Capítulo 18: "Sangre de tinta"


Mientras más realidad enfrentamos, más nos damos cuenta de que la irrealidad es el programa principal del día.

- John Lennon 










–       ¿Y? ¿Qué tienes hasta ahora?
–       Aún nada. No puedo penetrar en su mente. Es tan… vacía.
–       Tenía razón cuando dije que era cabeza hueca. Intenta de nuevo.
–       Chicos… - Angie interrumpió una conferencia secreta de espionaje entre Justin y Michael por tercera vez en el día - ¿Quieren ya dejar a Dylan?
–       ¡No! ¿Qué no lo ves? ¡Es un maniático!

Angie y yo levantamos la cabeza para observarlo: en su mesa, hablando y riendo con un grupo de chicos y chicas.

–       Uh si, es aterrador – dije en forma sarcástica.
–       ¡Se disfraza del chico encantador! Pero Justin ha intentado leer sus pensamientos y no ha podido. Él los bloquea, y si los bloquea, es por que tiene algo que ocultar, algo que no quiere que sepamos.
–       ¿No que Justin lee mentes sólo cuando tú duermes? – preguntó Angie.
–       Eso era antes. He estado ayudándolo a practicar. A ver Justin, dime que está pensando Angie.

Justin se paró derecho, elevó un poco la mirada, observó a Angie y trató de sacar sus pensamientos a la luz acompañada de una imitación de voz de mujer.

–       “Oh por dios, que guapo que es Dylan. Espero que Michael no se ponga celoso”

Angie quedó perpleja.

–       ¿Ya ven? – Michael tardó en entrar en razón – Espera ¿Qué? … ¿Por qué me pondría celoso? Se que lo odio pero…
–       Larga historia. Y tú no vuelvas a leer mi mente, tarado – Angie, muy avergonzada, fue a buscar otra mesa en la cafetería.
–       Quizá debas acompañarla – me dijo Justin – Interfieres.
–       Quizá debas dejar de leerle la mente a las chicas, si no nunca encontrarás una cita – fui detrás de Angie.

Michael y Justin tenían la intención se proseguir con el espionaje, pero Dylan apareció detrás de ellos y se sentó en la misma mesa, enfrentándolos.

–       Dylan. – dijo Michael.
–       Michael, Justin. – dijo Dylan.
–       ¿Por qué eres así?
–       Ustedes han estado molestándome desde que entré a la escuela – Dylan lucía irritado - ¿Qué no pueden dejarme en paz?
–       ¡¿Cómo sabes nuestros nombres?! – saltó Justin.
–       Jus, debió recordarlos cuando tomaron asistencia en clase hoy – dijo Michael, sonando por primera vez convencido de que Dylan era normal. O al menos aparentándolo.
–       Pero debió prestar especial atención a nuestros nombres ¡Dime mi apellido!
–       Andrews.
–       ¡Lo ves!
–       Es que, viví un tiempo en Canadá – explicaba el de los ojos claros, de lo más calmado. – Y tu madre trabajaba con la mía.
–       No te creo. A ver, dime dónde trabaja tu mamá.
–       En … - tardó en contestar – En el hotel del Plaza.

Justin miró a Michael.

–       Hilton, el Dylan me confunde.
–       Quizá ése es su poder.
–       ¿Mi qué? – dijo Dylan.
–       No te hagas, ojitos.
–       Sólo déjenme en paz – tomó su bandeja de comida y se apartó.

Tardamos unos momentos en ubicarnos en la nueva escuela, aunque todo fuera igual.  Ése era el objetivo del apoderado, que todas las escuelas Oxford fueran tan iguales entre sí como sea posible.
Aún usábamos nuestros uniformes de la vieja escuela.
Lo que tenía de diferente era el enorme patio tres veces más grande que el del otro establecimiento.
Nos sentíamos como en “casa”.
Estábamos ayudando a limpiar el piso del gimnasio sólo para perder horas de clase cuando Michael llegó a mi, alterado, arrastrando la mochila y con una videocámara en su mano.

–       ¿Me ayudas? ¿Si? Bueno, Gracias. – dijo, sin dejarme responder y arrastrándome fuera hasta su habitación con Justin.

