Capítulo 20: Cinco años luz


Cuando nace un niño, como de costumbre, se enciende una estrella, para que lo alumbre.
Eladia Blazquez




–       Alumnos, les voy a dar la siguiente consigna del último proyecto antes de que finalice el semestre – decía el profesor , juntando entre sus manos una gran pila de libros – Van a hacerlo con su compañero de mesa. Un libro para cada grupo, represéntenlo en video o muestren información – pasó junto al banco de Michael y le entregó su libro correspondiente.

Justin llamó la atención del curso, levantando la mano.

–       Profesor ¿Podemos entregar el proyecto mañana?

Michael contenía las ganas de matarlo en su interior.

–       No será así, joven Andrews – respondió el profesor, igual de atónito – Éste proyecto les llevará semanas completas.
–       Pero… - dijo y Michael lo codeó.
–       Lo entregaremos en la fecha acordada, señor.
–       Claro.

El profesor siguió repartiendo los libros dando las consignas, oralmente.
Vio como Michael regañaba a Justin en voz baja. No quedaba a duda que él ya tenía el proyecto hecho, porque el mismo Michael se lo había descripto paso por paso. Sólo les quedaba dar unos toques del libro que les acababan de entregar.
Angie se los pidió para ver cuál les había tocado.

–       “Salven al bosque” Maldición, que aburrido.
–       Ecología, lo que me faltaba – se lamentaba Justin – Hice todo el proyecto de los bosques, no sobre la ecología en específico.
–       No debiste hacer el proyecto antes de tiempo – le dije.
–       No importa, vi los detalles del sueño y arreglé lo que quedaba mal en el proyecto – dijo Michael.
–       ¿Enserio? Wow Mike, te amo ¡Abrázame! – y así fue como Michael terminó en el suelo, debajo de Justin.
–       Recuérdame que nunca te haga un favor otra vez – rió.
–       Si, justamente porque no conozco el libro – Justin lo tomó entre sus manos y lo revisó – Se supone que es una historia… ¿Habrán salvado al bosque?
–       Yo creo que si – dijo Michael – si no, no hubieran hecho el libro.

Saliendo de clases, los chicos se proponían seguir investigando sobre los misterios de la biblioteca.
Más bien, Michael quería, Justin sólo quería comer.

–       ¿Saben? Jamás he estado en un internado – dijo Justin borrando su sonrisa – Lo odio.
–       Tiene razón, quizá debamos salir… ¿Conocen algún sitio genial? – preguntó Angie.
–       Yo tengo cosas que hacer, vayan ustedes.
–       Y el premio nobel para el morenito más amargado de toda la escuela es para Michael Dorian Hilton – Justin comenzó a aplaudir.
–       Piérdete, enano.
–       ¿Enano? Já. Mido lo mismo que tú ahora, Mr. Yo supero al guapo de Justin en todo.
–       ¿Enserio no quieres ir Mike? – dijo Angie – Tú te lo pierdes.
–       Estoy seguro, enserio.

Creo que tardamos unos minutos para decidir que haríamos. Nos quitamos el odioso uniforme para vestirnos como personas normales, y Angie, Justin y yo entramos a una pizzería.
Era como volver al mundo, la escuela en un momento se hace agobiante.
Michael por su parte se encerró en la biblioteca cuando la señora que estaba en la guardia ya se había ido. No podía encender la luz, por que llamaría la atención de la sala que estaba en frente, era un salón de clases. Según mis fuentes, a ésas horas de la noche la escuela funciona como universidad.
Dejando sus esperanzas de no tropezar con nada sobre una vela de escasa luminosidad, prosiguió a seguir con el registro en papeles. Dejo la vela y la llave en la mesa, dónde antes se había desaparecido.
Tenían que pasar diez minutos antes de que Michael se hartara y dejara todo en el suelo. Le dolía la cabeza, recordó como la otra vez con tocarlo le cortaban las penas.

–       Rayos. Por qué Annie no está cuando la necesito.
–       ¿Quién es Annie?
–       Es una chica, que siempre me… - se voltea - … ¿Quién habló?

El silencio reinó en todo el lugar otra vez.

