no lo es, que es imperfecta, ése es el verdadero cumplido
¿O no? Todo lo perfecto no sobresale, porque sigue con el equilibrio de la
naturaleza y continúa con un curso inquebrantable. Mira ése río por ejemplo.
Giré mi cabeza, obedeciendo como un idiota.
–
Ése rio es perfección. Sólo obsérvalo, la
corriente, el cielo pintado cuidadosamente sobre él. No hay absolutamente nada
fuera de la línea. Los colores son mágicos y como si alguna vez fueras a
cansarte de ellos, el día te brinda otra gama de colores totalmente diferente en
el nacimiento del amanecer ¿Hay algo que puedas llamar extraordinario o
imperfecto de allí?
–
¿Con mi visión de lo extraordinario, o la tuya?
–
¡Otra vez tienes razón! - soltó una exclamación sorpresiva – Lo
perfecto (O sea, lo normal, debo explicar ciertos términos que Michael se toma
el privilegio de usar) también puede ser llamado extraordinario ¿Qué es sino,
parte de toda la maravilla que nos rodea? ¡Y para nosotros que es tan común ver
un río y no caer en cuenta de lo misterioso y profundo que significa!
–
Estás tan enamorado que das asco, suenas como
una cajita musical.
–
¡Justin, por favor! No seas estúpido – y
entonces suspiró de lastima – Cómo lo lamento.
–
¿Lamentas ver mariposas por Annie? – me reí. Mi
mente estaba totalmente cerrada.
–
Lamento que no puedas entenderlo. Lamento que no
puedas ver las cosas y gozar de ellas de la forma que yo lo hago. Te prestaría
mis ojos y jamás querrías devolvérmelos, estoy seguro.
Era aquella época en la que comenzábamos a saber un poco más
del otro. Además, sin conocer el trasfondo de Michael y su visión del mundo, lo
escuchan hablando así y creen que toma droga. Yo lo he pensado así o peor una
cantidad infinita de veces hasta que descubres a su persona. Lamentablemente es
un proceso nada rápido el cual él trata
de hacer con las personas, y sin una gota de confianza, continuarán su vida
como ellos se manden, ignorarán al río que ahora me parece igual de bello, y
llamarán de drogados al que habla abiertamente de lo que siente.
Michael no es muy abierto y ésa era la razón por la que yo
le tenía miedo al principio. Nadie tímido te trata de convencer de algo cuando
apenas lo has visto en clase o en algún que otro encuentro en el patio o
compartiendo equipo en clase de educación física.
Una vez, ya fuera del campamento y en otra fecha remontable,
lo había visto triste y caminando por los pasillos de noche. Me dijo que la
vida de cada una de las personas que ve a menudo es una fascinante película.
Tiende a relacionar la vida con películas, es un pensamiento que aseguró bajo
llave. Y estaba deprimido porque la suya parecía ser un filme aburrido que
nadie pagaría una entrada para ver. Él siempre se ocupaba de animar a la gente
a hacer cosas, les daba consejos y las convencía de tales argumentos. Él guiaba
a sus actores perdidos hacia el más feliz de los finales, pero no se daba
cuenta de que la biografía de nadie me parecía más interesante que la suya ¡Su
vida eran colinas altas y bajas, obstáculos y momentos que nadie más que él
tenía el derecho de gozar y hacer llamarlos suyos!
Nunca se lo dije. Pero descubrió algo de eso sólo un tiempo
después. Él suele hacer eso.
Y con ésa idea de los filmes en la mente, repasé cada hoja
de mi historia de vida y no completaba ningún renglón para ser llamado un libro. Odiaba cada detalle de ésa
escritura... o peor, envidiaba las historias que eran mejoras que las mías, o
más fáciles.
Eran los tiempos en los que la gente se burlaba de mí y yo no
aparecía en los sueños de nadie. Nunca me había sentido tan inútil.
Pero era parte de mi misma obra, pues nunca me había
esmerado a realizar alguna actividad para ser recordado, amado, admirado. Mi
película, o mi libro en éste caso, era tan complicado y lleno de problemas que
ocupaba siempre los estantes de abajo, y eso me provocaba nada más que patearlo
y despedazarlo a trozos, con todo y sus telarañas.
Michael a veces parece leer la mente mejor que yo, incluso
cuando él no tiene ningún tipo de acceso a ése poder. Pero ignorando eso, se
acercó a mí y comenzó a armar una nueva película.
