Les presento a Insomnia la parte de Believe que se estubo escondiendo durante Trust narrada por Michael Hylton. Les dejo una introducción y algo de lo primero para que se vayan enterando de lo que van a encontrar. Muchas gracias a las que siguen aquí a pesar de tantas cosas. Sin más preámbulos...
PREFACIO
Entonces una pequeña gota de lluvia se coló por el
espacio que había entre la finalización del hoyo y la madera que encima de éste
yacía. Una madera rectangular y larga que pertenecía a un fuerte previamente
desmantelado, y que habría servido de puente para los apresurados soldados en
salir y velar por su protección una vez que se terminaba la guerra.
Esto ocurrió.
La cálida gota de lluvia había tomado calor
mientras recorría su frente lastimada y llegaba a su ojo derecho. Desprendió
todas las redes que imposibilitaran abrir su mirada y finalmente lo logró. No
contó los minutos que le llevó poder mirar fijamente lo que esperaba ser el
cielo y anhelaba verlos a todos los más
tristes desde alguna nube de su color favorito.
Vivir detrás de un arcoíris, disfrutar que esperen
tu llegada después de cada tormenta y... que te admiren, que te tomen fotos,
que te digan que eres un milagro precioso de la naturaleza. O dormir sobre la
luna, bordeando de luz aquellas ventanas de las habitaciones de los niños que
de noche temen de uno o de más callejones oscuros. O quizá saltar de una
estrella a otra cuando jóvenes parejas dejen de mirar al cielo y entibien sus ojos entre sí. La estrella quien
recibe cumplidos, oraciones, es dibujada muchas veces y que tiene todos nombres
de los chicos enamorados.
Ya había sido nombrado estrella antes de morir. Ya
había sido anhelado detrás de algún brillo celestial y su nombre sobre un ángel
recaería. Pero su dura alma congelada pareció quebrajarse, puesto que cuando
abrió los ojos – y hasta las pestañas le dolían – no pudo ver más a través de
su brazo casi muerto y congelado, terminado en un puño, que descansaba en el
suelo, justo frente a él. No pudo girar la cabeza por lo que trató de subir, de
levantarse. Se resbaló un par de veces al no poder usar ninguno de sus brazos,
pero derecha respondió mejor y pudo volver a sentir el tacto del hielo
devastador.
Ya no había tanta nieve. Su arma estaba intacta a
un costado de dónde estaba tirado. Estiró las piernas sin evitar quejidos de
dolor. Una de ellas tardó pocos minutos en descongelarse, gracias a su
sobrenatural y elevada temperatura, que al parecer, había empezado a calentarlo
mucho antes de que se despertara.
El hielo se retiró rápidamente y el alivio recorrió
las principales venas de su cuerpo dejando dolores menores leves en ciertas
articulaciones.
No podía mover el cuello, le dolía horrores. La
mochila que había frente a él, no era de él, fue tomada y abierta con gran
desesperación. Entre tanta basura inútil, había una botella de hielo, que
descongeló con sólo tenerla entre sus manos unos tres minutos sin parar. El
agua dulce corrió por su garganta y calentó sus pulmones. La sola botella no
parecía ser suficiente, pero dentro del bolso no había nada más. Entonces juntó
sus manos y otra vez... ¿Existo?
Tardó varios segundos en comprender que no estaba
precisamente en el cielo ni en ningún otro pasaje a una nueva dimensión. Estaba
dónde había terminado. Estaba congelado y bien preservado ¿Cuánto tiempo habrá
pasado entonces, desde que lo mataron?
¿Cómo se atrevía a suponer que seguiría viviendo después de todo? ... O bien
¿Dónde estaba la bala? ¡Justin! ¡Era Justin quién le había disparado en un
intento de homicidio! Su pobre hermano era culpable de la misma esclavitud que
él tenía a los pies de la muerte.
Y entonces volvió a escuchar el sonido del disparo,
sólo la del arma contraria, porque la suya nunca había ejecutado nada. Estaba
vacía, o su fuerza no se lo permitió. O tenía que morir... finalmente, tenía
que morir.