Cuando llegamos, Justin estaba frente a otra cámara haciendo muecas y mirándose a sí mismo en la pantalla de la televisión, como si la estuviera probando.
Apenas nos notó allí, dejó su papel de hacer el ridículo y se puso serio, a dúo con Michael para decirme (Al parecer) algo importante.

Pero antes tenían que cruzar un par de palabras sin que yo los oyera.

–       Mira Annie ¿Recuerdas el libro?
–       ¿Cual libro?
–       El libro que yo estaba leyendo, sobre todo los que nos pasaba a mí y a Justin. El libro que tenía todas las respuestas.
–       Eso mismo – dije – Tú lo tenías, yo no sé.
–       Creemos que lo dejamos en la otra escuela. Si no lo tenemos con nosotros, quien sabe que tipo de personas podrían leerlo y revelar nuestros secretos al mundo – decía Justin, dramatizando.
–       Sólo el tipo de personas que creería ésas tonterías – dije.
–       Aún así, lo necesitamos.
–       Oigan ¿Qué no nos dijeron que ésta escuela es una réplica casi exacta de la antigua? Quizá haya otro libro de ésos en la biblioteca.
–       Es probable. Vamos a ver. Tú Justin, sigue haciendo de técnico.
–       ¿Para qué es la cámara? – pregunté - ¿Para filmar a Dylan?
–       No – negó Justin – Tendremos un pesado proyecto de ciencias en una semana. Michael lo vio y yo quiero empezarlo ya para tener la mejor de las calificaciones.
–       ¿Desde cuando te importan las calificaciones? – dije.
–       Desde que supo que Dylan era un tipo de genio, científico – respondió Michael, saliendo del cuarto.

Enserio, era una severa competencia contra Dylan en absolutamente todo.
Michael y yo subimos las escaleras e hicimos el mismo recorrido que hacíamos en la otra escuela para obtener el camino secreto a la biblioteca.
Todo era exactamente igual, sólo que ésta biblioteca no estaba abandonada.
La señora bibliotecaria estaba sentada en la entrada. No había nadie adentro. Todo aseguraba que sólo había un control.
Entramos. Michael recordaba perfectamente dónde estaba el libro, en tal estante, a tal altura.
En el lugar donde estaba el libro, había un espacio frio, vacío y con telarañas.

–       No está – dijo, sospechando.
–       Bueno, que estuviera aquí fue sólo una teoría. Tampoco fue cuerdo pensar que habría dos libros iguales sólo por que fueran de la misma cadena de escuelas.
–       Decía “Oxford” abajo – afirmó.
–       Era sólo un sello. Los libros no crecen mágicamente en los estantes.

Volvió a mirar el espacio vació y se dirigió a la bibliotecaria.

–       Disculpe. Necesito un libro.
–       Dime el título.

Michael me echó una mirada rápida, como recordando que yo apenas había tocado el bendito libro.


–       No tenía título.
–       Joven, todos los libros deben tener título.
–       Es que era viejo y las primeras páginas no se…
–       Escucha – la señora lo interrumpió – Según mis registros, entraste a ésta escuela ésta mañana ¿Cómo puedes estar tan seguro de que ése libro estuvo aquí alguna vez?
–       Por que falta en su estante.
–       ¿Cuál estante?

La señora se levantó del asiento y fue guiada hasta el estante. Lo observó por unos momentos y se limpió los anteojos antes de volver a hablarnos.

–       Nadie ha sacado libros de éste estante. Es muy extraño. No puedo saber quién se lo llevó – concluyó.
–       ¿Qué no tiene un registro de las personas que toman los libros o algo? – dijo Michael, subiendo el tono.

Sobre la mesa, había tres cajas de cartón llenas de papeles y cuadernos.

–       Ahí está el registro. Si tienes tiempo de sobra, ponte a buscar lo que necesitas.
–       Existen las computadoras – gruñó Michael, muy por debajo al ver el desastre de papeles que debía ordenar para encontrar el libro.

Me acerqué para ayudarlo cuando unas llaves me cayeron en la cabeza.

–       Cierren cuando terminen. Yo me voy a cenar – la bibliotecaria salió, como confiando en nosotros.