–
No debes odiarte – me explicó, convencido -
¿Sabes que Dios te hizo igual a él? Por lo tanto él es igual a ti. Y si te
odias a ti, lo odias a él. Y nadie tiene que soportar tal desprecio. Si es
injusto para ti, es injusto para todos.
Él rara vez tocaba el sentido religioso de las cosas. Tiene
cierta teoría sobre ello que no puedo recordar en éste momento. Eso me daba a
creer que estaba hablando enserio.
–
¿Y por qué yo debo soportar el no poder
desquitarme con la gente? Todo el mundo le llama maldad a eso. Al menos mi
conciencia y mi mundo ¿Por qué? - pregunté, indignado.
–
Ésos son los sacrificios del siglo XXI, Justin.
Ya no se martilla a la gente en las manos, ni tienes que cruzar un desierto
entero con un camello muerto de sed y cargado de porquerías. Ésas cosas no van
con la época. Estamos tan avanzados que nos queda limpiarnos hacia adentro,
hacia nosotros mismos. Cuando tú cambies, lo demás será más fácil.
–
Simplemente quiero saber por qué a todo eso. Por
qué hay que soportar tanto – estaba yo bastante desesperado.
–
Porque es divertido – sonrió – Tú mismo no
quieres que tu película sea un filme aburrido, entonces no querrás las cosas
fácil ¿Verdad? La vida no es nada sin un poco de drama ¿Quieres una buena
historia, o no?
–
Siempre y cuando el final sea feliz – aseguré.
–
¡Oh, y lo será! Siempre que vallas por el camino
correcto. Y entre nosotros... – se acercó a mi oído y susurró - ... ése camino
es muchísimo más divertido que el otro o cualquiera de los demás.
–
¿Tú vas por ahí?
–
Pff, claro – soltó una risa – Sino ¿Cómo crees
que lo soluciono todo?
Levanté el rostro y lo observé.
–
No hay más secreto que ése. No sabes cómo me
divierte ver flechas.
Michael le llama “flechas” a las señales que lo guían por
dónde ir. Simplemente porque si vas por el otro camino, todo se llena de humo y
no puedes respirar.
Me levanté con una sequedad en la garganta y una necesidad
de fumar que no había sentido desde la entrada al ejército. Ya era de noche
otra vez.
Imposibilitado de estar cerca de averiguar la hora, volví a
espiar por la mirilla y sólo me topé con un obstáculo delante de la puerta.
Entonces le lancé una patada y me preparé para disparar, pero sólo conseguí una
fuerte caída tras un resbalón torpe.
Entonces me puse de espaldas y moví varios centímetros de la
puerta y cuando estuve consiente de la situación, salí corriendo y escalando el
suelo más alto con el corazón en la boca. La nieve estaba por la mitad de la
puerta y abrirla habría sido un logro imposible seis meses atrás con mi fuerza
de ratón.
Aún caía parte del cielo sobre mi cabeza y la tormenta no
decaía con el pasar del tiempo. Estar adentro del fuerte me hubiera mantenido a
salvo hasta que se me acaba el aire, y una mala puntería de algún fumador
merodeador de noche pudo haber causado la activación de toda ésa pólvora y mi
final hubiera sido el mismo que el de mis hermanos.
En realidad no sé porqué asimilaba que Michael estaba
muerto, cuando no estaba seguro de dónde estaba. Retenía memorias del pasado en
las que él estaba presente y me rebalsaba la nostalgia. Me escondí detrás de un
árbol y traté de localizarle por su mente.
Y lo encontré de forma admirablemente rápida, era más que
seguro que estaba durmiendo, porque eran las únicas condiciones en las que su
mente estaba deliberadamente abierta y relajada. Eso me indico que estaba
calmado y pacífico, a salvo.
... ¿O demasiado pacífico y a salvo de las amenazas de la
humanidad? ¿A salvo en la comodidad de una nube? ¡Que tantas veces era capaz de
resonar ésa terrorífica idea en mi cabeza!
Me tomé un tiempo para buscar a Dylan mentalmente, pero
tenía la mente muy cerrada. Uno de ellos estaba muerto, pero no sabía a cuál de
las condiciones psicológicas apuntar. Uno estaba en paz y el otro no daba
rastros. No sabía cual cosa era peor.