Pero tampoco lo era así ¡Pues mira como ha
sobrevivido a todo! Nadie, ni el cielo creador querían que él esté muerto. No
era su hora y él temía que no le llegara nunca. Él temía de la inmortalidad. No
la quería, no quería ser el último ser en la tierra como sí lo deseaba Dylan.
Él no quería terminar sólo. Caería muerto frente de una fila infinita de vivos
antes de ser el último y verlos morir a todos. Eso era lo que prefería y
arruinaba su vida pensando constantemente en ello.
No podía ver a alguien más morir, estaba harto. La
muerte lo pasaba por encima, lo tachaba, no lo quería. Y él, como cuestionador
universal, se rastrillaba la cabeza pensando el por qué.
Se tocó el pecho, incluso se arrancó parte del
uniforme para ver mejor: no había bala alguna. No había herida de la que tenía
que curarse; no había pasaje al cielo ni visita de la muerte. Aquí no había
pasado nada más que una muestra de odio mutua entre los hermanastros
encaprichados. Uno bajo el control del otro. Dos bajo el control de un tercero.
Y ése tercero, bajo el control de éstos dos.
Que triángulo más suicida. Qué problema tan grave.
Qué intento de muerte tan falso el suyo. No era capaz ni de fingir una duda, ni
preguntarse si realmente estaba vivo. Porque el hoyo de la bala, en la nieve
detrás de él, casi encima de su hombro, le decía que él no lo merecía. Que su
viveza lo empujaría, que el hielo lo congelaría y le haría caer al suelo. Todo
su mal estado le haría caer al suelo y dormir quién sabe cuántos años,
preservándose en el hielo como un fósil de dinosaurio. Él caería al suelo mucho
antes de ser tan imbécil como para morir, o para dispararle a su hermano. El
hielo evitaría eso. El agua congelada, era entonces, su elemento letal ahora.
No sabía bien con qué estaba más enojado. Si con
Justin por intentar haberlo matado o por el hecho de no haberlo matado. Quedar
vivo para contar una deshonra como ésa era de lo peor. Eso le parecía.
No era un buen suicida. Después de esto, dejaría de
intentarlo. Morir ya no le parecía divertido.
Él no traía la mochila, y tampoco parecía ser de
Justin, pero era de lo más probable. Descongeló su rifle y lo usó para quitar
el trozo de madera de encima, la que evitó que quedara enterrado en nieve, la
que evitó que vinieran a buscar su cuerpo y que intentaran enterrarlo vivo. Su
pulso era acelerado cuando se levantó y salió de la profundidad, pero cuando
caminó, volvió a caer. No era a causa de la torpeza temporal de no poder
caminar por acabar de salir de un deshielo, sino que una bota tan dura como la
suya se había cruzado en su camino. Pero alguien la tenía puesta.
Cavó por sobre lo que veía y ahí estaba el rostro
de ésa persona. Una molestia existencial en el salón de clases, pero totalmente
inocente de asesinato.
–
Kevin...
No reconoció su voz si apenas podía hablar. El chico
muerto lucía extremadamente pálido y con un gesto arrepentido, triste...
muerto. Como si hubiera suplicado antes de que lo fusilaran.
–
Ya no te ves
tan rudo ahora ¿Eh? – dijo sin rencor, sólo para hablarse un poco a él mismo,
sólo para recordarse de que aún recordaba cómo hablar y de pie. Prosiguió con
quitarle el abrigo al chico para usarlo él y mirar a la deriva. No había otros
cuerpos, ya los habían juntado a todos – Vaya... parece que se olvidaron de
nosotros – Entonces arremangó el abrigo y siguió caminando – Gracias Kev... Te
veo allí arriba si alguna vez me dejan ir.
No supuso que el muerto necesitara ayuda, por lo
que caminó difícilmente por el campo para encontrar a alguien que lo ayudara a
él. Había una pequeña cabina a lo lejos y llegó con esperanzas de hallar a
alguien.
El vidrio transpiraba, entonces se emocionó. Esperó
encontrar a alguien respirando dentro, pero sólo se trataba del hielo
derritiéndose por un reciente rayo de sol que lograba atravesar y colarse entre
las nubes para lograr su objetivo.
¾ ¿Por qué crees que estás así?
Se volteó tan violentamente que apenas no se
salvaba de una contractura en el cuello.