–       Estúpidas alucinaciones, si tomara las pastillas nada de esto me pasaría.
–       ¿Qué tomas qué?

Ésta vez, Michael se volteó con mucha más rapidez, pero no alcanzo a divisar nada. Buscó con la vista, algo que se moviera. El fuego en la candela y su sombra era lo único, aparte de él, que parecía tener vida.
La sombra se deslizó hacia abajo y desapareció, de forma rápida, casi cortante. El fuego comenzó a titilar, a subir y a bajar; y no había viento que entrara, todas las ventanas y puertas estaban cerradas.
Michael marchó para la puerta, pero estaba cerrada.

–       Típico – se quejó.

De alguna forma la mesa se levantó y se volteó, se sintió el estruendo, pero la vela seguía en pie, ahora en el suelo, pero ahí estaba. Muriendo, derritiéndose, despidiéndose de sí misma, pero tan derecha y elegante como soportando el dolor y guardándoselo todo, menos la modestia hasta que no quedara nada de ella.
Michael ya no usaba la palabra imposible desde hace un tiempo. La descartó como otra cosa inútil inventada en el mundo.  No sólo inútil, sino obstructiva. Esta juntada de letras era capaz de detener momentos increíbles que nunca pudieron ocurrir. Es imposible, detuvo muchas cosas; él no las sabía, él apuntaba al futuro ¿Habrá alguien que haga lo mismo pero con el pasado?
Ya con la espalda contra la pared observó como las chispas tomaban forma humana, como irradiaba otra presencia, una increíble compañía.
Se tapó los ojos, no creía que pudiera con tanto. Y ya en su propia oscuridad, corrían imágenes. Imágenes bellas; niñez, cariño, unión. Y así fue como un par de manos suaves rodearon las suyas para apartarlas de su rostro.
Sintió el resplandor,  pero en cuestión de segundos su vista mejoró y pudo adaptar sus ojos.

–       No puedo creer lo mucho que has crecido, cariño – dijo la presencia con la más dulce de las voces y esbozando una sonrisa.

El shock parecía permanente, casi para matarlo.

–       Tú… Yo…. – tartamudeó unos momentos - ¿Mamá?

La presencia se volvió más sólida y cálida, tanto que pudo sentir el abrazo y el beso que le dejó en la frente.

–       No moriste – decía, ilusionado
–       Si, hijo. Lamentablemente fue así.
–       Pero entonces… ¿Yo estoy muerto?
–       No Michael, eres médium. Como yo solía serlo.
–       Osea que... ¿a dónde quiera que mire me puedo pegar un infarto por que se me aparecerán muertos y yo los veré?
–       No es tan así… mira, tus habilidades… – Michael volvió a abrazarla como para no dejarla ir, provocando una leve sonrisa en ella.
–       No te vuelvas a ir. No te vallas.

Con un gesto diferente, correspondió al abrazo y luego apartó a Michael de sí, de forma delicada, para mirarlo a los ojos.

–       Te necesito, no te vayas – se le cae una lágrima.
–       Has sido fuerte todo este tiempo y necesito que continúes ¿Puedo contar contigo en eso? – le acarició el cabello.
–       No sé si pueda vivir con esto más tiempo.
–       No digas eso, sé que tienes muchas preguntas, pero en ti y en tus hermanos están todas las respuestas. Ése libro que encontraron fue impreso por uno de los míos en mi generación, es una ayuda para ustedes y ustedes deben escribir otro, uno mejor, con más descubrimientos, todo lo que tengan. Es la logia que debe perdurar por los siglos de los siglos.
–       ¿Mis hermanos? ¿Qué es una logia?
–       Siempre que tengas ésas preguntas, busca en ti primero, y luego pregúntales a los demás. Por que para eso están tus hermanos, para que se ayuden el uno al otro, si fuera sólo uno sólo, simplemente se mataría y terminaría con toda una mitología.
–       Quizás ya ha pasado. Pero no la conocemos por el simple hecho de que terminó alguna vez.
–       Tienes una mente muy compleja hijo, no te encierres en ella tampoco – vuelve a besarlo – me da mucha alegría que al fin puedas verme.
–       ¿De qué estás hablando?