¿Y si muerto estaba yo, quien no era capaz de convertir
palabras cortas en una oración completa? ¿Quién no era consiente si tenía su pierna
derecha pegada a él aún?
Había una posibilidad... pues había dejado de escuchar los
tiroteos infernales que hace apenas unas horas no daban ganas de detenerse.
Día 3.
Estaba cobardemente escondido detrás de un árbol que no pertenece
siquiera a la lista de mi flora favorita. No podía elegir un lugar bello para
carme muerto. Era como un perro herido con la columna rota, siendo que habiendo
encontrado un lugar para echarme, allí entonces hubiera cavado mi tumba debajo de mí.
Hallé la posibilidad de avanzar de forma segura entre
algunos arbustos. Que no se oyeran más disparos me provocaba incluso mucho más
temor, pues el conflicto que ni siquiera conocía parecía ser irremediable.
Demasiado. Tanto que terminar la guerra en éstos momentos no era siquiera una
opción.
Tenía que llegar a mi posición otra vez, pero con eso ya
olvidaba mi trato con Dylan ¿Acaso seguía siendo necesario buscar a Michael
para llevarlo con él y discutir? Mi instinto me aseguraba que uno de ellos
estaba muerto, y mi mortífero sentido humano estaba aliviado con ello.
Y yo mismo me pregunté ¿Cómo diablos podría estar tranquilo
si muriera cualquiera de los dos? Desde la posición de Dylan, quizá si atraiga
la paz y el buen trato, ya que sin él sobre la tierra, podría continuar lidiando
sólo con los dramas cotidianos de una vida normal, pasando de alto la sangre
azul y visitando psicólogos por sesiones que calmaran mi supuesto trauma por
haber estado en una guerra a los diecisiete años.
Pero entonces pensé que era sólo el fin de una vida menos.
Desde que soy un niño pequeño estoy consciente de que con la muerte de un
villano no se soluciona el hambre de la población, y de que con un novio a mi
hermana no se le finalizan los problemas de autoestima. Suelen venir nuevos
desafíos, de la misma forma que surgen nuevos deseos cuando logras saciar a
uno. Es como una fila interminable de pollitos hambrientos a los que debes
alimentar, y no ves al último aunque avances rápido o alargues la vista. Nadie
puede conocer cuál será nuestro último deseo, o la cantidad de ellos que
seríamos capaces de haber cumplido en una vida.
A veces la inteligencia de mis hermanos me asusta un poco,
pues ¿Qué sería la vida de un ignorante frente a la de un científico
obsesionado por explicar todo? Un ignorante caminaría sin ver a los costados,
pero llegaría al final de la ruta. El científico se encargaría de haber
divisado cada mota de polen sobre cada una de las abejas. Me suena a una
adicción. Me suena a Michael.
¿Con qué necesidad había que conocerlo todo? Me gustaría ser
un feliz ignorante, caminar siempre en la misma dirección, darles el gesto
indiferente a los problemas, hacer hijos con la que procure seguirme el paso y
morir en un ataúd barato en un caluroso día veraniego, dónde nadie quiera
permanecer en la sala de velatorio por el sofocante clima ¿No es bellísimamente
común? ¿Qué mas he de esperar sino? Si todas las vidas comienzan y terminan
igual ¿Por qué el recorrido medio debe ser menos o más interesante que el
inicio y la línea final? Firmemente creo que Michael tiene un deseo egoísta de
sobresalir y Dylan envidia eso que él le dibuja y que ni siquiera es real. La
vida perfecta de Michael ni siquiera era
real. Yo vivo (O vivía) con él y era igual de acomplejado que cualquier
joven que comparte salón de clase con otra bola de inadaptados cabezas huecas.
Él parecía pintar en su mente una escena de una película con colores bellos que
aún no se han descubierto y con la más armónica y novedosa música de fondo. Lo
peor de todo es que Dylan podía ver esto, y quería poseerlo. Quería poseer la
imagen, la cabeza de Michael y a Michael mismo. Ambos viven (Si es que aún
viven) en la misma nube y sus vidas son dignas de ser finalizadas de la misma
manera.
Si, los dos deben de estar muertos. Los dos merecían ser
sepultados en un mismo agujero ¿Para qué cavar el mío? Pues yo iría derecho al
final que todos se esperan.