INSOMNIA
Narra Michael.
Justo cuando creí que mis piernas iban a
despedazarse, se hacía visible una entrada de madera vieja a lo que parecía ser
una casa. Seguimos avanzando hasta una habitación con apenas lugar para una
cama y una ventana. Mi alma parecía caber dentro, pero mi cuerpo se había
quedado parado observándolo todo desde la abertura que reemplazaba el lugar de
la puerta. El hombre me condujo, casi arrastrándome, tan cerca de la cama hasta
que yo solo pude avanzar y descansar sobre ella. Había manchas de humedad cerca
de la ventana y en todas las esquinas de la habitación. Predominaba un olor a
hierbas y especias desde la habitación hasta la cocina. La ubicación de ésta
resultaba obvia gracias al ruido de las ollas rebalsando agua caliente. No
había animales, sino árboles altísimos y largas filas de cultivo de manzanas.
Lo que ocupaba el puesto de lo más nuevo
era un sistema de riego eléctrico visible desde cualquier ángulo. Lo demás
parecía extraído de un cuadro antiguo y musgoso que encontraría entre la
colección de pinturas al óleo de mi abuela. El hombre lucía un atuendo
demasiado blanco como para vivir ahí y salvarse de cualquier mancha.
Una sensación de fuerte calor me obligó a devolver
la vista hasta mis piernas. El hombre había dispuesto del tiempo necesario para
ir por agua caliente y una toalla y colocarla encima de mis tobillos y en toda
la zona que creí haber perdido. Pude accionar mi pie derecho tras unos
segundos. De pronto el atentado suicida me pareció minúsculo y hasta estúpido.
¾ Tendrás que pasar la noche aquí para ir mañana a la
cuidad y llamar a tus padres – continuó mientras se ponía de pie.
¾ Gracias, pero no será posible – afirmé – No tengo
padres. Ni… casa.
¾ Comprendo ¿Vivías en la universidad? ¿Por qué estás
tan mugroso entonces?
¾ Yo no…
¾ ¡Ah, ya! Eres un soldado – pareció reconocer mi
uniforme detrás de todas las manchas de tierra – Pero la guerra terminó hace
muchos meses.
¾ Si, am… provengo de una especie de “Resucitación” –
hice las comillas con los dedos.
El hombre se llevó las manos a la cabeza.
¾ ¡Jesucristo! – musitó, sorprendido.
¾ Oh no, no. Yo sólo…
¾ No entiendes nada, querido. Ahora ve a asearte.
¾ Pero no puedo camina… - me levantó tirando de mi
camisa y me empujó hacia adelante. Mis piernas parecían nuevas – Oiga ¿Cómo
hizo eso?
Luego de una
larga experiencia en la ducha – darte cuenta de que tu piel se encuentra toda
quebrajada, lastimada y congelada y verter lo que fuera encima de ella sería
completar toda una misión - y
sorprendido de que hubiera agua caliente, me asome por la puerta para contar con
su presencia cuando saliera, pero no fue así. Así que atravesé el corto pasillo
envuelto en una bata increíblemente blanca – otra cosa más que no parecía
pertenecer allí – y entré a la habitación.
No parecía haber ningún indicio de lo que tenía que hacer, así que
encontré un viejo baúl de madera debajo de una pila de mantas de colores
apagados y lo abrí.
Había más
mantas, una almohada y ropa. Elegí una camisa bastante destruida y encimé sobre
mis hombros diferentes abrigos. Tuve que volver a los pantalones y a las botas
del ejército. Mi rostro se sentía como
papel rasgado y arrugado, por lo que opté por no buscar ni encontrar ningún
espejo o cualquier cosa en la que pudiera reflejarme.
¾ Bien, ahora ten esto – el hombre enterró su voz en mi subconsciente y
me obligó a sobresaltarme. Dejó una caja de madera con millones de astillas en
mis manos.
¾ Para… ¿Hacerle una cuna a las gallinas?
¾ No seas tonto, no hay gallinas aquí. Es para las
manzanas. Quiero que quites todas las que ya están maduras.
¾ ¿Cómo sé cuáles son ésas? Espere… ¿Me hará
trabajar?
