No había nada más arrebatador que una buena
canción sonando en mis oídos para darle un comienzo más interesante al primer
día de clases.
Me voy a graduar éste año, aún no puedo
creerlo.
Andar en el camión de mi tío hasta la escuela
fue lo más divertido que podría ocurrir en el día, así que lo disfruté. Tuve
dos ataques de risa continuos; ya casi olvidaba que aún estaba en Canadá. El
sol reflejaba el dorado de mi corbata, lo que la convertía en una luz
centellante. Michael se burlaba de mí llevando anteojos de sol y una corbata
negra.
–
Te van a regañar... o algo mejor, te enviarán a casa por
no respetar el uniforme – pensé dos veces antes de abalanzarme sobre él para
despeinarlo. Aquello aún le seguía molestando.
–
Trata de tener cabello enrulado y lucir tan bien como yo
– sonrió a la par del sol reflejado en sus gafas oscuras y librándose de mí de
un solo movimiento.
–
¿Aceptaste salir con Julianne? Está que se babea por ti.
Y su prima por mí pero no quiero presumir...
–
¿Ésa? – se río fuerte -
¿Tú crees que debamos?
–
Cita doble ¿Qué te parece?
–
¿No crees que se sentirán mal cuando les digamos Me ha encantado salir contigo, pero no puedo
ser tu novio?
–
...Porque no me
gusta la palabra “Novio” por ser una cadena y bla bla bla...– lo imité con
afán de molestarlo.
–
¿De dónde sacaste eso? – me empujó riéndose – Y yo no
hablo así.
–
Dime...Y qué le dirás cuándo ella te haga ojitos y te
pregunte ¿Y por qué no puedes?
–
Quizá por que... te
llevas igual de bien conmigo que con cualquiera...ó... Porque te vistes como una prostituta y dudo que no lo seas. No sé
¿Cuál es más amable?
–
Como si fueras a salir con otra que no fuera Annie.
–
¿Y quién me vigila? ¿Tú? – rió como loco otra vez y
cuando paró, bajó un poco la mirada y estuvo callado todo el camino hasta la
entrada.
Pensé en molestarlo en cuanto a ello pero
esto se merecía algo de suspenso. Angie estaba escondida de un lado de las
cortinas doradas que había en la entrada de la escuela. No vi a Michael
sorprendido, pudo haberlo soñado. Se limitó a sonreír por debajo de sus gafas y
cuando Angie se las quitó, pudimos notar el brillo de la ilusión en sus ojos.
Se abrazaron tan fuerte que me dieron celos.
–
Vaya ¿Pero que éstas haciendo aquí?
–
Justin dijo que ésta escuela hacen una especie de
programa de obras de teatro para dar la bienvenida al período de clases. Me
pareció tan estúpido que tenía que venir a verlo ¿Estás en alguna?
–
Tú, si claro. Sigue soñando – la abrazó de nuevo -
¿Entonces faltaste a clase?
–
Faltamos. Annie está adentro. No estábamos seguras de sí
ya habían llegado y los está buscando allí.
Michael casi terminó de pronunciar su “Yo
iré” cuando ya estaba atravesando la puerta. Caminó por entre la gran cantidad
de estudiantes y se topó con una de sus peores
compañías. Julianne le obstruyó el paso y lo obligó a detenerse.
–
Mike ¿Has pensado lo de salir juntos? Tu hermano puede
venir con nosotros y...
–
Ahora no, estoy ocupado – decía estirando la mirada para
localizar a Annie. La vio detrás de fila de los de primer año y sonrió ante el
hallazgo.
Julianne lo persiguió casi gritando su
nombre, pero quedó atrapada entre un grupo de niños y tardó en cruzar por entre
ellos. Annie estaba buscando por las escaleras, destacando con el uniforme
salmón-anaranjado que tenía puesto. Oxford parecía haberle vomitado encima,
sólo a ella.
Michael se situó silenciosamente detrás de
ella y posó su mano en la pared, recargándose sobre la misma.
–
Ni un montón de canadienses vestidos con envoltorios de
chocolates es un buen escondite para ti ¿Eh?
Annie se alarmó al voltearse. Estaba allí,
sólo a centímetros.
–
Hola – sonrió y se soltó a abrazarlo. Las miradas de los
demás estudiantes, incluida la de Julianne, se posaron sobre ellos – Con que...
Envoltorio para chocolates.