Esto es una condena
para los tres, pensé. Estaba tan claro para mí en ese momento. Pues la
explicación era sencilla: no existía uno, sino tres de nosotros. Uno sólo no
podía ser diferente ¿Cómo consentir el hecho de que alguien sea mucho mejor y
más elevado? nadie al parecer puede ser diferente. Tuvieron que hacer a dos y a
uno más, por si el segundo se suicidaba, y ése era yo.
Yo no iba a hacerle caso ni a seguirle al procedimiento de
ésa condena. Voy a caminar hacia mi propio abismo con los ojos vendados.
¿Cómo se atreve Michael a sentirse superior? ¿De qué manera
Dylan tiene nubes de colores pintadas en los párpados y se la pasa persiguiendo
mariposas en una ruta inexistente?
Pobre de mí, pobre de él ¡Lo que nos han hecho era
inconcebible! Y estaba tan seguro de que Dylan estaba muerto que podía sentir
que lo cargaba en mi espalda. La mente de Michael era jugosa y tan dotada de
agilidad que podía sentir como palpitaba por sobre cada idea mía o suya – y
apunté al Dylan muerto e imaginario que tenía enfrente - y nos pasaba por encima del dolor que
habíamos sufrido.
Su uniforme parecía estar intacto. No tenía heridas aparte
de un roce de alguna bala cerca del tórax y varios rasguños en la cara que
imitaba de mí. Soñaba a un cementerio, a
sus nuevos planes y acciones que tomaría por adelantado. Un joven rubio lo
saludaba desde la puerta de rejas negras y altas que suponía darle la
bienvenida a los visitantes, y luego el chico caía derramando sangre azul desde
su corazón. Tenía a Dylan detrás de sí. Lo tomaba del cuello y le tapaba la
boca, y lo despojaba del gran rifle que él solía poseer y que tenía yo en mis
manos justo en ése momento.
Luego despertó y dejé de oír señales de su presencia no tan
lejana...
¿Era ése nuestro futuro? ¿Él mismo me haría el grato favor
de asesinarnos? ¡Cómo se le ocurría semejante traición!
Pero luego entré en razón después de un largo e inevitable
colapso. Michael jamás nos haría daño. Jamás nos haría atravesar por sobre
vidrios y descalzos.
Pero con Dylan la cuestión era diferente. Tenía unos
antecedentes nada agradables en torno a Annie, y él había intentado apuñalarlo
con un cuchillo para hortalizas aunque nunca concretó la acción por completo.
¿Le aguardaba a Dylan una muerte un poco más patética? ¿Me
estaba dejando a mí la más dramática entonces?
¿Cómo le gustaría a Michael terminar conmigo? No descansaría
hasta averiguarlo. Mi consigna se grababa cada vez mejor en mi subconsciente y
de pronto se me hizo imposible poder olvidarla. Él me quería como un hermano y
se aseguraría de que disfrutara mi muerte. Yo haría lo mismo por él.
Entonces volví a insinuar que Dylan era el que estaba muerto
y el conflicto se debería arreglar entre nosotros dos.
¿Para qué la inmortalidad? ¿Para qué mi ruta sea más larga y
el abismo me quede un poco más lejos? Estoy casi seguro de que Michael tendría
otra respuesta estúpida hacia mi interrogante. Me convencería de seguirle el
curso a una condena en la que no estoy interesado. Pobre, él estaba atrapado
mucho peor que yo, y la cuestión era simplemente liberarlo yo mismo. Y al mismo
tiempo, irme con él.
Por eso estaría tranquilo si Michael fuera el que estuviera
muerto. A Dylan habría que dejarlo vivo y condenado con la inmortalidad y
esconderle todos los cuchillos en el sótano. Era un pobre tonto y desgraciado
con un destino en el que yo no podía intervenir.
Ojalá estuviera vivo, pero la explosión de la que se hablaba
era de gran categoría.
¡Pero, aguardar! ¿Cómo podía morir si sólo Michael y yo
podemos asesinarlo? Debe estar entre cenizas, respirando aire imaginario ¡Tenía
que encontrar a Michael lo más pronto posible y adelantárnosle en el camino!
“¿Qué habrá del otro lado?” recuerdo que quise saber una
vez, cuando estudiábamos a la muerte con detenimiento.
“Hagamos un trato” había dicho Michael con una ligera pizca
de un extraño entusiasmo “Si yo muero primero, con quiero primero me comunicaré
será contigo. Y si tú mueres primero, tendrás que venir a aparecerte frente a
mí ¿Lo aceptas?”