¾ Verdes, no maduras. Rojas, maduras ¿Lo comprendes o
necesitas que te lo explique con manzanas? –comenzó a reír desaforadamente y en
solitario - ¿Entiendes? Hablamos de manzanas – continuó riendo un poco más alto
– Chiste de manzaneros.
Lo observé, arrugando el ceño.
¾ ¿Soy un manzanero?
¾ Sólo ve a trabajar.
Después de dos horas de recoger cabos maduros, me
acerqué de nuevo a la casa.
¾ ¿Cómo te ha ido?
¾ Terrible – contesté, respirando muy rápido –
Aquella zona queda como a un millón de kilómetros, la caja pesa como dos
toneladas cuando está llena. Aún me faltan traer ocho más y … y… - me cubrí el
resplandor de la cara con la mano – El maldito sol me freirá como a una patata.
¾ ¿Muy parecido a la vida, no?
¾ ¿Siquiera voy a aprender karate de esto Señor Mijagi?
¾ Michael-san,
sigue trabajando.
¾ Claro – malogré un rostro furioso.
¾ ¡Espera!
Solté la
pesada caja a pocos centímetros de mis pies y me volteé, furioso.
¾ Ten esto – me tendió un elegante sobrero de ala
ancha color marrón oscuro – Te protegerá del sol. En el campo son ideales los
de paja, pero es lo único que tengo.
¾ Es… - lo observé detenidamente – Parece salido de
una película. Gracias.
Lo coloqué sobre mi cabeza de un solo movimiento.
Tomé otras dos cajas entre mis manos, agarré el cuchillo con los dientes y
volvió al camino que había marcado. Cuando regresé, desenvolví una conclusión:
¾ Señor, pudo haberme dado el sombrero desde la
primera vez ¿No?
Soltó una carcajada burlona.
¾ A los jóvenes nunca les sobra disciplina – tomó las
cajas de manzanas y las unió a otras exactamente iguales sobre un camión que
descansaba entre las sombras de los árboles.
¾ ¿Ya puedo irme a dormir?
¾ Seguro hijo.
Creo que abandoné el lugar tan rápido como mi
situación física me lo permitió. Apenas logré ver la habitación, me adentré en
ella y di vueltas en la cama cual perro jugando en un charco de lodo. Cada
célula en mí pedía a gritos un descanso, como si desmayarse en un pozo
congelado en medio de una guerra durante el período de meses no fuera
considerado dormir. Crucé las manos sobre mi pecho y dejé caer mi cabeza hacia
una de las almohadas. Mis ojos se cerraban solos. Parecía ajeno a mi cuerpo,
parecía que él hacía lo que le plazca, lo que necesitase. El peso de mis
piernas parecía desaparecer, nada lograba pesar más que mi fuerte necesidad de morirme otra vez, al menos por media
hora.
Es allí cuando oigo disparos. Gente corriendo
parecía abalanzarse sobre la casa del manzanero. Sus pasos resonaban sobre la
tierra como misiles de plomo cayendo desde el cielo. Recuerdo que rodé de la
cama hacia el suelo y busqué instintivamente mi arma, que por supuesto no
estaba por ninguna parte. Cuando perdí la concentración intentando recordar
dónde la había dejado al entrar a la casa, noté que los pasos se habían
detenido y los disparos, de igual manera, cedieron. Me asomé por la pequeña
ventana, aún un poco alarmado, y no encontré nada fuera de lugar.
Intenté dormir un par de veces más y todo volvió a
ocurrir de la misma manera.
Salí con la esperanza de encontrar al hombre aun
acomodando los cajones de manzanas y de pedirle si podría acompañarlo a dónde
quiera que fuere. No podía quedarme sólo y pensar, no era mi pasatiempo
favorito. Sin mencionar que oía a hombre gritando y temía por que destruyeran
su pequeña casa entre las chacras.
Ya se había ido, se había llevado su vieja radio
con él, que era el único sonido ambiente en todo el lugar. Ahora reinaba el
silencio y un coro seleccionado de pájaros en el árbol sobre la ventana del
dormitorio.
Creí que los pájaros eran la razón por la que no
podía quedarme dormido, por lo que los espanté sacudiendo la rama
del árbol en el que estaban. No funcionó porque volvieron pasados unos minutos,
pero descubrí entonces que la culpa no era suya.