–
Es una indirecta y código para decir que somos unos
bombones – Annie se volteó a verlos a todos y Michael le volvió la mirada hacia
él, de forma delicada – No, no era para que los mires a ellos– dijo en tono de
celos.
–
¿Y cómo te va? – dijo, sentándose en el último de los
escalones. Michael la siguió.
–
Aburrido. Primer día de clases ¿Qué tal tú?
–
Igual.
Se produjo un silencio incómodo por sobre el
barullo que hacían las conversaciones de los demás estudiantes a su alrededor.
No por que no supieran de que hablar. Estar en público intimidaba a cualquiera
de los dos y con eso procedían a conversar con los ojos.
–
Y... - dijo Michael - ¿No vas a besarme? – sonrió cuando
Annie volteó a verlo algo desconcertada.
–
Estamos en una escuela – contuvo la sonrisa que quiso
devolverle.
–
¿Qué dijiste? No te oigo – elevó la voz por sobre el
ruido que había aunque se pudieran escuchar perfectamente – Acércate.
–
Oíste lo que dije – se acercó un poco.
–
Acércate más, yo no te oigo.
–
Pero… - se acercó más y Michael hizo el resto, deteniendo
cualquier frase que Annie haya querido decir. La besó muy ligeramente, como si sólo hubiera tocado el aire, y un puñado de
estudiantes comenzaron a aplaudir y a gritar. Annie no pudo ocultar la
vergüenza que recorría su rostro pintando de color rojo a sus mejillas.
–
Ven – Annie lo tomó del brazo y salieron al patio en lo
que las obras comenzaban - ¿Por qué me avergüenzas de ésa manera?
Michael estaba tan cerca de ella, con los
ojos casi a la mitad y mirándola como si su vida dependiera de ello. Estaba a
punto de besarla de nuevo cuando se abrió el tema de conversación.
–
Se te ve bien. Sonriente – dijo ella.
–
Tú también… ¿Te maquilló Angie, no?
–
¿Cómo lo sabes? – se vio sorprendida.
–
¿Qué como lo sé? – rió, simpáticamente – Ésa línea negra
sobre los ojos la practicaba conmigo.
–
Se llama delineado.
–
Yo que sé ¡Debiste verme! Parecía un fan de Kiss.
–
Será mejor que busque a Angie, nos iremos en un rato.
Tenemos un enorme y feo examen de Filosofía.
–
O... podrías quedarte aquí conmigo.
–
No puedo faltar – miró hacia abajo. Michael había
sostenido su mano todo éste tiempo – No pasé mi último domingo de vacaciones
estudiando para darme el lujo de faltar.
–
Conozco a la clase de profesor que toma examen el primer
día de clases. Tengo un diagnóstico y una prueba a las tres.
–
¿Sobre…?
–
Educación vocacional. No sé que hacer con mi vida.
–
Descuida, yo tampoco – lo abrazó rodeando su cintura y
apoyando la cabeza de lado en su pecho –. Te veré dentro de... bueno... un año.
–
Menos – Michael le besó la frente –. Lo prometo.
Angie reapareció de un momento al otro
conmigo detrás de ella; parecía no estar apurada. Annie volteó al enorme reloj
que había en la puerta de la iglesia que estaba detrás de nosotros. El último
tren ya se había ido, e ir en un bus no tenía el color económico que el
presupuesto de un estudiante promedio podría cubrir.
El próximo pasaba dentro de una hora y media
y no había otro lugar en todo el país que conocieran además de nuestra casa, y
nosotros no estaríamos allí. No las dejaron entrar a nuestra escuela por lo que
le dije a Angie que podrían quedarse en casa con mamá y luego las podría
acompañar a la estación. Después de todo tenía diez faltas y el límite eran
once, o alguna situación parecida que beneficiara a mi suerte de la misma
manera.
Conseguimos unas sillas casi al final. No
había padres, ni siquiera los de primaria venían acompañados. Geraldine, la
prima de Jualianne no perdió la oportunidad de sentarse junto a mí para vigilar
cada uno de mis movimientos. No me sentía acosado por que simplemente no le
daba importancia a ése tipo de cosas y porque mi cabeza estaba en otro lado.
Una profesora que no conocía estaba relatando
un discurso con gran entusiasmo cuando la encargada de la materia Geografía se
acercó a ella cargando un pesado gesto de preocupación y caminando con las
piernas temblando. Pude localizar unas leves lágrimas en el rabillo de sus ojos
y el temor salía de ella como flechas dirigidas hacia mi rostro.