La ignoré y dejé las llaves sobre el escritorio. Ya llevábamos revisando media caja cuando Michael comenzó a quejarse del dolor de cabeza.
Te hacía pensar cómo una escuela supuestamente nueva tenga un registro tan largo en la biblioteca. Era ilógico.
Cuando lo pensé, revolví todo, volviendo a las primeras hojas, dejando que Michael pensara que estaba loca. La fecha, la fecha del primer libro sacado era 1932. Y Según el documento de inscripción que acababan de darnos, la escuela se había construido en el año 2010.
Cuando se lo dije a Michael, quedó sin palabras.

–       Y yo que creía que podía entenderlo todo – dijo.
–       Salgamos de aquí, mostrémosle a Justin… - decía yo, buscando con mi mano las llaves arriba de la mesa, casi de forma histérica - ¿Tu tienes las llaves?
–       No, tú las dejaste ahí arriba.

Nos miramos mutuamente con expresión de horror.
Nos levantamos del suelo casi al mismo tiempo para buscar como locos la única forma de salir de ahí. No había caso.
Había un sofá cerca del ventanal, que daba al patio, no había nadie allí que pudiera vernos. Nos sentamos ahí, cada uno en su mente. Cada uno sacando conclusiones propias.

–       Bueno, creo que pasaremos la noche aquí – dijo él.
–       Quizá… - dije yo, aún metida en el asunto – Los papeles hayan sido traídos de la otra escuela, por eso los estantes coinciden.
–       ¿Podemos dejar de… hablar de eso? – preguntó, casi suplicando.
–       Perdón. Para ti esto debe ser… ¿Aburrido?
–       Aburrido no. Me siento más bien como en una película de sucesos paranormales. Es que si sigo pensando en algo como eso, en algo que no parece tener explicación, me voy a confundir.
–       ¿Y?
–       Si mi peor enemigo es mi mente, imagina cuan duro es la confusión. A veces me pongo a pensar cosas que… sólo, no tienen respuesta, y me termino metiendo tanto en mi propia mente que… tengo que pensar en otra cosa. Sino, me pongo mal.
–       Entonces… Michael… ¿Tú aún te…?
–       ¿Qué si aún tomo pastillas? Pues si, sino no estaría de pie. Fin de la conversación.
–       ¿Por qué eres así? – comencé a molestarme.
–       Por que no quiero volver a discutir por eso.
–       ¿Crees que a tu madre le gustaría que hagas eso?

Fue, quizá, un golpe duro. Se levantó del sillón, al instante, buscó una pluma y se fue a la mesa a escribir, ignorándome por completo.

–       ¿Y ahora que haces?
–       Mi madre decía que yo tenía todas las respuestas. Así que primero escribo todas las preguntas – sonaba enojado.
–       No te lo digo para que te molestes. Si no que lo que haces no está bien.

Y a continuación, todo lo que ocurrió tuvo lugar en tres segundos.
En el primero, se levantó de la silla, moviéndola hacia atrás, haciendo sonar el metal de las patas contra el suelo. Un chirrido bastante molesto.
En el segundo, azotó la pluma contra la mesa, sólo derrochando la mitad de su furia.
Y en el tercero, parecía ya estar frente a mí, gritándome.

–       Tú, no tienes la menor de las ideas de lo que se siente. Ni tú, ni nadie. No es justo que tenga que ser un maldito tipo extraño y que tenga que soportarlo de las maneras más inocentes. No es fácil, maldita sea – me tomó de los hombros – no es fácil.
–       Es fácil, tú te lo haces difícil. El único obstáculo entre la persona que eres y la que quieres ser, eres tú.
–       Soy yo, el maldito dolor de cabeza, las visiones y los secretos que sé, que no debería saber – se pasó la manó por la frente para quitarse el cabello de la cara – todo eso y más.
–       Te… manchaste con tinta.
–       ¿Dónde?
–       Aquí, en la frente – le toqué la frente sin querer y cerró los ojos.

Me soltó y pareció cambiar al modo tranquilo.

–       ¿Puedes hacer eso de nuevo?  - me dijo.
–       ¿Hacer qué?

Volvió a acercase a mí, tomó mi mano sin mi consentimiento y la puso en su frente otra vez. De allí me miró y me devolvió mi mano en cuestión de segundos. Volvió a tomarla, esta vez para observarla, la veía como descifrando algún tipo de misterio.
Obviamente, no entendí nada.