Ella se acomodó a su lado y miraron las estrellas del ventanal.

–       Yo siempre he estado a tu lado, pero no has podido verme, no antes de que desarrollarás tu poder. Que casualmente fue en la adolescencia. Lo mío fue en la juventud. Y seguramente, cualquier hijo que tengas lo desarrollará en la misma niñez, o quizás al nacer.
–       ¿Tiene eso… algo que ver con mi edad? Tú sabes… Es más, sólo tú lo sabes.
–       Pues… - empezó a decir.
–       ¿Estás diciendo que mis descendientes tendrán esto también?
–       ¿Sabes algo hijo? Tu hermano, el mayor, sabe todo eso y más. Ése chico que está ahí.

Michael se volteó y tragó el aire de golpe. Dylan Blake estaba parado en la puerta, observando la escena, tan asustado como Michael al principio.
Volvió la vista hacia su madre.

–       ¿Te voy a volver a ver? – preguntó.
–       Estoy casi segura – le arregló la corbata del uniforme – Te amo, mi niño – y se esfumó como con la luz de la vela, que apagó sus llamas en un viento anormal que recorría la sala, por segunda vez.

Michael se regresó para recoger el porta velas vacío. Al verlo sonrió y lo volvió a dejar sobre la mesa.

–       O me explicas o… te entrego a la sociedad esa que estudia extraterrestres – decía Dylan temblando el dedo con el que señalaba a Michael.
–       No tengo ganas de lidiar contigo, lárgate Blake.
–       ¿Crees que soy tonto?
–       De hecho si.
–       Pues… - temblaba del miedo, apenas podía mantenerse en pie – Eres raro.
–       ¿Y tú no?
–       Yo… yo… - se desmayó.
–       Ay, todo me pasa a mí – se maldijo así mismo una vez más.

***

–       Las clases bien. He zafado de todas las veces que he estado en la oficina del director. No me han pedido el documento ni una sola vez ¿No lo has encontrado mamá?
–       No, Justin. Pero tampoco conté con mucho tiempo para hacerlo. Apenas si puedo verme com…
–       Si si. Ya sé con quién. No lo menciones.
–       Pero hijo, pensé que te caía bien.
–       Me cae bien, sólo que Miley me ha comentado un par de cosas y…
–       Hablaré con tu hermana sobre esto luego. Recuerda, si te piden el documento, improvisa. O haz que me llamen del teléfono de la escuela, y yo lo arreglaré todo.
–       Gracias mamá.
–       Te amo hijo. Adiós.

Justin colgó el teléfono y notó a Angie detrás de él con una sonrisota.

–       ¡Pero que tierno! El niño de mamá.
–       Cállate. Llegamos tarde.

Angie entró al salón  justo detrás de Justin, casualmente Michael estaba sentado mirando su tarjeta de identificación con más concentración que la que le ponía a la clase.
Estaba yo, tranquilamente escribiendo cuando un avión de papel llegó casi a mi pupitre.
Lo observé. Ahí, tan delicadamente depositado en el suelo, con la esperanza de ser recogido por alguien.
No tenía por qué hacerlo, el profesor me castigaría si me ve, y tampoco sabía si el mensaje era para mí.
Dylan me lo hizo saber, haciéndome señas desde su banco.
Le negué con la cabeza.
Frunció el seño e insistió en que levantara la aeronave hecha de papel.
Volví a negarme, pero con la mirada y volteé al pizarrón.

–       Joven Blake, me amarga aún más el día tener que llamarle la atención por primera vez ¿Por qué mejor no viene y resuelve el ejercicio de la pizarra?
–       Si, maestro.

Nadie era más directo que nuestro profesor de Economía.
Dylan se levantó de mala gana, pasó junto a mí, tomó el avión y lo arrojó sobre mi banco, con furia.
No tuve opción, miré el ala del avión y decía “Hylton”
Tuve que pasárselo.
Casi le di en el ojo, tendré que practicar más con los avioncitos.