Interrumpió el discurso de manera formal pero
casi grosera. Cuando tomó el micrófono, las palabras que estaba a punto de
decir parecieron maximizarse y escribir su mensaje en la realidad. Un hombre
terriblemente alto, con pantalones anchos y de diseño camuflaje; su espalda era
más ancha que mi tabla de nieve y sus botas hacían que sus pies parecieran dos
enormes barcos inmovibles pero ágiles. No usó el micrófono; no le fue
necesario. Hablaba tan fuerte que mis oídos parecían querer cesar.
–
Mis respetos a las autoridades que llevaron éste
encuentro de una manera positiva. Pero quiero asegurarme de que todos están al
tanto sobre los conflictos entre nuestro país y el país vecino. Estados Unidos
reclama cierta parte del territorio que no le pertenece. Las discusiones han
terminado en amenazas cada vez más fuertes y...
Dejé de oírlo cuando mi vista se concentró en
la mente de Michael. Estaba tan desubicado como yo; no había soñado nada que
pudiera explicar la situación. Recorrí todos los rostros asustados: todos
parecían saber que iba a pasar excepto mi hermano y yo, que somos los de los
poderes. Revisé un par de mentes pero sólo pensaban en salir vivos, un futuro
sano y alejado del peligro; no entendí bien a quién se refería.
Soy masoquista en cuanto al suspenso: me
encanta. Y generalmente no puedo luchar contra mis instintos naturales. Por eso
me mantuve alejado de la mente del hombre alto hasta que terminara de hablar
babosadas y fuera al grano. Cuando recordé al tipo, instantáneamente sacudí mi
cabeza y volví a escucharlo sin darle importancia a cuanta parte de su charla
me había perdido.
–
... Todos los varones, quiero que formen una fila delante
de mí – fue lo más importante que pude rescatar de su discurso.
Me bajó el frío por la espalda, casi como una
gota de sudor. Reconocí a Daniel caminando frente a mí y a Michael a mi
derecha. No sabía hacia dónde me dirigía; supongo que esperaba a ver cómo se
formaban los demás para poder elegir mi lugar, pero la mirada de aquel “disque
general” me obligó a ordenar mis extremidades en una sola línea de inmediato.
–
Canadá – nos nombró, su mirada denotaba que se estaba
refiriendo a nosotros – Ustedes son el futuro.
–
Dime algo que no sepa – me di cuenta de que Michael
estaba detrás de mí cuando susurró aquella indirecta de doble sentido.
–
No hay tiempo ni para sorprenderse de que van a defender
a su país a pesar de su temprana edad. El enemigo tiene bases en Alaska, así
que nos atacan por el norte y por el sur. Necesitamos cubrir parte del sur y
los soldados han sido enviados a diferentes misiones y no son suficientes.
Estamos entrando en una especie de crisis, y si perdemos ése territorio que
Estados Unidos quiere llevarse, les cobrarán hasta por respirar: se necesita
capital para sobrevivir en cualquier país.
No sabía si reírme o llorar. Adopté la
primera opción por que la segunda no se me apetecía, y tampoco se me daba bien.
Me tomé el corazón a través de la camisa, estaba bombeando tinta mucho más
rápido que nunca; casi como si mi cuerpo entendiera lo que estaba pasando y yo
no.
El hombre de las botas grandes nos dio la
orden de caminar hacia afuera justo detrás de él, dejando a las maestras atrás
murmurando sus padres van a asesinarnos
cuando les digamos que sus hijos se fueron a la guerra. No sé, por alguna
razón sentía que no iba a volver a ver a mi madre.
–
No soy canadiense... – murmuró Michael, atemorizado – Y
va a notarlo.
–
No te tiene a ti en
la mira – le dije a él, pero revisando la mente del tipo – Piensa que
Nathan es musulmán.
–
¡Señor, señor! ¿Vamos a morir? – uno de los estudiantes
levantó la mano.
–
Lo único que voy a hacer con ustedes es entrenarlos y
nutrirlos de conocimiento y práctica sobre defensa. No les va a pasar nada.
Di un leve suspiro y relajé mis hombros.
Todos hicieron lo mismo excepto por Michael. Él continuó tenso y presionando
sus puños hasta más no poder. Sus facciones permanecieron frías y carentes de
movimiento. Bajó la mirada al suelo después de haber revoleado sus pupilas por
sobre lo que parecía ser una escena llena de vida y movimiento sobre las nubes.