–       ¿Qué? ¿Qué pasa con mi mano?
–       Cuando me tocas… el dolor… desaparece.
–       Si, claro.
–       Annie, es enserio.

Esta vez, yo misma me detuve en mi mano. No le hallaba nada especial, nada diferente de la suya, y con la suya no funcionaba.
El miro su mano casi al mismo tiempo, y era casi imposible de ver, toda su mano estaba cubierta por tinta azul.

–       Rayos, maldita pluma – dijo.

La pluma estaba entera. Esto también era ilógico.

–       Michael, la pluma no se rompió.
–       Claro que si, mira mi mano.
–       Mira – tomé el objeto y se lo mostré – no está rota por ningún lado.
–       No puede ser ¿Entonces de dónde salió toda esta tinta? – la miró una vez más, su mano izquierda parecía la de un niño que pinta con los dedos en el jardín de infantes.
–       ¿Michael, eres zurdo? – le dije.

Esta vez abrió los ojos lo más que sus párpados le permitían. Sorprendido.

–       No.
–       ¿Entonces como te manchaste la mano izquierda si escribes con la derecha?
–       No sé. Si la cierro me duele.
–       Quizá te cortaste con un papel – afirmé, siendo que nos pasamos toda la tarde revisando papeles.
–       ¿Y por que no estoy sangrando? – se alteraba cada vez más – Annie… ¡¿Por qué no estoy sangrando?!
–       Tranquilízate, quizá no fue para tanto.
–       ¿Tienes algo con filo?
–       ¿Para qué quieres algo con filo?

Observó por todo el lugar y encontró un metal filoso que era parte de una de las ventanas, pero no pudo quitarlo. Pero sobre uno de los estantes había un botiquín de primeros auxilios. Allí encontró una aguja y la dirigió a su mano limpia, desesperado por encontrar su sangre; lo único que faltaba es que él fuera un fantasma o algo parecido, incapaz de sangrar.
Se cortó y aparecía más tinta como por arte de magia.
Volvió a cortarse más abajo, en el antebrazo, y sólo daba como resultado más tinta azul.
Insistió en cortarse una vez más pero lo detuve.

–       ¡¿Pero que tratas de hacer?! ¡¿Matarte?! – lo regañé – ¿Eres masoquista?

Se quedó en silencio mirando las heridas, en busca del líquido rojo. Petrificado.

–       ¡Michael! ¡¿Me estás escuchando?!

No había forma de hacerlo reaccionar. Estaba quieto y frió cual escultura de hielo, carente de sentimientos.
Comencé a sentir miedo. Recordé que estaba encerrada, sentía que algo iba a pasar en cualquier momento y tenía a Michael ausente de mí.
Sus ojos se volvieron a mí, en forma de mirada tétrica y escalofriante. Me mostró su mano y vi como el líquido tan espeso como la sangre y tan azul como la tinta recorría la mitad de su brazo.

–       Annie… - dijo finalmente – creo que esta es mi sangre.

No sentía las piernas y carente de sentido común me acerqué a él y observé el descubrimiento. Luego tomé unas vendas del botiquín y le cubrí las heridas del brazo y las de la mano izquierda.

Se volvió al sillón, con la mirada perdida, pensando.

–       ¿Estás… asustado? – dije.
–       Peor. Estoy confundido  - me miró, volviendo a levantar el tono, temiendo – mi sangre es azul… - se dijo a si mismo - ¡Mi sangre es azul, Annie! ¡¿Por qué mi sangre es azul?! – decía, histérico, temblando, totalmente ido de lo normal.

Lo tomé de las manos, estaba temblando de forma exagerada, sus ojos daban esa expresión de atrapado. Vencido por las anormalidades. Temiendo al saber que él no era normal. Él era diferente, él no sabía quién o qué era.
Ya no sabía nada. Estaba asustado. Perdido.
¿Qué se supone que debía decirle? ¿Qué se acostumbrara a esto también? No podía exigirle más a una persona, por que para mí, él seguía siendo una persona.
Recargó su cabeza en mi hombro, dejé que lo hiciera.

–       ¿Por qué… me dejan vivir? Quizá hubiera sido mejor que nunca haya existido – se decía.