“Estoy de acuerdo”
No existía esa sabia dulce de un lado del árbol o del otro,
sino dentro de él y en el lecho que cruzarías si pudieras atravesarlo. Ni la
vida ni la muerte tenían el verdadero placer del conocimiento, sino el pasaje
de una a la otra. Debería de durar muy poco, estoy tristemente consciente de
ello, pues una cosa es bella por lo poco que dura, y lo que es para siempre se
convierte en cotidiano. Un pensamiento como éste se hallaría en las memorias perdidas de Michael Hylton.
Relatos que sólo él y Annie conocerían, pues yo me había previsto de ésta
teoría escuchando una inevitable conversación entre ambos:
–
¿Has oído lo que aquella pareja han estado
diciéndose? – Michael había comenzado a hablar.
–
Si – respondió Annie sin comprender su rara
curiosidad – Él le ha dicho que la amará por siempre. Creo que es muy cliché,
pero tiene un bello significado, uno muy romántico.
–
¡¿Acaso estás loca?! – él la observó con un
gesto sorpresivo, incapaz de poder creer lo que decía – ¿Amar a alguien por
siempre? ¡Qué cosa tan terrorífica para decirle a una persona! ¡Qué manera tan
descarada de mentirle a alguien! Yo jamás te diría eso, Annie.
–
¿Por qué? – ella no podía comprenderlo y se
guardó todo sentimiento que pudiera quebrarla en el nudo que se le había hecho
en la garganta- ¿Acaso no me quieres?
–
Por supuesto que sí – respondió de inmediato –
Pero el para siempre es la manera más
atroz de matar al amor, es incluso peor que el Jamás. No quiero que oigas esa frase de mí, es una vil mentira.
Annie le quitó la vista y se dedicó a observar los detalles
de la decoración del patio que en ése entonces estaba a cargo del club de
jardinería. Había largas y verdes enredaderas colgando de los balcones que
conducían a los salones de los pisos de arriba que terminaban con un par de
flores de plástico. Los largos tallos tenían un principio y un final.
–
¿Cuánto tiempo viven ésas plantas? – señaló una
maceta que guardaba una única flor de un bello tono azul y blanco, de pétalos
curvados y abiertos.
–
Veinticuatro horas – respondió Michael – Nacen y
se marchitan en el mismo día.
–
Qué triste – musitó Annie con los ojos tendiendo
a humedecerse – Es la flor más hermosa que he visto en mi vida.
Michael se recargó sobre la pared, como relajando la
posición en la que estaba parado.
–
¿Qué? – quiso saber ella.
–
Temo no saber explicarte lo que ya dije. Annie,
no voy a amarte para siempre.
–
¿Quieres decir que un día vas a despertarte, vas
a venir a mí y vas a decirme “Hey, ya no te amo”? ¿Cómo puedes esperar que algo
así me alegre?
–
El tiempo nos tiene celos, Annie – repetía su
nombre como si le saciara el hecho de dedicarle cada una de sus palabras –
Prométeme que morirás después que yo para no hacerme llorar.
¿Un alago? Annie conocía como sonaba cada vocal que Michael
pronunciaba y no le hallaba un mal significado. Sólo río y volteó a verlo otra
vez, detrás de la media sombra que la luz lunar le dibujaba sobre el rostro.
–
Me vas a asegurar un enorme sufrimiento si tú te
vas primero – buscó un lugar en uno de los asientos que rodeaban el patio –
Pero creo que resistiré.
–
Reiría si me creyera el hecho de que realmente
voy a morir – él la acompañó en el asiento.
–
¿Qué futuro nos asegura eso?
–
No sé – respondió de forma tan inmediata que
casi fue una interrupción – No debes esperar al futuro. El presente se te
derrite de las manos mientras lo haces.
–
Técnicamente siempre vamos a estar en el
presente, así éste sea diferente o no.
–
La regla se aplica igual – aseguró – O por lo menos
las personas deben pensar así. Y lo del para siempre, lamento si no es la más
linda de mis teorías, pero es muy real. No me gustan esas palabras separadas, y
mucho menos juntas. Quizá sea otro capricho lingüístico mío al que debes
ignorar. Yo sólo te amo de forma sobrenatural, algo que el futuro tardará en
comprender.
–
¿Tardará cuánto?