–
Tranquilízate – le dije volteando mi mirada pero sin
alterar mi postura de soldado fácil – Ha dicho que no nos pasará nada. No
iremos a una guerra o algo así – reí al pronunciar la última frase, casi sonaba
como una burla hacia mí mismo, imposible de tomar enserio.
–
Nos meterá en una guerra.
–
Pareces tener una visión.
–
Imposible. No estoy durmiendo.
Compartimos el momento de tensión y nos
observamos simultáneamente.
Por un momento sentí que no tenía mi guía de
vida a mano. No estaba seguro de cómo debía actuar; pero mis pies modelaron al
unísono detrás de mis otros veintidós compañeros de clase y un puñado de chicos desconocidos a mis
ojos, con las mentes abiertas, y más asustados que peces con el nivel del agua
de su pecera por la mitad.
Jamás pretendí perseguir a un extraño que me
prometía un destino duro, desconocido o incluso peligroso. Excepto la vez que
había perdido mis caramelos de encima de mi pupitre en el salón 26, en el
segundo grado. Sean Monroe permanecía del lado derecho de mi pupitre en un día
gris amenazado de tormenta, tan parecido al clima típico de Londres. Había
peleado con mi mamá ése día y se había ido a trabajar incluso sin levantarme
para ir a la escuela. Miley estaba en la casa de una de sus amigas e irían a la
escuela, juntas. Encontré mi camisa a duras penas y me había anudado la corbata
al revés. Aprendí a atar mis agujetas ése día. Me paré sobre una silla para
alcanzar la caja de los cereales y tardé diez minutos eternos en destrabar mi
bici del patio de atrás y subir la escalera cargando con ella. Cuando me monté
sobre ella, el tiempo pareció acelerar junto con mis ganas de romper en llanto.
Nunca nadie me había ignorado de aquella manera.
Sean se burló de mi corbata y se llevó mi
bolsa de dulces. La maestra me había regañado por haber olvidado mi tarea y
porque no vestía bien y mi cabello era un desastre. Me quité los anteojos para
que mis lágrimas no se vieran aún más grandes y limpié las huellas de las
mismas con una de las mangas de mi camisa arrugada. Saliendo del patio, habían
destrozado mi bicicleta en miles de pedazos y habían escrito cosas desagradables
en ella con un aerosol rojo; cosas que mi mente de siete años consideraba una
maldición de las más fuertes y un trauma temporal.
Camino a mi casa, me encaminé por el parque y
dejé que el viento se llevara mis lágrimas. Un hombre alto, esbelto y sonriente
se acercó a mí con un gesto de compasión y me ofreció su mano. Estaba tan
enojado con mi madre y como sabía que me amaba, ponerme en peligro resultaba
una desobediencia rotunda; pero no fue lo que me llamó a seguir a ése hombre en
lo absoluto. Necesitaba el consuelo de alguien y él fue el único que se dignó a
aparecer.
Me contó que tenía un bote, un barco. Y que
vivía en él. Recientemente alquilar un departamento en dónde vivía era
muchísimo más costoso que comprar un barco. Me interesó tanto el tema que le
lancé una tirada de preguntas que me gustaría ignorar hoy.
Me regaló su bufanda; era de colores apagados
y enternecedores. Su perfume pertenece hasta el día de hoy en mi memoria.
Reconocí el aroma una vez que fui de compras con mi hermana y ahorré meses
completos para comprármelo. Se lo rocío a la bufanda cada vez que pierde un
poco su aroma y necesito recordar algún momento de rebeldía que he pasado a
pesar de mi edad. Aún así, el frasco está casi lleno y planeo regalárselo si
alguna vez vuelvo a verlo. Fue como... se parecía tanto a... los ojos de Miley
y él eran tan parecidos que...
–
Oh, por Dios – dije retorciendo mis memorias viejas y
aborreciendo mi estúpida costumbre de comprender las cosas tarde.
–
¿Y a ti que te pasa? -
me preguntó Michael, al parecer saliendo de un recuerdo tan
significativo como el mío. No pude leer su mente por que la simple imagen de
aquél hombre que me acompañó por el parque aquella vez perforaba mi memoria de
manera persistente.
–
Yo... nada. Es algo estúpido.