No habría peor desgracia que lo que acababa de decir.

–       ¿Por qué mi madre nunca me lo dijo? ¿Lo habrá sabido? ¿Habrá sabido que su hijo es un… un…?
–       Ya basta. Cállate – le dije, haciendo el intento de no desvanecerme yo también.
–       Soy una desgracia.

Me senté derecha, obligándolo a que él también lo hiciera. Le miré los ojos.

–       ¿Qué? – Preguntó - ¿Ahora tengo lágrimas verdes, o algo así?
–       Jamás lo sabré por que no lloras.
–       No voy a llorar.
–       Michael, tienes que llorar.
–       Que tontería. Annie, por favor.
–       Si lloras te desahogarás.

Tragó saliva.

–       ¿No hay otra forma de desahogarse? – preguntó.
–       Rompiendo cosas, drogándote, pegándole a alguien… Tienes a disposición el poder llorar, que es lo más sano y no quieres.
–       No voy a llorar. Nunca.
–       O dejas el orgullo de lado o le permites a eso que te mate.

Se quedó pensando. Como discutiendo consigo mismo dentro de su mente.

–       Lo que no te mata, te hace más fuerte – dije.
–       Si lloro, no me haré más fuerte.
–       Por favor, no hay nadie aquí.
–       Si, estás tú.
–       Yo no voy a decir nada.
–       No me importa.

Pensé en una forma de hacerlo llorar, pero era simplemente imposible. Estaba de por si tomado por su propia mente y yo no podía hacer nada para ayudarlo. Me sentía inútil. Y era la única en el mundo.
¿Cómo las personas pueden sentir que su vida no vale cuando no tienen que enfrentar lo que enfrenta él? El resto de la gente, incluyéndome, tiene infinitas capacidades y posibilidades en el mundo. Me siento mal por él ¿Por qué él no puede ser así también? ¿Estará condenado por algo?
No me imagino en el futuro, vivir sabiendo en que decepcioné a alguien, a una persona. A la persona que más me importa en el mundo.
¿Llegará algún día a saberlo? ¿Se dará cuenta? O una pregunta más temible aún ¿Lo entenderá?

¿Acaso yo lo entiendo?

–       No, tu no – interrumpió mis pensamientos – Tu no vas a llorar por mi culpa. No no no.
No me había dado cuenta, ya varías lágrimas corrían por mis rostro sin yo haberlas notado.
Esto apesta, se supone que él llorara, no yo.

–       Lamento que… hayas visto esto. Que me hayas visto así – se disculpó cuando retomó la razón.

No dije nada, sólo limpié mis lágrimas.

–       Y estás en lo cierto. Si hay razón para vivir. Apenas acabo de verla.
–       ¿Y cual es?

Rió.

–       ¿De que te ríes? – dije, más confundida que cuando vi la sangre azul.

Siguió riendo.

–       Sabes, eres bipolar. Pero peor que una mujer – dije.
–       Será mejor que te duermas por que ya entras a decir estupideces – decía, burlonamente, bajándose del sillón y sentándose en el suelo.
–       ¿Qué haces?
–       Te dejo espacio.
–       ¿Vas a dormirte en el suelo?
–       No creo que vaya a dormir. Pero si así quieres considerarlo.

Me estiré en el sillón mirando el techo por un par de segundos. Luego puse mis piernas sobre el espaldar y dejé mi cabeza casi colgando, apoyando mi espalda en el asiento. Michael, quien estaba en el suelo, se recargó en el sillón y su cabeza quedó junto a la mía.

–       Se te va a ir la sangre a la cabeza – me dijo.
–       Rayos.

Cuando sentí que me quedaba sin vida en la parte superior de mi cuerpo, volví a la primera posición. Normal, simplemente, acostada en el sillón, con el apoya brazos como almohada.
Michael estaba igual, con los ojos medio cerrados. Él tenía más sueño que yo.

–       Michael Dorian Hilton, por tercera vez ¿Por qué no te acuestas tú aquí, que te caes del sueño?
–       Por que, aunque quiera, no podría dormir, me duele la cabeza.
–       Típico en ti.