Intenté recordar mis métodos para dormir cuando niño
para repetirlos, pero mi memoria estaba bloqueada. No sería capaz de lograr una
sola idea sin dormir un poco antes. Ahí estaba mi laberinto.
Luego mi mente se complotó contra mí ¿Qué pasaría
si de verdad estoy muerto? Un fantasma no podría dormir, por eso es un
fantasma, porque no descansa.
Esperé sentado afuera unos minutos para que el tipo
blanco volviera, pero así se hizo la noche y nunca regresó. Recordé entonces
que estaba muriendo de hambre, y nada en la casa parecía un buen lugar para
guardar alimentos. Era como si nadie viviera allí, como si el hombre la hubiera
rentado por un día y ahora me heredara la deuda a mí al irse con su camión y
desaparecer.
No me quedaba remedio, tenía que ir a buscar manzanas
a las chacras otra vez. Me calcé los guantes amarillos del hombre y el
sombrero, a pesar de que la luz de la luna no me haría daño. Por un instinto paranoico,
decidí llevar mi arma conmigo, la cual estuvo todo este tiempo residiendo a la
entrada de la casa.
No podía lograr un solo recuerdo, nada más este
hombre que encontré en el medio de la nada, y mediante una interminable charla
sobre el clima, me condujo hasta su vieja casa. Como estaba en manos de diablo
y nada podía ser peor que haberle fracasado a la muerte, lo seguí, sin esperar
lo peor. Y aquí estaba, intentando robar manzanas como pago de mi arduo trabajo
matutino.
Cuando les comente a mis nietos fantasmas que
cuando salí de la guerra me puse a recoger manzanas, jamás dejarán de llamarme
mentiroso.
Olvidé el cuchillo esta vez, por lo que habré
arrancado la manzana con pura fuerza de voluntad. Nunca supe si lo que recogí
esa noche era una manzana, o una pera, o lo que fuere, puesto que todo sabía
igual, a helado, a hielo, a masacre.
Era un cuadro gracioso, estaba comiendo
desconocidas semillas mientras me hundía en el hielo y la tierra húmeda. Casi
soy un prisionero, así que me dediqué a buscar la casa de nuevo. No llegué a
pensar que el hombre ya pudiera haber regresado hasta que me llevé por delante
la vieja radio. Estaba abierta de par en par, entre el hielo. Se había caído
del árbol del que siempre colgaba.
Con el objetivo de distraerme de todo, intenté
repararla. Sólo estaba desarmada, fue fácil. Era como un juguete de encastre
para niños, parecía diseñado para que no tomara el tiempo volver a armarla.
Conseguí un toma corrientes dentro de la casa que no había notado antes y la
conecté. Sólo funcionaba una estación, y no pasaban música. Aun así lo dejé,
quería que algo platicara conmigo.
Me desplomé un par de veces sobre la mesa debido a
mi cansancio, pero en todas las oportunidades me despertaba sobresaltado.
El programa de debate era local y la única
explicación de que tuviera tantas interferencias era lo alejado que estaba yo
de la cuidad, o del pueblo más cercano. Fastidiado, golpeé la radio y la elevé
tratando de conseguir una mejor señal. Luego de luchar y de despertarme un poco más
de lo que estaba – si es que eso era posible – noté que cada vez que hablaba el
hombre de voz rasposa existía una interferencia y no me permitía oírlo con
propiedad. No ocurría esto con las otras voces.
Acerqué la radio al oído. Las otras voces parecían
amables y convincentes, pero demasiado plásticas. Casi podía adivinar sus
rostros a través de la imaginación. Reinaba el debate un locutor de voz
exagerada y propuestas hipócritas. No recuerdo de qué hablaban, pero las más
ridículas puestas salían de aquella. Anhelaba escuchar la voz rasposa, pero no
era posible. Entonces cuando terminó el
programa dieron los nombres de cada periodista. Anoté todos ellos en la mesa de
la cocina con un cuchillo – pues no contaba ni con lápiz ni con papel. Intenté
adivinar cuál de ellos era al que ocultaban, pero no podía iniciar perjuicios
por sus nombres, no iba conmigo. Así que supuse que era el último. Cuando hubo terminado
el programa, el toma corrientes inició un cortocircuito y la radio no volvió a
funcionar. Totalmente fastidiado, volví a la habitación para pelear contra el
sueño y fracasar, una y otra vez.