Michael detuvo el paso cesante que había
tenido hasta el momento. Estábamos justo frente a mi casa para compartir con mis
padres la última noche antes de nuestra aventura en la milicia. Hasta decirlo
sonaba ridículo.
–
Hay algo, y sólo una cosa de la que estoy seguro – dijo
interviniendo entre la puerta y yo – Cada uno de nosotros tiene un pasado
imposible de adivinar...
–
... Y un futuro incierto – continué, atemorizado por cómo
iba a actuar de ahora en adelante. Ahora que sé que vi a mi padre alguna vez.
Si seguir a un extraño me llevaría a ver a mi padre otra vez... estaba
totalmente listo para la guerra. Ésa era la más rara locura que se me había
ocurrido hasta entonces.
–
Y con eso quiero decir que no debemos decirle nada a tu
mamá y a Christopher.
–
¿Sobre qué? – tropecé con mis propias ideas. Estaba
atolondrado.
–
¿Sobre qué? – repitió Michael al no entender mi desconcentración
– Sobre lo de la escuela militar. Es obvio que querrán evitarlo.
–
¿Y eso de qué servirá? – le pregunté con mi peor cara de
indignación – Los tipos vendrán a buscarnos. No nos hubieran enviado a casa hoy
si hubiera sido peligroso que volviéramos o no.
–
¿Crees que... sea difícil?
Diablos
Michael, una bufanda cubre mi cerebro, déjame solo.
–
Espero que no – respondí sin importancia.
–
Oye... – me detuvo otra vez – Hoy siento que no te
conozco y créeme que puedo ser muy molesto hasta incluso insoportable para que
me digas que te pasa.
–
¿Hoy no podemos ser amigos? ¿Socios? ¿Compadres?
¿Personas normales?
–
Pude ser un infeliz, un suicida y un desgraciado. Pero sé
cómo hacer sentir bien a la gente.
–
No creo que puedas con esto – saqué la bufanda de mi
mochila y se la arrojé. Seguidamente subí a mi cuarto sin saludar a
Christopher. Le mentí a mi madre una sonrisa y corrí a velocidades diferentes
para subir la escalera.
Michael saludó a mi mamá y pasó al lado de
Christopher sin dirigirle la mirada, con mi bufanda en su mano derecha. El que
era su padre lo detuvo.
–
Michael, me siento mal – fue lo que le dijo.
–
No me importa – respondió.
Quedó con las palabras en la boca y observó a
Debrah con melancolía.
–
Creo que hace mucho que no rentamos películas y hacemos
pizza. La última vez que hicimos eso fue en...
–
Mañana comienza el resto de mi vida, debo dormir – le
contesté a Michael cerrando mi mochila y colocándomela al hombro. Listo para
partir. Él sólo se limitó a suspirar.
–
No veo la prisa.
–
Y yo no veo la calma ¿No estás entusiasmado?
–
A mí esto no me va ni me viene – me dijo y lanzó la
bufanda hacia mi cama antes de bajar a la cocina.
Proseguí a seguirlo a pesar de mi
inapetencia. Mamá había puesto la mesa con el mantel azul, y eso no podía
significar otra cosa que no fuera su necesidad de que cenáramos todos juntos,
tal y como una familia normal. Cenar en mi cuarto se había convertido en una
costumbre para mí y para mi hermano, pero no me molestó más que a él tener que
compartir mesa con Christopher.
Llené mi vaso hasta el tope con el odioso
jugo de naranja que me levanto a comprar todas las mañanas antes de ir a la
escuela y visualicé una imagen general de todo mi barrio. Quizá no vuelva a
verlo nunca más, y si no fuera así; no se vería igual dentro de unos años,
cuando vuelva a visitar a mi madre después de la universidad.
Me estremecí ante imaginar la pila de libros
que tenía que tragarme sólo para pasar el primer examen.
–
¿Cómo va el asunto de la graduación, hijos? – preguntó mi
madre, adivinando mis pensamientos y señalándome a mí y a Michael con la
mirada. Ya lo consideraba hijo suyo.
–
Debrah, no tienes que llamarme así. Creo que es tan
incómodo para ti como para mí – respondió él, apartando los cubiertos.
–
No te portes así – Christopher intentó ejercer el rol de
padre responsable. Mi hermano no lo permitió y sólo le lanzó una mirada de
desaprobación.