Comencé a jugar con su cabello, a formarle los rizos enrollando mechones diferentes en mis dedos. No parecía molestarle por que no se movió en ningún momento. Noté que estaba dormido cuando empezó a respirar serenamente. Lo cual es poco común en personas tan nerviosas como lo era él.
Pasados unos minutos, simplemente me levanté del sillón y lo moví para que despertara y tomara mi lugar. Estaba tan somnoliento que fue fácil convencerlo. Cuando cerró los ojos nuevamente, ya sobre el sillón, buscó mi mano con la suya, llena de vendas, y la puso sobre su frente.
Quizá era cierto. Quizá con tocarle la frente el dolor cedía, después de todo a éste tipo de cosas simplemente hay que aceptarlas.

–       Annie – dijo en un tono apenas audible – No te vayas.

No me sonrojé, solo apenas. Sabía que él estaba dormido.
Pero es cierto que la voz de un chico cuando está dormido, te puede. Por completo.
Se me vino a la mente la escena de hoy, una vez más. Este tipo de extrañezas que merecen una pequeña descripción: era sangre de un azul tan oscuro como la tinta de una pluma. Éste tipo de sangre – a pesar de ser de un color más frió – parece poder mantener una temperatura más elevada que la que posee el cuerpo de un ser humano común. Por eso Michael casi nunca tiene las manos frías en ésos días de inviernos en los que necesitas calor urgente.
Hablando entre humanos, yo pensaba que el rojo representaba el calor y el azul el frío ¿Por qué es al revés?
Pero no es así, Michael tiene razón, así lo vemos nosotros, los humanos ¿Cómo sabremos si realmente es así, como lo vemos nosotros? ¿Acaso somos los únicos en el mundo?
Busqué mi mochila por el suelo con la escasa luz de la luna que entraba por el ventanal, para sacar mis guantes. Sin querer dejé caer mi libro abierto de astronomía.
Me detuve en eso, las estrellas.
Un párrafo en especial me llamó en ése libro, y por primera vez, tuve intenciones de leerlo fuera de clases.
Su título “¿Por qué hay estrellas rojas y azules?” me dio una sensación de deja vu.

Explicaba algo como esto:
Las estrellas son aglomeraciones de hidrógeno, cuya temperatura es tan alta debido a la fusión de este elemento.
El color de una estrella es un indicador de su masa y temperatura, siendo las azules más calientes que las rojas.

Otra vez, esa sensación.
Después de todo, el rojo no tiene más temperatura que el azul. Mi sangre es más fría que la de Michael, por más roja que sea. Al fin encontraba algo del mundo real relacionado con sus rarezas mitológicas.
No estábamos tan perdidos.

Hay estrellas rojas y azules, pero sin embargo todas se ven blancas desde aquí. Así como hay gente de sangre común y de sangre de tinta, y sin embargo todos nos vemos iguales.

Todo anotado en mi cuaderno.
Son las 3:55 a.m y he encontrado una explicación que tranquilizará el sentido de la confusión de Michael.

La estrella azul duerme.





CONTINUARÁ

Comenten, por favor ^^


5 comentarios:

  1. Haaaaaaay! pero que hermoso capitulo *w* Michael tiene la sangre azul por que.. tiene sangre real (?) xD bueno, me encanto y aquellas cosas paranormales uff! Increible. bienbien me espero leer el siguiente capitulo asi que.. bye :)

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  2. ¡Me encanto! ^^
    es adicto leer lo que escribes ._.
    Sangre azul... que extrañamente cool

    Encerrados en una biblioteca... ¿Qué se sentirá? .___.
    xD

    Bueno Kati, siguela
    y repito
    ME ENCANTO :D

    Adiós :B

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  3. Sangre azul O_o nuca imagine eso...
    que cosas tan raras, Oye Katy siempre me dejas sorprendida. Publica pronto :)

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  4. :O genial, es la unica palabra q se me viene a la cabeza, me encanto, creo que este es mi capitulo favorito hasta ahora... no se por que :s pero me encanto :) siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa :D ._. jajajjajaja muy muy muy buena :D

    P.D: ame la decoracion :B muy linda :D

    Cuidateee c: saludos ♥

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  5. ME ENCANTO !!!!
    es el mejor capitulo hasta ahora
    esta buenisimo... :D
    espero que subas otro capitulo
    pronto lo estare esperando =D

    bye

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