No dormir una noche equivale al cansancio de correr
tres kilómetros. Le sumamos uno más si relato el viaje que inicié en la
carretera ésa misma noche. He tenido más aventuras ésa sola noche que en el
resto de mis días, o en los que pude vivir antes de morir de ésta manera. Caminaba sin una fuente de luz, lejos de la
casa, esperando algo, intentando adivinar una solución o de lo contrario, tropezarme
con ella. A la carretera la encontré mucho después y la seguí emocionado con
nuevas baterías que había sacado de no sé dónde. Me puse aún más feliz cuando
vi un auto – y me arrojé a un lado para que no me pasara por encima o me
atravesara por el medio – y todavía más cuando hallé una luz demasiado baja
para ser una estrella, demasiado grande para ser una broma. O producto del
cansancio, de la imaginación, o de un sueño.
Un sueño era mi tercera opción, así es. O estaba
vivo, o estaba muerto, o estaba soñando. Pero generalmente no siento en los
sueños, ni tampoco soy consciente de ellos cuando estoy dentro de uno. Dependía
de mí, así que elegí ser una buena historia que alguien conocería y relataría a
otros.
La luz se convirtió en una gasolinera, la única
opción a una altura de la carretera tan desconocida. Corrí desesperado y abrí
la puerta. Eran unas veinte mesas vacías y una barra con una sola persona
sentada y bebiendo en ella. El cantinero estaba absorto en una televisión que
colgaba del techo en una de las esquinas mientras limpiaba la vajilla. Bastó
que solo viera mi aspecto para ofrecerme un café caliente.
Necesitaba más alimento para el insomnio si es que
iba a acompañarme por tanto tiempo.
Justo después de sostener una ligera conversación
con el cantinero, oímos a un hombre quejándose por los mil demonios al romperse
su auto en frente de la gasolinera. El joven que estaba conmigo y el cantinero
parecía ser un empleado, por lo que corrió en su ayuda.
¾ Tranquilícese, tiene suerte de que se haya
estropeado cerca de aquí – escuchamos que le decía – Bébase un café mientras me
encargo de esto señor.
Se presentó su presencia en el bar. Venía vestido elegantemente,
pero empapado de lodo por haber tenido que empujar el auto hasta allí. Elogió
mi sombrero, parecía algo que él usaría.
¾ Ya venía de mal humor del trabajo – le comentaba al
cantinero mientras éste preparaba café una vez más – No puedo concebir que la
maldita máquina haya decidido estropearse justo ahora. Después de haber
discutido media noche con idiotas, lo único que uno quiere hacer es llegar a
casa a salvo y darse un buen descanso.
¾ No creo que usted esté al tanto de lo que sucede
Señor Close – le dijo el cantinero, que al parecer conocía a su cliente de
alguna forma, puesto que en ningún momento había mencionado cuál era su nombre.
Parecía lógico, su nombre también movía algo en mí, si tan solo recordara de
dónde lo había escuchado antes.
¾ ¿Siguen haciéndolo verdad? – se lamentó.
¾ Su voz sigue inaudible durante el programa ¿Por qué
no se rinde?
¾ No es mi trabajo rendirme – me atrapó observándolo
y reconoció mis botas. Pareció alarmarse – Hijo ¿De dónde las sacaste?
¾ ¡Usted es la voz rasposa! – ignoré su pregunta – Yo
lo escuché hoy en la radio ¿Por qué tapan su voz?
¾ Porque digo la verdad – fue su respuesta – Y hay
ciertas personas a las que no les conviene que yo la diga, entonces me hacen eso.
¾ ¿Qué era lo que estaba diciendo en el programa? –
todo en mí se encendió en ése momento, estaba a punto de conocer algo prohibido.
¾ Resumiéndolo, lo conflictos no ceden, nadie quiere
hacer nada al respecto, y nos van a llegar a errores ya cometido una vez más.