–
No imagino cuanto han avanzado con los preparativos hoy –
dije denotando mi total desinterés en cuanto a eventos como ése – Considerando
que va a ser un año fuerte... – hablé con total cortesía. Ésto de las charlas
en las cenas familiares se me daba mejor que a mi hermano.
–
El último año no es tan grave – Christopher volvió a
tomar parte del asunto con entusiasmo – Ni que fuera un conflicto enorme.
Cuando te gradúes, la vas a extrañar.
–
Oh sí es un conflicto enorme – dijo Michael pensando en
la escuela militar.
–
No interrumpas a alguien cuando habla – volvió a corregir
a su hijo de forma molesta.
–
Cierra la boca.
–
¡No me contestes! – Christopher levantó el tono – Ahora
ve a la cocina y limpia los platos.
Michael se levantó azotando los cubiertos
contra la mesa y de manera grosera. No le tenía ningún tipo de respeto a su
padre y creo que jamás lo conseguiría de ésa manera. Le di las gracias a mi
mamá y lo seguí. Sostenía un cuchillo entre su puño cerrado con fuerza y enojo;
sus pensamientos eran brutales.
–
Shh – le chité – Deja eso.
Lo soltó; pero la ira le seguía saliendo de
los ojos. Tanto, que hasta pensé que un poco era para mí.
–
Es increíble – dije, tratando de hacerle saber que yo
estaba de su lado – Hace tres segundos estabas de buen humor y ahora ¡Boom!
–
Quizá no sea tan malo ir a la guerra – me contestó,
visualizando el dolor como algo bueno. Era lo único que podía pasar por su
mente en ése momento.
–
Creo que nos estamos adelantando, no creo que entremos y
tomemos un arma del aire. Nos harán correr, saltar y hacer flexiones hasta que
tengamos brazos como atletas olímpicos.
–
Diez dólares a que duras menos que yo – sonrió, retomando
la buena onda que ver a Annie pudo causarle, a pesar de todos los altibajos del
día.
A la mañana siguiente, maldije el modo de
confección de mi abrigo. Deseaba que existiera un cierre en lugar de ésos
benditos botones, cuyos huecos entre cada uno era una perfecta entrada de brisa
congelante. Diablos, por qué la madrugada está tan pegada a la noche. Estaba
muriendo de hipotermia; y para que yo o mi hermano tuviéramos frío, ya debía
ser demasiado.
Busqué diez dólares de mi billetera y se los
tendí a Michael, quien estaba junto a mí.
–
No seas niña – me los devolvió y ansió la llegada del
tren, impaciente.
Nos llevaría a nuestro destino. Me propuse
contar con la mirada a todos los chicos a medida que subían al transporte;
quería saber quién no había venido y a quién vería limpiando los baños mañana
por no haberse presentado hoy. Para mi desgracia, todos estaban allí. Eso ya
daba una negativa hacia la diversión que pasaríamos en aquella sentencia
disfrazada de escuela.
El movimiento del tren arrullaba mis
pensamientos y todo en mí, por lo que acorté el viaje con una siesta de varios
minutos. Recordé que tenía que vivir cuando Michael me despertó lanzándome mi
mochila en la cara. La mitad del tren ya estaba vacío pero el sol aún no estaba
afuera.
Me levanté de inmediato a repasar todo con
más lentitud. El día se estaba acercando a su peor punto: el de entrenar, y no
quería que llegara tan pronto.
Creo que fui el último en bajar del tren y el
primero en desvanecerme en el césped apenas vi un lugar de hojas cómodamente
amontonadas. No podía contra mi cansancio, eso era lo que me pasaba cada vez
que desayunaba con prisa y sin un tiempo de relajación post-dormir.
Cuando volví a abrir los ojos, un grandote de
dos metros estaba parado frente a mí y volvió a taparme los ojos con dos kilos
de ropa. Hoy era el día de lanzarme cosas a la cara.
Me levanté de las hojas y seguí sus
indicaciones. Tenía que cambiarme en una especie de cuarto compartido con todos
mis compañeros. Había camas de litera doble por todos lados. Me recordaban a mi
habitación en Oxford, sólo que ésta era como para cincuenta personas, era de
color gris depresión y no había escape de la realidad en ningún lugar: sin
música, sin internet, sólo había una mesa con miles de libros apilados. Claro, en eso SI tiene que parecerse a una
escuela.
Cuando salí del cuarto, aún calzándome las
botas a cuestas, saltando en un pie; Michael me esperaba junto a la puerta, en
todo el esplendor de su traje de
camuflaje, botas tan feas como las mías y ése casco tan incómodo en la cabeza.