–
¿Cuál es tu número favorito? - preguntó.
–
El siete.
–
Siete mil millones de años luz, lo que te tardes
en recorrerlos, entonces ¿Te es suficiente? – la miraba con aires inspiradores.
–
Pues, es más preciso que un “para siempre” –
sonrió.
–
Y más bonito – asintió – Tiene un siete.
No continué con la escena porque callaron. No era mi
momento.
Quién conocería la cantidad de infinidades de cosas que
hablan entre ellos. Quién podría ser capaz de comprenderlas ¡Qué conexión tan
envidiable que tienen ésos dos! Pero en éstos momentos me hubiera bastado con
el primer rechazo de Michael hacia lo eterno, porque continuar viviendo después
de lo interesante, de lo que soy realmente capaz de disfrutar sería como
alargar una novela que como primero fue escrita ya perfecta estaba ¿Por qué
arruinar versos tan cortos como bellos para agregar sino más lamentos o algún
evento de ligera felicidad incapaz de superar al final original?
Me considero un fracasado con la paciencia. Mi espera nunca
es suficiente y aquél hermoso final no estaba en condiciones de aparecer
pronto. Tenía un profundo sentimiento de conocer mi final, ir al futuro y
regresar; y después continuar con las labores estando ya tranquilo de que todo
estará bien y que no pasará nada tétricamente malo cuando realmente cumpla
todos los años que debo de cumplir. Aquél deseo irreal se estaba convirtiendo
en una necesidad insoportable y cada vez más pesada.
¿Quién podría asegurarme un buen último día? Y una vez más,
la problemática recaía sobre Michael.
Dejé de pensar en ello, la cuestión no podía irritarme más
por su dependencia sobre mi hermano. Mi vago sentido de la memoria desistió de
traer a la vida más recuerdos dignos de repasar y me obligó a mantenerme en un
solo objetivo. Ahora buscaba a Michael sin querer encontrarlo. Cuando me lo
topara seguro le echaría toda la culpa a gritos y lo golpearía con algo. Pero con
cualquier comportamiento que decidiera adoptar, él estaría conforme, porque es
capaz de comprenderlo todo. Es como un maldito psicólogo que le pone nombres
serios a enfermedades de adolescentes inventadas por su propia cabeza.
“Tienes complejo de inseguridad, tienes estrés porque estás
sobrecargado, tienes un serio caso de bulimia ¡Ah, pero es comprensible! Has
sufrido de falta de atención desde hace...”
¡Al diablo con todo eso! Los jóvenes deberíamos ser capaces
de salir de eso sin ésos nombres ridículos o sin que alguien te meta la razón.
Por ser un bulímico comprendido no significa que estés bien. Porque fumes
porque nadie parece notar que existes no significa que vayan a comenzar a
verte. Porque seas inseguro y te lo escriban en un diagnóstico no significa que
tengas que seguir siendo inseguro y mostrarle el papel a todo aquel que se
burla de ti ¡Simplemente porque no va a funcionar! En lugar de explicarle a la
gente tu problema con la comida y darles lástima ¡Activa el cuerpo, haz
ejercicio y empieza a hacer un cambio! ¡Destácate en algo más sano que andar
echando humo por todos lados! ¡Busca tus virtudes y hazlas relucir y dejarás de
ser inseguro!
No hay que buscar una justificación para un problema y ya,
hay que solucionarlo.
No basta con que alguien comprenda tu problema y te de
razones para seguir por él.
“Ah, eres gordo, una muy buena razón. Sigue siendo inseguro”
¡Pues no! Michael siempre dice que no le agradan los psicólogos ¡Pero él es la
viva reencarnación de uno!
Él ha justificado cada uno de mis malos actos y está
destruyéndome por dentro. Y cuando trato de zafarme de algunos de ellos me
lanza frases duras y realistas en el momento menos adecuando, cuando estoy
débil y cuando apenas tengo garras para mantenerme colgando de la pared.
Soy capaz de encontrar una sola razón por la que deba haber
hecho todo eso. Quizá lo disfruta. Cuando los niños ricos tienen todos los
juguetes del mundo, su siguiente acción tiende a ser la destrucción y ahí los
rompen a todos ¿De veras es crueldad? ¿Eso viene después del poder absoluto? Si
el bien siempre triunfa sobre el mal,
significa que éste está detrás del bien ¿verdad? Nada se debe perder en el
curso que es la vida y supongo que debemos chocarnos con absolutamente todo lo
que exista, incluida la miseria, el descontento, la desilusión...