Michael lo abrió. No decía nada más claro que: El patio de atrás. Esta noche. Sólo.
Claro que no me enteré de eso hasta mucho después. Michael sin decir una palabra se guardó en papel en el bolsillo del uniforme y al salir de clases se hizo la cabeza de hacerle caso a Dylan.
Lo había visto anoche con su madre, debía de ser importante.
¿O acaso fue un sueño? ¿De qué otra forma sería posible?
Él sonreía más de lo común el día después de haber visto a su madre. Parecía, al menos, tratar de convencerse a sí mismo de que fue verdadero.

–       ¿Qué quieres?
–       Tú – dijo Dylan haciéndole frente, con una linterna, ya que todas las luces estaban apagadas – No eres quien eres.
–       ¿Qué rayos estás diciendo?
–       Sé todo sobre ti, Hylton. No tienes la edad que aparentas.

Michael miró hacia atrás. La oscuridad lo abrazaba.
Calló y comenzó a escuchar.
–       No tienes dieciséis años ¿Verdad?
–       Ya voy para los diecisiete ¿Por qué? – dijo, en forma de responder un “Si”.
–       ¿Quién te dijo que mintieras de esa forma? ¿Te obligaron?
–       ¿Estás tomándome el pelo? ¿Cómo podría mentir sobre…
–       ¡Cuentas los cinco años en los que creaste tu mundo de visiones! ¡Mientes sobre tu año de nacimiento! – gritaba Dylan, acercándose a él, torturándolo con la verdad – ¡Tú tienes once años Michael! ¡¿Acaso sabías eso?!

Michael lo empujó hacia atrás.

–       Déjame en paz.
–       ¡¿Lo sabías?! – insistía Dylan.
–       ¡Si, si lo sabía! ¡Ya cállate! – bajó la mirada, triste y furioso. Acomplejado.
–       Pero no te alteres. No le diré a nadie tu secreto si prometes…

Antes de que Dylan terminara la oración, Michael le agarró la mano y le lastimó parte del antebrazo con una especie de armamento con filo que traía consigo.
Que bueno que lo llevó, sabía que le sería útil.
Dylan soltó la linterna y se quejaba del dolor.

–       ¿Con que secretos, Blake? – le iluminó la herida, la tinta azul hacía acto de presencia en la lastimadura, Dylan no podía dejar de sangrar - ¡¿Qué hay de eso?! ¡¿Eh?! ¿Por qué tienes sangre azul? – dijo Michael, emprendiendo sarcasmo, para tratar de hacerlo sentir mal, para hacerlo saber que él también tenía secretos.
–       ¿Cómo demonios lo sabías?
–       Te soñé hace un par de meses – se puso a su altura y puso la linterna bajo su mentón – Y desde ahí sé que eres una horrible persona.
–       Visiones del futuro. Bah, que habilidad más inservible ¿Qué chiste tiene que veas lo que va a pasar? No disfrutas de nada.
–       No creía que tú tuvieras la respuesta, pero me alegra que te importe – Michael azotó la linterna contra el suelo y se rompió, caminó en la oscuridad y Dylan se le abalanzó encima.
–       Oh, no. Aún no te vas, señor Futuro ¿Qué no me tienes miedo? ¿No temes que pueda decirle todos tus secretos al mundo?
–       ¿Qué tanto sabes?
–       Soy el Pasado. Mi habilidad consiste en saber toda la vida de una persona con sólo mirarla. Sé todo sobre ti y sobre el cabellos de oro.
–       ¿De él que sabes?
–       Él es el presente. Lee mentes. Su padre murió, es acomplejado. Se mudó aquí desde Canadá. Amó a Anna Wilson cuando la vio, pero ahora ama a Angélica London.
–       ¿Estuvo en onda con Annie? Ay, desgraciado ¡Y tú ya quítate de encima!
–       Bien. Si tú no dices nada. Yo tampoco – se levantó.

Quién podría confiar en Dylan Blake hasta el momento.
Michael cruzó la puerta de su habitación y allí estábamos sentados, Angie, Justin y yo, de brazos y piernas cruzadas, con mirada seria. Parecíamos un cuadro famoso en un museo; su título sería ¿Dónde rayos te metiste?