Me reí con ganas. Sabía que no tardaría en vengarse.
–
Pues úsame de espejo, hermanito. Te ves igual o más
ridículo que yo.
Cambié mi risa a un llanto exagerado.
Saliendo del corredor, nos dirigimos a una
especie de junta general, en lo que parecía ser el comedor. No contaba con más
que varias mesas interminables del mismo color que la pared y un sector aparte
que te dirigía a una cocina de pocos recursos, tan simple y misteriosa como la
comida que servirían.
Nos sentamos en una punta en cuanto
visualizamos a los chicos de nuestro salón. Traté de imaginar lo que pensaban,
pero no me resistí a leerlos. Michael y yo éramos lo que estábamos más
tranquilos. Por lo menos hasta que su celular resonara en toda la habitación.
Se lo quitaron.
–
Lo que fácil viene, fácil se va – le quedó por decir.
Siguiendo el programa de presentación,
llamaron nuestra atención con el sonido de una trompeta. Sentí que me sangraron
los oídos.
–
¿Ustedes, creen que esto es una escuela militar verdad? –
no nos dieron tiempo de contestar – Pues, por mucho tiempo lo fue. Pero ¿No
creen que una escuela no le quita alumnos a la otra escuela sin ninguna razón?
Todos agudizaron el oído. Le dirigí una mirada
de temor a Michael, pero no me la devolvió. Estaba concentrado en lo que aquél
maestro diría.
–
Exacto ¡Tenemos una razón! – comenzó a hablar a los
gritos de nuevo, como si la trompeta no hubiera terminado con mi sentido
auditivo – Voy a repetir lo que dije en la escuela para aquellos indecentes que
no me oyeron.
Me sentí identificado.
–
Se aproxima una guerra con el país vecino por una disputa
de territorio ¡Y-no-hay-sol-da-dos! – separó en sílabas, asegurándose de que le
entendiéramos – No les vamos a dar matemática, sino tiro de precisión.
–
¿Pero no vamos a ir a la guerra, verdad señor? – preguntó
Eddie, alzando la mirada.
–
Nah, los traje para darles un traje de camuflaje ¡Por
supuesto que irán a la guerra los más capacitados!
Se oyó un grito ahogado general. No podía
creer lo que oía. Michael me observó con terror pero con el humor apaciguado.
–
No se los informamos a sus padres porque de seguro lo
evitarían ¿Lo entienden verdad? Porque si no lo entienden, no me interesa.
Ahora formen una fila delante de mí.
Todos quedamos callados.
–
¡Ahora!
Nos precipitamos por encima de las sillas y
escogimos un lugar al azar. Temía por lo que iba a pasar y me coloqué junto a
mi hermano. Sus pensamientos comenzaban a frustrarse y el nerviosismo le
resbalaba por el rostro. No había soñado nada más allá de lo que sabía hasta el
momento, y normalmente se pone muy nervioso cuando no sabe lo que va a pasar.
–
A las dos comienza el entrenamiento, los veo en el campo.
Ni un minuto tarde.
–
¿No nos cortarán el cabello? – Devon levantó la mano.
Michael convulsionó.
–
No. Por falta de tiempo. Ocúpense ustedes mismos de estar
cómodos en el campo de batalla. Yo no me haré cargo de su estética.
–
Si, maestro.
–
No soy un maestro. Soy tu general, soldado.
Los ojos de Devon se iluminaron de ilusión.
Ser llamado soldado sin haber hecho absolutamente nada no tenía significado
alguno para mí, pero estaba ansioso por imitar a aquellos hombres de grandes
fusibles que veía en las películas, luchando por el amor a la patria con el
alma entre las manos y el orgullo en la mirada. Jamás he sido nadie y esto
parecía darle un giro interesante a mi vida.
Me dejé caer al suelo con pereza, pero
Michael permaneció parado junto a mí.
–
¿De qué te preocupas? – le dije – Somos inmortales, no
pueden matarnos.
–
Pero pueden dispararnos, descubrir nuestra sangre,
exponernos al mundo real de los humanos. Pueden causarnos daños severos con los
que tendremos que vivir de por vida, porque no nos ensañaron cómo morir.
Piénsalo, si te disparan en un pulmón, deberás vivir con una cámara de aire
para siempre.