Veo que fuiste parte de ellos, querrás evitarlo, o eso espero – señaló mis
botas – Me alegra que estés vivo hijo.
El cantinero se me quedó mirando.
¾ ¿Son del ejército? ¿Estuviste en la guerra? – ahora
encaró al periodista - ¡¿Cómo envían niños a la guerra?!
¾ ¿Acaso no lo sabían? – se me desgarró el alma.
¿Cómo podía ser que no lo supieran? ¿Qué los mayores no fueron ni siquiera
contactados para ser parte de la guerra pero nosotros fuimos enviados sin
ninguna razón? - ¡¿No lo sabían?! – grité, mi voz estaba rota y débil.
El cantinero no podía digerir nada. El periodista
sólo negó con la cabeza.
¾ Intenté informárselos hijo, pero tapan mi voz en la
radio ¿Lo recuerdas?
¾ Voy a matarlos a todos – dije totalmente poseído de
la furia, con lágrimas en los ojos.
El periodista posó una mano sobre mi hombro.
¾ Tienes que irte de aquí si no quieres que ocurra
otra vez
¾ ¡¿Habrá otra guerra?! – soltamos a coro junto con
el cantinero.
¾ Y nadie será capaz de saberlo ¿Comprendes el mundo
hijo, porque de verdad yo no?
Mi respiración se agitó el doble. Al parecer
notaron que estaba a punto de colapsar.
¾ No puedo irme ahora, tengo… tengo que buscar a mi
hermana – ya me había levantado de la silla. El periodista me empujó en ella
otra vez.
¾ Tranquilízate ¿Dónde está?
¾ No lo sé – saltaron lagrimones gigantes de mis ojos
e inundaron mi vista y bloquearon mi respiración – No lo sé – repetí con la voz
cortada - ¡Tiene que ayudarme a encontrarla! Le daré algo a cambio…
¾ ¿Qué podrías darme tú a cambio? – preguntó desinteresado.
¾ Le podría decir a todos lo de la guerra, tengo… -
arranqué las lágrimas de mi rostro de un manotazo – tengo un gran poder de persuasión.
Imagine cuántas vidas salvaríamos.
¾ Hijo, eso no es fácil, te bloquearán igual que a mí
y además…
¾ ¡Escuche maldita sea! – grité a todo lo que pude –
No le pagué a la muerte para vivir y morir otra vez, no señor. No de la misma
manera. Tiene que ayudarme a encontrar a mi hermana… No tengo nada.
¾ Sube al auto.
¾ Pero no está….
¾ Que subas al auto – me ordenó.
Me invadió un sentido de protección, pero aun así
caminé hacia afuera.
¾ Te recordaré hijo – me consoló el cantinero - ¿Cómo
te llamas?
Estuve a punto de abrir la boca cuando el
periodista susurró cerca de mí:
¾ Miente.
¾ ¿Por qué…? Yo no… - me interrumpió otra vez.
¾ Miente.
Me tomó dos segundos.
¾ Ryan Johnson – solté.
¾ Suerte.
Ambos salimos por la puerta, el auto ya estaba en
medio de una marcha placenteramente sonora.
***
Se preguntarán ¿Oye qué demonios? Bueno, fascinante.
Sólo me queda pedirles perdón, por milésima vez. Y darte las más sinceras gracias a las que todavía están aquí. Ésto es una especie de continuación, porque me parecía muy "incorrecto" subir un capítulo después de tanto tiempo y que tengan que volver atrás para recordar exactamente lo que sucedió. Aquí quizá también tengan que hacerlo, pero van a poder comprenderlo mejor sólo teniendo una idea general. Creo que todas recuerdan lo que le pasó a Michael Hylton, y por ahora, es lo único que necesitan para darle continuidad a ésto.
Además de subir éstos nuevos capítulos, voy a dedicarme a compartirles más cosas que sé sobre sueños y su interpretación. Hasta les dejaré el ask de Hylton para que le cuenten sus sueños y vean lo que él tiene para decirles :3 (Estará aquí, de éste lado del blog >>>)
Estoy planeando ilustrar yo misma los capítulos, así que stay tuned por eso también. Quizá hasta haga un mini comic o algo así.
Ojalá les interese y nos mantengamos en contacto.