Una vez desearía haber vivido como un ignorante. Sin esto,
sin nada de esto.
¿Dónde estás Michael, querido hermano, para decirme lo
contrario ahora?
...
Aquél desgraciado sería capaz de comprender esto también. Comienzo a sentir desprecio por él.
***
¿Justin irreconocible? ¿Dónde?
P R E G U N T A ~
¿En qué se equivoca Justin?
Opiniones, opiniones.
Comenten, no tengan miedo. Hagan preguntas.
Tengo fe en éste capítulo también.
Peace.
Ask de la novela: http://ask.fm/aceofhearts
♥
Wow! Que cap tan lleno de sentimientos xD y que estres D: necesitamos saber donde están Dylan y Michael ._.
ResponderEliminarRespondiendo a la pregunta....No se, de momento estoy de acuerdo en su forma de pensar pero le diría lo mismo que le ha dicho Michael...necesita ver las cosas con otros ojos para asi intentar ver el camino de esperanza que dice estar perdido..En mi opinion cada día nuevo en el que sigas vivo es esperanza, claro que las circustancias no son las más ideales...
Morí de ternuda con Michael y Annie, como siempre jajajaja Y comparto la opinion de Michael de la eternidad.
Este cap me ha hablado, me he sentido identificada con muchas cosas y me ha echo plantearme otras muchas. Sin palabras como siempre y deseando leer el siguiente.
G R A C I A S~
P.d: Siento si hay alguna falta de ortografía, estoy con el movil y o ni me he fijado o me ha dado pereza :$
#Maite.
Bien supongo que Justin se equivoca en el hecho de que su vida es aburrida sin un buen final pero estoy deacuerdo con maite necesita verlo con otros ojos para darse cuenta que es muy interesante y bella.
ResponderEliminarHay veces en que algún capítulo tuyo simplemente me deja sin palabras. Créeme, lo leí dos veces, y aún así no sabía que demonios colocar. Lo mismo pasó los otros dos días, que me quedaba como ñurda frente al blog; luego a mi musa le daba la paja y me decía "Anda, será después." Le creí, a la muy... Pero ya estoy aquí, aunque aún creo que no tengo las frases, los adjetivos necesarios.
ResponderEliminarEste capítulo lo sentí muy psicólogico, muy profundo. Éste con el de Michael se me hacen preciosos. Todas las escenas de Michael y Annie son tiernísimas. El Hilton se pone un poco molesto cuando come dulces xD, a éste hay que quitarle el azúcar para siempre. Uno de los párrafos me llegó mucho... cuando Justin habla de los desórdenes, de los problemas y cómo la gente se justifica con ellos. Tiene razón. Pienso lo mismo. Todos hemos tenido problemas alguna vez, unos más graves, otros no tanto, pero no podemos siempre excusarnos con ellos. Hay que seguir adelante, nomás, con pura fuerza. Es difícil, pero no imposible.
Faltan pocos días, naaaaaawh D':
Supongo que Justin se equivoca en, y he de imitar a las chicas que están arriba de mi futuro comentario, decir que su vida es mala. Si sólo te fijas en las cosas malas que te han pasado, entonces tu vida será mala. Y de acuerdo con Maite; Justin debería ver su vida desde otra perspectiva, quizás así cambiaría un poco su opinión.
Saludos, Kati :D
Concuerdo con todo el mundo aca arriba, este capitulo se incrusta en tu mente y te come los sesos. Que toque, señorrr. Muy psicologico, oscuro, profundo, doloroso y dan ganas de arrastrarse por el suelo porque JUSTIN ;-; y Michael y Dylan y ;---;
ResponderEliminarEn fin, no se que decirte que no te hayan dicho ya y una vez más me disculpo por tardarme en leer y en comentar. Procurare hacerlo una vez inmediatamente despues de que subas y lo lea.
Por cierto, en la columna lateral hay unas fichas de personajes o algo asi. ¿Ya estaban ahi? ó_ó no las habia visto pero me meti y me gustaron ajfsfsajs y de Dylan has puesto a Logan Lerman ;-; eso no es justo.
No es justo. Toda esta novela aplasta mis sentimientos.
ESPERO QUE ESTÉS FELIZ.
xxo