Sus últimas dos palabras decayeron en mí como
dos pesados barrotes de hierro.
–
No es eso lo que te preocupa – le dije, desplegando sus
pensamientos en mi memoria.
–
No. Pero Dylan está en el otro bando... él si puede
matarnos. Y no creo que haya olvidado la vez que intenté asesinarlo con un
cuchillo de su propia cocina.
Rebusqué la mente de Dylan y sus pensamientos
aparecieron en una línea totalmente descifrable al instante.
–
No, no lo hizo...
***
Hola gente <3 Sé que el otro día - hace como mil años - subí el prefacio de ésto. Ésto es Trust y como que la historia que comienza a relatar Justin parte de acá. Pero necesitan haber leído el prefacio antes para que sepan de-que-rayos-estamos-hablando. Lo digo por que hubo pocas vistas y comentarios en el prefacio, y la verdad no quiero que se pierdan de nada. Espero que los pocos comentarios no signifiquen que han dejado de leer la historia sólo por que "Terminó". PUES NO. Aquí está el prefacio por si se lo pasan a leer:
Gracias a ésas personas que sí se animaron a comentar ^^ Espero que les guste.
PD: La OTRA cosa que me olvidé de hacer en el prefacio fue la PREGUNTA que iba a hacer en todos los capítulos de TRUST (Ya ven como me olvido de las cosas) Pero acá va...
PREGUNTA
¿Por qué crees que Justin mató a Michael?
:O ¡Apa! Ésa no es de acá, jaja. Si no leyeron el prefacio no saben de que hablo :B sdahdskahdjasdasd (Si, soy bastante pesada cuando quiero que alguien haga algo)
La otra cosa rara es que en el prefacio pasa ésto... Y en éste cap Michael está vivo. Simplemente Justin está contando cómo pasó todo hasta que Michael muere,de éso se trata toooooooooooda ésta temporada. Por eso tedremos a Michael vivo por un tiempito más C:
Den sus opiniones ^^ Bai.
"– Trata de tener cabello enrulado y lucir tan bien como yo – sonrió a la par del sol reflejado en sus gafas oscuras y librándose de mí de un solo movimiento." Sé que suena extraño... pero qué 'dico' (rico) que es xDD Se le echaba de menos al Hilton, que después de todo, ¡es tierno! Sólo muy complicado a llegar a él, no frío ni cerrado (tal como dijo Angie alguna ocasión :P)
ResponderEliminarQué horrible eso de mandarlos a la guerra. Supuestamente son estudiantes, no niños soldados. ¿Acaso no es más fácil realizar inscripciones? Gente adulta que tenga ese deseo de ir a dar su vida y la de los demás por la patria. No me imagino a Michael en la guerra, creo que pese a todo, no sería capaz de matar (Bueno, a Dylan sí, pero... él no cuenta :B). A ver qué sale de esto, ¡Justin se va a confundir!
Con respecto a la pregunta... creo que por miedo, o por Dylan. Recordando que Justin se siente tan triste por ello y que el propio Michael también levantó el arma en el prefacio, dudo que lo haya hecho para su beneficio. O era él, o eran ambos ante el ojitos. Además, el final de este propio capítulo. Está claro que él quiere vengarse, pero no desea hacer el trabajo "sucio" con sus manos. No desea los cinco años de desgracia. ¿Quién mejor que Jus? Siento que el rizos (?) era muy fuerte, muy difícil, para Dylan.
¡Trust se está poniendo fantástico!
Que estés bien ^^ (y que te guste este testamento xDDD)
WOWW, de verdad que este capitulo me
ResponderEliminardejo mal jajajaja, tengo a mi pobre
corazon pendiendo de un hilo que esta
apunto de romperse.
Me estoy muriendo por dentro,por
un lado porque se que mike morira
en algun momento pero no sabemos
como pasara y eso me pone muy triste
porque lo voy a extrañar y no quisiera
que terminara asi pero bueno no importa
ya que va a ser lindo tenerlo aunque sea
un tiemo mas,y por el otro lado por que
NO PUEDE SER que supuestamente vallan a
ir una GUERRA!!!. WOW yo tampoco me lo
imagino a MIKE llendo a la guerra jeje
Bueno apesar de todo lo que dije este
capitulo estubo IN-CRE-I-BLE!!!
espero que el proximo capitulo este lo
mas pronto posible,muero por leerlo!
Cuidate.Suerte
Bye! :D