–       ¿Pasó algo? – preguntó Michael, inocente.
–       Si Mike, pasó algo ¿Dónde rayos estabas? ¿Por qué no nos dijiste que fuiste con Dylan? – dijo Justin.
–       ¿Con Dylan? – preguntó Angie – Pero Justin ¡Dijiste que no sabías a dónde se había ido!
–       Estoy leyendo su mente. Lo está pensando ahora – justificó.
–       ¡Fuera de mi cabeza Justin! – Michael agitó su cabello con sus manos.
–       No cambies de tema. Dinos todo lo que sabes

Suspiró y se sentó en la alfombra con nosotros. Nos observó a los tres, como leyéndonos y esperando que nuestras reacciones sean tranquilas.
Habló como describiéndose, narrando su propio remordimiento.
>> Sé la razón por la que Justin no tiene documento. Es la misma razón por la que no tiene tarjeta de identificación y por la que yo nunca mostré la mía.
>> Ayer hablé con mi madre, ella me explicó las cosas y me dijo como encontrar respuestas. Busqué dentro de mí y ya lo voy entendiendo. 
>> No tengo la edad que aparento. No tengo dieciséis. Nací hace once años.
>> Y éste año, cuando comencé con los síntomas de dolores de cabeza y sangre azulada es cuando llega la etapa en la que me hago quien soy ahora.
Angie ¿No has notado que crecí rápidamente? Me dijiste que había crecido demasiado.
>> Los de mi raza. Los sangre de tinta tenemos ésa etapa en algún momento de nuestra vida, en la que nos detenemos y crecemos hasta aparentar cinco años más de los que tenemos.
>> Quizá tiene algo que ver con la inmortalidad. No me creo inmortal aún, pero ya se verá por el tiempo.
>> En la adultez, en la adolescencia o en la niñez pasa. Crecemos como personas normales, nos pasa esto y de ahí, de ésos cinco años más seguimos creciendo normalmente otra vez.
>> Nunca tuve doce, trece, catorce, quince. Pasé de los once a los dieciséis en una noche. Fue antes de entrar a la escuela, Angie sólo lo notó, ustedes ya me conocieron como soy ahora, pero no siempre fui así.
>> Cuando éramos niños ¿Angie, no recuerdas que yo siempre fui mas pequeño que tu? Por supuesto que no, cuando eres pequeño y encuentras un compañero con quien jugar, todos tienen la misma edad, es algo que no importa, algo que no notamos.
>> Mi madre lo sabía, sabía de esto, gracias a Dios. Arregló mis documentos e identidades para hacerme entrar al jardín de niños y a la primaria, agregándome cinco años más.
>> ¿Pero y las enseñanzas que te agregas a los doce, trece, catorce y quince? Ya las aprendí, ya las sé. La mente de los de nuestro tipo es mucho más rápida y profunda. Casi lo sabemos todo.
>> No en todos los sangre de tinta son cinco los años. En uno son tres y en el otro es uno. Más o menos.
>> Así que, algo así, pero menos complicado, le debió pasar a Justin y a Dylan. Por eso Justin no tiene documento. Su padre, quién murió de seguro tenía el poder, la habilidad de leer las mentes, y no pudo ayudarlo como mi mamá a mi. Lo que debió haber hecho es esconder su documento. Dylan debe saberlo, sabe el pasado de todas las personas.
>> Es complicado, no digo que no.


–       Un momento – dije, levantando la voz - ¿Estás diciéndome que tienes once años Michael?
–       Si – bajó la cabeza.
–       ¡Cómo jamás me di cuenta! ¡Santo cielo, Michael! ¡Es cierto que has crecido rápido, pero pensé que era normal! – decía Angie, alterada.
–       Pues no. Dentro de nuestro nivel de normalidad…
–       Esperen – interrumpió Justin.

Ver a Justin siendo serio nunca me dio más miedo hasta ése momento.

–       Yo soy el de los tres años. Recuerdo la noche en la que crecí repentinamente. Fue hace meses atrás, cuando aún no conocía a Michael. La diferencia es que yo no pude usar mi poder hasta conocerlo a él y que él use el suyo.
–       Me estás confundiendo.
–       Sé lo que quiere decir – dijo Michael – El “Maduró” antes que yo, pero él no podía leer mentes si yo no dormía al principio ¿recuerdan? Para él sólo fue un estirón, por que el poder no se manifestó de inmediato, como es mi caso.
–       Ósea que Justin tiene trece años.
–       ¡Soy mayor que tu! – decía ilusionado – Soy asombroso.
–       Y Dylan tiene quince.
–       Bah – se quejó Justin – Crecer sólo un año en una noche no es tanto como crecer cinco. Michael, te llevaste el número más jodido.
–       Lo sé. Y ninguno de ustedes tienen efectos secundarios como mis dolores de cabeza. Me molesta tanto – rió.
–       ¡Mi hermanito, el más jodido de los tres! – va Justin y besa a Michael en la mejilla.
–       Ya, que asco.
–       ¿Hermanito? – nos preguntamos con Angie.
–       Si, Dylan él y yo somos hermanos de la logia antigua de la sangre azul – explicó Michael – Se llama “Frater” que significa hermano en latín.
–       ¿Sólo son tres?
–       En ésta generación si. Y es sólo casualidad que estemos en la misma escuela.
–       Yo creo – dijo Justin – Que no es casualidad, debe ser cosa común que se encuentren los tres. ¿Todos hombres?
–       No, han sido mujeres. Mi mamá por ejemplo.
–       Tu mamá, mi papá y… ¿La mamá o papá de Dylan?
–       Ni la más pálida idea Justin.

Luego de eso decidimos quedarnos a ver una película.
Hay días que han pasado que no he mencionado, pero los cuatro éramos más unidos que nunca, nos quedábamos noches de viernes completas dando vueltas por ahí, mirando series, tomando fotografías.
Justin y Angie eran aparte, tenían sus días de salir, pero parecían dos niños jugando. Luego estaba Angie y Michael, que era aún más niños todavía, pero menos románticos que cuando estaba con Justin.
Y hablando de Justin, él y yo disfrutábamos saliendo de compras, tenemos los mismos gustos en ropa, a pesar de que él sea varón, siempre pedimos helado de menta – que increíblemente existe gente que no le gusta ése sabor, no los entiendo – y terminamos alquilando películas para ver entre los cuatro.
Lo de Michael y yo queda en el límite de salir de noche a ver las estrellas, siento que es el momento en el que está más tranquilo y ahí suelta todas sus penas conmigo. Siempre termina riendo. No quieres entrar en temas profundos con él, por que te gana, parece que lo supiera todo, que tiene respuestas para todos los problemas menos para los suyos.
Me cuenta sus sueños, a pesar de que luego de dolerá la cabeza si los cuento. Pero cuando lo hace sé que confía en mí. Ésa es mi forma de saber si está bien conmigo. Ni hablar de que me pide la mano en su frente cuando le duele demasiado.
Creo que los de sangre roja al hacer contacto con la piel de ellos, calman cualquier molestia. Es eso, e ignoramos lo demás.
Las estrellas eran lo más parecido a él, quizá por eso se sentía cómodo.
Yo no era una estrella, no sé como siquiera he podido pensar en estar a su lado o en como corresponderle.
Me levanté del suelo para que no notara mi depresión.  Lo cual fue en vano.

–       ¿Qué sucede? – me dijo
–       Esto… que, hace frió.
–       Si, noté que estás temblando, pero no creo que eso sea lo único – hizo que me sentara de nuevo – solucionemos un problema a la vez. Ven aquí.
–       ¿Qué?
–       Que vengas.

Fue tan raro. Él se recargó en uno de los postes de la cancha de football y me hizo un lugar junto a él.
Miramos hacia arriba, se le veía nervioso, no dejaba de mover las manos.
Finalmente hizo lo que se propuso, me rodeó con uno de sus brazos.
Lo miré.
Me miró.
Me soltó y nos separamos un poco.


–       ¿Quieres mi chaqueta, mejor? – se la quitó.
–       No, oye, enserio…
–       Yo no quiero parecer como los demás, que se la ganan fácil – me interrumpió – sabes que no soy como los demás.
–       Me consta – reí.
–       Asombroso – me puso la chaqueta en los hombros.

Nos quedamos mirando por un momento.

–       ¿Cómo lo haces? ¿Cómo eres tan especial? Eres diferente – me dijo.
–       Pues cada uno de nosotros es diferente, no creo que tengamos…
–       Annie, no entiendes – me interrumpió – Es algo más que eso. Cuando te veo… yo… me tengo que ir.
–       ¡Oye! Aguarda un momento.
–       Lo siento, es muy tarde para ambos. Vayamos a dormir.

Para los ojos de alguien más, le era tan complicado a él como a mí decirnos lo que pensábamos.
Tal cual una estrella, tan bella su luz, tan bello su silencio. Esto no me permitía ni quejarme. No estaba impaciente por que él me dijera lo que me quiere decir, con sólo tenerlo ahí, era suficiente.
Quizá es algo tan diferente, que tiene su propia etapa de madurez.

Anoté cinco años, en mi libreta…




Comenten por favor, es muy importante.

6 comentarios:

  1. Al fin soy primera en comentar!!
    Los más sexys son hermanos... que cool!^^
    Michael es el más pequeño :33
    Me re gusto el capitulo
    como siempre :3
    Ya vez? Al fin pude entrar al blog :U
    e_e te juro que la parte de Michael con su mamá me hizo llorar y no miento ._.
    Nos vemos ^^

    Vny

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  2. Hola!
    Antes que nada, PERDON por no haber podido comentar antes. Supongo que este comentario vale por dos (:

    Primero, tengo que decir que estos dos ultimos capítulos me han ENCANTADO! Todo es tan misterioso. Me fascina la idea de los hermanos, del Pasado, el Presente y el Futuro. Es genial, muy original!

    Sabes? Este capítulo se me ha hecho el mejor hasta ahora. Es genial!

    Un abrazo enorme!

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  3. Holaaa!! *-* Soy Génesis! Este Cap esta simplemente geniaaaaal!! Lo amee! Mike casi se le confiesa a Annie *----* Aaaaww lo ame lo ame!!Graciaaas por el cap, espero el otro con muchas ansias!! ^^

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  4. O_______________________________________________________O PERO... PERO... CINCO AÑOS? ¿que no son 7? Sorry yo y mi trauma con mike y el numero 7 blaaablaaablaa! Tedire lo que todos: ME ENCANTO Y MAS VALE QUE PUBLIQUES PRONTO por que me gusto demasiado, muchisimo, blablabla. Le dare vueltas al asunto diciéndote que tu nove es genial y este es uno de los capítulos mas increibles que eh leido ¿como estarán los demás? eslo lo vere hasta recibir tu etiqueta por fb entonces hasta el proximo cap.

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  5. WAWW ME ENCANTOO!!!
    me MUERO DE GANAS de que
    mike le diga a annie lo
    que siente por ella...

    estubo EXELENTE este capitulo
    espero con ancia el siguente,
    trata de que sea LO MAS PRONTO
    POSIBLE porfa, por que MUERO DE
    INTRIGA :D ...

    cuidate
    bye bye

    yo:
    ***Cielo...

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  6. Hola Kati! :DD me tomé un descanso para venir a leer tu nove :33
    y ya leí los caps que me faltaban :D y me quedé con ganas de leer lo que seguía DDD:

    "morenito más amargado" Jajaj >w<' poor Mike :B
    by the way! estoy de acuerdo con las otras chicas, este es de los mejores caps!!!

    Y woooooohhhh sangre azul!!!! AZUL!!! o__O

    DDD: y esto me "traumó":
    – Annie, no entiendes – me interrumpió – Es algo más que eso. Cuando te veo… yo… me tengo que ir.

    ESTABA TAN CERCA! :c ojalá se atreva ya a confesárselo!!! *ataque de teclado* ahhhhhhalñdlakñjdkljshkjdshds D:

    Bueno, aquí dejo mi humilde comentario, recordándote que tu novela es genial y me encanta ^^

    Y tu blog es lindísimooo :33 owwww <3

    Nos vemos al sig cap!! :D TQM <3

    (Por cierto, soy Jackie e.e)

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